jueves, noviembre 20, 2025

Tía Fanny, una vida para los demás

Familia, amigos, todos los que nos acompañan hoy:

Nos reunimos en un día que duele. Un día en que el corazón se hace pequeño porque una parte hermosa de nuestra historia ya no está físicamente con nosotros. Pero también es un día para honrar, agradecer y celebrar la vida de alguien que dejó una huella imborrable: mi tía Fanny, quien para mí fue más que una tía… fue una segunda madre, una guía, un abrazo permanente, un corazón siempre dispuesto a amar.

 Cuando pienso en ella, no me vienen a la mente logros materiales, ni momentos grandiosos a los ojos del mundo. Me llegan imágenes sencillas, pero llenas de eternidad: su manera de escuchar sin prisa, su capacidad de animar sin juzgar, su fe inquebrantable aun en los días más difíciles. Tía Fanny no necesitaba hablar mucho para enseñar; su vida era la enseñanza.

Su historia, como bien sé porque la estudié y la escribí, no comenzó en abundancia ni en facilidades. Desde pequeña conoció la fragilidad de la vida, los cambios bruscos, la pérdida, la enfermedad. Y, aun así, nunca permitió que la amargura echara raíces. En vez de resentimiento, cultivó sensibilidad. En vez de quejas, desarrolló resiliencia. Y en vez de cerrarse, decidió abrir su corazón a los demás.

 En su etapa adulta, cuando la vida le entregó el regalo de Roselín, una niña con Síndrome de Down, muchos habrían sentido miedo. Ella no. Ella vio una misión. Vio un camino nuevo, una forma distinta de amar. Fue ese momento, ese giro inesperado, lo que despertó en ella una pasión más profunda por la educación, por la inclusión, por la dignidad de las personas y especialmente de los más vulnerables.

 Esta situación o circunstancia la llevó a abrazar con amor una causa, una que tuvo un lugar muy especial en su corazón: Fe y Luz. Ese movimiento, dedicado a acompañar con ternura y dignidad a las personas con discapacidad intelectual y a sus familias, encontró en ella no solo una colaboradora, sino una verdadera discípula del amor. En Fe y Luz, tía Fanny vivió su vocación más profunda: acoger, escuchar, aliviar cargas, abrir caminos. Allí entregó tiempo, fuerza y fe; allí sembró alegría, unidad y esperanza; allí dejó una huella que hoy sigue viva en cada familia que tocó, en cada sonrisa que iluminó, en cada vida que dignificó con su presencia. Fue, literalmente, luz para muchos.

 Y también esta misma situación favoreció que pudiera decir sí a ser fundadora de Rehabilitación en Bonao, donde vivió un período de su vida.

 Tía Fanny es un gran testimonio que hoy nos reúne: una vida entera vivida para los demás. Tía Fanny no hacía grandes discursos; hacía grandes gestos. No buscaba aplausos; buscaba transformar realidades. Y lo hizo. La hizo en su familia, la hizo en su comunidad, la hizo en cada niño, en cada madre, en cada persona que tocó con su ternura y con su firmeza.

 Y cuando llegó a la etapa que muchos llaman la “edad del retiro”, ella decidió que todavía podía dar más. Así nació “Una gota de leche”, un proyecto que sintetiza exactamente quién era ella: una mujer que veía la necesidad y no se cruzaba de brazos; que veía hambre y respondía con una mesa; que veía dolor y respondía con presencia.

 Yo mismo fui acogido como un hijo en dos ocasiones. Siendo un niño, cuando vivía en El Retiro, Santiago, y la pobreza arropaba a mi familia de origen. Tía Fanny y tío Pedro no lo dudaron, y así hice el quinto y sexto curso en la Genaro Pérez de Santiago.

 Ya siendo un joven de 17 años, vine a Santo Domingo a concluir mi bachillerato e ingresar a la Universidad. Tía Fanny me acogió como a un hijo. Rectitud y ternura siempre iban con ella.

 Recuerdo también cómo nos empeñamos en que fuese escogida “Mujer del Año” en el concurso de Diario Libre, y tantos cientos de personas respondieron positivamente, quedando entre las diez finalistas.

 Nos queda Rosa Ellín o Roselín como todos la conocemos. Mi prima querida. Ternura y cuidado fue lo que siempre vi entre estas dos mujeres. Hoy oro por ella, que Dios la sostenga. Y Walter, mi primo, por ti oro, heredero de huellas hermosas que haz de seguir.

 ¡Son tantos los momentos que vivimos y tanto lo que compartí con ella, que ella camina en mi corazón!

 Hoy lloramos porque la vamos a extrañar. Porque sus llamadas, sus bromas, sus historias, sus canciones por teléfono, sus oraciones por nosotros ya no estarán de este lado de la vida. Pero también hoy nos toca recordar —con el alma en pie— que su legado no se apagó; su legado se multiplicó. Lo vemos en su familia, en sus hijos, en los que se formaron con su amor, en los que aprendimos a ser mejores gracias a ella.

 Quisiera pensar que, si pudiéramos escucharla hoy, con esa voz suave tan característica, nos diría lo que tantas veces dijo sin palabras:

“Amen. Sirvan. Sean luz. Porque la vida es más plena cuando se entrega.”

