sábado, septiembre 22, 2018

El abandono y sus huellas


Huellas dolorosas del abandono por los padres
Milton Tejada C.

Estaba sentada frente a mí. Necesitaba llorar y apenas sollozo, porque al parecer un nudo en el alma le impedía llorar plenamente. ¡Se casó a los 15! Unos meses antes de casarse –de unirse a un hombre, dice ella- murió su madre (de cáncer, lo recuerda bien). Un año antes, había muerto su padre. Era la cuarta de siete hermanos y tuvo que hacerse cargo, en cierto sentido, de sus dos hermanos más pequeños. “Los grandes hicieron su vida”. Fue a vivir con un abuelo que la rechazaba, que le decía constantemente que se fuera, que era como su madre.
“Mi papá no nos daba atención. Mi mamá sí era buena. Éramos muy pobres, pero ella nunca permitió que nos pasara nada. Vivimos cerca de papá (así le dice al abuelo) porque así podíamos sobrevivir, pero mi mamá le tenía miedo. Nos escondíamos cuando él llegaba. Ella nos protegía”, dice Ángela (así llamaré a esta mujer, nombre ficticio por supuesto). La figura de seguridad, soporte y apoyo desapareció.
Una palabra define su condición: abandonada. Un abandono, en este caso, involuntario. Ya no hay atención, no hay cuidado por parte de la madre (hay otras condiciones o circunstancias por la cual un niño o niña puede sentirse abandonado como, por ejemplo, el nacimiento de un hermanito o hermanita o padres ausentes del hogar por su excesiva dedicación al trabajo, pero aquí relato el abandono a causa de la muerte de los padres).
Así se siente. Ese es su dolor. Un dolor del pasado que le impide la paz en el presente. Hacerlo consciente, saber que durante muchos años no les perdonó que se fueran, que murieran, que le quitaran el poco de seguridad que le daba su presencia (seguridad emocional, no material) es una condición sine qua non para sanar. El dolor que no se hace consciente no sana y tiende a marcar nuestro presente.
Consecuencias de este abandono involuntario es el que se siente poco amada y se valora poco. Asumió una relación de la cual se ha hecho dependiente “por necesidad”. Transitó por los caminos del alcohol.
Esta historia también nos revela la importancia de la mujer-madre para la continuidad de la estructura familiar en nuestra sociedad. Su muerte es la ruptura de esta estructura o, si se quiere, la reestructuración para la cual casi nunca están preparados los hijos, y mucho menos si estos hijos son niños o niñas. Más grave aún por el hecho de que faltaron los dos padres.
Para Ángela, el matrimonio fue la salida. En cierto modo, buscó al padre que no tuvo. Un hombre 20 años mayor que ella, con el que tuvo varios hijos.

Sin salidas fáciles
Ángela comenzó a sanar el día en que hizo consciente su dolor. En que expresó su rabia por la muerte de su madre, por el maltrato de su abuelo, por la decisión de unirse en pareja no por amor –así lo dice-, sino porque era su salida a sus circunstancias en ese momento. Rabia, dolor, resentimiento, raíces de amargura, brotan, junto a una profunda tristeza.
Para ella, las relaciones afectivas con sus hermanos son inseguras. “Me quieren, pero no me lo demuestran”, asegura. Se aferra a su pareja no porque la valore como tal –aunque es un buen hombre- sino porque no quiere que sus hijos pasen por la pena de ser abandonados por su padre.
El apoyo desde la labor de consejería es cognitivo (como lo sería también en una labor terapéutica más profunda). Ella necesita identificar los elementos de ese abandono (involuntario en este caso) que se han hecho un esquema en su vida actual para poder superarlos. Es una labor, por lo tanto, de concienciación de descubrimiento, de renuncia y superación y de aprender a vivir con sus limitaciones, de aprender a amarse en definitiva.
El contar con una comunidad de fe puede ayudarla. Otras mujeres pueden convertirse en un referente de lo que significa ese amarse a sí misma. El asumir que Dios la ama como un Padre incondicional y que nunca la abandonará, también (“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!” – Isaías 49:15; “El SEÑOR irá delante de ti; El estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes”. Deuteronomio 31:8).
Hoy ella recorre un camino hacia una mujer más fuerte y segura, consciente de quién es y de su valor. Un camino que puede ser más largo o más corto, pero que indudablemente lleva a la libertad. Y, en definitiva, a reconocerse como Hija de Dios.


sábado, septiembre 08, 2018

Una vueltecita por México / 2

¿Será posible en Santo Domingo?

