martes, abril 18, 2006

Desde mi estudio / RD no aprendió las lecciones del libre comercio

RD no aprendió las lecciones del libre comercio
Milton Tejada C.

Si queremos sobrevivir a esta agotadora carrera que se está llevando a cabo estamos obligados a someternos a cirugía intensiva. Se trata, sin embargo, que el sector productivo industrial y el Gobierno se pongan de acuerdo en cómo utilizar el bisturí, porque un país que aspira a un mayor bienestar no puede darse el lujo de que el Gobierno y el sector industrial continúen en una relación de oposición. O los cirujanos cooperan entre sí, o se nos muere el paciente.


Nadie puede ganar sin que otro pierda, decía Séneca. Los acuerdos de libre comercio se hacen con la lógica de ganar y ganar, las comparaciones, en la dinámica económica, se hace en función de cuánto gano y cuánto pierdo, de riesgos y oportunidades… las negociaciones, por lo tanto, no se fundamentan en la construcción de una “patria grande” o de una “sociedad de naciones”, sino que la economía, desprovista de lo político y lo social, nos hace creer que podemos avanzar hacia la integración sin renunciar a la fragmentación.
Sin embargo, República Dominicana no aprendió las lecciones que el acuerdo de libre comercio con Centroamérica debió dejarle. Hoy estamos, con muy poca variación, en la misma situación de hace seis años.
En este artículo sigo la lógica de Roberto Despradel en un estudio que realizó para la Asociación de Industrias (AIRD), en donde explica que la industria y el sector agrícola del país han gozado de una relativa protección vía los aranceles que les han permitido sobrevivir adversas condiciones de productividad y competencia o, mejor decir: que han posibilitado que industria y agricultura se enquisten en la ineficiencia y sigan sobreviviendo.
A inicios de los 90 se realizó una reforma arancelaria. Diez años después, en el año 2000, se realizó otra reforma, pero los aranceles se mantuvieron –para los productos terminados- en un 20%, a lo cual si se suma la comisión cambiaria el “arancel efectivo” alcanzaba el 33%. Incluso dentro de los parámetros de la Organización Mundial del Comercio que afirma que el arancel promedio dominicano asciende a 7.8%, si se le suma la comisión cambiaria, entonces hablamos de 20.8%, ya que todos los bienes importados pagan esta comisión.
En mis palabras, “comisión cambiaria” constituye, por lo tanto, una forma más de aranceles, un arancel disfrazado, jugando a carnaval, aunque supuestamente será eliminado este verano (dado los afanes fiscales de nuestros gobiernos no nos queda más remedio que repetir el dicho de “ver, para creer”).
Sin embargo, aunque estos aranceles suponen una cierta protección para la industria, también contribuyeron a su estancamiento, ya que los bienes de capital para las industrias y las agroindustrias, son penalizados en las aduanas, “desincentivando nuevas inversiones y la modernización de la planta productiva”. Clara desventaja con Centroamérica, en donde los bienes de capital tienen una tasa del 0%, aquí –hasta el momento, tenemos un 3% más el 13% de la comisión cambiaria, un exorbitante 16% efectivo.
La diferencia entre este elemento y la importación de bienes terminados (33%, según ya explicamos) ha constituido un margen de protección a las empresas locales. El estudio de Despradel, “Adecuación del Sector Industrial a la Apertura Económica Global”, afirma que “esto ha servido para cubrir una serie de ineficiencias productivas, tanto de las empresas, pero más importante aun del entorno en que se desarrollan. Esta situación ha atrasado el proceso de adecuación del sector industrial a la apertura comercial, y ha postergado una serie de reformas estructurales necesarias dentro del mismo sector público. Esto se hizo primeramente evidente en el año 2001 cuando el país empezó a implementar el Tratado de Libre Comercio con los cinco países que conforman el Mercado Común Centroamericano”.