Esa era su filosofía. Ese era su evangelio personal.

 Y quiero invitarnos a todos a tomarlo como nuestro. A dejar que su ejemplo nos inspire a vivir con más propósito, con más sensibilidad, con más fe. Que cada acto de bondad que hagamos de hoy en adelante lleve un pedacito de su nombre. Que su vida no sea solo un recuerdo hermoso, sino un llamado a transformar la nuestra.

 Tía Fanny, gracias… gracias por tu ternura, por tu servicio, por tu fuerza. Gracias por enseñarnos que vivir para otros no es una carga, sino una bendición. Gracias por hacernos sentir amados.

Descansa en paz. Y que tu memoria, luminosa y eterna, siga guiando nuestros pasos.

 

20 de noviembre, 2025.

 

 

viernes, noviembre 07, 2025

Generación de cristal, derechos y privilegios

 Milton Tejada C.

Hace unos días conversé con unos padres que están teniendo dificultades con su hijo adolescente. Ayer, domingo, mientras esperaba el culto, también conversaba con otros padres que se quejaban de que esta generación “cree que lo merece todo”. La verdad, les dije, que también tenemos que revisar el otro lado de la moneda: muchos de ellos han crecido recibiendo todo lo que a los padres es posible darles y a veces con muchísimos sacrificios. En ocasiones, además, sin ninguna obligación en el hogar.

Algunos han dado por llamarle “la generación de cristal”. Mi opinión es que no podemos quedarnos al margen de responsabilidad. Muchos padres han sido “maestros del cristal” y han contribuido significativamente a la formación del carácter de esos muchachos.

Escuchaba un audio de la Dra. Natalia Ruiz de Otero en que nos exhorta a explicarle a nuestros hijos adolescentes la diferencia entre derechos y privilegios. Les transcribo lo que opina la Dra. Ruiz Otero:

“Papás, qué importante es explicarles a nuestros hijos la diferencia entre derechos y privilegios. ¿Qué derechos tienen nuestros hijos? Tienen derecho a la educación, a una casa, a vestido, a alimentación, pero todo lo demás son privilegios: El telefonito que traen, el que les demos permisos, el que de pronto les demos dinerito en la semana, el que tengan la ropa que están utilizando, todo eso son privilegios, porque a veces los adolescentes se empiezan a confundir y empiezan a exigir sus privilegios como si fueran sus derechos.

El poderlos ubicar en ese rango -expresa Ruíz de Otero- es importantísimo, porque también es al mismo tiempo explicarles que los privilegios son algo que se ganan o se pierden, y eso depende también de las decisiones, del comportamiento y de la conducta que ellos elijan tener”, concluye esta profesional de la conducta.

 

Aquí te comparto diez tips para formar hijos fuertes, no de cristal:

1.      Enséñales a tolerar la frustración, No corras siempre a resolverles los problemas. Permite que enfrenten consecuencias y se esfuercen para lograr lo que quieren. No es castigo, es entrenamiento para la vida.

2.      No los sobreprotejas. Proteger no es evitarles todo dolor, sino prepararlos para enfrentarlo. Cuando los padres amortiguan toda caída, el niño no aprende a levantarse. Si los amas, no quites todas las piedras del camino, enséñales a andar sobre ellas.

3.      Fomenta el pensamiento crítico. Ayúdales a pensar, no solo a repetir. Pregunta más de lo que afirmas. Por ejemplo: “¿Por qué crees que eso está bien o mal?”. Esto fortalece su criterio y su seguridad emocional. Además, esto también te dará paz porque podrá ir confiando en su juicio.

4.      Refuerza el valor del esfuerzo. No todo se logra rápido ni todo se merece. Además, como hemos señalado: una cosa son derechos y otras son privilegios. Enséñales el gozo de ganarse las cosas con trabajo y constancia.

5.      Modela autocontrol emocional. Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. Si tú gestionas bien tus emociones —sin gritar, evadir o victimizarte—, ellos aprenderán a hacer lo mismo. También es válido mantener esto durante la adolescencia.

6.      Enséñales a convivir con la diferencia. Fomenta la empatía sin caer en la susceptibilidad. Ayúdales a comprender que no todo desacuerdo es agresión y que pueden convivir con personas que piensan distinto.

7.      Habla sobre responsabilidad y consecuencias. Diles con claridad: “Tus decisiones tienen consecuencias”. Evita culpar o que ellos culpen siempre a la escuela, los amigos o las circunstancias. La madurez comienza cuando asumen responsabilidad por sus actos.

8.      Fortalece la espiritualidad y los valores. La fe y los valores firmes son anclas en un mundo líquido. Enséñales principios como la gratitud, el respeto y el perdón. Y la coherencia entre una vida de fe cristiana y las conductas o comportamientos a vivir. Enséñales un NO al relativismo moral.

9.      Dales palabras de aliento, pero no adules. Refuerza su autoestima real, no las infles. “Estoy orgulloso de tu esfuerzo” vale más que “Eres el mejor del mundo.” La primera fortalece, la segunda los hace dependientes de la aprobación.

