miércoles, septiembre 28, 2011

Desde otra óptica / Competitividad 2.0

Educación y emprendedurismo, claves de la nueva competitividad

Interesante la exposición de van der Horst Alvarez en la AMCHAM en torno a la "competitividad 2.0", planteando la necesidad de una reorientación, una revolución, en el sistema educativo, al pasar de la enseñanza basada en adquisición de conocimientos (por muy "activos" que sean sus métodos) a la enseñanza centrada en el desarrollo de competencias como solución de problemas, interpretación de datos, análisis, extracción de información del contexto, discernimiento y raciocinio. "No son asignaturas, son procesos, competencias, habilidades", nos dice.

Subrayamos en rojo las que nos parecen las ideas más relevantes.


Discurso de Andrés van der Horst Álvarez

ante la Cámara Americana de Comercio de RD.

Competitividad 2.0

Discurso de Andrés van der Horst Alvarez, Director Ejecutivo del Consejo Nacional de Competitividad, ante la Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana.

Cuando recibí la invitación de la Cámara Americana de Comercio de ser el orador invitado de su prestigioso almuerzo, mi primer impulso fue pedir que buscaran otra opción, no solo porque como saben nos ha tocado la responsabilidad del montaje del V Foro de Competitividad de las Américas, el evento más importante sobre temas de competitividad, innovación y desarrollo productivo del hemisferio; si no porque como me dijo mi querida esposa Elka: tienes que ser muy pechú para pararte en ese escenario hablar de competitividad después del informe del Foro Económico Mundial.

Pero la posibilidad de no ser llamado de nuevo y perder este espacio que tanto honra, influyó para que hoy estuviera ante ustedes hablando de competitividad, en lo que he centrado mis últimos diez años.

Por fortuna competitividad no resulta hoy una idea esotérica, una palabra de difícil pronunciación y de dudosa implementación como nos producía una década atrás. Ahora, esa palabra extraña figura en el preámbulo de más de una docena de leyes y en la propia Constitución de la República.

Recuerdo cuando en octubre del 2004, a pocos meses de instalarse el Presidente Leonel Fernández para su segundo mandato, la Competitividad fue declarada Política de Estado y el Consejo Nacional de Competitividad se amplió para integrar a todos los ministros de los sectores productivos y al sector privado.

El CNC se convirtió en el espacio habitual de discusión y consenso, en donde sector público y privado, evaluaron las condiciones de su entorno, ensayaron mecanismos de asociatividad y aprendieron a comprender el impacto de la globalización en su cadena productiva y en la economía nacional.

Luego recibimos en enero del 2006 el mandato de “Preparar y llevar a cabo el Plan Nacional de Competitividad”. En esta tarea nos embarcamos de forma participativa Secretarios de Estado (hoy Ministros) empresarios, grupos de productores, y el equipo técnico del Consejo Nacional de Competitividad, con el apoyo de entidades financieras y de cooperación como USAID, el Banco Mundial, el PNUD y el Banco Interamericano de Desarrollo.

El resultado fue el Plan Nacional de Competitividad Sistémica: un conjunto de políticas públicas y reglas de juego claras y definidas, orientadas al fortalecimiento de las instituciones, a los sectores productivos y de promoción de la asociatividad.

Pronto aprendimos a reclamar la competitividad en cada uno de los espacios institucionales existentes; pero hemos fallado en comprender la verdadera dimensión del concepto y su naturaleza de compromiso común y de largo plazo que es lo que permite cosechar los frutos.

Por eso, a pesar del extraordinario ejercicio que representó la formulación y lanzamiento del Plan Nacional de Competitividad Sistémica, algunos aspectos -precisamente los sistémicos- no fueron asumidos con la energía con la que se emprendieron algunas reformas puntuales que son reconocidas y bien valoradas aun dentro de las pésimas calificaciones que arroja el último informe del Foro Económico Mundial.

Como por ejemplo el estado de desarrollo de clusters que obtuvo un puntaje de cincuenta y seis de ciento cuarenta y dos; o la mejoría significativa de cuarenta y uno de ciento cuarenta y dos de los índices de protección a la inversión y protección a los socios minoritarios que vino de la mano de la Ley de Sociedades. En otros aspectos en los que emprendimos reformas, nos hemos quedado estancados en la media de setenta y cuatro de ciento cuarenta y dos al no continuar el ritmo de mejoras sostenidas como es el caso de los indicadores del tiempo y costo para iniciar un negocio.

