sábado, diciembre 06, 2025

Dios quiere tu corazón

 DIOS NO QUIERE TU ESPECTÁCULO, QUIERE TU CORAZÓN

Milton Tejada C.

                                            Prédica 23 de noviembre, 2025 / Iglesia Cristiana

 Miqueas 6:8

INTRODUCCIÓN

Hay pasajes en la Escritura que parecen pequeños, pero contienen dentro de ellos un eco eterno que atraviesa los siglos. Miqueas 6:8 es uno de ellos. El profeta presenta un diálogo dramático entre el hombre religioso, confundido por su propio corazón, y el Dios santo, claro en su voluntad.

Este profeta, Miqueas, profetiza en un tiempo de corrupción profunda, una sociedad parecida a la dominicana en donde dominaba la injusticia institucional, la desigualdad social, líderes políticos y religiosos pervertidos, adoración superficial, sin transformación de vidas.

La gente creía que podía “comprar” el favor de Dios con sacrificios cada vez más exagerados. Es como si dijéramos, que la gente cree que puede “ganarse” la salvación.

Es por eso que Israel llega con una pregunta que sigue resonando hoy:

“¿Con qué me presentaré ante Jehová?” 

¿Con qué voy a impresionar a Dios?

¿Qué sacrificios espera Dios?

¿Hasta dónde debo llegar para que Él me acepte?

 El pueblo se da una respuesta a sí mismo, una respuesta exagerada, casi desesperada: “¿Miles de carneros? ¿Diez mil arroyos de aceite? ¿Y si entrego lo más extremo: mi primogénito?”

Como si dijeran: “Señor, dime qué debo hacer… y lo hago.”

 Pero Dios, a través de Miqueas, les responde con una sencillez que es tan hermosa como contundente:

 “Hombre, ya se te ha declarado lo que es bueno: Tan solo hacer justicia, Amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios.”

 El mensaje es: LA VERDADERA RESPUESTA ES LA TRANSFORMACIÓN DEL CORAZÓN.

No se trata de tu sacrificio… sino de tu transformaciónNo se trata de lo que “das” … sino de lo que “eres” delante de Él.

 Esta claridad nos confronta. Porque al mirar honestamente nuestro corazón, descubrimos que no hemos cumplido plenamente ninguno de estos tres mandatos. Y por eso este texto, lejos de llevarnos al orgullo, nos debe conducir a Cristo, aquel que sí vivió la justicia perfecta, la misericordia perfecta y la humildad perfecta delante del Padre.

Y que ahora, por gracia, está dispuesto a formarlas en nosotros.

 PRIMER IMPERATIVO: “PRACTICAR LA JUSTICIA” — CRISTO, LA JUSTICIA QUE NOS FALTABA

 El primer imperativo es claro: “Practicar la justicia.”

En hebreo, asót mishpat: actuar rectamente, vivir en integridad, tratar al prójimo con equidad.

 No es “pensar” la justicia, ni “defender” la justicia, ni “opinar” sobre la justicia en redes sociales… sino hacerla.

 Es un llamado a que nuestras acciones revelen el carácter justo de Dios.

 Pero aquí está la tensión:

Todos nosotros, sin excepción, hemos quebrantado esa justicia. HEMOS PECADO. No siempre somos justos en nuestras palabras, en nuestras decisiones, en la forma en que juzgamos o en la manera en que tratamos a los demás.

 Y aquí entra la luz gloriosa del Evangelio:

Cristo Jesús es “nuestra justicia” (1 Corintios 1:30)

 Él vivió la vida recta que nosotros no hemos podido vivir.

Su justicia es perfecta, pura, incansable.

Él no solo practicó la justicia: Él es la justicia encarnada.

Por eso la vida cristiana no es practicar justicia para ganarse el favor de Dios…sino practicarla porque ya fuimos declarados justos en Cristo.

 La justicia deja de ser una carga y se convierte en un fruto. Cristo cumple la justicia por nosotros, y ahora la produce en nosotros.

 Justicia es:

  • ü Integridad en lo público y lo privado
  • ü Veracidad en las palabras
  • ü Equidad en las relaciones
  • ü Rectitud en las decisiones
  • ü Defender al vulnerable

 SEGUNDO IMPERATIVO: “AMAR LA MISERICORDIA” — CRISTO, LA MISERICORDIA QUE NOS TRANSFORMA

 Después Dios dice:

“Amar la misericordia”.

Aquí aparece esa palabra inmensa y rica del hebreo: éset o “jéset”. La palabra “misericordia” proviene del latín:

  • miser = miseria, necesidad, dolor
  • cor / cordis = corazón
  • -ia = cualidad o disposición

 Por tanto, literalmente significa: amor ante las miserias…

 El hebreo muestra la acción. El latín muestra la emoción y la disposición del corazón

 Ambos juntos son una idea preciosa:

La misericordia es un corazón movido por la miseria del otro y actuando en su favor.

 Misericordia es:

  • ü Es amor fiel.
  • ü Bondad entrañable.
  • ü Ternura que no se agota.
  • ü Fidelidad que no abandona.
  • ü Y Dios no dice “mostrar misericordia”, sino “amarla”.

  Es decir, que la misericordia no sea un deber, sino un deleite.

 Que nos deleite servir misericordiosamente al otro.

 Pero, ¿cómo amar la misericordia sin haber sido transformados por ella?

 Aquí miramos a Cristo, quien es la misericordia de Dios hecha carne.

 Cada paso de Jesús fue un paso de misericordia:

  • ü Tocó a los intocables,
  • ü Sanó a los rechazados,
  • ü Levantó a los caídos,
  • ü Perdonó a los indignos.

