La salud mental comienza en la infancia
Publicado el pasado lunes
en el periódico Hoy por Nisaly Brito, resume mucho de lo que quisiera explicarte
y que hoy te comparto por Whatsapp.
Hoy se habla mucho de “salud
mental”. Claro, como muchas otras cosas, la tomamos en cuenta cuando falta y creemos
que es algo “natural”. Puede tener mucho de biológico, pero es sobre todo una
construcción en el sentido de que las bases para la misma se establecen en la
infancia, pero es un edificio al que hay que dar mantenimiento continuo,
especialmente sabiendo que vivimos en “un mundo de locos”, que a lo malo llama
bueno y a lo bueno llama malo.
Mis queridos lectores: léanlo
y déjenme sus comentarios sobre este delicado tema. Aunque compartimos este
artículo, nuestra perspectiva va más lejos, porque queremos niños que crezcan
en un ambiente sano, pero sobre todo queremos amar a nuestros hijos como Dios
los ama, tanto que Jesús llega a decir que el Reino de los Cielos es de
aquellos que son como niños.
He aquí el artículo de Brito y, al final, una nota mía.
Adultos regulados, niños y niñas seguros
Criar no es solo alimentar,
vestir y educar, Es también sostener emocionalmente, contener, acompañar en los
momentos difíciles. Pero para poder hacerlo, las personas adultas necesitamos
aprender primero a regular nuestras propias emociones. No se puede enseñar
calma desde el grito, ni consuelo desde la desconexión. Un adulto que pierde el
control o reacciona desde su propia herida, puede provocar más daño que
protección.
La autorregulación emocional
en adultos no significa reprimir lo que se siente, sino ser capaz de manejarlo
con conciencia y responsabilidad, especialmente frente a las personas más
pequeñas. Solo así podremos ayudar a niñas y niños a reconocer sus emociones,
nombrarlas y gestionarlas sin miedo ni vergüenza.
No nacemos sabiendo, pero sí
podemos aprender. Uno de los aprendizajes más poderosos es conocer y aplicar
los comandos de contención, son recursos sencillos, afectivos y seguros que
ayudan tanto al adulto como al niño o la niña a calmarse en momentos de crisis.
Algunos de estos comandos son:
- Tomar distancia física por unos segundos para evitar
una reacción impulsiva.
- Guardar silencio consciente en lugar de responder con gritos
o amenazas.
- Ofrecer contacto físico seguro como un abrazo, si el niño lo
acepta.
- Nombrar lo que está pasando con palabras simples: «Estás
enojado, yo también me siento frustrado, vamos a calmarnos juntos/as».
La violencia deja huellas profundas
A veces se dice “yo crecí con
gritos y golpes y no me pasó nada”. Pero esa frase, más que una defensa, es una
señal de que sí pasó algo: normalizamos lo que nunca debió ser normal, la
violencia.
La violencia física,
emocional o verbal hacia niñas y niños no corrige: lastima. Daña su autoestima,
su capacidad de confiar en los demás, su seguridad emocional y su estilo de
apego y esto marca el tipo de relaciones que sostendrá en el futuro con sus amigos,
parejas, compañeros de trabajo. Diversos estudios neurocientíficos han
descubierto que el cerebro infantil, especialmente en sus primeros años, es
altamente sensible al entorno. Situaciones de maltrato, gritos, amenazas o
abandono emocional activan constantemente su sistema de defensa, elevando el
cortisol (la hormona del estrés) y afectando el desarrollo del sistema
nervioso.
Esto puede tener
consecuencias a largo plazo: dificultades para regular emociones, problemas de
aprendizaje, ansiedad, depresión o incluso enfermedades físicas. Las heridas
emocionales de la infancia no desaparecen solas: se transforman en luchas
internas que, a veces, se cargan toda la vida.
Tener una infancia linda y
buena no significa que todo sea perfecto. Significa priorizar el bienestar
emocional, ofrecerles seguridad, respeto y amor incondicional. Comparto tres
acciones concretas que las familias pueden implementar:
- Establecer rutinas seguras y predecibles, que les den a los niños una
sensación de estabilidad y contención diaria.
- Abrir espacios de conversación emocional, donde puedan expresar lo que sienten
sin miedo a ser juzgados, castigados o silenciados.
- Modelar con formas sanas de resolver conflictos, mostrando con el ejemplo cómo
manejar la frustración, pedir disculpas o buscar soluciones sin violencia.
No empieza en la adultez ni
se arregla solo en los consultorios. Comienza en los primeros años de vida, y
se instala a partir de la forma en cómo cuidamos y contenemos en la primera
infancia (0 a 5 años), por eso, cuidar la salud mental en esa edad es una tarea
urgente y colectiva. Si queremos un futuro lleno de personas sanas, empáticas,
pacíficas y equilibradas, tenemos que empezar desde ahora, desde la raíz, desde
la infancia.
COMENTARIO FINAL DE MILTON T.
- La autora señala que los adultos tenemos que aprender a autorregular nuestras propias emociones. Es verdad, pero vamos más lejos: los adultos tenemos que sanar viejas heridas, y no podemos vivir con los ojos puestos en el pasado, mirando hacia atrás. Hagámonos responsable de nuestro hoy, sanemos y busquemos del Señor que, en ese proceso, será base segura para una vida en abundancia.
- Recuerden, queridos padres, Dios no tiene nietos. Tus hijos también pueden ser hijos de Dios. Tú los amas, pero puedes estar seguro de que EL los ama más que tú. Por lo tanto, educarlos en Sus caminos es la mejor manera que tenemos de conducirlos por el camino del amor, de la seguridad, del descanso y la confianza en Alguien que no nos defrauda.
GRATA VIDA.
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