viernes, noviembre 07, 2025

Generación de cristal, derechos y privilegios

 Milton Tejada C.

Hace unos días conversé con unos padres que están teniendo dificultades con su hijo adolescente. Ayer, domingo, mientras esperaba el culto, también conversaba con otros padres que se quejaban de que esta generación “cree que lo merece todo”. La verdad, les dije, que también tenemos que revisar el otro lado de la moneda: muchos de ellos han crecido recibiendo todo lo que a los padres es posible darles y a veces con muchísimos sacrificios. En ocasiones, además, sin ninguna obligación en el hogar.

Algunos han dado por llamarle “la generación de cristal”. Mi opinión es que no podemos quedarnos al margen de responsabilidad. Muchos padres han sido “maestros del cristal” y han contribuido significativamente a la formación del carácter de esos muchachos.

Escuchaba un audio de la Dra. Natalia Ruiz de Otero en que nos exhorta a explicarle a nuestros hijos adolescentes la diferencia entre derechos y privilegios. Les transcribo lo que opina la Dra. Ruiz Otero:

“Papás, qué importante es explicarles a nuestros hijos la diferencia entre derechos y privilegios. ¿Qué derechos tienen nuestros hijos? Tienen derecho a la educación, a una casa, a vestido, a alimentación, pero todo lo demás son privilegios: El telefonito que traen, el que les demos permisos, el que de pronto les demos dinerito en la semana, el que tengan la ropa que están utilizando, todo eso son privilegios, porque a veces los adolescentes se empiezan a confundir y empiezan a exigir sus privilegios como si fueran sus derechos.

El poderlos ubicar en ese rango -expresa Ruíz de Otero- es importantísimo, porque también es al mismo tiempo explicarles que los privilegios son algo que se ganan o se pierden, y eso depende también de las decisiones, del comportamiento y de la conducta que ellos elijan tener”, concluye esta profesional de la conducta.

 

Aquí te comparto diez tips para formar hijos fuertes, no de cristal:

1.      Enséñales a tolerar la frustración, No corras siempre a resolverles los problemas. Permite que enfrenten consecuencias y se esfuercen para lograr lo que quieren. No es castigo, es entrenamiento para la vida.

2.      No los sobreprotejas. Proteger no es evitarles todo dolor, sino prepararlos para enfrentarlo. Cuando los padres amortiguan toda caída, el niño no aprende a levantarse. Si los amas, no quites todas las piedras del camino, enséñales a andar sobre ellas.

3.      Fomenta el pensamiento crítico. Ayúdales a pensar, no solo a repetir. Pregunta más de lo que afirmas. Por ejemplo: “¿Por qué crees que eso está bien o mal?”. Esto fortalece su criterio y su seguridad emocional. Además, esto también te dará paz porque podrá ir confiando en su juicio.

4.      Refuerza el valor del esfuerzo. No todo se logra rápido ni todo se merece. Además, como hemos señalado: una cosa son derechos y otras son privilegios. Enséñales el gozo de ganarse las cosas con trabajo y constancia.

5.      Modela autocontrol emocional. Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. Si tú gestionas bien tus emociones —sin gritar, evadir o victimizarte—, ellos aprenderán a hacer lo mismo. También es válido mantener esto durante la adolescencia.

6.      Enséñales a convivir con la diferencia. Fomenta la empatía sin caer en la susceptibilidad. Ayúdales a comprender que no todo desacuerdo es agresión y que pueden convivir con personas que piensan distinto.

7.      Habla sobre responsabilidad y consecuencias. Diles con claridad: “Tus decisiones tienen consecuencias”. Evita culpar o que ellos culpen siempre a la escuela, los amigos o las circunstancias. La madurez comienza cuando asumen responsabilidad por sus actos.

8.      Fortalece la espiritualidad y los valores. La fe y los valores firmes son anclas en un mundo líquido. Enséñales principios como la gratitud, el respeto y el perdón. Y la coherencia entre una vida de fe cristiana y las conductas o comportamientos a vivir. Enséñales un NO al relativismo moral.

9.      Dales palabras de aliento, pero no adules. Refuerza su autoestima real, no las infles. “Estoy orgulloso de tu esfuerzo” vale más que “Eres el mejor del mundo.” La primera fortalece, la segunda los hace dependientes de la aprobación.

10.  Equilibra amor y límites. Ni rigidez sin amor, ni amor sin límites. Los límites seguros construyen confianza y carácter. La disciplina realmente nos lleva a la libertad, y el ser libre nos lleva a ser maduros.

 

GRATA VIDA

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