martes, octubre 23, 2007

Tierra Adentro / De la abundancia al hambre


DEL CUERNO DE LA ABUNDANCIA A INHOSPITOS DESIERTOS

Hace dos años el editorialista del Periodico Hoy (Octubre, 2005) escribio un editorial titulado "Ironias", en el cual, al referirse al Día Mundial de la Alimentación, señala que es necesario ocuparse del tema de la desnutrición. El hambre no sólo constituye una vergüenza, sino que es una gran derrota para el ser humano, porque no se trata de la incapacidad de producir los alimentos, sino de la imposibilidad de organizarnos para que todos tengan acceso a una nutrición adecuada.

En lo particular considero que, junto a la guerra y el divorcio, el hambre es la tercera gran derrota del género humano.

Añado a la reflexión del editorialista el hecho de que la geografía de la malnutrición, que es distinta de la geografía del hambre, se hace también expansiva por factores de orden educativo, cultural. ¿Cuántas veces hemos oído a nuestros niños y jóvenes expresar: yo no como de esto, yo no como de aquello? Hábitos dañinos que arrastrarán toda su vida. “Se jartan, pero no se alimentan”, sentenciaba mi abuelo cuando nos veía ávidos devorar un gran plato de concón con habichuela, haciéndole mohín a las ensaladas y vegetales que estaban sobre la mesa.

Recuerdo los versos de “Hay un país en el mundo” y su “faltan brazos para tanta tierra”. Lo recuerdo porque hoy nuestros campos parecen ser el objeto de una maldición con la cual nadie quiere cargar. La población de nuestras áreas rurales no parece querer ofrecer sus brazos para poner a parir la tierra. Nuestra agropecuaria ha sido incapaz de transformarse a la misma velocidad que lo ha hecho el comercio internacional y el resto de la economía local. Más aún: la relación población rural-producción agropecuaria no es pensada todavía como una variable política de significado fundamental. Me explico, si se desea mejorar el suministro de alimento a nuestras sociedades, es necesario que los gobiernos se preocupen por la calidad de vida de la población rural, no de “ñapa”, no electoralmente, sino como la posibilidad de una nación distinta.

¿Es nuestra zona rural señal del cuerno de la abundancia? En 1932, cuando dejaba inaugurado el Ateneo Dominicano, Rafael Trujillo Molina señalaba que “estamos en un país pobre con los medios latentes para conjurar la pobreza. Pisamos una tierra privilegiada acaso como ninguna para ostentar el cuerno simbólico de la abundancia. Y ante nuestras miserias, nuestras impaciencias y nuestros pesimismos, por las dificultades del presente y los temores del futuro, se abren campos extensos que no han sentido aún la fiebre abrasadora del machete, grandes montañas vírgenes e inmensas llanuras despobladas”, y hablaba de que contamos “con los medios latentes para conjurar la pobreza; país agrícola, no minero, ni fabril, ni industrial propiamente dicho”.

Hoy el panorama es distinto. Las transformaciones económicas son inmensas, pero más aún: las montañas vírgenes, los campos extensos sin cultivar, las llanuras despobladas, parecen convertirse poco a poco en territorio inhóspito, cuyos recursos naturales han servido para la supervivencia o para la acumulación de riquezas fáciles, un país que, de seguir la ruta del desastre, terminará por ser “tumba, féretro, hueco o sepultura”.

Con esta reflexión quiero llegar a una conclusión: no se trata sólo de que nuestros gobiernos vayan más allá de la cantidad en la alimentación y aborden el problema de la calidad, sino de que nuestro pueblo se sacuda de esa somnolencia que más bien parece apuntar, como novela surrealista, a la voluntad de morir que a la voluntad de vivir.

tejadamilton@yahoo.com