sábado, septiembre 13, 2025

Cómo enseñar la Biblia

CÓMO ENSEÑAR LA BIBLIA

La Biblia, arma de guerra

Este es el texto básico de una conferencia que ayer compartí con mis hermanos de Iglesia Cristiana. Generalmente hacemos énfasis en "cómo estudiar la Biblia" (y fue mi conferencia del año pasado). En esta ocasión quiero ponerme en otra perspectiva: la de quien busca enseñar. Aquí te proporciono algunos tips que pueden ayudarte en tu interés por enseñar sobre la Biblia y algunos elementos sobre la Biblia como arma de guerra del cristiano.

Parte del público asistente a la conferencia. 
Foto cortesía de Lorenzo Leonardo
.

 1. Define el propósito claro
Comienza por preguntarte: ¿qué quiero que la audiencia aprenda y viva después de esta enseñanza?

Enseñar la Biblia no es solo transmitir datos históricos o doctrinales (que son importantes), sino formar vidas. Jesús tenía muy claro su propósito: “Id y haced discípulos” (Mateo 28:19).

 Al preparar una clase o conferencia o una simple conversación, o una reunión en que enseñarás la Biblia, plantea objetivos específicos. Por ejemplo: que comprendan una verdad, que sean confrontados en un área de su vida y que salgan motivados a obedecer. Esto da dirección y evita que la enseñanza se diluya o disperse.

 2. Ora y prepara tu corazón

La enseñanza bíblica requiere dependencia de Dios, no solo habilidad pedagógica. La oración prepara al maestro para ser sensible al Espíritu Santo, quien es el verdadero intérprete de la Escritura (Juan 14:26). Antes de enseñar, pide humildemente que la Palabra toque primero tu vida. Esto no solo afina tu espíritu, sino que también da autoridad espiritual, porque enseñas no desde la teoría, sino desde la experiencia personal con Dios.

 3. Conoce a tu audiencia

Un buen maestro ajusta su mensaje según la edad, contexto cultural, nivel de conocimiento y necesidades de sus oyentes. Jesús se dirigía de manera distinta a los fariseos, a sus discípulos, a los niños o a la multitud. Proverbios 22:6 recalca la importancia de enseñar “según su camino”, es decir, de acuerdo con la etapa de vida.

 Esto implica usar ejemplos actuales para los jóvenes, ilustraciones sencillas para los niños y aplicaciones prácticas para los adultos. Enseñar bien es escuchar primero a la audiencia.

 Conocer a tu audiencia significa saber quiénes son, qué necesitan y cómo piensan. La misma verdad bíblica puede enseñarse de manera muy distinta según el público.

 Jesús nos dio ejemplo: hablaba a pescadores con metáforas de redes, a campesinos con parábolas de semillas, y a líderes religiosos con referencias a la Ley y los Profetas.

 Algunas claves prácticas para conocer a tu audiencia:

  1. Edad y etapa de vida: Los niños requieren ilustraciones visuales y actividades cortas. Los jóvenes necesitan dinámicas interactivas y temas que conecten con sus luchas (identidad, decisiones, relaciones). Los adultos valoran aplicaciones prácticas para su familia, trabajo o servicio. 
  1. Nivel de conocimiento bíblico: Un grupo de nuevos creyentes requerirá explicaciones sencillas, evitando palabras técnicas. Un grupo maduro puede profundizar más en teología, contexto histórico o debates doctrinales. 
  1. Expectativas y necesidades: ¿Qué esperan de tu enseñanza? ¿Consolación, formación, inspiración, confrontación? Aquí aplica la actitud del apóstol Pablo: “Me he hecho a los judíos como judío… a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley… a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Corintios 9:20-22). 
  1. Diagnóstico previo: Antes de enseñar, conversa con líderes, observa al grupo, haz preguntas iniciales. Esto te permitirá conectar mejor. Incluso una breve encuesta, un rompehielo o una charla previa ayudan a percibir el sentir del auditorio.

Conocer a la audiencia no es manipulación, es amor pastoral: demostrar que te importa quiénes son y qué están viviendo, para que la Palabra llegue con mayor relevancia.