Escribo esta segunda entrega -breve- mientras espero en el Aeropuerto de Los Cabos (el avión de las 6.00 am me dejó. Un torrencial aguacero nos impidió llegar a tiempo). Y ya no se trata de aviones, sino de bicicletas.

En el año 1996 estuve durante un mes en La Habana, Cuba. Viajé allá buscando la salud de mi padre (en ese momento el procedimiento común que hoy llamamos cateterismo creo que no lo realizaban). Nos ayudó con los contactos mi entonces suegro -que también falleció en Cuba-, Roberto Duvergé Mejía. Mi padre fue atendido en el hospital Hermanos Almejeira. Fue un mes delicioso en el que pude andar la capital cubana casi todo el tiempo a pie, caminando.

Oigan esta cifra: en La Habana existían en ese momento un millón de bicicletas, según me informaron las enfermeras. Y lo creí. Lo extraordinario es que se respetaba al que montaba una bicicleta, tenía espacio, tenía vía. Ustedes dirán: en La Habana es fácil, pues el parque vehicular es mínimo. 

Sí y no. Hay una cultura y eso es importante. Pero extraordinario es que en una urbe como México, Distrito Federal, con un tránsito caótico y cuya población supera la de República Dominicana completa, por lo menos en tres delegaciones, ya el andar en bicicleta es un hecho (aunque debo reconocer que muchos de los ciclistas andan tan locos como los autos, y fácilmente te atropellan).

Luego de concluir la visita al Bosque de Chapultepec regresamos viendo grandes edificios, nuevas construcciones. En La Reforma hay una vía exclusiva para bicicletas. En el área central, hay bicicletas disponibles. El público puede acceder a ellas. 

Al investigar encontré que el primer servicio de este tipo fue Ecobici, un sistema alternativo que inició sus operaciones en la delegación de Cuauhtémoc (tengo que decirles que escribir algunos nombres mexicanos me es difícil, debo verificarlos). Este proyecto fomenta el uso de la bicicleta como medio de transporte con el fin de disminuir el uso del automóvil y de esta manera mejorar la calidad del aire en la ciudad de México. 

El costo anual para el usuario es relativamente módico: MX$300.00 (equivalente a unos US$15.00, es decir, aproximadamente RD$750.00). Al detenernos para verlas pude comprobar que se les da mantenimiento. Tienen un sistema de localización que hace muy difícil -dicen que imposible- su robo.

El proyecto –según indica lo que encontré en la Red- fue ampliado a otras delegaciones en febrero del presente año. Las dos delegaciones son las de Benito Juárez con una empresa que se llama Vbike y la de Miguel Hidalgo con Mobike, con dos mil unidades en cada caso. Bicicletas de nueva generación, ligeras y a prueba de robos.

Para Juan Roberto -que es una nueva generación- esto parece natural. Para mi, es esperanzador.

En el 2002 o 2003 -si mal no recuerdo- vi un proyecto similar en Granada, España (andaba con mi esposita Ysabel, en estudios sobre el manejo de crisis, con mi amiga Adriana del Comte).

Yo me pregunté al finalizar este primer día en el Distrito Federal y ver esta experiencia... ¿será posible en Santo Domingo?






jueves, septiembre 06, 2018

Una vueltecita por México /1

Unos pasitos por el Distrito Federal

No soy un hombre de andaderas internacionales. Caminar, sí. Andar los rincones de mi país, sí. Conocer personas –que son caminos a su modo-, sí. Por eso mi esposita Ysabel no dudo en animarme a venir a México cuando mi hijo Juan Roberto me cursó la invitación, me pagó el pasaje y me pidió compartir unos días con él.