10.  Equilibra amor y límites. Ni rigidez sin amor, ni amor sin límites. Los límites seguros construyen confianza y carácter. La disciplina realmente nos lleva a la libertad, y el ser libre nos lleva a ser maduros.

 

GRATA VIDA

Empresas familiares que trascienden el tiempo

 Familia y Empresa: el arte de amar, perdonar y trascender

 Reflexiones del Dr. Luis Vergés sobre la madurez emocional, el legado y el equilibrio entre afecto y autoridad en las empresas familiares. 

Transcripción corregida y editada de la conferencia impartida por el Dr. Luis Vergés durante el Encuentro Empresarial de la Asociación de Industriales de la Región Norte (AIREN), celebrado el 30 de octubre de 2025. El texto trata de mantener el estilo oral y reflexivo del expositor. El título de la conferencia fue: “Empresas familiares que trascienden el tiempo – Construyendo relaciones para una gestión inteligente”.

 Buenas tardes.

El origen de la familia. Alguien dijo una vez que el recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados. Y sé que muchos de ustedes recordarán aquel momento en que pidieron la mano de quien hoy es su esposa. Ese tipo de recuerdo nos traslada al punto de partida del tema de hoy, porque así comienza una familia. Una familia no nace con estatutos ni decretos presidenciales; nace del encuentro entre un hombre y una mujer, de una atracción profunda que da paso a la vida compartida.

 Las etapas del amor. Una relación de pareja tiene cinco fases: el enamoramiento, la realidad, la desilusión, la decisión y el amor maduro. El enamoramiento es la fase más idealizada y romántica. En ella, todo se ve perfecto y no hay defectos. Luego llega la realidad, donde se desvanecen las fantasías, pero el amor no desaparece. Más tarde aparece la desilusión, cuando los defectos se hacen evidentes y el pensamiento crítico emerge. Es ahí cuando muchas parejas se confunden y piensan que el amor se ha acabado. Sin embargo, después viene la decisión: quedarse y construir o rendirse. Y finalmente, llega el amor maduro, donde ya no solo se ama con el corazón, sino también con los valores.

 El legado y la conquista. En las familias y empresas familiares, se habla del legado y de la conquista. El legado pertenece a los fundadores; la conquista, a los sucesores. Ambos son indispensables. La humildad, entendida como el reconocimiento de que lo que somos se lo debemos a quienes nos precedieron, es la base del equilibrio entre legado y conquista. No se puede heredar sin merecer. Quien quiere recibir un legado debe también conquistar su espacio con esfuerzo y compromiso.

 Los conflictos familiares y las heridas emocionales. Las familias arrastran heridas emocionales: abandonos, favoritismos, traiciones, infidelidades. Esas heridas no sanadas se convierten en deudas emocionales que obstaculizan el crecimiento. La bondad es el rasgo más inteligente que puede tener una persona, porque solo desde la bondad se puede perdonar. En cambio, el ego, el orgullo y la falta de empatía son semillas del conflicto. Cuando en una familia o empresa aparece alguien que usa el poder para dominar y no para servir, ahí hay un problema serio.

 El afecto como base de la madurez emocional. El afecto no es solo contacto físico o palabras dulces. El afecto es presencia, cuidado y reconocimiento. El cerebro humano necesita del afecto para madurar. Sin vínculos afectivos, el niño desarrolla inseguridad, miedo y torpeza emocional. De adultos, esto se traduce en desconfianza, ansiedad y dificultades para relacionarse. Por eso, las empresas familiares deben cuidar el clima emocional de la familia. El afecto construye confianza; la confianza genera autonomía, y la autonomía fortalece la identidad.

 El perdón y la madurez emocional. El perdón no libera al otro: nos libera a nosotros. Aferrarse al resentimiento enferma. Como decía el Dalai Lama, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es una elección. El perdón sana, renueva y devuelve la paz. La historia de Kim Phuc, la niña vietnamita víctima del napalm, lo demuestra. Ella perdonó al piloto que lanzó la bomba, y ese acto la liberó. En la familia, perdonar significa renunciar al control del pasado para recuperar el poder sobre el presente.

 Claves para una familia y empresa madura. Las familias maduras aprenden a dialogar, a escuchar y a resolver conflictos sin agresión ni imposición. Saben que el afecto, la presencia y el respeto son más poderosos que la autoridad. Evitan los modelos adversariales —los unos contra los otros— y adoptan relaciones colaborativas. En una empresa familiar, los protocolos son necesarios para mantener el orden, pero solo funcionan cuando hay voluntad de respetarlos. El diálogo suave predice finales suaves: comience con calma, diga lo necesario con claridad y cierre con empatía.

 Conclusión. La manifestación del afecto incondicional es la principal fuente de estabilidad y aceptación. Una familia que se quiere no solo por lo que se logra, sino por lo que se es, puede superar cualquier adversidad. La confianza, la solidaridad y la presencia son los pilares del amor maduro. Ninguna empresa familiar prospera si su base emocional está rota. Por eso, cada generación debe cultivar la humildad, el respeto y el perdón para garantizar la continuidad del legado.

 “Nunca tuvimos un mejor día que hoy para dejar de ser lo que fuimos y comenzar a ser lo que queremos ser.”

sábado, noviembre 01, 2025

Relativismo y disolución de identidad cristiana

 Desafío a la fe cristiana:

El relativismo moral y la disolución de la identidad cristiana

 Milton Tejada C.

Terminó el mes octubre. Inicio este noviembre con una reflexión fundamental para nuestra vida cristiana: el NO que debemos dar al relativismo moral.

 En la sociedad contemporánea, donde las certezas se diluyen entre opiniones cambiantes y el concepto de verdad se relativiza según intereses personales, el fenómeno del relativismo moral ha adquirido una fuerza determinante.

 El relativismo moral se refiere a la creencia de que no existen principios morales universales, sino que cada individuo o grupo define lo correcto o lo incorrecto de acuerdo con su contexto o conveniencia. Aunque se presenta como una postura de tolerancia y libertad, en la práctica conduce a una profunda crisis de referencia ética, donde todo parece justificable y donde la verdad pierde su valor normativo. O, como dice Aleksandr Solzhenitsyn: “El relativismo moral ha destruido las raíces de la sociedad; cuando el hombre ya no distingue el bien del mal, el mal termina por dominarlo todo” (Solzhenitzyn fue premio Nobel de Literatura y una de sus ideas recurrentes es su crítica al relativismo moral que, según él, destruyen la conciencia del bien y el mal).

 Esta semana leí un trabajo académico de Carlos Alberto Quinteros Roque[1] titulado Identidad cristiana y valores morales. En él, Quintero Roque advierte que el relativismo moral representa uno de los desafíos más serios para la fe cristiana actual, pues disuelve los fundamentos sobre los que se construye la identidad cristiana.

 Esta identidad —más que una afiliación religiosa— constituye una forma de vida orientada por el Evangelio y la aceptación de Jesús como Señor y Salvador, donde el amor, la justicia, la compasión y la dignidad humana se convierten en ejes de conducta. Cuando la moral se vuelve relativa, esos valores se reducen a preferencias personales sin raíz trascendente, lo que debilita el compromiso con la verdad y el bien común.

 Este proceso genera un vacío moral que afecta no solo a las personas, sino también a las instituciones. Los jóvenes, educados en un ambiente donde “todo es válido”, enfrentan la tentación de desvincular su fe de su práctica diaria. El resultado es una existencia fragmentada: se profesa una creencia, pero se vive otra.

 El relativismo termina sustituyendo el amor y la solidaridad por el egoísmo y la utilidad, alimentando un individualismo que erosiona el sentido de comunidad. En palabras de Quinteros, la identidad cristiana deja de ser faro moral y se convierte en un recuerdo simbólico cuando se pierde la coherencia entre la fe y las conductas y actitudes cotidianas.

 El relativismo moral también distorsiona la noción cristiana de libertad. Mientras la fe enseña que la libertad auténtica consiste en elegir el bien y rechazar el mal, el relativismo la reduce a la simple autonomía de decidir sin referencia ética. Así, se confunde libertad con independencia absoluta y verdad con opinión.

 Para el cristiano, la verdad y el amor son inseparables, y toda auténtica libertad se construye en la búsqueda del bien común. Por ello, la identidad cristiana se reafirma solo cuando la fe se traduce en acción moral, cuando el creyente encarna los valores evangélicos en la vida cotidiana.

 Reflexión bíblica: verdad, libertad y testimonio

Desde la perspectiva bíblica, el relativismo moral contradice directamente las palabras de Jesús, escritas en nuestro escudo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). En esta afirmación, Cristo revela que la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en vivir conforme a la verdad divina que libera del error y del egoísmo. Cuando el hombre rechaza esa verdad y convierte su conciencia en medida absoluta, cae en la esclavitud de sus propios deseos. El relativismo, entonces, no libera; encadena al yo y debilita la capacidad de amar auténticamente. UN DOMINICANO NO DEBERÍA SER UN RELATIVISTA MORAL.

 El apóstol Pablo, consciente de este peligro, exhortaba a los cristianos de Roma: “No se conformen a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). El discípulo de Cristo está llamado a resistir la presión cultural que diluye los principios del Evangelio y a mantener una mente renovada que discierna la verdad moral frente a las modas o ideologías del momento. Esta renovación interior es el antídoto contra el relativismo, porque reorienta la vida hacia lo que agrada a Dios y edifica a la comunidad.

 Finalmente, Jesús mismo advierte en el Sermón del Monte: “Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:13-14). Cuando la identidad cristiana se debilita, la sal pierde su sabor y la luz se oculta bajo el relativismo. Recuperar esa identidad implica vivir la fe con coherencia, humildad y firmeza moral, de modo que los valores cristianos vuelvan a iluminar la sociedad. Solo así la verdad del Evangelio podrá seguir transformando corazones y reconstruyendo el tejido ético de un mundo que, aunque cambiante, sigue necesitando dirección, esperanza y amor verdadero.

