viernes, marzo 23, 2012

Otra óptica / Sectores productivos desarticulados


Bonetti de Valiente: Cada sector actúa como si estuviera solo en el espacio productivo

 Estas son las palabras de la presidente de la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD), Ligia Bonetti de Valiente, al presentar la investigación "4 décadas de políticas de desarrollo productivo en República Dominicana", de Rolando M. Guzmán (investigador y actual Rector del INTEC), Manuel Agosin (decano de la Facultad de Economía de la Universidad Católica de Chile), Magdalena Lizardo (Viceministra del MEPyD) y Rafael Capellán (investigador y subdirector de asuntos cambiarios del Departamento Internacional del Banco Central).  La investigación fue financiada por el BID, realizada por el Grupo de Consultoría Pareto (del cual tengo el honor de ser su director ejecutivo) y publicada por el INTEC.

El libro que vamos a presentar: “Cuatro décadas de políticas de desarrollo productivo en República Dominicana” analiza desde una perspectiva crítica las estrategias de desarrollo de los últimos 40 años, de manera especial las luces y sombras de las políticas en los sectores Zona Franca, Industria y Turismo.

Sin embargo, tan importante como enarbolar un esquema que presente estas luces y sombras, es el hecho de que propone una agenda de fomento de desarrollo productivo para estos sectores, considerando los últimos cambios económicos que ha vivido el país.

La obra es autoría de Rolando M. Guzmán (investigador y actual Rector del INTEC), Manuel Agosin (decano de la Facultad de Economía de la Universidad Católica de Chile), Magdalena Lizardo (Viceministra del MEPyD) y Rafael Capellán (investigador y subdirector de asuntos cambiarios del Departamento Internacional del Banco Central).  La investigación fue financiada por el BID, realizada por el Grupo de Consultoría Pareto y publicada por el INTEC.

La historia, muy bien relatada por los autores, nos  muestra  que  hemos  tenido  tres  grandes  oleadas  de  crecimiento industrial.

La primera, lo que se llamó en el este la “revolución azucarera”, de finales del siglo XIX, fruto de de la política de exenciones fiscales y entrega de tierras implementadas por los gobiernos liberales del Partido Azul, a aquellos que sembraran productos con vocación exportadora, como café, cacao, tabaco, algodón y azúcar, con el fin de crear riqueza y generar empleos.

Esas políticas atrajeron a inversionistas cubanos y norteamericanos, que en apenas diez años construyeron 21 ingenios azucareros, algunos de ellos con ferrocarril, que transformaron la vida económica nacional, convirtiendo talleres artesanales con características medievales en una industria con máquinas de vapor.

La segunda oleada de crecimiento industrial ocurrió a mediados del siglo XX, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuandoel Estado puso en marcha una política de promoción  industrial,  mediante  un  sistema  llamado  de  “concesiones  especiales”,  con  lafinalidad de promover la sustitución de importaciones.

Este  nuevo  impulso  creó  un  parque  industrial  con  tecnología  avanzada  para  la  época, transformando la capital de la República, de unaciudad hasta entonces burocrática y mercantil, en el centro industrial del país, remplazando así, el polo industrial que hasta entonces estuvo compuesto por el eje SantiagoPuerto Plata.

Y la tercera oleada de industrialización fue posterior a la muerte de Trujillo, gracias a dos leyes de incentivos: La Ley No. 4 del año 1964 y la Ley No. 299 del año 1968.

La Ley No. 4 funcionó como un instrumento de democratización económica, al coincidir su promulgación con la apertura que siguió a la muerte del  Dictador y a la política de la Alianza para  el  Progreso  que  promovía  la  industrialización  como  instrumento  fundamental  del desarrollo económico. A pesar de la inestabilidad política de la época, esta Ley No. 4 estimuló a muchos empresarios a crear nuevas empresas.

Los incentivos  y  el  marco regulatorio de  la  Ley  No. 4 fueron  insuficientes para darle  a la industria nacional y sus empresarios el empujón que demandaban, y por ello fue sustituida cuatro  años  después  por  la  Ley  299,  destinada  a  sustituir  importaciones  y  promover  las exportaciones industriales.

La  Ley  299  puso  las  bases  del  desarrollo  industrial  moderno,  no  sólo  porque  facilitó  una revolucionaria transición empresarial, convirtiendo a numerosos importadores en fabricantes de productos terminados, sino también porque creó el marco legal para el desarrollo de las zonas francas industriales.

Las  zonas  francas por su parte cambiaron  el  perfil  económico  de ciudades como La Romana, San Pedro de Macorís, Santiago y La Vega.

Pero la historia nos enseña que no hemos podido construir una base industrial sostenible y competitiva, por la falta de políticas industriales de largo plazo y de un enfoque miope de la importancia del sector manufacturero en el desarrollo nacional y en la generación de empleos.