En el contexto regional, las reformas asumidas nos colocan en el puesto seis para los tiempos y costos de iniciar un negocio; en el número ocho para el desarrollo de clusters, en el número cuatro en facilidad de las gestiones aduaneras y en el puesto cuatro para protección a los inversionistas y socios minoritarios.

Sin embargo, no puedo ocultar que ha sido desalentador el resultado de algunos proyectos importantes que apostaban a generar mayor productividad, encadenamientos e innovación en el aparato productivo nacional y cuya puesta en marcha se ha retrasado en unos casos y limitado en otros.

Me refiero a la tan reclamada y necesaria Mesa Presidencial de Exportaciones, a los programas previstos en la ley de MIPYMES incluyendo sus reglamentos, a la adopción del Sistema Dominicano de Calidad, a la reforma a la Ley de Zonas Francas y a la aplicación truncada de la Ley de Competitividad e Innovación Industrial, la cual esperamos se implemente de manera íntegra desde el primero de enero del año entrante y que además reciba todo el apoyo político y financiero que merece para que dinamice el sector industrial tal y como ha sido concebida.

Es comprensible que cuando NO vemos los resultados esperados, a veces como consecuencia de una realidad global que se debate entre la recesión y el estancamiento económico, se instale dentro de cada uno de nosotros la desconfianza en el futuro y en nuestra capacidad de competir.

Como colectivo, estamos llenos de información y de datos sobre lo que no funciona, funciona mal o se está deteriorando. Pero no recogemos los éxitos, ni los difundimos, ni los replicamos y mucho menos nos felicitamos. Es más, vemos sin espanto como nos comparan en el Informe del Foro Económica Mundial con países como Somalia y Etiopía, que viven en extrema pobreza con el 60 por ciento de población nómada o seminómada.

Este flujo imperfecto de información no permite conocer realmente las capacidades y potencialidades de la empresa dominicana y el impacto positivo de las políticas públicas y medidas que se adoptan.

Nos mantenemos en el plano de anécdotas y no sabemos en qué medida estamos avanzando en la adopción del paradigma de la competitividad, que ha demostrado no ser una moda, sino un signo de estos tiempos en que las tecnologías de la información han diluido las fronteras del tiempo y el espacio.

La economía de hoy es abierta y globalizada en la que el mercado premia la innovación. De las treinta primeras empresas que existían en mil novecientos ochenta en los Estados Unidos, diecisiete, más de la mitad, han sido desplazadas por nuevas empresas que no existían hace treinta años! Entre esas están Google, Microsoft, Amazon y Apple. Digamos que estas son empresas que representan la competitividad 2.0., utilizando como analogía el lenguaje de software cuando sale al mercado una versión que supera a otra.

En la competitividad 1.0, usando el ejemplo anterior, se nos requería mejorar el clima de negocios, las instituciones, las políticas impositivas y de incentivos fiscales y el mercado financiero. Hoy en día, ya para nosotros no es suficiente la reforma, se demanda una transformación revolucionaria. Y de eso quiero hablarles hoy. De lo que llamo Competitividad 2.0 para significar que es un estadio superior de la competitividad que rebasa la esfera de lo institucional y empresarial.

La competitividad 2.0 además sigue la tendencia de la Web 2.0 y del advenimiento de las redes sociales que devuelve el poder al individuo y lo convierte en el centro de las políticas de desarrollo, pues se entiende que la capacidad de generar riquezas y agregar valor radica en la creatividad, en la innovación.

Tomemos el caso de Steve Jobs como ejemplo, el emprendedor que mejor personifica esta era de innovación constante. Su enfermedad ha conmocionado los mercados de una manera que ni la muerte de Henry Ford logró jamás.

La diferencia: pasión, riesgo, visión, ingenio, que nos recuerda que no existe tecnología que no sea el resultado de la obra del espíritu humano, pero más aun, que la innovación constante sólo ocurre en la mente creativa del hombre y la mujer, sobre todo de aquellos bien educados.

En resumen, es hora de reconocer, aunque suene a cliché, que esta sociedad del conocimiento es, en efecto, la que desplaza la sociedad industrial, como ésta en su momento desplazó la sociedad agraria, sin que se interprete que las actividades agrícolas o industriales desaparecen, sino que son transformadas por el conocimiento y la innovación.