 GRATAVIDA

 



[1] . Quinteros Roque, C. A. (2025). Identidad cristiana y valores morales. Universidad Católica Sedes Sapientiae, Lima, Perú.

viernes, octubre 24, 2025

Crecemos en el silencio

 

Hace unos 40 años viví una experiencia única: ¡40 días de oración, reflexión, lectura de la Biblia y… SILENCIO! Al principio, no fue fácil. Luego, fue una de las más maravillosas cosas que he hecho por mi vida emocional y espiritual. Y, por eso, hoy quiero hablarles del silencio.

En una época marcada por el ruido constante —de pantallas, opiniones, urgencias y notificaciones— el silencio se ha convertido en un lujo escaso o en algo que nos es difícil (porque la verdad es que el ruido no es solo externo, también va por dentro). Y, sin embargo, es esencial para nuestro crecimiento.

 El silencio no es vacío ni pasividad; es, como señala Gentry (2021), “espacio para pensar mejor, decidir con calma y actuar con propósito”. En él, la mente se ordena, el alma se aquieta y el corazón se dispone a escuchar lo que realmente importa. Crecer como persona implica aprender a habitar ese silencio interior donde florecen la introspección, la claridad y la sabiduría.

 Desde una perspectiva cristiana, el silencio es el terreno fértil donde Dios habla. En la Biblia, Elías descubre que el Señor no estaba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino “en el susurro apacible” (1 Reyes 19:12). Esa escena resume la pedagogía divina: solo quien calla por dentro puede escuchar la voz de Aquel que orienta, consuela y da sentido. El silencio, entonces, se convierte en oración sin palabras, en un acto de fe que nos libera de la necesidad de controlar y nos abre a la presencia amorosa de Dios.

Para el líder, el silencio es también una forma de autoridad serena. Un líder que calla sabe escuchar, observa antes de hablar, y no reacciona impulsivamente ante la presión. En el silencio madura la prudencia, virtud indispensable para guiar a otros con justicia y compasión. No hay liderazgo verdadero sin la capacidad de detenerse, discernir y actuar desde la paz interior. Los grandes líderes espirituales y sociales se distinguieron no solo por lo que dijeron, sino por la profundidad con que supieron guardar silencio para comprender mejor el momento y las personas a su alrededor.

 Lejos de ser una experiencia de soledad estéril, el silencio nos reconcilia con nuestra humanidad. Nos recuerda que no todo requiere respuesta inmediata, que muchas veces crecer implica esperar, escuchar y confiar.

Por tanto, cultivar el silencio no es huir del mundo, sino aprender a habitarlo con mayor plenitud. En un mundo ruidoso, quien elige el silencio elige también la profundidad; quien calla sabiamente, se escucha mejor a sí mismo, a los demás y a Dios.

 “Guarda silencio ante el Señor y espera en Él.” (Salmo 37:7)

GRATAVIDA

 

sábado, octubre 18, 2025

Las tareas escolares de nuestros hijos

 Sábados de fe y vida

ALGUNOS TIPS SOBRE LAS TAREAS ESCOLARES DE NUESTROS HIJOS

La infancia debería ser un tiempo de descubrimiento, juego y aprendizaje gozoso. Sin embargo, en muchos casos se convierte en una etapa marcada por la sobrecarga escolar. En muchos casos, el exceso de tareas roba a los niños un derecho fundamental: el derecho al tiempo libre y a una vida equilibrada.

Para muchos niños queda poco espacio para el descanso. Nuestro ritmo frenético parece también traspasarse a los niños, obligándoles a vivir bajo presión constante y con escaso margen para el disfrute (que no significa tener tiempo para las pantallas, tema que ya hemos tratado).

El problema no es la existencia de los deberes en sí mismos, sino su cantidad, su falta de adaptación y el escaso respeto por la diversidad de ritmos y capacidades. Para un niño con dislexia o con déficit de atención, por ejemplo, los deberes tradicionales pueden convertirse en un tormento que afecta no solo a su aprendizaje, sino también a su autoestima.

Más que una prueba de disciplina, los deberes deberían ser un recurso creativo, flexible y razonable. Proyectos de investigación, actividades prácticas o lecturas escogidas libremente pueden resultar mucho más significativos que páginas enteras de ejercicios repetitivos.

Leyendo un libro titulado “Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo”, extrajimos los siguientes tips propios para nuestra cultura:

Tips para padres

1.    No midas la valía de tu hijo por la cantidad de deberes hechos. La responsabilidad se mide por la actitud, no por el número de páginas completadas.

2.    Convierte la casa en un espacio de aprendizaje vivo. La cocina puede ser un laboratorio de matemáticas, y el parque un aula de ciencias.

3.    Evita las comparaciones. No digas “tu hermano lo hace más rápido” o “tus compañeros ya terminaron”. Cada niño tiene su propio ritmo y capacidad.

4.    Mantén una relación de respeto con los maestros. Expón tus inquietudes con argumentos claros y ofrece propuestas de mejora.

5.    Defiende el derecho al tiempo libre. Recuerda que jugar, descansar y pasar tiempo en familia son aprendizajes tan valiosos como los académicos.

6.    Enseña a tu hijo a reconocer sus límites. Anímalo a decir “ya es suficiente” cuando la carga escolar lo sobrepasa.

7.    Apoya el aprendizaje autónomo. En lugar de supervisar cada detalle, ofrécele recursos para que encuentre sus propias soluciones.

