Sufriendo por hacer el bien
Mañana es domingo. Estoy en El Badem, un campo de
Villa Altagracia, República Dominicana. Disfruto de la paz de estas montañas y
de la compañía del Dr. Alejandro Uribe, amigo y hermano, que aprovechamos que
nuestras esposas se encuentran en un retiro en Jarabacoa. En plena tarde las
chicharras levantan su canto chillón. Quiero compartir contigo lo que fue la
reflexión del hermano Ramón Jiménez en la Iglesia Cristiana el pasado jueves (9
de agosto), haciendo alusión a una de mis más fuertes consignas: los cristianos
debemos estar dispuestos y preparados para dar razón de nuestra esperanza.

La carta 1Pedro 1:1. Escrita a los expatriados, a la
diáspora judía en varias ciudades. Otra interpretación más amplia usa la
expresión en sentido metafórico: los cristianos, peregrinos y extranjeros,
viviendo en medio de un mundo sin Dios... hay un llamado a la santidad en medio
de la adversidad. Pedro nos dice: hay gozo en sufrir por causa del evangelio.
1 Ped 3: 13-17 (copio aquí el texto de la versión “Dios
habla Hoy”, Jiménez utiliza sobre todo la Nueva Versión Internacional y la
Reina Valera).
13 ¿Quién podrá hacerles mal, si ustedes se empeñan
siempre en hacer el bien? 14 Pero aun si por actuar con rectitud han de sufrir,
¡dichosos ustedes! No tengan miedo a nadie, ni se asusten, 15 sino honren a
Cristo como Señor en sus corazones. Estén siempre preparados a responder a todo
el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen, 16 pero háganlo con
humildad y respeto. Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia,
para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se
avergüencen de sus propias palabras. 17 Es mejor sufrir por hacer el bien, si
así lo quiere Dios, que por hacer el mal.
Previamente, en el v. 8, nos llama a vivir en armonía
y unidos “en un mismo sentir”, a no devolver mal por mal, ni insulto por
insulto. “Al contrario, devuelvan bendición”. Ahí empieza el llamado a perseverar en el bien.
Los versos 10 al 12 constituyen una cita del Salmo 34,
reforzando la exhortación hacia el bien y advirtiéndonos que Dios está en
contra de quienes hacen el mal. Se presenta como un hecho cierto –dice Jiménez-
que el rostro del Señor está en contra de los que hacen el mal. Puedes, sin
embargo, padecer aunque no hagas el mal, pero es preferible sufrir por hacer el
bien que por hacer el mal.
Un mensaje similar encontramos en Mateo 5:10-12: “Dichosos los perseguidos por causa de la
justicia, porque el reino de los cielos les pertenece. 11 »Dichosos serán
ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra
ustedes toda clase de calumnias. 12 Alégrense y llénense de júbilo, porque les
espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas
que los precedieron a ustedes”.
Es decir, cuando padecemos por el bien debemos
sentirnos dichosos. Es un mensaje de esperanza, pero también es un mensaje de
confrontación, porque cuando nos tratan injustamente nos sentimos normalmente
dolidos. Puede que suframos por el bien y esa sería una condición de bendición.
La gente del mundo les parece extraño que ya no
corramos con ellos, por eso nos insultan. Son circunstancias.
Sin embargo, Dios nos llama a no temer a las
circunstancias. Teman más bien a Dios.
A continuación Ramón comenta uno de mis pasajes más
queridos: “Más bien, honren en su corazón
a Cristo como Señor. Estén siempre
preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que
hay en ustedes”. Yo, como hijo del Caribe, llevo los tambores y las
emociones a cuesta, pero también soy hijo de una cultura racionalista. Me
parece que Pedro reclama que los cristianos debemos dar respuestas a las
grandes interrogantes del mundo, no podemos permanecer ajenos a ellas, porque
es a ese mundo, desde sus preguntas, al que estamos llamados a evangelizar. No
es cómodo, no es fácil, supone empeño, pero ya hoy se hace cada vez más difícil
la fe del carbonero, la fe incapaz de dar razón de su esperanza.
Y Pedro dice más, dice con cuál actitud: con
mansedumbre. La verdad no es soberbia, la verdad es humilde, sobre todo porque
reconoce la limitación que tenemos como seres humanos de conocer la gran Verdad
–con mayúsculas- de Jesús de Nazareth.
Ramón sigue su comentario –mientras yo cavilo en mi
dirección que no contradice, sino que complementa-Razón de mi esperanza… pero me cuestiono: ¿hay esperanza en mi? Cuando padezco por la justicia, ¿se nota mi
esperanza? ¿O simplemente resisto como un hombrecito? ¿Me aferró yo a esa
esperanza cuando las cosas se ponen difíciles? Mi esperanza cambia mi visión de
las circunstancias.
¿Cómo se prepara uno para dar razón de su esperanza? A
veces llega el momento de testificar de nuestra fe y no estamos preparados. Hay
un conjunto de temas que son importantes para el mundo, temas que a veces no
traen confrontación entre el mundo y el evangelio, pero otras veces nos colocan
en un torbellino de confrontaciones.
A veces nos toman de sorpresa, y nos molesta y nos
ofende... grandes acontecimientos polarizantes. Hay posiciones que no puedo
negociar, estos temas son una oportunidad para testimoniar y para dar razón
verbalmente de lo que creemos, y el pasaje dice "siempre", y a
"todo aquel"...
No en un momento determinado, sino siempre.
No solo a un grupo específico, sino a todos....
¿Y cómo? Con mansedumbre, con gentileza, con respeto.
Así lograremos que estos sean avergonzados del mal que nos están causando.
Hago una advertencia: se trata de aferrarnos a la
santidad de Dios. Se trata de saber que Cristo pasó por eso, que nos advirtió
que tendríamos aflicción, y que sufriríamos. No se trata de construir una
coraza intelectual, sino de honrar a Dios en mi corazón, honrarle como santo, y
entonces enfrentar la situación de
la manera que se nos recomienda.
Es pues, dice Jiménez, un mensaje reconfortante, de
esperanza, pero que confronta, verdades teológicas profundas en un contexto muy
práctico. Gozarte, si sufres, junto a Cristo...
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