NO me voy a sustraer del telón de fondo que acompaña a la República Dominicana en esta coyuntura. Soy consciente de que continuamos empantanados y sin solucionar de una vez por todas el problema energético, con un subsidio eléctrico que hipoteca el desarrollo del país y dificulta cumplir con las inversiones básicas en materia de salud, educación, transporte e infraestructura; y que todo esto aumenta aún más nuestro rezago de cara a la cambiante dinámica del entorno global y el surgimiento de nuevos requisitos para la competitividad de las naciones.

Permítanme abordar de entrada este tema, que aunque incómodo y espinoso, representa una verdadera oportunidad para el desarrollo productivo a corto, mediano y largo plazo. Desde que comenzamos a hablar de competitividad por el año 2001, recuerdo que la pregunta que siempre abría los debates era y tristemente sigue siendo: Cómo vamos a competir con esta energía eléctrica tan mala y cara!

Y es aquí, en este escenario, en que la energía NO convencional comienza a ocupar un lugar en la agenda de los países desarrollados, donde por primera vez me siento optimista en cuanto a la posibilidad real de que nuestro país cuente con fuentes de energía autóctonas, y mejor aún energía limpia!

Al ser un país pequeño, podemos movernos más rápidamente, y saltarnos etapas del desarrollo energético tradicional, para avanzar a paso firme hacia la economía que incorpora al ambiente como oportunidad, y no ya como costo. Me refiero a la economía de bajo carbono que contamina menos.

En República Dominicana definitivamente la solución energética no puede estar centrada en la instalación o mantenimiento de plantas que utilizan combustible fósiles. Tenemos que propiciar una transformación con energías limpias renovables, que aparte de aporta una solución energética y ambiental sostenible tienen además la capacidad de redinamizar la economía y crear empleos.

Asumamos una construcción inteligente, en donde cada techo de casa se convierte en planta generadora de energía solar, y que ya no hayan más vientos huracanados que pasen si hacer girar las aspas de generadores eólicos.

El país ya cuenta con varios proyectos de producción de energía eólica. El Parque Eólico Los Cocos y Quilvio Cabrera iniciaron sus operaciones hace apenas algunos días, y serán inaugurados oficialmente el próximo mes de octubre, mientras que los parques El Guanillo y Matafongo entrarían en los próximos meses a la Red Nacional Interconectada de electricidad para en conjunto aportar unos 103 Megavatios. Esta energía limpia es además un compromiso urgente con nuestro medioambiente, es nuestro aporte impostergable ante la amenaza del cambio climático. Por eso quiero reconocer la labor de entidades como la Comisión Nacional de Energía y la misma CDE en impulsar y promover estos proyectos bajo la visión del excelentísimo presidente Leonel Fernández.

Estas nuevas formas de energía, aunque siguen siendo costosas prevemos que dada la presión internacional se otorgarán más facilidades crediticias para su instalación. Nosotros debemos ser pioneros. Tenemos el sol y los vientos que son el petróleo del nuevo milenio. Lo que son las playas para el turismo, lo es el viento para las energías. República Dominicana, además de sol y playa, es viento y alegría.

Como ven, la competitividad 2.0 necesariamente tiene que implicar rupturas. NO se trata sólo de cómo hacer mejor lo que hacíamos. Hay que hacer otras cosas.

Ahí precisamente radica la importancia de un organismo como el CNC, en servir de contrapunto a las demandas más inmediatas y sentidas que rigen a veces la toma de decisiones políticas y llamar la atención a veces al gobierno, a veces al sector privado de que las medidas que toman y reclamos que hacen nos desvían de la ruta de la competitividad.

Estos desvíos ocurren por la tremenda dificultad que implica mantener la ruta de crecimiento económico y atender los grandes males de una sociedad profundamente desigual. Tenemos concebidas como paralelas -que en realidad se tornan en líneas divergentes- las políticas con las que estimulamos el crecimiento económico y aquellas con las que buscamos equidad y cohesión social.

Las políticas económicas son celosamente vigiladas por el sector privado, los inversionistas, los organismos multilaterales. La segunda es una labor social, un compromiso moral que corresponde al gobierno como garante y proveedor de los servicios básicos a los más desposeídos. De esta manera los servicios públicos o básicos se convierten en espacios de la marginalidad, con ningún valor, incidencia o relevancia para los agentes económicos.