 GRATAVIDA

 

 

sábado, octubre 11, 2025

Empresas familiares y salud socio-emocional

LA SALUD SOCIO-EMOCIONAL: CLAVE EN LAS EMPRESAS FAMILIARES

El desafío está en construir estructuras emocionales tan sólidas como las financieras

Milton Tejada C.

Tomada del estudio citado.
En mayo de 2023 realizamos el “Estudio de Impacto – Labor del CDEF en el fortalecimiento de las empresas familiares en República Dominicana”. Esta investigación fue hecha junto a Carolina Féliz para la Asociación de Industriales de la Región Norte (AIREN), con el auspicio del ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM).

Al abordar los subsistemas clave de una empresa familiar destacamos como fundamental la familia y sus relaciones. La recomendación de expertos internacionales favorece el establecimiento de un Consejo de Familia (especialmente si la empresa a sobrevivido y ha llegado a la tercera generación) que tiene, entre otros objetivos, mantenerse al tanto de la marcha de la empresa, sus objetivos generales, desarrollar un plan de capacitación de la próxima generación, un plan de sucesión, resolver conflictos particulares y establecer y revisar un protocolo familiar.

Hoy quiero profundizar sobre un elemento clave de este subsistema que es la familia: la salud socio-emocional como factor de competitividad de las empresas familiares.

Más que negocios, son verdaderas historias de vida.

Las empresas familiares constituyen, sin exagerar, la columna vertebral de la economía dominicana y latinoamericana. No solo generan una parte significativa del empleo y del PIB, sino que sostienen valores que ninguna estrategia de mercado puede imitar: el compromiso, la continuidad, la confianza y la visión de legado. Sin embargo, en medio de las dinámicas de expansión, modernización y competencia global, se vuelve imprescindible mirar hacia adentro: hacia la dimensión humana y emocional que sostiene estos emprendimientos.

Porque una empresa familiar no sobrevive solo por sus cifras, sino por la salud emocional de quienes la integran. No es casual que muchos de los mayores conflictos empresariales surjan, no por estrategias erradas o crisis externas, sino por tensiones no resueltas, por carencias de comunicación, por heridas familiares que se infiltran en los procesos de decisión. Y es allí donde la salud socioemocional deja de ser un asunto privado para convertirse en un factor de gobernanza y sostenibilidad.

El corazón emocional de la empresa familiar

La empresa familiar es un espacio donde se entrelazan la razón económica y el afecto personal. Allí conviven los roles de padre, madre, hijo, hermano, socio y líder, a veces en una misma persona. Y ese entrecruce puede ser fuente de una fortaleza inmensa, pero también de una vulnerabilidad silenciosa.

Una familia empresaria emocionalmente saludable es aquella que logra diferenciar sin separar, que logra mantener lazos afectivos sólidos sin que estos obstaculicen la objetividad empresarial. Es aquella que comprende que el afecto no sustituye a la planificación, y que el liderazgo no se hereda: se construye y se gana con confianza, coherencia y servicio.

Como afirmaba Peter Drucker, considerado el padre del management moderno: “La cultura se desayuna a la estrategia todas las mañanas.” En el caso de las empresas familiares, podríamos decir: la salud emocional se desayuna a la rentabilidad si no se la cuida a tiempo o se le mantiene fuerte. Ninguna proyección de crecimiento será sostenible si la familia que sostiene el negocio se encuentra fragmentada, desgastada o sin propósito compartido.

Permanencia y productividad: una relación humana

La permanencia empresarial no se mide solo por los años que una compañía logra mantenerse en el mercado, sino por su capacidad de reinventarse sin perder su identidad. Y esa capacidad depende, en gran medida, de la calidad de las relaciones que la habitan.

Diversos estudios coinciden en que más del 70% de las empresas familiares no sobreviven a la segunda generación. Y cuando se analiza por qué, la respuesta rara vez está en los números. Está en la comunicación rota, en los liderazgos mal gestionados, en la falta de protocolos familiares, en la ausencia de espacios para hablar de emociones, de expectativas, de frustraciones.

La salud socioemocional —entendida como la capacidad de manejar las emociones propias y las relaciones interpersonales con equilibrio, empatía y autoconciencia— se convierte entonces en una ventaja competitiva. Un equipo familiar emocionalmente sano toma mejores decisiones, innova con menos miedo, maneja el conflicto con madurez y entiende que el éxito no es solo ganar dinero, sino también preservar vínculos y sentido.

De nada sirve una empresa rentable si la familia se rompe en el proceso. De poco vale un apellido en la fachada si dentro de las paredes reina la desconfianza. La verdadera herencia de una familia empresaria no es el capital acumulado, sino el clima emocional que deja a las siguientes generaciones.

La satisfacción familiar como indicador de éxito

Hay quienes miden el éxito en números. He aquí otro indicador: la satisfacción familiar. No es un concepto romántico: es una condición estratégica. Una familia satisfecha con su rol dentro de la empresa muestra niveles más altos de compromiso, productividad y cooperación. Cuando los miembros sienten que sus voces son escuchadas, que las decisiones son justas y que su bienestar importa, la empresa florece.

