Conflicto y vida conyugal
Milton Tejada C.
Y es que todas las parejas tenemos diferencias, todas
enfrentamos conflictos, es inevitable. Sin embargo, lejos de ser un
indicio de fracaso, el conflicto es parte del camino compartido, una señal de
que ambos poseemos pensamientos, historias y necesidades distintas.
Un conflicto puede definirse como un
choque entre ideas, visiones o necesidades. Aunque estas discrepancias no son
necesariamente negativas, el verdadero desafío está en la manera en que
se abordan. A menudo, un conflicto representa tanto un riesgo como
una oportunidad. Mal gestionado, deja heridas; bien manejado,
fortalece la relación.
Para entender el conflicto, es esencial reconocer
nuestra diversidad. Somos de géneros distintos, con historias de vida
diferentes, criados en familias únicas, formados en contextos particulares.
Esta diversidad no solo es natural, sino que también es buena.
Ojo: como cristianos, es muy importante tener cuidado
con el “yugo desigual”, es decir, uniones profundamente dispares en valores o
propósitos y en declaraciones de fe. Además, el pecado —esa inclinación al
egoísmo y al daño— ha generado áreas rotas en nosotros que necesitan
reparación.
- El poder / Las decisiones
- La intimidad
- La familia de procedencia.
- La sexualidad
- Patrones erróneos de comunicación (la coerción, p.e., intenta conseguir la sumisión o anulación del otro, quien cede para evitar la discusión y las amenazas)
- Ocio/Tiempo libre (espacio para si/para la pareja).
- Infidelidad
- Celos (relación con la autoestima).
- Carencias afectivas.
- Las finanzas
- El divorcio
- Respuestas emocionales negativas (gritos, amenazas, sarcasmos, humillaciones).
- Evitar el conflicto: mirar para otro lado.
- Imposición y chantaje.
En esta entrega no pretendo darte una receta para solucionar tus conflictos conyugales, pero sí ofrecerte algunas pautas de por dónde sí caminar:
- Presencia de Dios
- Patrones correctos de comunicación (no es sólo hablar). Elemento clave: escuchar.
- La flexibilidad
- El Compromiso
- La empatía.
- Claridad en los límites.
- Escuchar.
Al escuchar, es necesario
que:
- Te tomes un tiempo para pensar;
- Habla en “frío”. A veces es necesario previamente “enfriar” la situación o “enfriarse” uno (p.e., yo camino). Expón con claridad tus necesidades e intereses, busca comprender los de él/ella.
- Respeta al otro
- Práctica la empatía. Escucha activamente.
- Mírate y reconoce tus defectos. Eres parte del problema.
En muchos casos, especialmente
cuando la pareja aún está aprendiendo a resolver sus conflictos o cuando las
emociones están fuera de control, la mediación de un tercero puede ser
necesaria (un consejero, un terapeuta). Esta persona puede ofrecer
retroalimentación útil sobre los estilos de relación y facilitar una salida al
conflicto que, por sí solos, no logran manejar.
Por último, pero no menos importante, está el
perdón. No un perdón superficial o automático, sino una decisión
profunda. Existen falsos caminos para perdonar (como negar el dolor o minimizar
la ofensa), pero el verdadero perdón libera, sana y permite comenzar de nuevo.
La otra cara de la moneda del perdón es el arrepentimiento, pero sincero que,
por lo tanto, en muchas ocasiones implica un proceso de cambio.
En toda relación de amor, los
conflictos son inevitables. Lo que marca la diferencia no es su ausencia, sino
cómo se enfrentan. Que cada desacuerdo se convierta en una oportunidad
para crecer, madurar y amar mejor.
GRATA VIDA
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