lunes, octubre 24, 2011

Desde mi fe / Oración del que sufre

Una oración para quien sufre

Aquí tenemos una oración que recomiendo a todo aquel que sufre. La oración es breve, simple, viva y ardorosa: “Senior, ayudame.” Es hecha por una mujer que vive en la región de Tiro y Sidon y cuya hija es gravemente atormentada por un demonio. Esta mujer, habiendo oído que Cristo puede liberar a su hija, lo va a buscar dispuesta a no dejarlo ir por falta de intensidad. Cuando lo encuentra, a pesar de la adversidad y la oposición que enfrenta, se acerca orando con una actitud admirable.

Entre las cosas admirables de la oración y la actitud de la siro fenicia, quiero senialar su importunidad. Ella enfrento el rechazo y la adversidad como pocos. Quizás tu digas “!Ah! Es que usted no conoce las dificultades que tengo que enfrentar.” Cierto, pero estoy seguro que tus conflictos no se comparan a los de esta mujer quien tuvo que superar un rechazo inimaginable.

Primero, ella enfrento el rechazo inicial del Senior Jesucristo, quien no respondió a su clamor. La historia dice: “Pero Jesús no le respondió palabra.” (Lc/ 15.23), Jesús solía responder la oración, pero a ella no le respondió ni una sola palabra. A pesar de ese silencio, esta mujer se aferro a Cristo y se propuso no dejarlo ir hasta que la bendijera. Nosotros tenemos una ventaja que ella no tuvo:

Dios nos da su palabra y sus promesas en la Biblia. La siro fenicia no tuvo ni eso. Ella no solo enfrento el silencio de Cristo, sino que era ajena por completo a las escrituras. En su tierra no se conocía el Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento ni siquiera se había escrito. Nosotros por el contrario tenemos la Palabras de Dios a nuestra disposición. !Y cuantas veces nos ha hablado Dios a través de la predicación del Evangelio.” Si la siro fenicia persevero hasta lograr el deseo de su corazón a pesar del silencio de Cristo, no harás tu lo mismo teniendo la Palabra que ella no tuvo?

En segundo lugar, esta mujer fue rechaza por los discípulos. Ellos le dijeron a Jesús, “Despidela, pues da voces tras nosotros.” (Mat. 15.23). Cierto que el rechazo de los discípulos era secundario comparado al silencio de Cristo, pero aun así podía ser causa de gran desanimo. Sin embargo, ella insistió hasta que la bendición llego. Me atrevo a decir que no hay nadie aquí que haya buscado al Salvador y que haya recibido el rechazo de los discípulos de Cristo. Mas bien los hermanos en la iglesia quieren animarte para que vengas a Cristo. En ese sentido, tu no tienes las dificultades que tuvo esta pobre mujer, pero aunque las tuvieras, debes imitar su importunidad y venir resueltamente al Salvador.

Una tercera dificultad, quizás mayor que las dos anteriores fue que cuando el Salvador hablo, sus palabras fueron, “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” (Mat. 15.24). Eso era como decir, “No vine por gente como tu y no puedo hacer nada por ti.” Pero ella, cuando oyó esas palabras, en lugar de intimidarse, se acerco a Cristo con mas determinación, y adorándole le dijo, “Senior, ayudame.”

Tal vez tu has dicho en tu corazón “Que si no soy elegido? Que si las bendiciones del pacto de gracia no son para mi?” Te ruego que no te dejes persuadir por Satanás con esas ideas. Ven a Jesús como lo hizo esta mujer quien se dijo si misma, “No importa si El no vino por mi, yo iré a El, le adorare y clamare, “Senior, ayudame.” Ella sentía que tenia que haber alguna forma de superar esa dificultad. Este salvador glorioso y amoroso, cuyo radiante rostro le infundía esperanza, no podía repudiarla.

Y queridos amigos, me es imposible creer que Cristo repudie a un pecador así como no creo que mirar al sol pueda congelarme. No puede ser. El sol brilla demasiado y es muy caluroso para congelarme. Yo no puedo mirar al rostro del Salvador y creer que El me deseche jamas a una pobre alma que viene a El de corazón.

Mi amigo, cuando te encuentres con algo insuperable, no lo evadas, sino detente y di, “si es así, que así sea; pero Dios es un Dios de gracia, y misericordia y yo me lanzare a los pies del Salvador crucificado y confiare en El.”

Esta mujer, a pesar de la terrible decepción que enfrento al escuchar al Senior diciéndole, “no he sido enviado a ti,” persevero en sus ruegos. Ninguno de ustedes ha oído jamas al Senior diciéndole que no es elegido. Ninguno ha ido al cielo y ha visto que su nombre no este escrito en el libro de la vid-ni jamas subirá para leerlo. Estas cosas están escondidas de tus ojos. Tu deber es aferrarte a los preciosos pies de Cristo y no dejarlo ir hasta que te conceda el deseo de tu corazón.

Esta es mi observación acerca de la admirable importunidad de esta mujer, una importunidad que todos debemos imitar. Así que si sufres y encuentras dificultades al venir al Senior, dile lo que dijo esta mujer: “Senior, ayudame.” y si lo dices con persistencia y de todo corazón, ten la seguridad de que este es un clamor que funcionara.

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