 4. Estudia con profundidad

No se puede enseñar lo que no se conoce. Pablo aconseja a Timoteo: “Procura presentarte a Dios aprobado… que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). La preparación incluye: leer el pasaje varias veces, consultar diferentes traducciones, investigar el trasfondo histórico y cultural, y usar comentarios y diccionarios bíblicos. El maestro debe ir más allá de lo superficial para transmitir la riqueza de la Escritura con claridad y fidelidad.

 5. Usa ejemplos, anécdotas y parábolas

Jesús es el mayor modelo de maestro porque utilizaba historias y comparaciones que la gente entendía. La parábola del sembrador (Mateo 13) conecta la enseñanza con la vida agrícola de su audiencia.

Hoy, un ejemplo de la vida diaria, un testimonio personal o una historia breve puede iluminar una verdad bíblica y hacerla memorable. Las ilustraciones son puentes entre la verdad eterna y la realidad presente.

 6. Organiza el contenido en tres partes

La estructura es clave para mantener la atención. Un esquema clásico es:

  •  Introducción: captar interés con una pregunta, una anécdota o un versículo clave.
  • Desarrollo: presentar la enseñanza con claridad, subdividida en puntos o pasos.
  • Conclusión: cerrar con una aplicación práctica y un llamado a la acción.
    Este orden ayuda al oyente a seguir el hilo de la enseñanza y facilita que recuerde el mensaje central.

 7. Aplica lo enseñado a la vida práctica


La meta de la enseñanza bíblica no es solo informar, sino transformar. Santiago 1:22 exhorta: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores”. Siempre pregunta: ¿qué significa este pasaje para la vida cotidiana de mis oyentes? Por ejemplo, enseñar sobre el perdón no debe quedarse en teoría, sino guiar a tomar pasos concretos hacia reconciliación. Sin aplicación práctica, la enseñanza corre el riesgo de quedarse en lo abstracto.

 8. Involucra a los oyentes. Enseñanza-aprendizaje activo

El aprendizaje es más efectivo cuando hay participación. Haz preguntas, pide que alguien lea un texto en voz alta, fomenta comentarios o ejercicios breves. Jesús mismo interactuaba con sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lucas 9:18-20).

 La interacción rompe la pasividad, mantiene la atención y ayuda a que los participantes se apropien del mensaje. Incluso en una conferencia, un momento de diálogo puede enriquecer la experiencia.

 La enseñanza bíblica es más efectiva cuando los oyentes participan activamente. No es un monólogo, sino un encuentro. Jesús no solo predicaba, sino que preguntaba, escuchaba y provocaba respuestas: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Lucas 9:20).

 Algunas formas de involucrar a la audiencia: 

  1. Preguntas abiertas: Invita a reflexionar: ¿Qué significa este pasaje para nosotros hoy? Esto activa la mente y el corazón. 
  1. Lectura participativa: Pide que varios lean versículos en voz alta. La Palabra adquiere fuerza cuando muchos la proclaman. 
  1. Dinámicas, juegos, dramatizaciones y ejemplos: Usa dramatizaciones breves, objetos, mapas o dibujos para que el grupo participe. Por ejemplo, al hablar de la “armadura de Dios” (Efesios 6), puedes mostrar o pedir que alguien represente las piezas. 
  1. Testimonios y aportes: Da espacio para que alguien comparta cómo aplica esa enseñanza en su vida. Esto crea identificación y aprendizaje mutuo. 
  1. Aplicaciones en grupo: En clases o talleres, divide en pequeños grupos para discutir una pregunta o responder un caso práctico. Luego cada grupo comparte brevemente. 
  1. Uso de recursos digitales: En ambientes modernos, herramientas como encuestas en vivo, pizarras digitales o aplicaciones de preguntas pueden hacer más dinámico el aprendizaje.

 Involucrar a los oyentes hace que ellos mismos descubran la verdad bíblica, y eso genera mayor impacto y recordación. Como dijo alguien (y que se aplica muy bien a la enseñanza bíblica): “Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí” (Confucio).

 9. Apóyate en recursos visuales y tecnológicos

En la actualidad, los recursos audiovisuales potencian la enseñanza. Un versículo proyectado, un mapa bíblico, una imagen o un breve video pueden captar la atención y reforzar el mensaje.

