domingo, febrero 14, 2016

Gigantes con amor gigante

Cartas de amor:
Gigantes con amor gigante

Las cartas de amor son la expresión de un momento, pero también son la expresión de una eternidad. En lo particular, pienso que la sensibilidad, la ternura, el cariño... el amor, en fin, es cuestión de todos los días. Sin embargo es bello ver como Winston Churchill, Juan Rulfo, Virginia Woolf, Yoko Ono, Frida Kahlo, Víctor Hugo y Sigmund Freud se dirigen a sus cónyuges, en sus circunstancias concretas, para manifestarles sentirse amados y amarles con todas las fuerzas... gigantes con amor gigante.

Winston Churchill a su esposa
"En tu carta desde Madras me escribiste algunas palabras muy queridas por mí sobre cuánto enriquecía tu vida. No puedo expresarte qué placer me dio esto, porque me siento siempre de forma aplastante tu deudor, si puede haber cuentas en el amor... Lo que ha sido para mí vivir todos estos años en tu corazón y compañerismo ninguna frase puede transmitirlo. El tiempo pasa velozmente pero ¿no da felicidad ver cuán grande y creciente es el tesoro que hemos recolectado juntos, en medio de las tormentas y de las tensiones de tan agitados y en cantidad trágicos y terribles años? / Tu amante esposo"



Juan Rulfo a su amada esposa Clara.
Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua. Clara: corazón, rosa, amor... Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña.
Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida.
Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida. Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba.
Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada. ¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara? He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde... y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río...
Clara: Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.
Al parecer, el temible Napoleón no encontraba mejor modo de influir en su esposa, Josefina, que el regaño enfático:
No le amo, en absoluto; por el contrario, le detesto, usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres sus letras le dan, pero ¡aun así usted no le ha escrito seis líneas, informales, a las corridas!

Virginia Woolf a su marido, Leonard, antes de suicidarse (1941).
Querido:
Me siento segura de estar nuevamente enloqueciendo. Creo que no podemos atravesar otro de estos terribles períodos. No voy a reponerme esta vez. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor hacer. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todas las formas todo lo que alguien puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta que apareció esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más tiempo. Sé que estoy estropeando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto te quiero decir es que te debo toda la felicidad en mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bondadoso. Quiero decirte que todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tú. Nada queda en mí salvo la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destruyendo tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.


Yoko Ono a John Lennon
Te extraño John. 27 años han pasado, y todavía deseo poder regresar el tiempo hasta aquel verano de 1980. Recuerdo todo -compartiendo nuestro café matutino, caminando juntos en el parque en un hermoso día, y ver tu mano tomando la mía- que me aseguraba que no debía preocuparme de nada porque nuestra vida era buena. No tenía idea de que la vida estaba a punto de enseñarme la lección más dura de todas. Aprendí el intenso dolor de perder un ser amado de repente, sin previo aviso, y sin tener el tiempo para un último abrazo y la oportunidad de decir "Te Amo" por ultima vez. El dolor y la conmoción de perderte tan de repente esta conmigo cada momento de cada día. Cuando toque el lado de John en nuestra cama la noche del 8 de diciembre de 1980, me di cuenta que seguía tibio. Ese momento ha quedado conmigo en los últimos 27 años -y seguirá conmigo por siempre (27 años después de su muerte).

Frida Kahlo a Diego
Diego:
Nada comparable a tus manos ni nada igual al oro-verde de tus ojos.
Mi cuerpo se llena de ti por días y días.
Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la tierra.
El hueco de tus axilas es mi refugio.
Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos.
Mi Diego:
Espejo de la noche.
Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos.
Todo tú en el espacio lleno de sonidos - En la sombra y en la luz. Tú te llamarás Auxocromo el que capta el color. Yo Cromoforo - La que da el color.
Tú eres todas las combinaciones de números. La vida.
Mi deseo es entender la línea la forma el movimiento. Tú llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz.


Víctor Hugo a Juliette
Te amo, mi pobre angelito, bien lo sabes, y sin embargo quieres que te lo escriba. Tienes razón. Hay que amarse y luego hay que decírselo, y luego hay que escribírselo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en todas partes. Tú eres mi adorada Juliette.
Cuando estoy triste pienso en ti, como en invierno se piensa en el sol, y cuando estoy alegre pienso en ti, como a pleno sol se piensa en la sombra. Bien puedes ver, Juliette, que te quiero con toda mi alma.
Tenéis el aire juvenil de un niño, y el aire sabio de una madre, y así yo os envuelvo con todos estos amores a un tiempo.
Besadme, bella Juju!
7 de marzo de 1833

Sigmund Freud a Martha Bernays (Fragmentos de cartas)
Allí había yo sido muy tímido y, por tanto, había besado a mi Marty pocas veces, pues no comprendía aún del todo lo que se ha convertido ahora en la primera y más natural condición de mi vida: que he ganado para mi, de pronto, a una muchacha única e incomparable.
Por mucho que te quieran, no renunciaré a ti por nadie, ni nadie te merece. No hay amor hacia ti que pueda compararse con el mío.
…estamos tan íntimamente unidos, me siento tan inefablemente feliz por el hecho de tenerte, y estoy tan seguro de tu interés hacia todo lo mío, que las cosas sólo son importantes para mi cuando tú las compartes.
Perdóname, amor mío, si a menudo no te escribo en el tono y con las palabras que tú te mereces, especialmente en respuesta a tus cariñosas cartas; pero pienso en ti con tan sosegada felicidad, que me es más fácil hablarte de cosas ajenas a nosotros que respecto a nosotros mismos. (...) Estoy dispuesto a dejarme dominar completamente por mi princesa. Uno deja siempre con gusto que le subyugue la persona que ama; si hubiéramos llegado a eso, Marty…
Cuando recibo carta tuya, todo el ensueño se disipa y la vida real se introduce en mis células. Los problemas extraños quedan borrados en mi cerebro; se desvanecen las misteriosas concreciones pictóricas de las diversas enfermedades y desaparecen las teorías vacías. Hasta ahora habías compartido mi tristeza. Comparte hoy conmigo mi alegría, amada mía, y no creas que existe otra cosa sino tú en la médula de mis pensamientos.


No hay comentarios: