El ser humano camina sobre cuerdas... y cocodrilos
La naturaleza humana se apega a dos aspectos que no dejan de sorprenderme (desde mi pensar filosófico). Primero, no parece posible vivir sin esperanza. Segundo, el espíritu humano tiende a la religiosidad.
Esperanza
Un lunes por la noche, parece ser esta una reflexión pesada, pero que le voy a hacer: tengo la urgente necesidad de explicar lo que observo (más bien, explicarme a mi mismo y lo comparto).
Digo que parece que no es posible vivir sin esperanza. No por su contradicción, la desesperanza, sino más bien por el vacío que significa andar sin una expectativa, sin un sueño. Ahí hay un terreno fértil para muchos que viven construyendo las esperanzas que otros consumen. Somos consumidores de esperanza. Políticos, religiosos, maestros, líderes sociales, padres, esposos... todo un conjunto de microrelaciones y macrorelaciones que se convierten en productoras de esperanzas.
También las hay que provienen desde el interior de la propia persona y a veces son sórdidas, pero otras veces son tiernas y llenas de fragancias de flores, o de atardeceres, o de un mar como el que miro cada amanecer desde el balcón del apartamento en que me ha tocado habitar.
La dinámica de la esperanza es la dinámica del "ya sí, pero todavía no".
La esperanza muere en el mismo instante en que alcanzamos lo esperado (es probable, en muchos casos, que ahí surjan otros secretos humanos que no me toca tratar hoy). Un proverbio japonés lo describe maraviollamente: es mejor viajar lleno de esperanza, que llegar.
En fin, que tener esperanza, caminar con esperanza(s) es como caminar sobre una cuerda en el circo. Puede que caigas en la red que espera o, simplemente, que te estralle en el piso... y mueras.
La religiosidad
La construcción de dioses es un oficio antiguo. Pareciera que tanta libertad pesa al hombre, y pareciera que esta libertad debe ser rendida. Muchas veces no se trata de los dioses de las religiones propagadas por el orbe. Si asi fuese, no podría afirmar que el espíritu humano tiende a la religiosidad.
Me refiero, más bien, a esa tendencia que tenemos a la rutina, a los ritos, a establecer parámetros que parecen comportarse como la alfombra debajo de nuestros pies: si se mueve, temblamos, y hasta nos derrumbamos.
Para renunciar a la religiosidad tendrías que asumir la relatividad humana y la verdad es que nos gustan las seguridades. La religiosidad da seguridad, da fórmulas, da cosas consabidas.
En cierto sentido, la religiosidad es como la alienación de la que habló la filosofía hegeliana: la capacidad humana de salir de sí para convertirse en cosa (no en otro, que sería el sacrificio).
Alberto Cortes, ese cantante que escucho de vez en cuando, expresa: "Asume tus cultos, a Dios o a los diablos". En definitiva nos dice una gran verdad: si tiendes a la religiosidad, más vale que definas a qué dioses entregarás tu libertad, porque ellos serán los dueños de tu vida.
No quiero decir con esto que el ser humano no es "responsable", pero de la dinámica de la libertad y la responsabilidad puedo hablar en otro momento.
Gracias por tener la paciencia de leer lo que un lunes cansado por la noche pienso. En definitiva, no tengo ni siquiera la esperanza de que me lean, pero en cierto sentido escribir para mi es un ... rito.
1 comentario:
¡Ese final está genial!
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