domingo, octubre 13, 2019

Comunicación y pareja


Cerrar y abrir la comunicación

Estas son pautas que abren y cierran la muralla que separa a una pareja. Esa muralla tejida de encuentros y desencuentros, de la historia que cada uno trajo a la relación, del ser distintos y a veces distantes. Son pautas para cerrar la comunicación, haciendo más difícil la convivencia. Y pautas para derribar muros y que fluya con mayor ligereza la palabra, la ternura, el acuerdo, el perdón…

Para cerrar la comunicación

Pensar que el otro debe pensar igual que tú. / El otro tiene una manera distinta de ver las cosas. Es necesario aprender a negociar, si escuchan aprenderán a entender la visión del otro. En una relación de pareja nunca hay una sola razón. Hay que tener ganas de escuchar al otro y encontrar juntos una solución.

Hablar sin escuchar o escuchar sin hablar. Es frustrante una discusión con una persona que no dice nada. Cualquier postura cerrada (el que solo habla, el que solo escucha) afecta la comunicación. La comunicación debe ser abierta, flexible. Saber escuchar es clave, saber hablar también.
Hablar es la escoba que limpia los conflictos, aclara los malos entendidos.
No podemos decir que amamos a una persona con la que no nos comunicamos.
Equivocación: muchos aprendimos que hablar es pelear, lastimar, destruir, eso es incorrecto. Hablar es tener la oportunidad del reencuentro, de escuchar lo que el otro siente, de aclararlo.

Descalificar lo que siente el otro. No tienes que entender lo que el otro siente, si pare él o ella algo es importante, entonces lo respeta, lo escuchar y aunque no lo compartes, le da validez.
Descalificar es violencia y lleva a la baja autoestima, lo cual convierte a las personas en tóxicas. Asegúrate de respetar los sentimientos del otro.

Hablar de lo importante en el peor momento. Para hablar hay que dar espacio. Hagan una cita para hablar, hagan citas de “novios”, para relajarse, disfrutar de lo que les gusta. La vida tiene disfrutes y dolores. Y recuerden, a veces tienen conflictos que resolver, pero ustedes no son un conflicto, son mucho más que eso. Si vemos al otro como el problema, probablemente nos amarguemos y hasta lleguemos al divorcio.

No verse a los ojos. Siempre que conversen cosas del corazón, mírense a los ojos. Cuando hables con ella o con él, mírale a los ojos (ejercicio: hablar con los ojos).
Mirarse a los ojos muestra el corazón. Mírense al hablar, al hacer el amor, al disfrutar de una cena, al ser testigos de las travesuras de sus hijos, para coquetearle, para ser cómplices, para un contacto travieso de amo y compañerismo verdadero.

Sentir que si reconoces tu error pierdes. Una persona que sabe decir “lo siento” es una persona con buena autoestima. Reconocer tu error no quiere decir que te pondrás en el piso para que te pisoteen.
Una persona capaz de reconocer su error no pierde, gana, porque esto le da la oportunidad de corregirlo y ser una mejor persona para su vida. Todos tenemos derecho a equivocarnos.
No necesitas ser perfecto para ser amado, sólo necesitas ser responsable de tus errores, saber pedir disculpas, y hacerlo mejor la próxima vez.
Cuando tu pareja reconozca que se ha equivocado, que ha cometido un error, dale las gracias y reconócele su capacidad de hacerlo.

Discutir para pelear y no saber negociar. Discutir no es pelear. Discutir es poner en la mesa un conflicto que pensamos diferente, sentimos diferente, necesitamos diferente, pero debemos encontrar un punto de encuentro para caminar juntos. En las parejas, como en la vida, todo es una eterna negociación.

Sacar un expediente de conflictos y faltas. Los conflictos, como los expedientes, deben tener fecha de vencimiento. El armar expedientes es una forma de perderte en discusiones interminables. Aprende esto: problemas de hoy, soluciones de hoy, y si hay un viejo tema que no hablaste, pero que no puedes dejar o no puedes soltar, entonces habla específicamente de eso.

Interpretar lo que el otro dice. Ser objetivo y describir un comportamiento sin interpretarlo es difícil, complicado. Cuando interpretas el acto del otro estás poniendo algo que procede de ti, no de él, y que cerrará la comunicación. Hay que hacer un esfuerzo por describir más que por interpretar.

Decir que otros piensan como tú. Atribuir a otros que piensan como tú para no hacerte responsable de lo que sientes, dices. Quieres meter a otros en la discusión (p.e.: “tu mamá piensa lo mismo”). Es un golpe bajo y solo logra que la otra persona se cierre.

Para abrir la comunicación:

Empatizar con lo que siente:
Escucho lo que sientes;
Acepto tu enojo;
Tu dolor es válido para mí;
Lamento tu tristeza;
Respeto tu miedo.

Reconocer y agradecer. Decir ¡gracias!
Gracias por decirme linda;
Gracias por el desayuno;
Qué bien te ves hoy, me gustas;
Amo cuando haces esto por mí;
Gracias por la iniciativa de hoy.

Asumir la responsabilidad:
Quiero que sepas que reconozco que este error es mío, no tuyo;
Te pido disculpa, no me di cuenta de mi error;
Asumo la responsabilidad de esto;
Me equivoqué, gracias por ayudarme a verlo;
Me comprometo a prestar atención en esto.

Decir lo que sientes en primera persona:
Me hace sentir invisible;
Me da miedo que me mientas;
Me enojo con tu comportamiento;
Me lastima lo que dices;
Siento que nada de lo que hago es suficiente.