Centroamérica, una lección de la que no hemos sacado las consecuencias

Republica Dominicana quiso aprender con sus vecinos. Negoció acuerdos de libre comercio con Centroamérica y con el mercado común caribeño (CARICOM) en 1998 y dichos convenios fueron ratificados por el Senado a fines del año 2000, entrando en vigencia unos meses después.
Sin embargo, a casi seis años de estos acuerdos, especialmente el realizado con Centroamérica, las industrias y el gobierno dominicanos no han aprendido la lección, no se han detenido a hacer un balance que les permita rectificar, corregir entuertos, enderezar el rumbo.
El acuerdo con Centroamérica le permitió a ese bloque colocarse como ganador frente a una derrotada República Dominicana. Tomando datos del Sistema Económico Centroamericano (SIECA), nos damos cuenta que entre 1998 –fecha de firma del convenio- y el año 2004, nuestro déficit comercial prácticamente se duplicó, al pasar de 57.2 millones a 105.6 millones de dólares. En 1998 República Dominicana exportó US$20.2 millones. Seis años después las exportaciones dominicanas a Centroamérica alcanzaron los US$28.9 millones, para un incremento de un 43% aproximadamente. En cambio, nuestras importaciones provenientes de ese mercado pasaron de 77.4 millones de dólares a 134.5 millones, un incremento de 73.8%.
¿Por qué la diferencia? Las reformas en Centroamérica han conducido a su aparato productivo a hacerse más competitivo. Despradel, en el estudio citado nos explica las diferencias entre dos aparatos productivos que parecían similares. Entre estas diferencias, señala Despradel, se encuentran: tasa de 0% para bienes de capital, lo cual fomenta la inversión y modernización tecnológica del aparato productivo; 0% de arancel para materias primas no producidas localmente, lo cual disminuye los costos de las industrias, y le brinda mayor capacidad para competir en el mercado interno; fomento de las exportaciones mediante la exoneración de todo tipo de impuestos; una política energética que le ha permitido un servicio más eficiente, tanto en términos de confianza en el suministro como de costos; tasas de intereses reales inferiores a los promedios de República Dominicana; apertura comercial sostenida, acompañada de una modernización gradual del sector productivo y de las instituciones oficiales que tienen que ver con el sector.
Si queremos sobrevivir a esta agotadora carrera que se está llevando a cabo estamos obligados a someternos a cirugía intensiva. Se trata, sin embargo, que el sector productivo industrial y el Gobierno se pongan de acuerdo en cómo utilizar el bisturí, porque un país que aspira a un mayor bienestar no puede darse el lujo de que el Gobierno y el sector industrial continúen en una relación de oposición. O los cirujanos cooperan entre sí, o se nos muere el paciente. Las medidas tomadas por Centroamérica constituyen un referente, no necesariamente esas indicaciones sirven para el delicado paciente que es nuestra economía. Que los cirujanos se sienten y deliberen… pero mirando en una misma dirección.

lunes, abril 10, 2006

Desde mi estudio / Los números no me dan

Los números no me dan
Milton Tejada C.


Bueno, definitivamente la lógica y la magia parece que no se llevan bien. Es así porque al pensar en el tema de la proyectada y promovida inversión en Bahía de las Aguilas por parte del Ministro de Turismo, Félix Jiménez, los números no me dan.
Según el reporte publicado en la prensa nacional el 20 de marzo pasado, el Presidente Leonel Fernández se reunió con empresarios franceses “interesados en desarrollar el primer proyecto de hoteles ecológicos en el país, con una inversión de unos 600 millones de dólares”.
Esta inversión, según las explicaciones no desmentidas hasta ahora por el Ministro de Turismo, se harían en cuatro hoteles de 70 habitaciones cada uno, lo que quiere decir un total de 280 habitaciones, con lo que se generarían, según los proponentes, unos mil empleos directos y cuatro mil indirectos en la zona sur del país (Ver Clave Digital y nota de la Dirección de Información y Prensa de la Presidencia).
Sin embargo, los números no me dan.
Si divido los 600 millones de dólares entre las 280 habitaciones, tengo que cada habitación saldría en 69.6 millones de pesos. Prácticamente ningún Penthouse en la ciudad de Santo Domingo cuesta esta fortuna. Un experto consultado nos indicó que una habitación sofisticada puede salir, a lo sumo, en 300 mil dólares, equivalentes a RD$9,750,000.00 pesos, casi siete veces menos que las ofertada por los inversionistas a nuestro Ministro de Turismo y a nuestro Presidente, Leonel Fernández.
Sin embargo, nadie hace una inversión por “amor al arte”. Nos guste o no, el lucro, la ganancia es el fin de todo negocio. A lo que menos aspira un inversionista es a lo que llama “punto de equilibrio”, dicho sencillamente: no gano, pero tampoco pierdo.
Para recuperar los 600 millones –sin contar tasas de interés ni aspirar a ganancia alguna- cada habitación deberá generar RD$290,178 millones de pesos al mes, lo que equivale a RD$9,672.6 pesos diarios o, dicho en dólares a una tasa de RD$32.5, US$297.6 dólares diarios, sin bebidas, comidas, diversión y todos los demás servicios que ofrecen nuestros hoteles a huéspedes tan distinguidos.
Sin decir que habría que hacer infraestructura de acceso –que a lo mejor el Estado asume-.
Sin señalar que los turistas tienen su aeropuerto más cercano en Barahona.
Sin indicar que el agua es un problema grave en la zona.
Sin recalcar que hay varios kilómetros de playa que pueden utilizarse fuera del Parque Jaragua.
Sin hacer caso de la advertencia de que se haría un daño irreversible a la preservación de esa parte del país y del país como un todo.