Aquí entra en juego un elemento clave: el equilibrio entre familia, empresa y propiedad. Cada esfera tiene su lógica, sus tiempos, sus reglas. Cuando una familia logra establecer espacios diferenciados —reuniones de negocio, encuentros familiares, órganos de gobierno— y mantener una comunicación transparente, los conflictos se vuelven manejables y la confianza se fortalece.

El desafío está en construir estructuras emocionales tan sólidas como las financieras. Así como se planifican las inversiones o los presupuestos, deben planificarse también las conversaciones difíciles, los procesos de sucesión, los momentos de descanso y los espacios de gratitud. Porque la salud socioemocional se cultiva, no se improvisa.

Hacia una visión integral de la sostenibilidad

Hablar hoy de sostenibilidad no puede limitarse al medio ambiente o a los indicadores económicos. Una empresa verdaderamente sostenible es aquella que cuida el alma de su organización. Y el alma de la empresa familiar es su gente.

Esa sostenibilidad emocional implica educar a las nuevas generaciones no solo en gestión, sino también en inteligencia emocional, liderazgo consciente, empatía y escucha activa. Implica reconocer que la vulnerabilidad no es debilidad, sino una puerta a la autenticidad. Implica, además, promover ambientes laborales donde los colaboradores —familiares o no— se sientan parte de una historia que tiene sentido.

Quiero concluir recordando una frase de Viktor Frankl, quien decía: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.” Es la gran tarea de las familias empresarias hoy: cambiarse a sí mismas antes de que las circunstancias las obliguen a hacerlo. Revisar su forma de comunicarse, de decidir, de compartir, de ceder el testigo generacional. Comprender que cuidar la salud emocional de la familia es cuidar el futuro de la empresa.

 

viernes, octubre 10, 2025

Entendiendo a tu preadolescente

 PREADOLESCENTES: RESPONSABILIDAD, LIBERTAD Y LÍMITES

 Entenderlos y acompañarlos es fundamental para el desarrollo de su carácter

 Milton Tejada C.

La maestría en Psicología Evolutiva me llevó a establecer con claridad -en mi marco de comprensión de la realidad humana- que cada etapa del desarrollo de las personas es única, con desafíos únicos.

Una de esas etapas es la PREADOLESCENCIA. Leía recientemente un libro que ya tiene diez años: “Entiende a tu preadolescente: lo que padres y maestros debemos saber”[1], de Mark Oestreicher. Genial: un preadolescente es un “NI-E”: ya no son niños, pero tampoco son adolescentes.

 Es decir, se encuentran en una transición con grandes cambios en su cuerpo, su mente y sus emociones. ¿Entiendes esto como padre o como maestro?

 Hay algunas claves valiosas para comprender mejor a nuestros preadolescentes y para acompañarlos con inteligencia, con empatía. No lo olvides: tú eres el adulto.

 Por ejemplo, los adultos nos centramos en el desarrollo físico. “¡Cuánto está creciendo!”, decimos, pero olvidamos un elemento fundamental: el desarrollo del cerebro. Los cambios cognitivos son aún más trascendentes. El inicio del pensamiento abstracto transforma la forma en que los preadolescentes perciben el mundo, las relaciones y la fe.

 Ya no basta con respuestas simples: comienzan a hacerse preguntas más profundas, a especular sobre lo que no ven y a experimentar tensiones emocionales que antes no existían.

 Oestreicher plantea un elemento relevante: la responsabilidad.

 Ojo, queridos padres: la meta principal como padres (o como maestros) no debe ser criar “niños felices” o “mini versiones de nosotros mismos”, sino acompañar el proceso hacia la adultez.

 Clave: dar responsabilidades reales y significativas, en vez de caer en la trampa de la sobreprotección o el control excesivo. El exceso de control puede sofocar la vida de los preadolescentes y privarlos de aprendizajes esenciales que solo surgen del riesgo y del error. ¡No tengas miedo de que se equivoquen!

Debemos estar presentes (bueno, lo de debemos ya para mi es pasado, mis hijos son adultos), no como vigilantes, sino como acompañantes activos. Esto implica intencionalidad, tiempo, flexibilidad y la disposición a caminar junto a los chicos incluso en medio de sus fracasos. Estar al lado de ellos en momentos de triunfo y en momentos de dolor permite moldear su carácter y ayudarles a madurar. Ojo: moldear el carácter, esto es fundamental.

Esta etapa presenta desafío, pero también es una oportunidad de crecimiento. Los preadolescentes necesitan adultos que les inspiren confianza, que les respondan con honestidad y que les ofrezcan un equilibrio entre libertad y límites. Solo así estarán mejor preparados para asumir su vida con autonomía, fe y responsabilidad.

