Los cristianos deben ponerse de pie este domingo y votar, expresa Rafael Baldayac en este artículo publicado en el periódico La Información, de Santiago. Deben cumplir su deber cívico. “Dad, pues, a Cesar lo que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios”.
¡Sí señor! Votar es un deber ciudadano. Lo dice la
Constitución y además es un derecho irrenunciable. Todo ciudadano mayor de edad
que goce de sus facultades y derechos debe hacer uso del voto porque en ello
está los destinos de la Nación.
Cada
ciudadano dominicano debe ir a votar este domingo 20 de mayo, a pesar de que
vivimos en una democracia imperfecta, controlada por fuerzas ocultas que
distorsionan el ejercicio del poder a su conveniencia, sin importar la suerte
de los más necesitados.
Debemos
acudir a las urnas a pesar de que el voto de un ciudadano apegado a los
principio de Dios, íntegro, responsable
y trabajador vale lo mismo que el voto de un ciudadano corrupto, deshonesto,
irresponsable y oportunista.
Y a pesar de
que las posibilidades de ser candidato a un cargo electivo son escasas ante la
nueva dinámica electoral basada en la promoción mediática y el reparto de
migajas para la población, colocando el volumen de recursos como condición
imprescindible para el desarrollo de una campaña electoral exitosa.
De nosotros
depende lo que venga a continuación y de la única manera que nos hacemos
partícipes para aceptar o rechazar una situación es votando, y en el mejor de
los casos hacerlo por candidatos que promueven los principios establecidos por
Dios.
En la
sociedad dominicana los cristianos representan un segmento de la población de
gran relevancia, que no se toma muy en cuenta a la hora de elegir las
autoridades.
Es por eso
que los cristianos deberían ser extremadamente selectivos en sus votos. Ellos
también comparten la responsabilidad por las decisiones que su candidato electo
pueda hacer, ya sean buenas o malas.
La Biblia
nos exhorta ante todo a orar por nuestros líderes. En términos de liderazgo
político, hay evidencia en la Escritura de que muchas de nuestras elecciones no
han sido del agrado de Dios. “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó
conocimiento”. “Ellos establecieron reyes, pero no establecidos por mi;
constituyeron príncipes, mas yo no lo supe…”
(Oseas 4:6 y 8:4).
Sin embargo la Escritura nos da instrucciones para que
obedezcamos a las autoridades legítimas, a menos que éstas contradigan los
mandamientos del Señor. “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”
(Hechos 5:29).
“Sométase toda
persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de
Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. (Romanos 13:1-2).
Los
candidatos o aspirantes que violan los mandamientos bíblicos en la vida, la
familia, el matrimonio, o la fe, nunca deben ser apoyados, “porque la justicia
engrandece a la nación". (Proverbios 14:34).
Los
cristianos tienen derecho incluso a aspirar a importantes cargos públicos. La
historia sagrada revela que algunos de los hombres más nobles de Dios
participaron en el gobierno secular.
José fue uno
de ellos. Sirviendo en el puesto más alto del gobierno Egipcio, consideró su
compromiso como el directo resultado de la dirección de Dios (Génesis 45:9).
Daniel
también cumplió bajo el gobierno Babilónico. Cuando el imperio sucesor tomó el
poder, Daniel continuó como funcionario. Darío reconoció su liderazgo, y lo
hizo el primero de tres gobernadores de todo el reino (Daniel 6:2).
Los líderes
que elegimos - o no hacemos nada para quitarlos - tienen gran influencia. Ellos
pueden dirigir nuestra nación hacia la rectitud o hacia un desastre moral. Los cristianos deben ponerse de pie este
domingo, cumpliendo con sus deberes cívicos. “Dad, pues, a Cesar lo que es de
Cesar, y a Dios lo que es de Dios”.
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