 La tecnología no sustituye la Biblia, pero sí puede ser un aliado poderoso para hacer más clara y atractiva la enseñanza.

 10. Vive lo que enseñas

El maestro no solo transmite conceptos, sino que modela el estilo de vida que predica. Pablo decía: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). La coherencia entre mensaje y vida es la mayor credencial de un maestro. La autenticidad inspira y da credibilidad. Un maestro que ora, sirve y vive en integridad comunica con más fuerza que mil palabras.

 LA BIBLIA, ARMA DE GUERRA

 Enseñamos y aprendemos sobre la Biblia porque ella es nuestra “espada”, nuestra “arma de guerra”. En ese sentido, entendamos que la Biblia es ARMA DE GUERRA porque:

 1. La Biblia es espada del Espíritu

Efesios 6:17 la llama claramente “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Entre todas las armas de la armadura, es la única ofensiva. Esto significa que el cristiano no solo se defiende, sino que avanza contra la mentira, el pecado y las tinieblas usando la Palabra. Enseñar la Biblia es enseñar a manejar esta espada.

 2. La Palabra hiere y transforma

Hebreos 4:12 afirma: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”. Esta imagen muestra que la Biblia penetra lo más profundo del ser humano, confronta, sana y transforma. Cuando la usamos al enseñar, permitimos que Dios mismo actúe con poder.

 3. Jesús la usó contra el enemigo

En el desierto, Jesús venció las tentaciones de Satanás con un simple “Escrito está” (Mateo 4:1-11). No argumentó con lógica humana, sino con la Palabra. Esto enseña que el creyente no necesita inventar armas nuevas, sino aprender a citar, aplicar y enseñar la Escritura en cada circunstancia.

 4. La Palabra desarma la mentira

Vivimos en un mundo lleno de engaños ideológicos, relativismo y falsas doctrinas. La Biblia es el estándar de verdad que desenmascara la mentira (Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”). Enseñar la Biblia es dar a otros la capacidad de discernir y resistir. O como dice en nuestro escudo nacional citando a Juan 8:32: “Y conocerán la verdad y la verdad les hará libres”.

 5. Es un arma de ataque y defensa

El escudo de la fe nos protege, pero la Palabra nos permite atacar. Cada vez que enseñamos la Biblia, estamos levantando un contraataque contra la ignorancia espiritual, el pecado y las estrategias del enemigo. No es un arma simbólica, sino una fuerza real en la batalla espiritual.

 6. Enseñar la Biblia es entrenar a soldados

Un ejército no entrega armas sin entrenamiento. Del mismo modo, la Iglesia prepara a los creyentes para usar la Escritura con eficacia. Enseñar la Biblia es entrenar a los soldados de Cristo a usar su espada. Pablo le recuerda a Timoteo: “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2).

 7. La Palabra derrota al enemigo en la mente

Muchas batallas espirituales ocurren en los pensamientos: ansiedad, condenación, mentira, duda. La Palabra es el arma que renueva la mente y establece la victoria. Por eso Pablo dice: “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Corintios 10:4-5). 

 

En conclusión:

Cuando aprendemos a enseñar la Biblia, no solo enseñamos sobre explicar un texto. Enseñamos a blandir la espada del Espíritu. Cada versículo enseñado, cada verdad transmitida, cada aplicación práctica, es un golpe contra las tinieblas y una victoria para la luz de Cristo. Enseñar la Biblia es entrenar a un ejército que sabe luchar con el arma más poderosa: la Palabra de Dios.

 GRATA VIDA

 

viernes, septiembre 05, 2025

Tu hijo no es un invitado en tu casa

 Sábados de fe y vida – 6 de septiembre, 2025

TU HIJO NO ES UN INVITADO EN TU CASA

 Los beneficios de que niños y niñas hagan tareas del hogar y cómo puedes hacer esto posible 

Quiero empezar este sábado de fe y vida con una breve reflexión que escuché en las redes y que motiva el título de esta entrega:

 “Tu hijo no es un invitado en tu casa, si vive allí también debe ayudar.

Hacer todo por él no es amor, es malcriarlo. Si no recoge su plato hoy, mañana no va a saber cómo mantener un hogar. Barrer, lavar, ordenar no es dureza, es prepararlos para la vida.

