lunes, julio 09, 2007

Tierra Adentro / Sin derecho a queja (dos)

9 de Julio, 2007

“La injusticia es una madre jamás estéril: siempre produce hijos dignos de ella” Adolphe Thiers (1797-1877)

Sin derecho a queja (dos)

El lunes de la semana pasada comentamos –a partir de un artículo de nuestra amiga Tahira Vargas- una de las dimensiones que explican la violencia: la socialización masculina. Comenzamos a introducir otra explicación –a partir de expresiones de nuestra prensa escrita-: el inaceptable nivel de exclusión social.

Hoy leemos un artículo de Osvaldo Santana, director de CDN-Televisión, quien en el diario El Caribe (“El llamado a huelga es parte de un proyecto mayor” – Osvaldo Santana – El Caribe – 9 de Julio, 2007) señala que el llamado a huelga hecho por el Foro Social Alternativo para este lunes, puede poner en evidencia “que hay una creciente inconformidad, que ya no basta con estabilizar la economía y detener el desastre de la administración de Hipólito Mejía y que la equidad social debe ser más que una palabra.

Este, el de la inequidad social, es un tema pendiente de casi todos los gobiernos de América Latina. Sin embargo, “mal de muchos, consuelo de tontos”. Ya decíamos que un Gobierno que renuncie o se muestre incapaz de solucionar este tema pierde “autoridad” (y también la legitimidad de la que hablan los politólogos).

Queremos retomar nuestro comentario al artículo-ensayo de Dirk Kruijt y Kees Koonings (“Actores armados y ciudades fragmentadas” (Foreign Affairs / Abril-Junio 2007), quienes señalan que la democracia liberal se sostiene mientras los niveles de “exclusión social” y los niveles de “violencia” sean aceptables y mientras haya equilibrio entre ambos elementos.

Planteo la relación desde otro punto de vista: ¿no será que los niveles inaceptables de exclusión social están llevando a niveles inaceptables de violencia?

El posible fracaso de la convocatoria hecha por el Foro Social Alternativo no indicará automáticamente la “conformidad” de la población con las políticas sociales del presente gobierno o, dicho en la lógica que estamos aquí utilizando, “conformidad” con el nivel de exclusión social existente (así como el posible éxito de la convocatoria no indica que sus organizadores tengan capacidad de movilizar la población que acate el llamado).

Los gobiernos apenas han logrado, en el mejor de los casos, construir una maqueta hermosa de sus planteamientos de políticas sociales, efectos demostrativos no duraderos, sostenidos en la voluntad más que en la institucionalidad, carentes de una visión consistente de país a largo plazo y provocando permanentes desequilibrios en el ejercicio de ejecución del Presupuesto Nacional. En definitiva, políticas sociales que no superan el nivel del asistencialismo y de acudir a las emergencias, sin prevenirlas.

Nos encontramos ante el fenómeno de un Estado ausente en la respuesta a las necesidades sociales de los más pobres. En las favelas de Brasil, en las villas de Argentina, en los tugurios de Colombia o en las zonas de Guatemala, parte de la ausencia del Estado es suplida por los traficantes o señores de las drogas. ¿Será este el camino que seguirá República Dominicana?

Aquí, al igual que en Brasil, la pobreza amenaza con poner en ridículo a la democracia dominicana. Los demócratas dominicanos tienen una pregunta pendiente: durante cuánto tiempo es posible que se mantenga una democracia liberal con los grados de desigualdad, pobreza, exclusión social, crimen, drogas y anarquía existentes en nuestra sociedad.

Eduardo Jorge Prats –comentando una opinión de Adriano Miguel Tejada- intenta darnos pistas para una respuesta. Caracteriza dramáticamente la situación de la democracia dominicana y el sistema “clientelar” de partidos y termina con un deseo más que con una descripción de la realidad: “Esta fiesta no puede seguir” (La democracia que necesitamos - Hoy Digital - Viernes 29 de Junio del 2007).

A diferencia de algunas democracias latinoamericanas, en las cuales sus actores políticos –especialmente los partidos- están tratando de construir instituciones y dar respuestas institucionales, en República Dominicana la respuesta es el clientelismo. Y una cultura clientelar parece sostenerse mejor en donde hay pobreza y exclusión social, en donde hay una proporción significativa de la población que no encuentra otro camino para estar “incluida”, aunque sea vía las urnas cada cuatro años.

En ese contexto –y difiriendo de Jorge Prats- lamentablemente, la fiesta sigue y seguirá, porque nuestros políticos parecen estar “borrachos” de clientelismo, de irresponsabilidad en el rendimiento de cuentas (honrosas excepciones). Se han convertido en una entidad “empresarial” autónoma, son “emprendedores”, capaces de correr riesgos, de grandes apuestas y hasta compulsivos jugadores, dispuestos a “perder” una y otra vez.

Para muchos de ellos no existen las fronteras, porque no existen los límites. Nuestro sistema político, nuestra cultura política (la de ellos y la nuestra, como “ciudadanos menores de edad”), es nuestra desgracia…y parte de las explicaciones que podemos dar para la violencia que nos arropa, que todavía nos permite respirar, pero que amenaza con tapar todos nuestros sentidos, inclusive la nariz. En ese contexto, no hay derecho a queja.

Milton Tejada C. /
tejadamilton@yahoo.com

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