Nada más lejos de la realidad para una sociedad que debe insertarse en una dinámica de producción y competencia global; pero que además necesita de la paz social y seguridad que sólo garantizan la cohesión social y el acceso a oportunidades de promoción personal.

Además de lo anterior, quiero resaltar dos áreas fundamentales desde las cuales yo entiendo, batallando contra molinos, o a veces arando en el mar, podemos tener alto impacto y producir un círculo virtuoso de desarrollo si efectuamos a tiempo, y con compromiso sostenido, intervenciones innovadoras en educación, y emprendimiento.

La educación y el emprendimiento son temas que tenemos que hacerlos de todos. Por eso presento ante esta selecta audiencia por primera vez estas ideas, las cuales estaremos debatiendo con mayor profundidad y perspectiva regional la próxima semana durante el V Foro de Competitividad de Las Américas.

Este año el lema del Foro reza Comprometidos con la Educación para Competir. Y se ha escogido la educación como tema central porque no es solo un problema de República Dominicana, sino de todos los países del continente.

¿Saben Uds. cómo autoevaluaron los chilenos su sistema educativo según el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial este año? La calidad de la primaria ocupó el puesto ciento veintitrés de ciento cuarenta y dos, y la enseñanza de ciencias y matemáticas el ciento venticuatro de ciento cuarenta y dos.

¿Y los costarricenses? Pues ellos opinan que la calidad de su educación primaria ocupa el puesto veintinueve de ciento cuarenta y dos y la calidad de sus matemáticas y ciencias ocupan el cuarenta y seis de ciento cuarenta y dos. ¿Eso es así?

No creo. Pero los chilenos están molestos con su sistema de educación que no le genera oportunidades laborales reales y están buscando cambio.

Por eso yo recibo como una gran oportunidad que hoy en República Dominicana se valore tan negativamente la calidad educativa; no porque ella realmente se encuentre por debajo de la oferta de Somalia, Ghana o Senegal, si no porque evidentemente no responde a las necesidades de hoy.

Ahora bien, llevemos la discusión más allá de la cantidad de recursos que se asignan al sistema educativo y estoy de acuerdo con que se asignen más recursos porque el sistema lo necesita; pero quiero que reflexionemos un poco más sobre la correspondencia de ese sistema educativo con la economía del conocimiento, la tecnología y la innovación.

El primer paso que propongo para abordar con nuevo enfoque el problema de la educación es dejar de verlo como una responsabilidad moral del Estado y reconocerlo como el insumo de mayor relevancia para el desarrollo económico del país, al tiempo de seguirlo viendo como un derecho universal, Pero es obligatorio que lo reenfoquemos.

Si lo miráramos de ese modo, no estaríamos reclamando un cuatro por ciento sino un aporte mucho mayor para transformaciones realmente trascendentes y con la seguridad de que esa inversión contrario al subsidio eléctrico tiene el mayor de los retornos.

Solo a modo de ejemplo de la racionalidad de esta propuesta, cito el caso de la Fundación INICIA que ha creado un fondo de inversión social destinado a invertir en el mejoramiento de indicadores seleccionados del sistema educativo dominicano, cuantificando el impacto y el valor generado.

Los aportantes son empresas del reconocido grupo empresarial VICINI que reconocen de manera expresa que el crecimiento de las empresas no está aislado de las posibilidades de negocios del país donde realizan sus operaciones, ni de las condiciones de vida y de la capacidad educativa y adquisitiva de sus ciudadanos. Es una inversión en educación fundamentada NO en la caridad, sino en el beneficio económico que deriva para todos el fortalecimiento del sistema educativo.

Pero para que esa inversión en educación rinda los frutos de desarrollo económico y humano que anhelamos es importante transformar el sistema que tenemos .

El Informe Técnico "Construyendo un mejor futuro para la República Dominicana: Herramientas para el desarrollo" señala que el sistema está enfocado "en la provisión de insumos para la educación en lugar de un sistema enfocado en la producción de estudiantes de alto desempeño académico con competencias y habilidades internacionalmente competitivas".

En este mismo sentido, el Informe Attali dice que "el problema radica en la falta de atención de los distintos agentes al sector educativo, mientras que la poca atención que recibe se concentra en insumos escolares (infraestructura de la escuela, cantidad de materiales educativos, número de computadoras, etc) y no en el desempeño de los estudiantes".