Es enseñar gratitud, empatía y sobre todo responsabilidad. Porque criar no es sólo amar, es formar. Y el amor verdadero también enseña responsabilidad y Fortaleza”.

 He escuchado a algunos padres decir: “No les digo que hagan algo porque estudiar es su trabajo, es lo que tienen que hacer”. Son los mismos padres y madres que salen a trabajar y, sin embargo, no dicen al llegar a su casa: “No puedo hacer nada en la casa, ya trabajé para generar ingresos”. La casa está llamada a ser el hogar de todos. Y de un hogar, todos somos responsables.

Aquí te presento diez pautas de beneficios que trae consigo el que entiendas que los hijos no son invitados a la casa, son parte del hogar y parte responsable de las tareas del hogar y, además, algunas ideas de cómo puedes hacerlo. Beneficios:

 1.     Fomenta la responsabilidad desde temprana edad, aprenden que todos los miembros contribuyen al bienestar familiar. Cómo puedes hacerlo: asígnales tareas simples según la edad que tengan. Un estudio de la Universidad de Minnesota señala que: “Los niños que participan en responsabilidades familiares desarrollan mayor sentido de deber y disciplina” (1).

 2.     Desarrolla autonomía y confianza en sí mismos. Es maravilloso cuando un niño o niña se acerca a ti y clama gozoso: “mamá, mamá, mira, lo hice”.  El que hagan tareas en la casa les ayuda a ver que pueden lograr cosas por sí mismos, fortalece su autoestima. Cómo puedes hacerlo: permite que realicen tareas complejas, aunque tarden más al inicio. Han escuchado del método Montesorri, esta señora, María Montesorri enseñaba que “cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo del niño” (2).

 3.     Estimula el trabajo en equipo y la cooperación. Llegan a entender que tareas más grandes o complejas requieren esfuerzos compartidos. Cómo puedes hacerlo: organiza actividades en grupo (cocinar juntos, limpiar un espacio común, construir algo juntos). Un trabajo de la Academia Americana de Pediatría señala que “las familias que trabajan unidas en el hogar construyen vínculos más fuertes y resilientes” (3).

 4.     Enseña el valor del esfuerzo y la gratitud. Al verse haciendo cosas por otros, también aprecian más lo que otros hacen por ellos. Cómo puedes hacerlo: reconoce y agradece el esfuerzo de cada uno de tus hijos y de tu pareja.  Covey señala que “la gratitud es la memoria del corazón y transforma las tareas en aprendizajes de vida”. (4).

 5.     Desarrolla habilidades prácticas para la vida adulta. Me he encontrado con personas torpes para tareas mecánicas simples, en ocasiones esto tiene origen en un hogar en el que no hacían nada manual. El que tengan tareas manuales los prepara para la independencia y el futuro. Cómo puedes hacerlo: Enséñales gradualmente a cocinar, organizar la ropa, manejar pequeños presupuestos, hacer algunas reparaciones… Un artículo en una revista de Harvard concluye lo siguiente: “los adolescentes que no adquieren habilidades básicas de la vida diaria experimentan mayores dificultades al independizarse” (5).

 6.     Fortalece la disciplina y la organización personal. ¡Cuántos de nosotros nos quejamos de lo poco organizado que son nuestros hijos! El hacer cosas, incluso en su espacio, tiene el beneficio de que aprenden a seguir rutinas y a cumplir compromisos. Cómo puedes hacerlo: diseña un calendario visible con turnos de tareas, horarios… como señala Covey: “la disciplina es la clave de la libertad” (6).

 7.     Crea espacios de diálogo y convivencia. Al compartir tarea, incluso al diferir en el cómo hacerlo, estamos creando momentos de conversación natural. Requiere mucha apertura de los padres, pero vale la pena. Cómo puedes hacerlo: aprovecha, mientras cocinan, lavan la ropa, lavan el carro u otra tarea compartida, para hablar sobre el día o sobre la misma tarea. Te pongo un ejemplo: mi hija Laura (vive en México) y yo, solemos hablar mucho de cocina, de recetas, pero ahí también aprovechamos y hablamos de otras cosas, de modo natural. Gary Chapman, autor de Los cinco lenguajes del amor, afirma que “los momentos compartidos, por sencillos que parezcan, son depósitos emocionales en la vida de los hijos” (7).

