Este artículo lo publicamos en este mismo blog hace unos cinco años. Aquí reiteramos estos conceptos que son fundamentales a la hora de relacionarse con los profesionales del periodismo ubicados en los mecidos de comunicación social. Lo he compartido con muchos. Espero que estas ideas les sean útiles.
Es un periodista… sonría
Si no
conocemos a la persona, es imposible que mantengamos una buena relación con el
profesional, con el periodista
Por Milton Tejada C.
Grupo de Consultoría Pareto
Director Ejecutivo
Me encanta tratar las actitudes y
prejuicios. Modificarlos es la mejor forma de impulsar cambios en nuestro
ambiente, en la empresa en que trabajamos, en la tarea que realizamos. Y hay un
campo en nuestro quehacer profesional en donde prejuicios y actitudes afloran
con rapidez extraordinaria, pero también con ligereza que pasma: el de las relaciones
con los periodistas.
Esta simplicidad que se constituye en
traba de nuestros objetivos no es un patrimonio exclusivo nuestro. Oscar Wilde
decía que “en la edad media existía la
tortura y en la moderna, los periodistas”. Soren Kierkegaard, un filósofo
del norte de Europa, afirmaba que era incapaz de matar una mosca, pero que no
dudaría en ponerse al frente de un pelotón de fusilamiento para liquidar a los
periodistas. Emile Zola, novelista, decía que hay dos tipos de periodistas: “el venal que es el que se compra con
dinero, y el absolutamente honesto, que cuesta un poco más”.
¡Y hasta colegas suelen externar
juicios similares! Por ejemplo, Manuel Vicent, periodista y escritor a quien
admiro, afirma que el periodista “no
teniendo talento para ser escritor ni coraje para ser policía se queda sólo en
un chismoso o en un simple confidente”.
El listado de estas percepciones
negativas, incluyendo las nuestras, es extremadamente largo. Para muestra un
botón.
He aquí algunas ideas que si las
asumimos facilitarán nuestras relaciones con los medios de comunicación y con
quienes laboran en ellos. Son tomadas del libro de Jesús Monroy Morante: “El
empresario y la comunicación” en el que parte de su experiencia como Jefe del
Servicio de Comunicaciones Internas de la Confederación Española de
Organizaciones Empresariales.
Las relaciones con la prensa generan
tensión. Es natural, porque se trata de relaciones de poder e influencia y, por
lo tanto, debemos tratar de seguir ciertas reglas que alivien la fricción y que
no nos hagan ahogarnos en enfrentamientos que desgastan la imagen de nuestras
instituciones.
Muchas empresas prefieren un “bajo
perfil” porque les aterra que den con su lado malo. Odian la prensa porque en
el fondo odian lo social. No desean proyectar una imagen pública y sólo lo
hacen cuando hay conflictos inevitables, recurriendo a asesores de imagen
“apaga-fuegos”. Esas empresas tienden a desaparecer, no son capaces de soportar
la ventaja competitiva que da la transparencia. Se trata de comportamientos
mafiosos. Lo contrario es lo profesional, que implica criterios para hacer bien
las cosas, con arreglo a un canon más o menos aceptado, apegado a una ética y
valores.
La prefesionalidad en el trato con los
periodistas rechaza de entrada la mentira; la compra de voluntades o la amenaza
y la agresión; el manejo torpe de la exclusiva; el desprecio a su trabajo
aduciendo siempre que tergiversa, confunde o manipula intencionadamente…
Algunas recomendaciones:
Supere los prejuicios sobre la
profesión. El periodista está obligado a informar lo que sucede. Su deber es
contrastar información, comprobar el grado de veracidad de lo que va a
publicar. Por eso, cuando un periodista llama hay que atenderle y pensar que es
mejor arrostrar la realidad, por dura que sea, y matizarla, que intentar
taparla.
Trate de entender y facilitar el
trabajo periodístico. No disponen, en la mayor parte de los casos, de tiempo
para documentarse, por lo que hay que facilitarle la información desde la
empresa.
Conozca personalmente y hable con los
profesionales de los medios en épocas de calma. El trato directo es la entrada
para unas relaciones fluidas y cordiales. Hablar en épocas de calma invita a la
reflexión, a la explicación de quiénes somos y a qué nos dedicamos, a presentar
nuestras inquietudes y nuestras ilusiones y a establecer reglas para cuando
surjan los momentos delicados.
Piense que el periodista no escribe o
trabaja para satisfacernos a nosotros sino para satisfacer la curiosidad el
lector o de la audiencia. Es necesario colaborar, hasta donde sea posible, con
una información que le pueda interesar al grupo de lectores del medio de que se
trate.
Los periodistas trabajan con verdadero
vértigo. Casi nada puede esperar a mañana.
Los periodistas se deben a una
jerarquía profesional y sus jefes les imponen unos determinados criterios a la
hora de presentar la información, de los que no son responsables.
Al periodista agresivo o beligerante
trátele con mayor atención y cortesía. En ellos tiene el no, su deber es lograr
el sí.
No están especializados en la materia
que usted domina y tampoco su público. Es bueno explicarles las cuestiones
complejas con claridad y simplificando APRA evitar la confusión y el
aburrimiento. Suministre la información oportunamente, respetando el ritmo de
los periodistas.
Leonardo Boff, teólogo brasileño,
afirmaba que “todo punto de vista es la vista desde un punto”, por lo que en
otra ocasión trataré de enfocar la cuestión desde el otro punto: el del
periodista.
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