Juan cumple años el 14 de septiembre, esa fue la excusa, porque la realidad es que nos anima el compartir el uno con el otro. En lo particular, me siento muy orgulloso de mis cuatro hijos. Diferencias entre nosotros, muchas. A mi alegra que cada uno haya encontrado su propio camino, que vivan a plenitud, que disfruten, que crezcan en lo emocional y en lo profesional. Otras cosas anhelo para ellos, del corazón, y es poder decir un día: “Yo y mi casa serviremos al Señor”. No me toca, sin embargo, definir ese andar, puesto que la fe no es una costumbre, una tradición, una herencia. También en esto, muchachos, ustedes tienen y tendrán su palabra.

Juan Roberto cumple años un día antes del Grito de Dolores, expresado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla y del cual existen múltiples versiones. A mí me basta con: ¡Viva México!). “Los mexicanos salen a las calles y a las plazas públicas cada 15 de septiembre a gritar su independencia. El presidente, el gobernador, el alcalde o cualquier otro político en turno lanza arengas a la multitud y millones siguen la ceremonia en sus casas al calor del pozole y el tequila. El grito de Independencia es causa y efecto de la identidad nacional de México, prácticamente todos los elementos y los símbolos que la construyeron confluyen en la celebración: el verde, el blanco y el rojo salpican la decoración de las casas, en las que suena música mexicana y se come comida mexicana”, así dice el diario El País en un reportaje sobre cómo celebran los mexicanos en esta ocasión[1].

Distrito Federal
Juan Roberto y yo frente al Ángel de la Independencia.
Llegué a México, Distrito Federal, el jueves y me alojé en un hotel cercano al aeropuerto, el hotel Krystal. El viernes en la madrugada Juan Roberto me alcanzó y al mediodía nos fuimos a un hotel céntrico, en el Paseo de la Reforma, el hotel City Xpress Club Ángel de la Independencia, que parece llevar su nombre precisamente porque queda frente al monumento de ese nombre.

En la tarde fuimos caminando al Bosque de Chapultepec. Tiene una entrada majestuosa, llena de arte y símbolos. El cansancio nos hizo tomar un “trencito”, demasiado rápido. Es al dejar el tren que realmente uno disfruta de lo que ofrece este bosque.

A la entrada del bosque de Chapultepec.
Monumento a los Héroes de la Patria
(en construcción).
Es uno de los grandes centros turísticos de la Ciudad de México y también uno de los sitios más visitados de la capital mexicana. Datos obtenidos en la red dan cuenta de que recibe alrededor de 18 millones de personas al año (es decir, 1.5 millones en promedio por mes)

En él disfrute de la vista del Lago Mayor. Me cuentan que en las noches se convierte en cine (debe ser algo espectacular ver una película desde uno de sus botes). También acudí a un centro de la Universidad Autónoma de México, conocido como Casa del Lago Juan José Arreola. Construida en 1908 y propiedad de la UNAM desde 1930. A partir de 1959 (año de mi nacimiento) pasó a ser el primer centro cultural universitario extramuros. No entramos a la Casa, faltaba mucho parque por recorrer y estábamos cansados.

Casa del Lago
Bosque de Chapultepec
Al frente, unos jóvenes ensayaban una obra de teatro. Y en la plazoleta, una escultura de uno de mis poetas preferidos, León Felipe. En una placa una de sus frases más famosas: “Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo”

Luego de estos pasitos nos encaminamos de nuevo hacia el hotel. Los huesos viejos no dan para mucho. Mañana les sigo contando. Debajo, algunas fotos del recorrido.










Fotos diversas:


En la entrada del Bosque de Chapultepec

Exhibición fotográfica en la entrada del
Bosque de Chapultepec

Juan Roberto y yo, detrás el monumento
a los Héroes de la Patria



Escultura de León Felipe, uno de mis
poetas preferidos.

La Casa del Lago, vista en su parte frontal.

El Lago.























[1] . Día de la Independencia de México: “El grito de independencia es solo un pretexto para irte de fiesta” (16 de Septiembre, 2017). Contribuido de: https://elpais.com/internacional/2017/09/15/mexico/1505471848_605852.html