Las cifras que le ofrecieron al Presidente Fernández y que entusiasmaron tanto a nuestro ministro de Turismo, Félix Jiménez, parecen más fruto de la magia, que de la lógica. Qué me lo expliquen, porque quiero entender el fenómeno de un país gobernado por el más racional de nuestros gobernantes, haciendo alarde de la magia de uno de sus ministros.

domingo, abril 09, 2006

(Vista de la Playa Bahía de las Aguilas - parte del Parque Jaragua,
codiciada por algunos en detrimento de todos).


Dominicana lanza un SOS para detener
planes de destruir Parque Nacional Jaragua

“El desarrollo turístico no debe ser una excusa para minar un patrimonio natural excepcional que no es sólo de los dominicanos, sino también de la humanidad” (Francesc Giró).

Milton Tejada C. /
Especial para Ecoportal.net
El Presidente Leonel Fernández viajó recientemente a Europa. Uno de sus objetivos fundamentales en este tipo de viaje es ofertar las oportunidades de inversión que se dan en República Dominicana, país donde se ha desarrollado un turismo de playa y sol, relativamente barato, pero que se ha convertido en el sector que más divisas genera a las arcas nacionales. En este viaje hubo una oferta: la posibilidad de que capitales franceses invirtieran en la construcción de cuatro hoteles “ecoturísticos” en Bahía de Las Águilas, zona comprendida dentro del Parque Nacional Jaragua, por lo tanto, área protegida. A las orejas del mandatario se encuentra Félix Jiménez, Ministro de Turismo, quien ha intentado varias veces hacer posibles las inversiones en la zona, pese a que la Ley lo prohíbe.

En sus primeros meses, Jiménez solicitó la ayuda de la Organización Mundial del Turismo (OMT) para que elaborara un estudio de la factibilidad de las inversiones en Bahía de Las Águilas. Pensó que la OMT sería un aliado natural de sus pretensiones. Se equivocó. Un informe preliminar le fue entregado en enero del 2005. Divulgado tímidamente por la prensa dominicana, dicho informe no favorece los planes del Ministro, por lo tanto, su conclusión lógica fue: no hay que darlo a conocer. La investigación no llevó a las conclusiones anheladas por el Ministro.

Al frente de la misión de la OMT se encontraba Francesc Giró. Su objetivo: elaborar un documento de proyecto destinado a formular un plan maestro para el desarrollo turístico de la región sudoeste de la República Dominicana y la región sudeste de la República de Haití, con énfasis en la franja costera desde Cabo Beata hasta la población de Pedernales, y en el territorio de Haití hasta la población de Marigot, con el fin de erradicar la pobreza extrema de estas zonas en ambos países.

Hoy, República Dominicana necesita la solidaridad del movimiento ambiental internacional, de quienes saben que nuestro planeta está herido de muerte y que el Parque Nacional Jaragua es la zona de mayor biodiversidad de las Antillas. Desde este país, el movimiento ambiental lanza un SOS para que las organizaciones de toda América Latina digan NO a la destrucción de un patrimonio que no es sólo de los dominicanos, sino de toda la humanidad.

El informe de Giró fue escrito en Barcelona, España, febrero del 2005. He aquí algunas consideraciones externas por Francesc Giró, en su reporte preliminar o relato de su misión (las negritas nuestras, Milton Tejada C.).

“(El Parque) Jaragua tiene un valor excepcional tanto desde el punto de vista paisajístico, como del punto de vista de la biodiversidad, albergando un gran número de plantas y animales endémicos y conservando comunidades vegetales en un estado prácticamente intacto.

“Los ecosistemas del Parque Jaragua son de una gran fragilidad, debido a la aridez de la zona y falta de agua. La instalación de cualquier infraestructura y en particular la apertura de pistas o senderos, debería realizarse con la máxima prudencia. La población existente de pescadores y los medios de que disponen, indicarían un aprovechamiento sostenible del recurso pesquero hasta la fecha, sin mayores problemas.

“En Pedernales el agua parece ser uno de los factores limitantes para su desarrollo. Sin duda esta es una de las razones por las que Jaragua se ha mantenido tal como está.