 8.     Reduce actitudes egoístas. Las tareas en el hogar -solos o compartida con otros- ayuda a entender a los niños que no todo gira en torno a ellos. Cómo puedes hacerlo: asigna tareas que beneficien directamente a otros (preparar agua, ayudar con la mascota, cuidar un rato a la abuelita… Recuerda: “Los hábitos de servicio reducen el egocentrismo y favorecen la empatía” (8).

 9.     Conecta el hogar con valores espirituales y culturales. Somos cristianos. Al hacer cosas en el hogar estamos sirviéndonos mutuamente, transmitimos que el trabajo en casa es también una forma de servir y amar. Cómo puedes hacerlo: enséñales que “hacer bien lo pequeño” refleja respeto por la familia y por Dios. La Palabra de Dios dice: “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel” (Lucas 16:10).

 10. Prepara para roles sociales y profesionales futuros. Es como un entrenamiento. La disciplina y el esfuerzo adquiridos en casa se proyectan en la escuela y en el trabajo. Ordenado en la casa, proyecta ser ordenado en el trabajo, en los estudios. Cómo puedes hacerlo: establece metas alcanzables, diseñen juntos pautas de organización, celebren logros, valoren cómo se vincula lo que se hace en el hogar con lo que se hace fuera del hogar. Un estudio de la Universidad de Harvard concluyó que los niños que hacen tareas en el hogar tienden a ser adultos más exitosos profesionalmente (9).

 Y recuerda, hacer todo por los hijos, no es amor, es malcriarlos.

 GRATA VIDA

Referencias

1.      Rossmann, M. M. (2002). Chores teach children responsibility: Findings from a 20-year study. University of Minnesota, Twin Cities, College of Education and Human Development.

2.      Montessori, M. (1967). The absorbent mind. New York, NY: Holt, Rinehart and Winston.

3.      American Academy of Pediatrics. (2019). Building resilience in children and teens: Giving kids roots and wings (4th ed.). Elk Grove Village, IL: American Academy of Pediatrics.

4.      Covey, S. R. (1989). The 7 habits of highly effective people: Powerful lessons in personal change. New York, NY: Free Press.

5.      Harvard Business Review. (2016, February). Why children need chores. Retrieved from https://hbr.org/2016/02/why-children-need-chores

6.      Covey, S. R. (1989). The 7 habits of highly effective people: Powerful lessons in personal change. New York, NY: Free Press.

7.      Chapman, G. (1995). The five love languages: How to express heartfelt commitment to your mate. Chicago, IL: Northfield Publishing.

8.      Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ. New York, NY: Bantam Books.

9.      Harvard Study of Adult Development. (2015). Chores and success: Findings from the Harvard Grant Study. Harvard University. Retrieved from https://www.adultdevelopmentstudy.org

 

domingo, agosto 31, 2025

Pautas ante la ansiedad extrema

 Sábados de fe y vida

DIEZ PAUTAS BÍBLICAS ANTE LA ANSIEDAD

 

No sé ustedes, pero en ocasiones la ansiedad suele asaltarme -y a veces de modo extremo-, especialmente ante temas laborales. A diferencia de la depresión, la ansiedad es más relativa “a lo que viene”, a lo que tenemos por delante, al futuro inmediato o no. Y la ansiedad extrema es una ladrona: me roba la paz.

 ¿Cómo la podemos definir? Como una reacción natural del cuerpo y la mente cuando enfrentamos situaciones que nos generan preocupación, miedo o incertidumbre. Todos podemos haberla sentido en algún momento, por ejemplo, antes de un examen, una entrevista, una decisión importante, un proceso de trabajo. En estos casos, puede ayudarnos a estar más atentos y preparados, ya que activa al organismo para responder mejor.

 Sin embargo, cuando la ansiedad aparece de manera muy intensa, frecuente o sin una causa clara, puede convertirse en un problema. En ese punto deja de ser útil y comienza a afectar la vida diaria, causando síntomas como nerviosismo constante, cansancio, dificultad para dormir o para concentrarse. En esos casos, es recomendable buscar ayuda.