 Y su misericordia llegó a su punto más alto en la cruz. Allí, Cristo no solo mostró misericordia… la amó hasta el extremo.

 Misericordia es:

  • ü Tener un corazón tierno, dispuesto
  • ü Perdonar con prontitud
  • ü Ser generoso con gracia
  • ü Ser paciente con las fallas ajenas.

 Y ahora, quienes hemos sido bañados por su misericordia, comenzamos a amar lo que antes no amábamos. Y entonces:

  • Nuestra dureza cede.
  • Nuestra frialdad se derrite.
  • Nuestra impaciencia disminuye.
  • Nuestras reacciones comienzan a parecerse a la de Cristo.

Mis hermanos, la misericordia no nace de la personalidad. Nace de la cruz.

TERCER IMPERATIVO: “CAMINAR HUMILDEMENTE CON TU DIOS” — CRISTO, EL CAMINO HUMILDE QUE NOS GUÍA

Finalmente, Miqueas concluye con un tercer imperativo: “caminar humildemente con tu Dios.”

Aquí la palabra hebrea hatznéa implica modestia, sencillez, dependencia, ausencia de orgullo.

Es vivir reconociendo que no somos autosuficientes. Es caminar cada día con Dios, de la mano, paso a paso.

ü La humildad no es un acto. Es un camino.

ü No es una emoción. Es una manera de vivir.

Y una vez más, encontramos en Cristo el ejemplo perfecto: Él es el humilde por excelencia. En Filipenses 2:5-8 lo describe: “Se despojó de sí mismo… se humilló hasta la muerte”.

Jesús mismo lo dijo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.” (Mt 11:29)

Todo lo que hizo —su encarnación, su obediencia, su servicio, su muerte en la cruz— brota de una humildad profunda. Y ahora, ese Cristo resucitado no solo nos invita a caminar humildemente con Dios…

Él camina humildemente con nosotros.

ü La vida cristiana no es un ascenso orgulloso… es un caminar rendido, acompañado, guiado por Cristo.

  • ü Es reconocer nuestra necesidad de Dios.
  • ü Es orar constantemente
  • ü Es rendirnos a su voluntad
  • ü Es vivir sometidos a Su Palabra


Donde JESÚS está presente:

üEn nuestras decisiones,

ü En nuestras caídas,

ü En nuestras dudas,

ü En nuestras victorias,

ü En nuestros desvíos.

 Caminamos con Dios porque Cristo nos tomó de la mano. Y no solo caminó humildemente con el Padre, sino que también camina humildemente con nosotros (Mt 28:20 nos dice que está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo).

 UNA ANÉCDOTA PARA ILUSTRARLO

Cuenta un profesor de ética que cada año iniciaba su clase con un pequeño experimento.

Colocaba en el pasillo de la universidad un viejo cubo metálico, doblado y feo, justo en medio del camino.

Luego observaba.

Durante la mañana entera, decenas de alumnos lo esquivaban, otros lo pateaban para moverlo a un lado, algunos lo ignoraban, y unos cuantos se quejaban de que estorbaba.

 Pero un día, un estudiante se detuvo, lo levantó con ambas manos, lo llevó a un costado, y lo vació para ver si tenía basura dentro.

Dentro encontró una pequeña nota que decía:

 “La justicia se hace, la misericordia se ama, y la humildad se vive.”

 El profesor salió de detrás de una columna y le dijo: “Eres el único que comprendió que lo importante no era el cubo… sino tu corazón.”

 Así es Dios. Él no está esperando nuestras grandes performances o demostraciones religiosas,

Ni nuestras quejas,

Ni nuestras justificaciones.

Él está mirando el corazón que actúa con justicia, que ama la misericordia y que camina humildemente con Él.

 Y solo Cristo puede darnos ese corazón.


CONEXIÓN CRISTOCÉNTRICA — LO QUE DIOS PIDE, CRISTO LO CUMPLE

  • Cristo es la justicia que nos faltaba.
  • Cristo es la misericordia que no sabíamos amar.
  • Cristo es la humildad que no podíamos sostener.

 Por eso la vida cristiana no es un esfuerzo por cumplir Miqueas 6:8 en nuestras fuerzas.

La vida cristiana es rendirnos a Cristo, permitir que Él viva en nosotros
y que su Espíritu produzca lo que Su Palabra demanda.

 

CONCLUSIÓN

Dios no está buscando que lo impresionemos con nuestra religión. Él está buscando formarnos en la imagen de Cristo en nosotros. Es decir, quiere TRANSFORMARNOS.

 Y Cristo, que vivió la justicia perfecta, la misericordia perfecta y la humildad perfecta, ahora nos invita a recibir su gracia, a caminar en su poder, y a seguir sus pasos.

 Lo que Dios pide en Miqueas y en toda la Biblia… Cristo lo cumplió.

Y lo que Cristo cumplió… ahora Él lo siembra en nosotros. Quiere sembrarlo en ti y en mí.

Quiero concluir en una traducción personal, a partir del griego, de Miqueas 6:8:

 

“Hombre, ya se te ha dicho lo que es bueno,

Lo que el Señor de ti espera:

Tan solo que practiques la justicia

Que ames con ternura

Que camines humildemente junto a tu Dios”.

 

Acompáñame en esta oración final:

 Señor Jesús,

Tú cumpliste lo que Dios demandaba.

Ahora, por tu Espíritu, forma en mí ese mismo corazón.

Hazme justo en mis acciones,

Misericordioso en mis relaciones,

y humilde en mi caminar contigo.

 

En el nombre de Jesús…

 

Y todo el pueblo dice:

 

¡Amén!

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