11 de Marzo, 2007
“Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella,
el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada,
se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía”
Antoine de Saint-Exupery (1900-1944).
Una persona sin propósito en su vida es como un barco sin motor. Pero también hay muchos motores inadecuados para marchar por la vida. ¿Cuál es el motor de tu vida? Puedes estar viviendo arrastrado por algunos “motores” o “guías” equivocados y eso te conducirá, sin duda alguna, a un callejón sin salida.
Dios puede hacer un real y efectivo “borrón y cuenta nueva”.
El Señor señala: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad” (Salm 31,1-2).
La ira y el resentimiento. Son personas aferradas al dolor que le han provocado. Señalan: “No me amaron, no me quisieron, no me trataron bien”. Y es casi una ley que el herido, hiere. Vive a
El Señor indica: “Es cierto que al necio lo mata la ira…”.
El temor. El temor puede ser el resultado de una experiencia traumática.
Fruto, por ejemplo, de una disciplina rígida en el hogar, en donde el hijo no se atreve a exponer sus puntos de vista, sus percepciones. Padres que no aceptan que sus hijos, en ninguna circunstancia, le lleven
Dios nos indica: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no hasido perfeccionado en el amor” (1 Jn 4,18).
El materialismo. Ese deseo de adquirir cosas se convierte en la meta principal de muchas vidas (pienso en tantos amigos que viven en nuestra sociedad y en sociedades como la norteamericana). La idea equivocada de que cuanto más tenga, serás más feliz… algo que no sacia el hambre que tenemos de infinito.
El Señor nos dice: “Y les dijo: Mirad, guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Luc 12,15). También nos invita a buscar “el Reino de Dios y su justicia, lo demás vendrá por añadidura” (es decir: lo material es, en la lógica del Reino, la añadidura).
A veces lo expresamos en una frase: “tanto tienes, tanto vales”. Valoramos por el carro, por la casa, por el dinero en el banco, por la forma de vestir… cuánto valemos como personas no es lo mismo que cuánto valemos por lo que tenemos… Dios pensó en ti como una persona única. Tu valor no depende de tus posesiones. Las riquezas pueden perderse, la vida puede perderse de la noche a la mañana.
Sin embargo, nadie puede quitarte la intimidad con Dios, la relación profunda que establezca desde tu corazón.
La necesidad de ser aceptados. Muchos permitimos que las expectativas de los demás controlen nuestras vidas. Personas con baja autoestima, que ceden a la presión de los amigos y conocidos. No enfrentan los problemas, quieren caer bien y estar bien con todo el mundo. Y esto no es posible.
Tratar de agradar a todo el mundo es una de las claves para el fracaso y una forma de perdernos de vivir para el propósito de Dios en nuestras vidas.
Ojo: el que no vivamos pendientes de aprobación, no significa que vivamos un modo arrogante e incapaz de escuchar a los demás.
Otras cosas pueden motivarnos, movernos: deseos de poder, de prestancia social… Las cinco que hemos mencionado y estas otras tienen en común que terminan en un callejón sin salida. Debemos abrirnos a saber cuál es el propósito de Dios para nuestras vidas, viendo claramente para qué he sido creado.
Para Dios no hay nada imposible y puede romper cualquier callejón sin salida en que se encuentre tu vida, puede abrir senderos en medio del Mar Rojo.
El hace lo imposible posible
Donde hay desierto
El hace un río
Confía en Cristo
Y déjale todas tus cargas
El tiene tu futuro en Sus manos
Confía en Cristo
Y déjale todas tus cargas
Y tendrás la victoria en tu vida.
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