 Aquí te ofrezco diez pautas bíblicas que pueden ayudarte a manejar la ansiedad, especialmente cuando roza los límites de lo natural y amenaza con convertirse en patológica.

 Desde una perspectiva cristiana

Charles Spurgeon afirmó que “la ansiedad no vacía el mañana de sus pesares, solo vacía el hoy de su fuerza”. Este es su problema central: nos resta fuerza para enfrentar las situaciones que la generan.

 Desde la perspectiva cristiana, para ser victoriosos ante la ansiedad es necesario confiar totalmente en Dios, apoyarse en Su Palabra, y utilizar herramientas prácticas que fortalezcan la fe y el bienestar.

 Aquí algunas pautas:

 1.           Reconoce la ansiedad como parte de la experiencia humana. Figuras bíblicas como David (Salmo 56:3) o el apóstol Pablo (2 Corintios 1:8-10) enfrentaron emociones difíciles. La ansiedad no es necesariamente un signo de falta de fe, sino una oportunidad para crecer en confianza en Dios.

 2.           Busca refugio en la Palabra de Dios. Medita en versículos que ofrecen paz y esperanza, tales como:

·                   Filipenses 4:6-7: "Por nada estén afanosos, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego."

·                   1 Pedro 5:7: "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros."

·                   Isaías 41:10: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios."

La Palabra de Dios y versículos como estos son un ancla que te ayudan a mantener de pie en momentos de dificultad.

 3. Orar y entregar la carga a Dios. Acude a la oración no solo para pedir ayuda, sino también para agradecer y recordar la fidelidad de Dios en el pasado. Reconoce cuando tu corazón está lleno de preocupación y entrégale ese peso, confiando en que EL es tu refugio y fortaleza.

 4. Cultiva la confianza en el carácter de Dios. Recuerda que Dios es soberano, amoroso y fiel. Reflexionar sobre Su control y cuidado alivia la carga de sentir que todo depende de uno mismo. Por ejemplo, en Mateo 6:25-34 se nos enseña que Dios cuida de las aves y flores, y mucho más de Sus hijos.

 5. Practica la gratitud. Agradecer a Dios por las bendiciones diarias puede contrarrestar pensamientos negativos y preocupaciones. Si te ayuda, lleva un “diario de gratitud” para escribir tres cosas diarias por las que estás agradecido del Señor.

 6. Enfócate en el presente. Como ya te dije, la ansiedad se centra en el futuro -inmediato o no.  Jesús enseñó en Mateo 6:34 a no preocuparse por el mañana.

 7. Busca el apoyo de la comunidad cristiana, de los hermanos, de los amigos. La carga se aligera cuando se comparte con otros creyentes (Gálatas 6:2).

 8. Cuida el cuerpo y la mente como templo del Espíritu Santo. Estimula hábitos saludables: ejercicio físico, descanso adecuado y una alimentación balanceada. Integra momentos de descanso intencional, recordando que Jesús también buscaba apartarse para orar y descansar (Marcos 6:31).

 9. Considera ayuda profesional si es necesario. Reconoce que la ansiedad severa puede requerir ayuda profesional. Recuerda que buscar un consejero cristiano o un psicólogo no contradice la fe, sino que complementa la obra de Dios en la vida de una persona.

 10. Confía en el proceso de sanidad que Dios provee. Dios puede usar los desafíos para fortalecer la fe y el carácter. Romanos 8:28 recuerda que "todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios”.

 La verdadera paz proviene de Cristo, sobre pasa nuestro entendimiento. Él nos dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy" (Juan 14:27) … una paz distinta a la del mundo, porque es desde dentro, desde el corazón.

 Grata Vida.

sábado, agosto 23, 2025

Examinando mi relación de pareja

 Sábados de fe y vida – 23 de agosto, 2025

 PARA UN “EXAMEN DE CONCIENCIA” DE LA RELACIÓN MATRIMONIAL

 ¡Buenos días!

