DIOS NO QUIERE TU ESPECTÁCULO, QUIERE TU CORAZÓN
Milton
Tejada C.
Prédica 23 de noviembre, 2025 / Iglesia Cristiana
INTRODUCCIÓN
Hay pasajes en la Escritura que parecen pequeños, pero contienen dentro de ellos un eco eterno que atraviesa los siglos. Miqueas 6:8 es uno de ellos. El profeta presenta un diálogo dramático entre el hombre religioso, confundido por su propio corazón, y el Dios santo, claro en su voluntad.
Este profeta, Miqueas, profetiza en un tiempo de corrupción profunda, una sociedad parecida a la dominicana en donde dominaba la injusticia institucional, la desigualdad social, líderes políticos y religiosos pervertidos, adoración superficial, sin transformación de vidas.
La gente creía que podía “comprar” el favor de Dios con sacrificios cada vez más exagerados. Es como si dijéramos, que la gente cree que puede “ganarse” la salvación.
Es por eso que Israel llega con una pregunta que sigue resonando hoy:
“¿Con qué me presentaré ante Jehová?”
¿Con qué voy a impresionar a Dios?
¿Qué sacrificios espera Dios?
¿Hasta dónde debo llegar para que Él me acepte?
Como si
dijeran: “Señor, dime qué debo hacer… y lo hago.”
No se trata de tu sacrificio… sino de tu transformación. No se trata de lo que “das” … sino de lo que “eres” delante de Él.
Y que ahora, por gracia, está dispuesto a formarlas en nosotros.
En hebreo, asót mishpat: actuar rectamente, vivir en integridad, tratar
al prójimo con equidad.
Todos nosotros, sin excepción, hemos quebrantado esa justicia. HEMOS PECADO. No
siempre somos justos en nuestras palabras, en nuestras decisiones, en la forma
en que juzgamos o en la manera en que tratamos a los demás.
Cristo Jesús es “nuestra justicia” (1
Corintios 1:30)
Su justicia es perfecta, pura, incansable.
Él no solo practicó la justicia: Él es la justicia encarnada.
Por eso la vida cristiana no es practicar justicia para ganarse el favor de Dios…sino practicarla porque ya fuimos declarados justos en Cristo.
- ü Integridad en lo
público y lo privado
- ü Veracidad en las
palabras
- ü Equidad en las
relaciones
- ü Rectitud en las
decisiones
- ü Defender al vulnerable
“Amar la misericordia”.
Aquí aparece esa palabra inmensa y rica del hebreo: ḥéset o “jéset”. La palabra “misericordia” proviene del latín:
- miser = miseria,
necesidad, dolor
- cor / cordis = corazón
- -ia = cualidad o
disposición
La
misericordia es un corazón movido por la miseria del otro y actuando en su
favor.
- ü Es amor fiel.
- ü Bondad entrañable.
- ü Ternura que no se
agota.
- ü Fidelidad que no
abandona.
- ü Y Dios no dice “mostrar
misericordia”, sino “amarla”.
Es decir, que la
misericordia no sea un deber, sino un deleite.
- ü Tocó a los intocables,
- ü Sanó a los rechazados,
- ü Levantó a los caídos,
- ü Perdonó a los indignos.
- ü Tener un corazón
tierno, dispuesto
- ü Perdonar con prontitud
- ü Ser generoso con gracia
- ü Ser paciente con las
fallas ajenas.
- Nuestra dureza cede.
- Nuestra frialdad se derrite.
- Nuestra impaciencia
disminuye.
- Nuestras reacciones comienzan a parecerse a la de Cristo.
Mis hermanos, la misericordia no nace de la personalidad. Nace de la cruz.
TERCER IMPERATIVO: “CAMINAR HUMILDEMENTE CON TU DIOS” — CRISTO, EL CAMINO HUMILDE QUE NOS GUÍA
Finalmente, Miqueas concluye con un tercer imperativo: “caminar humildemente con tu Dios.”
Aquí la palabra hebrea hatznéa implica modestia, sencillez, dependencia, ausencia de orgullo.
Es vivir reconociendo que no somos autosuficientes. Es caminar cada día con Dios, de la mano, paso a paso.
ü La humildad no es un
acto. Es un camino.
ü No es una emoción. Es una manera de vivir.
Y una vez más, encontramos en Cristo el ejemplo perfecto: Él es el humilde por excelencia. En Filipenses 2:5-8 lo describe: “Se despojó de sí mismo… se humilló hasta la muerte”.
Jesús mismo lo dijo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.” (Mt 11:29)
Todo lo
que hizo —su encarnación, su obediencia, su servicio, su muerte en la cruz—
brota de una humildad profunda. Y ahora, ese Cristo resucitado no solo nos
invita a caminar humildemente con Dios…
Él camina humildemente con nosotros.
ü La vida cristiana no es
un ascenso orgulloso… es un caminar rendido, acompañado, guiado por Cristo.
- ü Es reconocer nuestra
necesidad de Dios.
- ü Es orar constantemente
- ü Es rendirnos a su
voluntad
- ü Es vivir sometidos a Su
Palabra
Donde JESÚS está presente:
üEn nuestras decisiones,
ü En nuestras caídas,
ü En nuestras dudas,
ü En nuestras victorias,
ü En nuestros desvíos.
Cuenta un
profesor de ética que cada año iniciaba su clase con un pequeño experimento.
Colocaba en el pasillo de la universidad un viejo cubo metálico, doblado y feo,
justo en medio del camino.
Luego observaba.
Durante la mañana entera, decenas de alumnos lo esquivaban, otros lo pateaban
para moverlo a un lado, algunos lo ignoraban, y unos cuantos se quejaban de que
estorbaba.
Dentro encontró una pequeña nota que decía:
Ni nuestras quejas,
Ni nuestras justificaciones.
Él está mirando el corazón que actúa con justicia, que ama la misericordia y
que camina humildemente con Él.
CONEXIÓN CRISTOCÉNTRICA — LO QUE DIOS PIDE, CRISTO LO CUMPLE
- Cristo es la justicia que nos faltaba.
- Cristo es la misericordia que no sabíamos amar.
- Cristo es la humildad que no podíamos sostener.
La vida cristiana es rendirnos a Cristo, permitir que Él viva en nosotros
y que su Espíritu produzca lo que Su Palabra demanda.
CONCLUSIÓN
Dios no está buscando que lo impresionemos con nuestra religión. Él está buscando formarnos en la imagen de Cristo en nosotros. Es decir, quiere TRANSFORMARNOS.
Y lo que Cristo cumplió… ahora Él lo siembra en nosotros. Quiere sembrarlo en ti y en mí.
Quiero concluir en una traducción personal, a partir del griego, de Miqueas
6:8:
“Hombre,
ya se te ha dicho lo que es bueno,
Lo que
el Señor de ti espera:
Tan
solo que practiques la justicia
Que
ames con ternura
Que
camines humildemente junto a tu Dios”.
Acompáñame en esta oración final:
Tú
cumpliste lo que Dios demandaba.
Ahora,
por tu Espíritu, forma en mí ese mismo corazón.
Hazme
justo en mis acciones,
Misericordioso
en mis relaciones,
y humilde
en mi caminar contigo.
En el
nombre de Jesús…
Y todo el
pueblo dice:
¡Amén!



