Sábados de fe y vida
Matrimonio adulto:
Los mandamientos de un hombre en una
relación conyugal adulta
El
sábado pasado escribí a las mujeres: “No lo trates como un niño”. Y decía que
la verdad es que a veces los esposos son tratados como niños, maternalmente,
pero también que su reacción en ocasiones es la de un niño. Hoy me
dirijo a los hombres. Un hombre adulto, en una relación adulta ¿qué ha de tomar
en cuenta? Como es un buen recurso para recordar aquí lo formulo en forma de
“mandamientos”. Es decir, pautas que pueden ayudarnos como hombres a tener un
rol exitoso en construir una relación conyugal adulta.Junto a mi esposita Ysabel, a la que amo,
honro y cuido (foto en montaña de
Monterrey, México).
Diez mandamientos o pautas
UNO. Reconoce a tu esposa como tu compañera, no como tu madre. Tu esposa no está para suplir vacíos emocionales no resueltos ni para criarte. Si lo tienes, busca ayuda. Honra su rol de ayuda idónea, pero también de igual ante el Señor, y vive tu rol como adulto responsable, emocionalmente presente y activo.
DOS. Asume con responsabilidad tu rol en el hogar y la familia. Un hombre maduro no se desentiende del orden del hogar, la educación de los hijos o las decisiones financieras. Estás llamado a ser un pilar confiable, no un espectador pasivo o alguien que poner las cargas que deben ser compartidas sobre los hombros de tu esposa.
TRES. Comunícate con apertura y respeto. No te encierres en el silencio ni reacciones con ira. Aprende a decir lo que sientes sin herir, y a escuchar sin interrumpir. El diálogo constante es puente para el entendimiento.
CUATRO. Trabaja en tu crecimiento personal y emocional. Si reconoces actitudes inmaduras, no las excuses: enfréntalas. La madurez no llega con la edad, sino con la humildad de dejarte moldear por Dios y por la vida. En ocasiones, quienes nos rodean -empezando por nuestras esposas- son instrumentos de Dios para moldear nuestro carácter.
CINCO. Cumple con dignidad y constancia tus deberes conyugales. No esperes aplausos por lo básico. Sé constante en tu afecto, leal en tus decisiones y firme en tu compromiso. La adultez se demuestra en lo cotidiano, no solo en lo heroico. A veces podrás sentirte solo, es parte del precio del liderazgo en el hogar.
SEIS. Conecta emocionalmente con tu esposa. No basta con proveer. La mujer que Dios te ha dado necesita tu presencia emocional, tu ternura, tu interés genuino por su bienestar. La intimidad no se sostiene sin conexión emocional. La intimidad va más allá de compartir la cama.
SIETE. Mantente abierto al cambio y a la mejora continua. Pregúntate con frecuencia: ¿en qué necesito mejorar como esposo? No te acomodes. El amor verdadero impulsa al crecimiento. Estar dispuesto a cambiar es una muestra de amor adulto. Las personas -lo he dicho muchas veces- no cambian porque no quieren, no saben o no pueden. Pon de ti, de tu voluntad, de tu querer para cambiar lo que necesitas cambiar, y busca ayuda.
OCHO. Ejerce tu liderazgo con amor y humildad. Ser cabeza del hogar no es dominar, es servir. Lidera escuchando, orando, guiando con ejemplo. Tu autoridad nace del amor sacrificial, no de la imposición.
NUEVE. Ama y honra a tu esposa todos los días. Valora lo que ella hace, pero también quién es. No te guardes los elogios ni los gestos de afecto. Los gestos diarios de amor sostienen el respeto mutuo y mantienen viva la admiración.
DIEZ. Ora con ella y camina a su lado hacia el propósito de Dios. Tu matrimonio no solo es un proyecto humano, es un llamado divino. Un hombre que ora con su esposa fortalece el alma del hogar y cultiva una unión que trasciende las temporadas difíciles. Como nos indica la Red de Parejas de nuestra Iglesia: el matrimonio es como un nudo de tres dobleces, Dios en el centro: nudo difícil de romper.
El apóstol Pedro nos recuerda en 1 Pedro 3:7: