viernes, abril 04, 2025

¿Epidemia de trastornos de salud mental?

 La salud mental… también es salud

Milton Tejada C.

Hace unos días, mi amiga y hermana en la fe Karina Cruz me invitó a participar en su podcast Inspirando, para conversar sobre un tema urgente y necesario: la salud mental y emocional. Aunque respondí algunas preguntas durante la grabación, el tiempo fue limitado y, siendo sincero, me expreso mejor por escrito que frente a un micrófono o una cámara. Por eso, me animo a compartir aquí, de manera más amplia y reflexiva, algunos de los planteamientos que creo esenciales sobre este tema.

 Y también te animo a suscribirse al canal de YouTube de Karina, @MisionInspirar, y estarán contribuyendo a difundir mensajes que contribuyen a que tengamos vida y vida en abundancia. Y puedes ver la entrevista que nos hiciera Karina de modo completo copiando el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=jGeH72wv0jI&t=851s

 Mucho se ha dicho que, a raíz del COVID-19, el mundo enfrenta una "epidemia" de trastornos mentales. Sin embargo, considero que la pandemia simplemente visibilizó una crisis que ya estaba en desarrollo. El aislamiento, la incertidumbre, las pérdidas y el colapso de rutinas cotidianas no hicieron más que sacar a la superficie el estado frágil en que se encontraba nuestra salud emocional.

 Un enfoque cristiano sobre la salud mental

Desde una perspectiva cristiana, la salud mental puede entenderse como un equilibrio interior que permite a la persona vivir en paz consigo misma, con los demás y con Dios. Es la capacidad de enfrentar las dificultades con fe, esperanza y amor, dejándose guiar por los principios de la Palabra de Dios. Por otro lado, la salud emocional implica reconocer, comprender y manejar nuestras emociones de forma adecuada, mantener relaciones sanas y afrontar los desafíos de la vida con una actitud positiva.

 Hablar de salud mental no es un tema ajeno a la fe. Muy al contrario, está profundamente conectado con nuestra relación con Dios, con nuestro sentido de propósito, y con nuestra forma de amar y de vivir. Negar esta dimensión sería desconocer que fuimos creados por un Dios que se interesa por todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu.

 ¿Qué está afectando nuestra salud emocional?

Existen múltiples factores que influyen en el deterioro de la salud emocional y mental, y es importante reconocerlos para poder responder con sabiduría y compasión.

 En el plano cultural, vivimos inmersos en un individualismo extremo que valora la autosuficiencia y la desconexión del otro. Esto ha debilitado los lazos comunitarios y ha dejado a muchas personas solas y emocionalmente vulnerables. La presión por alcanzar el éxito, mantener una imagen impecable y ser siempre productivos, alimenta una ansiedad constante. Además, la falta de referencias morales claras ha contribuido a una sensación generalizada de desorientación y vacío.

 En cuanto a lo social, la desintegración de la familia, la violencia, la desigualdad y la pobreza afectan profundamente el bienestar emocional, especialmente desde edades tempranas. A esto se suma el exceso de estímulos que recibimos a través de la tecnología y las redes sociales, lo cual muchas veces impide la introspección, el silencio y el encuentro con nuestras emociones más profundas.

 También hay factores personales que no podemos ignorar. Muchas personas cargan con heridas no sanadas: rechazos, traumas, pérdidas o fracasos que nunca se procesaron adecuadamente. Otras carecen de herramientas para gestionar sus emociones, lo cual se traduce en relaciones dañinas o conductas autodestructivas. Y no son pocos los que arrastran una imagen distorsionada de sí mismos, producto de comparaciones constantes con ideales inalcanzables.

 Finalmente, desde el enfoque espiritual, la raíz más profunda de esta crisis es la separación de Dios. Cuando nos desconectamos de nuestro Creador, perdemos la fuente de paz, identidad y propósito. El resentimiento, la culpa no tratada, la falta de perdón y el vacío existencial son síntomas de una vida que necesita reconciliación con Dios y con uno mismo.

 Hacia una sanidad integral

La buena noticia es que sí hay caminos hacia la sanidad, y estos caminos son tanto personales como comunitarios y espirituales. El primer paso es reconocer nuestro estado emocional sin miedo ni vergüenza. La negación solo prolonga el dolor. Como dice Juan 8:32, “la verdad les hará libres”.

 Desde ahí, es fundamental practicar el autocuidado: conocer nuestras emociones, descansar, alimentarnos bien y cuidar de nuestra mente tanto como lo hacemos con nuestro cuerpo. Expresar lo que sentimos a través de la oración, la escritura o el diálogo con alguien de confianza nos libera de muchas cargas. Establecer límites saludables también es una forma de proteger nuestra paz.

 La sanidad también pasa por nuestras relaciones. Necesitamos rodearnos de personas que edifiquen nuestra vida, y aprender a perdonar para no cargar con resentimientos que envenenan el alma. El perdón, como enseña Colosenses 3:13, es una herramienta de sanación poderosa.

 En el plano espiritual, volver a Dios es clave. Su presencia es descanso para el alma cansada. Leer Su Palabra, orar y meditar en Sus promesas renueva nuestra mente. Además, servir a otros con amor nos saca del aislamiento y nos devuelve un sentido profundo de propósito. Como afirma Hechos 20:35, “más bienaventurado es dar que recibir”.

 ¿Y la terapia? ¿Debe un cristiano buscar ayuda profesional?

La respuesta es un rotundo sí. Dios nos hizo seres integrales: cuerpo, mente y espíritu. Ir al psicólogo no es falta de fe, es responsabilidad y sabiduría. Hay terapeutas formados y guiados por valores cristianos que pueden ayudarnos a sanar heridas, fortalecer relaciones y enfrentar traumas. Proverbios 20:5 nos recuerda que “los pensamientos humanos pueden ser profundos, pero el sabio los puede descubrir”.

 Buscar ayuda no debilita la fe, la fortalece. Reconocer que necesitamos apoyo no es señal de derrota, sino de humildad. La oración y la terapia no se contradicen, se complementan. La fe no nos niega el dolor, nos da la fuerza para enfrentarlo con esperanza.

Hablar de salud mental y emocional es hablar de vida, de amor, de restauración. Como cristianos, estamos llamados a ser testimonio de esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Y eso empieza por reconocer que la salud mental… también es salud.