sábado, septiembre 20, 2025

Infancia y salud mental

 La salud mental comienza en la infancia

 Nota MT:

Publicado el pasado lunes en el periódico Hoy por Nisaly Brito, resume mucho de lo que quisiera explicarte y que hoy te comparto por Whatsapp.

Hoy se habla mucho de “salud mental”. Claro, como muchas otras cosas, la tomamos en cuenta cuando falta y creemos que es algo “natural”. Puede tener mucho de biológico, pero es sobre todo una construcción en el sentido de que las bases para la misma se establecen en la infancia, pero es un edificio al que hay que dar mantenimiento continuo, especialmente sabiendo que vivimos en “un mundo de locos”, que a lo malo llama bueno y a lo bueno llama malo.

Mis queridos lectores: léanlo y déjenme sus comentarios sobre este delicado tema. Aunque compartimos este artículo, nuestra perspectiva va más lejos, porque queremos niños que crezcan en un ambiente sano, pero sobre todo queremos amar a nuestros hijos como Dios los ama, tanto que Jesús llega a decir que el Reino de los Cielos es de aquellos que son como niños.

He aquí el artículo de Brito y, al final, una nota mía.

 Si queremos personas adultas mentalmente sanas, necesitamos empezar por el principio: una infancia cuidada, amorosa y respetada. La salud mental no aparece de la nada en la adultez; se va construyendo, o debilitando, desde los primeros vínculos, desde la forma en que los niños son acompañados por su entorno en su crecimiento emocional y esa construcción es, ante todo, una responsabilidad adulta.

Adultos regulados, niños y niñas seguros

Criar no es solo alimentar, vestir y educar, Es también sostener emocionalmente, contener, acompañar en los momentos difíciles. Pero para poder hacerlo, las personas adultas necesitamos aprender primero a regular nuestras propias emociones. No se puede enseñar calma desde el grito, ni consuelo desde la desconexión. Un adulto que pierde el control o reacciona desde su propia herida, puede provocar más daño que protección.

La autorregulación emocional en adultos no significa reprimir lo que se siente, sino ser capaz de manejarlo con conciencia y responsabilidad, especialmente frente a las personas más pequeñas. Solo así podremos ayudar a niñas y niños a reconocer sus emociones, nombrarlas y gestionarlas sin miedo ni vergüenza.

 Herramientas de contención: lo que sí podemos hacer

No nacemos sabiendo, pero sí podemos aprender. Uno de los aprendizajes más poderosos es conocer y aplicar los comandos de contención, son recursos sencillos, afectivos y seguros que ayudan tanto al adulto como al niño o la niña a calmarse en momentos de crisis. Algunos de estos comandos son:

  • Tomar distancia física por unos segundos para evitar una reacción impulsiva.
  • Guardar silencio consciente en lugar de responder con gritos o amenazas.
  • Ofrecer contacto físico seguro como un abrazo, si el niño lo acepta.
  • Nombrar lo que está pasando con palabras simples: «Estás enojado, yo también me siento frustrado, vamos a calmarnos juntos/as».

 Estos comandos no solo sirven para momentos difíciles, también son una oportunidad para educar emocionalmente. Enseñarles a nuestros hijos e hijas que existen formas de calmarse, de pedir ayuda, de no quedarse atrapados en la molestia o la tristeza, es uno de los mayores regalos que podemos darles.

La violencia deja huellas profundas

A veces se dice “yo crecí con gritos y golpes y no me pasó nada”. Pero esa frase, más que una defensa, es una señal de que sí pasó algo:  normalizamos lo que nunca debió ser normal, la violencia.

La violencia física, emocional o verbal hacia niñas y niños no corrige: lastima. Daña su autoestima, su capacidad de confiar en los demás, su seguridad emocional y su estilo de apego y esto marca el tipo de relaciones que sostendrá en el futuro con sus amigos, parejas, compañeros de trabajo. Diversos estudios neurocientíficos han descubierto que el cerebro infantil, especialmente en sus primeros años, es altamente sensible al entorno. Situaciones de maltrato, gritos, amenazas o abandono emocional activan constantemente su sistema de defensa, elevando el cortisol (la hormona del estrés) y afectando el desarrollo del sistema nervioso.

Esto puede tener consecuencias a largo plazo: dificultades para regular emociones, problemas de aprendizaje, ansiedad, depresión o incluso enfermedades físicas. Las heridas emocionales de la infancia no desaparecen solas: se transforman en luchas internas que, a veces, se cargan toda la vida.

 Criar con cuidado: un compromiso familiar y comunitario

Tener una infancia linda y buena no significa que todo sea perfecto. Significa priorizar el bienestar emocional, ofrecerles seguridad, respeto y amor incondicional. Comparto tres acciones concretas que las familias pueden implementar:

  1. Establecer rutinas seguras y predecibles, que les den a los niños una sensación de estabilidad y contención diaria.
  2. Abrir espacios de conversación emocional, donde puedan expresar lo que sienten sin miedo a ser juzgados, castigados o silenciados.
  3. Modelar con formas sanas de resolver conflictos, mostrando con el ejemplo cómo manejar la frustración, pedir disculpas o buscar soluciones sin violencia.

 ¡La salud mental comienza en la infancia!

No empieza en la adultez ni se arregla solo en los consultorios. Comienza en los primeros años de vida, y se instala a partir de la forma en cómo cuidamos y contenemos en la primera infancia (0 a 5 años), por eso, cuidar la salud mental en esa edad es una tarea urgente y colectiva. Si queremos un futuro lleno de personas sanas, empáticas, pacíficas y equilibradas, tenemos que empezar desde ahora, desde la raíz, desde la infancia.

COMENTARIO FINAL DE MILTON T.

  1. La autora señala que los adultos tenemos que aprender a autorregular nuestras propias emociones. Es verdad, pero vamos más lejos: los adultos tenemos que sanar viejas heridas, y no podemos vivir con los ojos puestos en el pasado, mirando hacia atrás. Hagámonos responsable de nuestro hoy, sanemos y busquemos del Señor que, en ese proceso, será base segura para una vida en abundancia.
  2. Recuerden, queridos padres, Dios no tiene nietos. Tus hijos también pueden ser hijos de Dios. Tú los amas, pero puedes estar seguro de que EL los ama más que tú. Por lo tanto, educarlos en Sus caminos es la mejor manera que tenemos de conducirlos por el camino del amor, de la seguridad, del descanso y la confianza en Alguien que no nos defrauda.

GRATA VIDA.

 

 

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