Es por esto que, como dice la obra que nos honramos en divulgar, la  famosa  Ley  299  fue  distorsionada, A consecuencia de las distorsiones creadas en el seno del sector industrial, y debido a otras limitaciones estructurales  de  la economía  del  país,  llegamos a  los años  noventas del  siglo pasado  con  una  industria  protegida  por  aranceles,  tasas de  cambio  duales,  impuestos  advalorem, recargos cambiarios, etc., que al desmontarse bruscamente ante los nuevos aires de apertura de los mercados, quedó imposibilitada de competir con los productos de importación.

Los desmontes arancelarios y los tratados de libre comercio que hemos firmado en los últimos 20 años nos han convertido en una de las economías pequeñas más abiertas del mundo, pero con todos los países que hemos firmado libre comercio, estamos perdiendo la batalla de la balanza comercial.

Son múltiples los aportes de esta obra, pero me interesa resaltar dos que la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) considera de mucha relevancia en las circunstancias actuales de nuestro sector.

Las vivencias nos demuestran que necesitamos  integrar  nuestro desarticulado sistema  productivo. Cada  sector  ha promovido leyes como si estuviera sólo en el espacio productivo del país.

La manufactura esta desarticulada de la agricultura, la agricultura del turismo, el turismo de la industria, y la industria local y las zonas francas son dos mundos aparte. La industria local de muebles, por ejemplo, no puede venderle a los hoteles, porque a estos le resulta más económico importarlos libre de impuestos. La industria no va al campo porque la agricultura ni se financia ni se asegura, y en vez de sembrar para producir materia prima, le resulta mejor importar bienes intermedios. La manufactura local se ve afectada por una enorme burocracia en sus procesos y por problemas estructurales que las limita para vender a las zonas francas, pues estas ante estas limitaciones prefieren importar sus insumos desde el exterior.

Tenemos por lo tanto que abocarnos a corregir estas distorsiones sectoriales, para poder lograr un mayor valor agregado, ser más realmente más competitivos y poder aumentar las exportaciones.

Por otro lado, el libro concluye con un anexo relativo a los encadenamientos productivos y enumera tres: el clúster de mango, el clúster turístico de Puerto Plata y el clúster de confecciones de Santiago. Independientemente del sector al que pertenecen estos encadenamientos, de su grado de fortaleza y de su mayor o menor inserción en el mercado exportador, es importante el hecho de que se valore la creación de conglomerado como una forma de fomentar la competitividad al interior de subsectores productivos.

Es lo que ha estado motivando la AIRD con tres iniciativas que, al igual que el libro, cuentan con el apoyo financiero del BID: el clúster de productos de belleza, el clúster de la industria del plástico y el clúster de cacao.  Es por eso que hoy nos atrevemos a señalar que cada vez será más cierto que en las economías en etapas de transición, como la nuestra, la conformación de conglomerados productivos es la mejor forma de enfrentar los retos de la competitividad en un mercado abierto.

En ese sentido, llamamos a todo el sector industrial a entrar en esta dinámica, a dejar de lado los pocos resabios que quedan de desconfianza entre competidores, para saber que es posible la cooperación –sin dejar de competir entre nosotros, claro está.

El tercer punto que quiero resaltar es señalado por los autores cuando indican que “el Estado dominicano ha implementado políticas industriales preferentemente a través de la exoneración y reducción de los impuestos a la renta y de otros pagos de impuestos” e indican que el estudio presenta opciones para un replanteo de ese énfasis tradicional en el aspecto tributario “para el tránsito a esquemas de incentivos basados en otros instrumentos”. Esta es, precisamente, una de las inquietudes del Segundo Congreso Industrial que estamos celebrando desde inicios de año y que tendrá un momento importante el próximo 18 de abril. En este importante proceso estamos tratando de esbozar propuestas, en diferentes ámbitos, que incentiven el desarrollo y competitividad de la industria nacional.

La apertura comercial vivida por nuestro país ha obligado a los sectores productivos a orientarse hacia las exportaciones. Y lo han hecho en un marco que no ha sido favorable para su crecimiento y competitividad.

La Asociación de Industrias de la República Dominicana ha planteado la necesidad de un cambio de modelo productivo, colocando el énfasis en la exportación de bienes competitivos. Este predicamento de la AIRD ha sido asumido por la Estrategia Nacional de Desarrollo recién aprobada y ha sido la bandera enarbolada por el Segundo Congreso de la Industria Dominicana, auspiciado por la AIRD y las asociaciones industriales que la integran, ADOZONA, el Consejo Nacional de Competitividad (CNC) y el Ministerio de Industria y Comercio (MIC). Esta participación significa voluntad de compromiso. Compromisos de los actores públicos y del sector privado, porque la nueva década que hemos empezado tiene que conducir a una nueva era del desarrollo industrial dominicano.

Muchas gracias.
  

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