Manejo de
conflictos:
La ruptura
conyugal
¿Alguna vez te has sentido herido por causa de tu
cónyuge? Seguro que sí. ¿Alguna vez has sido la causa del dolor en la vida de
tu pareja? Seguramente. En toda relación matrimonial, el esposo y la esposa han
sido tanto el ofendido como el ofensor, la causa y el objeto del dolor
conyugal.
¿Por qué nos herimos mutuamente si somos esposos?
¿Por qué dos personas que se han comprometido a amarse el uno al otro durante
toda la vida veces se olvidan del otro,
se ignoran o se ponen en contra? Porque todo matrimonio está formado por dos
personas imperfectas que a veces son desconsideradas, insensibles, ásperas, o
sencillamente egoístas. Y dos personas imperfectas compartiendo el mismo
espacio están destinadas a tener desacuerdos. Todos tenemos estos “topetazos”
conyugales de vez en cuando, no importa cuánto deseemos evitarlos y cuán
tristes nos sintamos cuando suceden.
Cada matrimonio tiene su cuota de malentendidos y
errores en la relación, conflictos y desaires, palabras hirientes y peleas a gritos
que terminan en dolor. Y a veces es como una colisión de frente que causa daños
más severos (como traición, infidelidad o abuso). No importa cuán profundamente
se amen usted y su cónyuge. No se trate de preguntar si sucederá, sino CUÁNDO.
Entonces ¿qué haces cuando sucede? ¿Cómo respondes
cuando un conflicto te hiere a ti, a tu cónyuge o a los dos? Muchas parejas no
saben qué hacer. Por eso no hacen nada e inevitablemente se distancian. “El
indicador número uno de divorcio es el hábito de evitar el conflicto”, afirma
Diane Solle.
La resolución de conflictos y heridas se encuentra
a la misma altura que la comunicación, que es el principal problema que
enfrentan las parejas. Muchos estamos desorientados a la hora de resolver
desavenencias conyugales.
¿Por qué? Porque nadie nos enseñó cómo hacerlo. No
recibimos en el hogar un ejemplo para resolver conflictos de una manera
saludable. A menudo, ni siquiera aprendemos a resolver conflictos conyugales en
la iglesia. Entonces, en lugar de sanar nuestras heridas y continuar con la
vida, dejamos que nuestros problemas se acumulen, pensando erróneamente (o
deseando en secreto) que el tiempo en verdad sana todas las heridas. No es así.
En cambio, con el tiempo, los conflictos sin resolver y las heridas sin sanar endurecen
nuestros corazones y abren una brecha entre nosotros como esposos.
Cuando enterramos nuestros conflictos en lugar de
enfrentarlos, cuando guardamos nuestro dolor en lugar de ocuparnos de él, se
pone en marcha un proceso. Evitarlo finalmente te guiará a un lugar adonde no
quieres ir: al DIVORCIO EMOCIONAL. Es posible que nunca te separes físicamente
o inicies un divorcio legal por determinadas razones, como las apariencias, los
hijos o convicciones religiosas. Pero la DISTANCIA ENTRE USTEDES SEGUIRÁ
ENSANCHÁNDOSE hacia una separación en la relación y un divorcio emocional. Te
sentirás atascado e infeliz, viviendo en la misma casa y compartiendo el mismo
apellido. El matrimonio soñado que alguna vez compartieron morirá lenta y
dolorosamente. Todo lo que les falta es iniciar públicamente los trámites en
los tribunales locales.
Cuando tu cónyuge habla acerca de la importancia
que tiene su matrimonio, escúchalo. Cuando dejar de hablar, cuidado, puede
significar que han dejado de buscar salida. Si este modelo de separación
emocional continúa durante seis meses o más, este cónyuge puede terminar
yéndose físicamente.
(Nota MT: ¿Qué debemos saber? ¿Qué podemos hacer? Son
preguntas que requieren respuestas).
(Editado de Rosberg, Gary y Bárbara: Sana las
heridas en tu matrimonio, 2007. pp. 16-19).
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