miércoles, octubre 09, 2019

Conflicto y pareja


Manejo de conflictos:
La ruptura conyugal

¿Alguna vez te has sentido herido por causa de tu cónyuge? Seguro que sí. ¿Alguna vez has sido la causa del dolor en la vida de tu pareja? Seguramente. En toda relación matrimonial, el esposo y la esposa han sido tanto el ofendido como el ofensor, la causa y el objeto del dolor conyugal.

¿Por qué nos herimos mutuamente si somos esposos? ¿Por qué dos personas que se han comprometido a amarse el uno al otro durante toda la vida  veces se olvidan del otro, se ignoran o se ponen en contra? Porque todo matrimonio está formado por dos personas imperfectas que a veces son desconsideradas, insensibles, ásperas, o sencillamente egoístas. Y dos personas imperfectas compartiendo el mismo espacio están destinadas a tener desacuerdos. Todos tenemos estos “topetazos” conyugales de vez en cuando, no importa cuánto deseemos evitarlos y cuán tristes nos sintamos cuando suceden.

Cada matrimonio tiene su cuota de malentendidos y errores en la relación, conflictos y desaires, palabras hirientes y peleas a gritos que terminan en dolor. Y a veces es como una colisión de frente que causa daños más severos (como traición, infidelidad o abuso). No importa cuán profundamente se amen usted y su cónyuge. No se trate de preguntar si sucederá, sino CUÁNDO.

Entonces ¿qué haces cuando sucede? ¿Cómo respondes cuando un conflicto te hiere a ti, a tu cónyuge o a los dos? Muchas parejas no saben qué hacer. Por eso no hacen nada e inevitablemente se distancian. “El indicador número uno de divorcio es el hábito de evitar el conflicto”, afirma Diane Solle.

La resolución de conflictos y heridas se encuentra a la misma altura que la comunicación, que es el principal problema que enfrentan las parejas. Muchos estamos desorientados a la hora de resolver desavenencias conyugales.

¿Por qué? Porque nadie nos enseñó cómo hacerlo. No recibimos en el hogar un ejemplo para resolver conflictos de una manera saludable. A menudo, ni siquiera aprendemos a resolver conflictos conyugales en la iglesia. Entonces, en lugar de sanar nuestras heridas y continuar con la vida, dejamos que nuestros problemas se acumulen, pensando erróneamente (o deseando en secreto) que el tiempo en verdad sana todas las heridas. No es así. En cambio, con el tiempo, los conflictos sin resolver y las heridas sin sanar endurecen nuestros corazones y abren una brecha entre nosotros como esposos.

Cuando enterramos nuestros conflictos en lugar de enfrentarlos, cuando guardamos nuestro dolor en lugar de ocuparnos de él, se pone en marcha un proceso. Evitarlo finalmente te guiará a un lugar adonde no quieres ir: al DIVORCIO EMOCIONAL. Es posible que nunca te separes físicamente o inicies un divorcio legal por determinadas razones, como las apariencias, los hijos o convicciones religiosas. Pero la DISTANCIA ENTRE USTEDES SEGUIRÁ ENSANCHÁNDOSE hacia una separación en la relación y un divorcio emocional. Te sentirás atascado e infeliz, viviendo en la misma casa y compartiendo el mismo apellido. El matrimonio soñado que alguna vez compartieron morirá lenta y dolorosamente. Todo lo que les falta es iniciar públicamente los trámites en los tribunales locales.

Cuando tu cónyuge habla acerca de la importancia que tiene su matrimonio, escúchalo. Cuando dejar de hablar, cuidado, puede significar que han dejado de buscar salida. Si este modelo de separación emocional continúa durante seis meses o más, este cónyuge puede terminar yéndose físicamente.

(Nota MT: ¿Qué debemos saber? ¿Qué podemos hacer? Son preguntas que requieren respuestas).


(Editado de Rosberg, Gary y Bárbara: Sana las heridas en tu matrimonio, 2007. pp. 16-19).



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