“La provincia de Pedernales tiene una oportunidad única de desarrollar el ecoturismo, teniendo a muy poca distancia una de las mejores muestras de la región caribeña de bosques secos, playas vírgenes, humedales y arrecifes coralinos, y la sierra con distintos tipos de bosque, vistas espectaculares, temperatura suave y una gran riqueza en aves endémicas. Existe la posibilidad de mejorar y embellecer la población de Pedernales convirtiéndola en un atractivo turístico y permitiendo el desarrollo de pequeños y medianos hoteles en la población. Finalmente, entre Pedernales y Cabo Rojo existe una larga playa con humedales y manglares, donde podría promoverse el desarrollo de turismo de playa, con algunos hoteles mayores. Estos desarrollos que sin duda tendrían un gran impacto en las áreas naturales sobre las que se implantarían, deberían hacerse incorporando los valores naturales de su entorno como manglares, lagunas y humedales, como elementos ornamentales, como zonas tampón entre un hotel y el siguiente, reconociendo sus valores y atractivo. Cada hotel debería tener una superficie igual o mayor a la que ocupa destinada a “jardín”- reserva natural privada para sus clientes y como contribución a la conservación de la biodiversidad.

“En Pedernales una naturaleza excepcional que se encuentra dentro y fuera de los parques nacionales contrasta con una población con un elevado nivel de desempleo. El Plan Maestro de desarrollo turístico debe garantizar que el desarrollo turístico tenga un impacto en la erradicación de la pobreza y que tenga lugar adoptando los principios de sostenibilidad ambiental. Es fundamental que si se desarrollan complejos hoteleros, estos tengan el máximo impacto en la población, e incluso un impacto positivo en la conservación de los valores naturales de la región. El desarrollo turístico no debe ser una excusa para minar un patrimonio natural excepcional que no es sólo de los dominicanos, sino también de la humanidad

“La conservación de los valores naturales excepcionales del suroeste de la República Dominicana debe ir en paralelo a un aprovechamiento ecoturístico racional que garantice beneficios a largo plazo para el conjunto de la población local. Sobre todo en esta región de la Dominicana, existe una oportunidad de hacer las cosas de otra manera, una oportunidad de crear nuevos instrumentos como el que se ha planteado ya, de un fondo social y ambiental, nutrido por los inversores, hoteleros y clientes, que promueva inversiones en educación, salud y otras áreas en beneficio de la población local, y también inversiones en los parques y áreas naturales para garantizar su conservación y el mantenimiento de las infraestructuras para los visitantes”.


lunes, abril 03, 2006

Desde mi estudio / Un cambio cultural

Un cambio cultural


Milton Tejada C.
Hace unos meses –diciembre del 2005- la Universidad Iberoamericana dio apertura a un Centro de Innovación y Desarrollo –CIDE- que pretende contribuir a elevar la competitividad de las empresas dominicanas frente a la apertura comercial. La verdad es que un elemento fundamental de este tema es el de los recursos humanos, y las universidades constituyen el marco institucional para impulsar los mismos.
Hace unos días tuve el placer de entrevistar a Manuel Diez, exitoso empresario que se encuentra al frente de DIESCO, industria del plástico. Entre muchos, tratamos un tema que quiero destacar: la necesidad de un cambio de mentalidad por parte de los industriales dominicanos. En sus palabras: romper la mentalidad insular de nuestros gerentes, el “mundo es ancho y ajeno”, pero no se resiste a que lo hagamos propio.
El Presidente Leonel Fernández ha hablado de la necesidad de una estrategia de competitividad. Incluso, refiriéndose al sector industrial de modo particular, planteó la necesidad de una “convergencia industrial” que elimine la dualidad de políticas existentes en relación a las zonas francas y a la industria nacional.
Mentalidad insular, reducido papel de las academias en el desarrollo de recursos humanos cara a mercados cada vez más abierto, dualidad de políticas públicas… Sin embargo, hay un elemento en común: sectores que deben desarrollar alianzas estratégicas para un desarrollo sostenible de la nación, para el bienestar del país, marchan de modo paralelo, a veces se contraponen y hasta se oponen, no definen formas de cooperación adecuadas… para los empresarios, el Estado obstaculiza; para el Gobierno, los empresarios no quieren competir…
En ese sentido, se requiere un cambio de cultura, una capacidad de trabajar juntos, un soñar una nación camino al bienestar de sus hombres y mujeres, de sus familias… se requiere saber que el único modo de que el bienestar de unos pocos se convierta en bienestar duradero es que haya posibilidades para todos. Se requiere asumir cuáles son nuestras ventajas y nuestros puntos débiles. Atreverse, por parte de empresarios que deben asumir que una de sus características es el riesgo. Toda inversión es un riesgo. Se requiere transparencia por parte de un Estado que se niega a la transparencia. Y los aportes de academia que no deben reducirse a repetir o a importar tecnologías con el correspondiente manual de cómo armarlas y usarlas. Desafíos.
03 de Abril, 2006.