 Algunos tips de la lectura de Oestreicher:

 

  1. Responde preguntas difíciles con paciencia y sinceridad. No basta con decir que “es bueno preguntar”: los preadolescentes necesitan sentirse escuchados y recibir respuestas que los inviten a seguir reflexionando
  2. Valora el cambio en su cerebro tanto como el físico. Reconoce que las emociones intensas, las dudas de fe o los conflictos con las reglas son parte del desarrollo cognitivo, no simples “rebeldías”
  3. Da responsabilidades reales. La adultez comienza a formarse cuando los chicos tienen tareas significativas y viven las consecuencias de sus decisiones
  4. Prefiere el compromiso al control. Estar presente, dedicar tiempo e involucrarse en la vida de los preadolescentes impacta mucho más que imponer reglas rígidas sin relación cercana
  5. Equilibra libertad con límites claros. La libertad los ayuda a crecer, pero sin un marco se sienten abrumados o paralizados. Ajusta los límites según demuestren responsabilidad
  6. Reconoce su necesidad de independencia. Muchas veces aparentan no querer cercanía, pero en realidad es una etapa de diferenciación. No dejes de estar presente, aunque pidan distancia
  7. Acepta el error como parte del aprendizaje. Los riesgos y fracasos son espacios donde se forja el carácter y se consolidan valores duraderos


[1] . Oestreicher, M. (2016). Entiende a tu preadolescente: lo que padres y maestros debemos saber. Dallas, Texas: e625.

domingo, octubre 05, 2025

Todo se trata de Dios

 Imposible de ignorar: cuando la creación nos habla de Dios

Basado en la prédica de Loren Montalvo, 5 de octubre de 2025

 El asombro de un niño y la grandeza de Dios

A veces, las preguntas más profundas vienen de labios pequeños. “¿Cómo es Dios?”, preguntó Rafael Andrés, y su padre comprendió que responder aquello era tan complejo como explicarle a una mosca cómo se construye un edificio. Esa pregunta nos rebasa, porque nunca podremos definir completamente a Dios. Sin embargo, podemos ver cómo Él se ha revelado a nosotros: a través de su creación, de su Palabra y de su amor infinito.

 Cuando observamos la tierra desde lejos, se vuelve un punto diminuto en medio de un universo inmenso. Y si miramos con un microscopio, encontramos sistemas diminutos que funcionan con precisión asombrosa. El mismo Dios que hizo galaxias inconmensurables se detuvo a crear el detalle de una hoja o las patas de un insecto.

 Como dice Romanos 1:20: “Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina.”

 Cada rincón del universo es una pista del carácter de Dios. Él se revela en lo grande y en lo pequeño.

 Un Dios sin límites, omnisciente y todopoderoso

Dios no tiene los límites del tiempo ni del espacio. Él siempre ha existido y siempre existirá. Es omnisciente —todo lo sabe—, como nos recuerda Hebreos 4:7, y todopoderoso, porque todo fue creado por Él, por medio de Él y para Él.

 Y, aun así, ese Dios inmenso se interesa por nosotros. No porque nos necesite —pues Él nada necesita—, sino porque nos ama. En su grandeza, Dios ha decidido acercarse al ser humano, invitarnos a su presencia y mostrarnos misericordia.

 El Dios justo y santo

En un mundo donde todo parece relativo, Dios permanece como la medida absoluta de lo justo. Mientras los hombres cambian sus estándares, el Señor no se mueve de los suyos: da a cada uno lo que le corresponde, sea recompensa o corrección.

 Muchos se atreven a cuestionar a Dios, pretendiendo que se ajuste a su lógica o emociones. Pero Dios no se equivoca. Cuando nuestras ideas no coinciden con las suyas, somos nosotros quienes debemos corregir el rumbo. “Dios es amor”, y en Él no hay sombra de maldad.

 Isaías comprendió esto cuando vio la gloria del Señor y exclamó: “¡Ay de mí, que tengo labios impuros!” (Isaías 6). Su encuentro con la santidad divina lo llevó a reconocerse pequeño y necesitado de gracia. Lo mismo sucedió con Moisés, quien solo con ver un reflejo de la presencia divina regresó con el rostro resplandeciente.

 Cuando comprendemos quién es Dios

Pensar en quién es Dios debería transformar todo: cómo oramos, cómo vivimos, cómo amamos y cómo enfrentamos los problemas. Lo que nos parece enorme se vuelve diminuto ante la inmensidad del Creador.

 El Dios de majestad infinita es también el Dios que nos invita a acercarnos:

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)

 Él no necesita amarnos, pero lo hace. No necesita buscarnos, pero nos busca. Y eso cambia todo.

 Todo se trata de Dios

En cien o ciento cincuenta años, nadie recordará nuestros nombres. Ni los premios, ni las posiciones, ni los logros permanecerán. Porque la vida no se trata de nosotros, sino de Dios. Hemos sido creados para darle gloria, y solo así habremos vivido bien.

 Todo —nuestros hijos, trabajos, posesiones, relaciones y talentos— tiene un propósito: reflejar su gloria. Vivimos para Él, y esa es nuestra verdadera plenitud.

 Un ejercicio para el alma

Esta semana, antes de orar, pensemos en el Dios que hizo el universo, que diseña los detalles más diminutos y que, aun siendo tan grande, nos ama con ternura. Ese es el Dios al que adoramos.

 Recordemos: su poder es inmenso, su justicia perfecta, su amor inagotable.

Y ante tal grandeza, solo queda una respuesta: vivir para Él.

 “Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento muestra la obra de sus manos.” (Salmos 19:1)