Les presento este “examen de conciencia”. Si no queremos que nuestro amor se apague, se enfríe o no lo vivamos a su máximo potencial, es bueno, de vez en cuando, examinar cómo andamos. Estas preguntas son solo un ejemplo. Tú tienes otras preguntas que deberías hacerte. Colócate delante de Dios para que EL examine tu corazón, tus pensamientos, tu camino… y sé sincero. Es un tema de crecimiento personal y relacional.

 Salmo 139:23-24

"Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno."

 El examen de conciencia es una práctica de reflexión personal en la que una persona revisa sus pensamientos, palabras y acciones a la luz de principios éticos o de fe. Su propósito es reconocer faltas, arrepentirse y corregir el comportamiento.

 Para realizarlo te sugiero buscar un momento de calma, de oración, y aborda las fallas con sincero arrepentimiento y propósito de enmienda, así como de pedir perdón.

 Aquí te presento algunas preguntas para un “examen de conciencia” en torno a mis pensamientos, palabras y acciones en la relación de pareja. Respóndelas con sinceridad, solo tienes que dar cuenta a Dios y a tu conciencia:

 

Preguntas para el examen de conciencia en mi relación de pareja:

 

1.                 ¿Soy paciente con mi pareja cuando comete errores o tarda en mejorar?

2.                 ¿Me esfuerzo por controlar mi impaciencia cuando las cosas no salen como espero?

3.                 ¿Doy tiempo a mi esposa, mi esposo, para expresarse y crecer, o le presiono constantemente?

4.                 ¿Celebro sinceramente los logros y bendiciones de mi pareja sin sentir celos?

5.                 ¿Me enfoco en lo que tenemos y agradezco por ello, en lugar de compararme con otros?

6.                 ¿Hablo demasiado de mis propios logros sin reconocer los esfuerzos de mi pareja?

7.                 ¿Actúo con humildad, evitando hacer sentir a mi pareja inferior a mí?

8.                 ¿Soy capaz de pedir perdón cuando me equivoco, o el orgullo me lo impide?

9.                 ¿Escucho con humildad las críticas constructivas que recibo o me coloco a la defensiva?

10.             ¿Reconozco que no siempre tengo la razón?

11.             ¿Evito actitudes que puedan herir o deshonrar a quien amo?

12.             ¿Me aseguro de actuar con integridad en todo lo relativo a mi matrimonio y a la fidelidad, incluso cuando nadie me observa?

13.             ¿Soy desinteresado en mi relación o me preocupo más por satisfacer mis propias necesidades?

14.             ¿Me esfuerzo por entender y atender las necesidades de mi esposa, esposo?

15.             ¿Estoy dispuesto a ceder en discusiones o decisiones importantes por el bien de la relación?

16.             ¿Me esfuerzo por controlar mi temperamento y hablar con calma?

17.             ¿Permito que el estrés o la frustración afecten mi relación con ella, con él?

18.             ¿Soy capaz de perdonar genuinamente a quien me ha herido?

19.             ¿Permito que el resentimiento influya en mis decisiones o actitudes?

20.             ¿Me alegro por las cosas correctas y justas, o tolero la injusticia cuando me beneficia?

21.             ¿Muestro respeto y consideración hacia mi pareja en todo momento y en todo lugar?

22.             La relación sexual… ¿es de mutuo placer o, por el contrario, pienso en mis necesidades, sin importar la de él o ella?

23.             ¿Hablo con admiración y lealtad de mi pareja cuando ella no se encuentra?

24.             ¿Hay algo que digo a una tercera persona del sexo opuesto a mi que no le diría si mi pareja estuviera presente?

25.             ¿Las responsabilidades que surgen de la vida común, especialmente la crianza de los hijos, es de ambos?

26.             ¿Soporto con paciencia las pruebas y desafíos en mi relación sin rendirme?

27.             ¿Permito que el amor me impulse a perseverar, incluso en las adversidades?

28.             ¿Me esfuerzo por mantener encendida la llama de nuestro amor?

29.             ¿Me fijo y practico los detalles que agradan a mi pareja?

30.             ¿Sostengo a mi pareja en sus momentos de debilidad, vulnerabilidad?

31.             ¿Apoyo a mi pareja en sus propósitos de crecimiento personal, profesional, espiritual?

 “En el arte de amar, el respeto es el suelo fértil donde crece la confianza” — Erich Fromm.

 Grata Vida