Esto es producto de la valoración político-social que se le da a la educación como herramienta de reducción de pobreza y no como herramienta estratégica para la generación de riquezas; y por esa razón cuando se evalúa en el contexto de la competitividad aparecemos en último lugar.

Y este es un mal que, lamento decir, no es exclusivo del sistema de educación pública. Porque no es un problema únicamente ni principalmente de recursos.

La escuela pública, los colegios y las universidades de hoy en día responden a los mismos criterios que las crearon hace más de 50 años: a una necesidad social de eliminación de analfabetismo, de una economía preindustrial cerrada, que continúa produciendo graduados en blanco y negro, análogos, y planos... en vez de producir estudiantes a colores, digitales y en tercera dimensión.

Este fracaso subyace en la concepción que se tiene de la educación como solo transmisión de conocimientos, educación pasiva. Nuestros jóvenes salen del tren académico con un título a demandar empleo y no a poner a producir su formación. Naturalmente esto era lo que demandaba la sociedad industrial: recursos humanos preparados para trabajos repetitivos, de poca innovación.

Hoy en día, producto de la revolución tecnológica no hace ningún sentido memorizar, acumular conocimientos que se encuentran en Google o Wikipedia al alcance de todos. Las competencias valoradas son: solución de problemas, interpretación de datos, análisis, extracción de información del contexto, discernimiento y raciocinio. No son asignaturas, son procesos, competencias, habilidades.

Pero si evaluamos los requerimientos oficiales de nuestras carreras universitarias tienen más créditos académicos que la Universidad de Stanford, el MIT o la Universidad Harvard, y obviamente esto no se correlaciona en lo absoluto con la calidad de la enseñanza.

Pero además sólo el doce por ciento de los dominicanos se han graduado de la universidad y tenemos cuarenta y cinco instituciones de educación superior! De estas, solo cuatro son institutos técnicos de estudio superior. Es decir que el ochenta y ocho por ciento de la oferta académica se disputa al doce por ciento de los estudiantes y ofrece estudios superiores basados en las artes liberales. Y como si la situación no fuera suficiente, la mayor deserción universitaria ocurre en las carreras basadas en matemática como las ingenierías donde el cincuenta y cuatro por ciento de los matriculados en ingeniería civil abandonan la carrera.

Claramente la universidad, con sus carreras humanistas tradicionales, no está produciendo los recursos humanos que requieren las empresas que compiten en un mundo global y mucho menos se encuentra entrenando gente para que sea capaz de tener iniciativa emprendedora.

La crisis que atraviesan los sistemas educativos de Chile, España y Estados Unidos, por citar los que han estado en la palestra recientemente, no es por insuficiencia de recursos. El gasto público y privado a nivel regional en América Latina creció de 4.1 a 4.7% mientras la tasa de desempleo aumentó a unos 19 millones de jóvenes entre 15 y 25 años.

Este sistema educativo paradójicamente aumenta la presión económica en la sociedad pues son demandantes de empleos que no se han creado! Mas grave aun, cuando es titulado, el universitario entiende que es una obligación de otros –especialmente del gobierno-, darle el empleo que se corresponde con su formación!

Hoy en día la movilidad de la fuerza de trabajo se desplaza al margen de las barreras migratorias que se puedan poner. Se calcula que hay más de un billón de personas que están dispuestas en el mundo a movilizarse por un ascenso económico. Si ese mercado está dispuesto a moverse, aun ilegalmente, es porque hay una sobre-oferta de personas que solo tienen fuerza física o que fueron educados para emplearse.

Por lo tanto, si pretendemos cambiar el modelo económico para que éste responda a las demandas de una sociedad abierta pero que necesita mayor cohesión social, sujeta al impacto de un entorno global altamente competitivo, tenemos que ofrecer una nueva educación basada en innovación orientada hacia la creación de habilidades y competencias que premie la iniciativa y el riesgo. Que los individuos sean capaces de poner a producir sus conocimientos, no de alquilarlos. Una educación como insumo de la productividad, no como insumo social y político.

Y aquí paso al segundo tema, competitividad 2.0

II. El Emprendimiento innovador

Con esto, no quiero abordar el tema desde la óptica limitada del uso de las tecnologías o el desarrollo de software.

El emprendimiento tiene una dimensión cultural y por eso hay que educar para el emprendimiento. En el seno del hogar y en la escuela se debe estimular la curiosidad y desterrar el “no inventes” como amenaza previa al castigo paternal.