No juzgar:
Sé que no hay mala intención, pero esto me afecta;
Confío en que lo harás;
Tu comportamiento me lástima;
No comparto lo que piensas;
No te juzgo, debe ser difícil para ti.

Tener una buena comunicación contigo mismo(a):
Diálogo conmigo y doy un espacio para observar lo que sientes;
Escribir lo que piensas y sientes antes de hablar con tu pareja;
Hablar con alguien capacitado en el tema para entender mejor;
Observar si estás sobredimensionando lo que pasa.
Observo lo que permito y genero con mi comportamiento.

Escuchar al otro con verdadero interés:
Sin teléfono, tele, computadora, etc.
Mirar a los ojos;
Ir acompañado con la cabeza y comentar algo de lo que dice, no interrumpir;
Escuchar intentando conocer y comprender su mundo.

Pensar en formas de resolver:
Preguntar qué necesita de ti;
Proponer soluciones;
Tener claro lo que tú quieres.
Actitud de que todo tiene solución;
Actitud de cambio, de querer moverse.

Bajarle tres rayitas a tu infierno:
Busca sanar tus heridas, la comunicación no será eficaz si traes una herida abierta;
Hay que tomar tiempo para cerrar el dolor;
Llorar para desahogarse y escribir son buenos recursos.
Separar tu historia de la relación, para no cobrar facturas que no le corresponden.

(Estas idea s fueron tomadas del libro “Sana tus heridas en Pareja”, de Anamar Orihuela).

miércoles, octubre 09, 2019

Conflicto y pareja


Manejo de conflictos:
La ruptura conyugal

¿Alguna vez te has sentido herido por causa de tu cónyuge? Seguro que sí. ¿Alguna vez has sido la causa del dolor en la vida de tu pareja? Seguramente. En toda relación matrimonial, el esposo y la esposa han sido tanto el ofendido como el ofensor, la causa y el objeto del dolor conyugal.

¿Por qué nos herimos mutuamente si somos esposos? ¿Por qué dos personas que se han comprometido a amarse el uno al otro durante toda la vida  veces se olvidan del otro, se ignoran o se ponen en contra? Porque todo matrimonio está formado por dos personas imperfectas que a veces son desconsideradas, insensibles, ásperas, o sencillamente egoístas. Y dos personas imperfectas compartiendo el mismo espacio están destinadas a tener desacuerdos. Todos tenemos estos “topetazos” conyugales de vez en cuando, no importa cuánto deseemos evitarlos y cuán tristes nos sintamos cuando suceden.

Cada matrimonio tiene su cuota de malentendidos y errores en la relación, conflictos y desaires, palabras hirientes y peleas a gritos que terminan en dolor. Y a veces es como una colisión de frente que causa daños más severos (como traición, infidelidad o abuso). No importa cuán profundamente se amen usted y su cónyuge. No se trate de preguntar si sucederá, sino CUÁNDO.

Entonces ¿qué haces cuando sucede? ¿Cómo respondes cuando un conflicto te hiere a ti, a tu cónyuge o a los dos? Muchas parejas no saben qué hacer. Por eso no hacen nada e inevitablemente se distancian. “El indicador número uno de divorcio es el hábito de evitar el conflicto”, afirma Diane Solle.

La resolución de conflictos y heridas se encuentra a la misma altura que la comunicación, que es el principal problema que enfrentan las parejas. Muchos estamos desorientados a la hora de resolver desavenencias conyugales.

¿Por qué? Porque nadie nos enseñó cómo hacerlo. No recibimos en el hogar un ejemplo para resolver conflictos de una manera saludable. A menudo, ni siquiera aprendemos a resolver conflictos conyugales en la iglesia. Entonces, en lugar de sanar nuestras heridas y continuar con la vida, dejamos que nuestros problemas se acumulen, pensando erróneamente (o deseando en secreto) que el tiempo en verdad sana todas las heridas. No es así. En cambio, con el tiempo, los conflictos sin resolver y las heridas sin sanar endurecen nuestros corazones y abren una brecha entre nosotros como esposos.

Cuando enterramos nuestros conflictos en lugar de enfrentarlos, cuando guardamos nuestro dolor en lugar de ocuparnos de él, se pone en marcha un proceso. Evitarlo finalmente te guiará a un lugar adonde no quieres ir: al DIVORCIO EMOCIONAL. Es posible que nunca te separes físicamente o inicies un divorcio legal por determinadas razones, como las apariencias, los hijos o convicciones religiosas. Pero la DISTANCIA ENTRE USTEDES SEGUIRÁ ENSANCHÁNDOSE hacia una separación en la relación y un divorcio emocional. Te sentirás atascado e infeliz, viviendo en la misma casa y compartiendo el mismo apellido. El matrimonio soñado que alguna vez compartieron morirá lenta y dolorosamente. Todo lo que les falta es iniciar públicamente los trámites en los tribunales locales.

Cuando tu cónyuge habla acerca de la importancia que tiene su matrimonio, escúchalo. Cuando dejar de hablar, cuidado, puede significar que han dejado de buscar salida. Si este modelo de separación emocional continúa durante seis meses o más, este cónyuge puede terminar yéndose físicamente.

(Nota MT: ¿Qué debemos saber? ¿Qué podemos hacer? Son preguntas que requieren respuestas).


(Editado de Rosberg, Gary y Bárbara: Sana las heridas en tu matrimonio, 2007. pp. 16-19).