Pero sobre todo el Estado debe impulsar la innovación mediante un conjunto de políticas públicas incluyendo políticas financieras y de mercado diseñadas para acompañar al emprendedor en su riesgo.

En el CNC desde el año 2004 comenzamos a proponer y discutir un régimen moderno para la quiebra, y aprovecho para reconocer y agradecer a la AmCham por seguir cargando sobre sus hombros la promoción de esta iniciativa.

Creo que todavía no se comprende que esta legislación quiere aliviar el trauma del fracaso en los negocios, porque para ser emprendedor e innovador, hay que tomar riesgos y algunas iniciativas fallan y por eso no debe condenarse y estigmatizarse al emprendedor. Hay sociedades que celebran el fracaso y las mejores historias de éxito son precedidas NO por herencias familiares o contratas de gobierno, sino por un rosario de emprendimientos fallidos que dejaron aprendizajes de extraordinario valor e inspiración.

El hecho de que todavía hoy NO tengamos esa ley de reestructuración mercantil, y la hayamos visto perimir 5 veces, da fiel testimonio de que NO promovemos el emprendimiento. NO olvidemos de que hoy se buscan los Jobs y los Zuckerbergs que hagan posible las empresas del futuro. Y solo con políticas de emprendimiento podemos lograrlo.

La educación no puede ser valorada únicamente por la obtención de un título académico; se le debe dar la opción al ciudadano de obtener una educación que lo especialice al trabajo.

En ese sentido quiero reconocer la labor de la empresa dominicana Implementos y Maquinarias, IMCA, que comenzó involucrándose en las escuelas ayudando a repararlas y acondicionar los servicios sanitarios, la plomería, los techos etc. como parte de su labor de responsabilidad social. Pero una vez dentro de la escuela, no pudieron evitar involucrarse con la mejora del currículo y el impulso a la formación técnica, trabajando directamente con el Instituto Politécnico Loyola.

IMCA está contratando expertos en infraestructuras de institutos de formación profesional en los Estados Unidos para analizar el nivel técnico de la educación que ofrece el Instituto Politécnico Loyola.

Todo esto nos demuestra que estamos entendiendo con el bolsillo que necesitamos una población con competencias, entrenada, educada. Que no vamos a salir del subdesarrollo paliando torpemente una pobreza que se reproduce velozmente por sus índices de natalidad, de embarazo en adolescentes y de migración desenfrenada.

Hay que producir riqueza. Y en esta tarea tenemos que comprometernos todos. Yo realmente me siento optimista. Hay muchas historias más como las de Vicini, AmCham, IMCA, AES que refuerzan el tejido social, con la articulación entre empresa, institutos de formación y comunidad.

Ya ven como hablando de emprendedores e innovación volvemos de regreso a la educación, sin lugar a dudas la base de todo nuestro potencial como seres humanos y como país.

La transformación, más bien la ruptura, con el modelo de educación pasivo, que valora mejor la escuela como centro de nutrición y guardería para los padres trabajadores, y que evalúa al estudiante en base a acumulación de conocimientos y no en base a competencias o habilidad; requiere de maestros capaces de adaptar el contenido para que sea relevante al estudiante.

Sabemos que en República Dominicana la impopularidad de programas de educación superior en ciencias e ingenierías está relacionada con una preparación inapropiada desde el Kínder hasta la secundaria en matemáticas y ciencias.

La deficiencia o inseguridad del profesor en estos contenidos se transfiere a los estudiantes. Son además asignaturas muy abstractas, las cuales para ser entendidas deben convertirse en conocimiento útil y práctico y, sobre todo, divertido. Es en este momento del proceso de aprendizaje donde debemos intervenir con las herramientas adecuadas.

Por eso entiendo, que las acciones y demandas que en materia de educación e inversión en educación sostiene el sector privado, debe encontrar un espacio institucional desde donde incidir eficazmente en las etapas tempranas de la formación.

Por eso, desde esta tribuna, propongo que en El Consejo Nacional de Educación la participación del sector empresarial sea más decidida, no como un puesto simbólico entre 27 miembros designados. La discusión de los planes decenales de la educación debe contar con el liderazgo del sector empresarial para no ser abordados únicamente entre educadores, maestros, ONGs ligadas al tema educativo y funcionarios.

Es hora de que la educación sirva a los propósitos de desarrollo y crecimiento productivo del país y que las aulas formen a los ciudadanos capaces de insertarse de manera provechosa a la economía y más aún sean parte del futuro económico con su aporte directo a la creación de nuevas empresas.

Por eso insisto en la urgencia de colocar la inversión en educación como una inversión productiva, como lo son por ejemplo los puertos y aeropuertos. Asumirla como insumo tan importante para el desarrollo económico como es la estabilidad macroeconómica o la política monetaria o la energía eléctrica.

Cuando veamos la educación como un insumo productivo, NO cuestionaremos medidas como la enseñanza obligatoria del inglés desde la primaria, pues seremos conscientes de que tanto para mantenerse actualizado en conocimientos como para brindar servicios en una economía globalizada se requiere dominar este idioma.

Oppenheimer afirma que el inglés es un factor común entre los países de mayor innovación. Explica el fenómeno indicando que los artículos científicos están escritos predominantemente en el idioma inglés y el costo de traducción de los mismos es prohibitivo para los investigadores que NO leen el idioma; la tierra del camarada Mao, insignia del comunismo del siglo pasado, hoy imparte inglés a todos sus niños porque se prepara para ser una potencia económica mundial.

¿Para qué nos estamos preparando nosotros?

A juzgar por nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo, por nuestro Plan Nacional de Competitividad y por la política de apertura al comercio y la inversión, la República Dominicana ha decidido ser un país plenamente integrado a la economía global y que aprovecha sus recursos de manera innovadora y sostenible.

Pero para que este enunciado pase a ser plan de acción debemos alinear cada una de nuestras acciones desde el hogar hasta la empresa, tanto las políticas públicas, los incentivos como también la responsabilidad social con los valores de competitividad e innovación…..

Y esto lo digo con un dejo de sincera reflexión sobre nuestro propio accionar en el Consejo Nacional de Competitividad, donde si bien es cierto que desde el punto de vista de políticas públicas y de reformas al clima de negocios, las iniciativas puestas en marcha entre el 2006-2008 nos merecieron ser incluidos en el prestigioso listado de GRANDES REFORMADORES del Banco Mundial en el año 2009, no menos cierto es que en la discusión de las reformas para la competitividad no abarcamos con planes de acción sectores tan neurálgicos como la educación o la energía.

Y en ese sentido estaremos solicitando que tanto el Ministerio de Educación, el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología y el INFOTEP ingresen al Consejo Nacional de Competitividad como miembros de pleno derecho para coordinar con los sectores productivos los programas pilotos para ensayar y poner a prueba modelos educativos de ruptura con el sistema tradicional y pasivo vigente.

Es hora, que entendamos que no podemos seguir viendo las políticas educativas desde la perspectiva de políticas sociales, bajo el viejo esquema de lucha contra el analfabetismo cuando hoy tenemos un nuevo tipo de analfabeta, aquel que no maneja el ingles ni las computadoras.

Tenemos que comenzar a ver la educación como el motor generador de riqueza y fomentar la acumulación de capital humano innovador y creativo, y que esté dispuesto a correrse los riesgos del mundo de hoy. Levantar una generación sin miedo a enfrentarse de manera independiente a la creación de riquezas y de nuevos valores.

Y yo me siento optimista de nuevo. Diez años después de empezar a trillar este camino predicando la competitividad y recibiendo noticias desconsoladores de los informes globales, al ver el nivel de desempleo, de baja productividad, el pobre desempeño de nuestros estudiantes y la eterna crisis energética que me hacían sentir pesimista y frustrado al igual que ustedes.

Pero les confieso que aunque parezca contracorriente, si hay espacio para renovar el compromiso. Y no me siento optimista únicamente porque veo de manera clara oportunidades reales en el desarrollo de las energías renovables y de bajo carbono, o de la capacidad que tenemos para reformar nuestro sistema educativo y para estimular la innovación y el emprendimiento.

Si no porque he conocido esa generación aguerrida y emprendedora. Es la generación 2.0, que se cohesiona por redes, que no se acomoda sino que se moviliza, tiene iniciativa, pasión y compromiso.

Es la generación que demanda educación y protección al medioambiente, que coloca valores por encima de rentas.

Y a ellos nos debemos todos. Los políticos, empresarios, educadores, académicos, religiosos, servidores públicos y privados y organizaciones de la sociedad civil todos tenemos que empujar juntos para lograr la transformación que requiere el sistema educativo, que en definitiva se trata de la transformación del país. Muchísimas gracias

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