jueves, julio 26, 2012

Desde la fe / La generosidad


Tomado de la web de la Iglesia Presbiteriana en Levittown. Es una hermosa reflexión a partir de Mat 20:1-9, en que nos hace ver una doble vertiente del carácter de Dios: justo y generoso… y es por esa generosidad que somos salvos. También es un llamado a que seamos generosos, más allá de la justicia y de los criterios mercantilistas de la sociedad moderna.

LA GENEROSIDAD

NUESTRO DIOS ES UN DIOS GENEROSO

Mt 20:1-16
Parábola de los obreros de la viña
20 »El reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.” Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados y les dijo: “¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?” Le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo.”
»Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los últimos hasta los primeros.” Llegaron los que habían ido cerca de la hora undécima y recibieron cada uno un denario. 10 Al llegar también los primeros, pensaron que habían de recibir más, pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: “Estos últimos han trabajado una sola hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.” 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este último lo mismo que a ti. 15 ¿No me está permitido hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” 16 Así, los primeros serán últimos y los últimos, primeros, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.

El texto de hoy nos invita a entrar en el secreto de la bondad de Dios, a través de una parábola que desconcierta, porque quizás, nos hemos acostumbrado a vivir de lo calculado y planificado.

La parábola de los trabajadores es un texto desafiante para una sociedad materialista como la nuestra. Pero también es un texto radical al leerlo en un contexto humano y social tan marcado por la generalización de las injusticias en todos los ámbitos y la multiplicación del egoísmo y la insensibilidad de los unos hacia los otros.

La parábola contada por Jesús resulta ser una invitación a un tipo de generosidad que trasciende incluso el cumplimiento de la justicia. Justicia es pagar a cada uno por su trabajo, pagar de más no es injusticia, es generosidad. Concepto que para muchos puede ser extraño porque no están acostumbrados a experimentarlo. La generosidad es difícil de explicar si no es con ejemplos, porque es sobre todo una práctica de vida. Si tú eres diariamente tacaño, difícilmente puedas pasar la enseñanza a quienes te rodean sobre cuán importante es dar, compartir, y hacerlo generosamente, es decir pasando el límite esperado.

El comentario de la Biblia de Jerusalén a Mateo 20  dice que "contratando hasta la tarde a los obreros sin trabajo y dándoles a todos el jornal completo, el dueño de la viña da pruebas de una bondad que sobrepasa la justicia, sin lesionarla.... Así es Dios que admite en el Reino a los que han llegado tarde, como los pecadores y los paganos. Los llamados a la primera hora (los judíos beneficiarios de la Alianza de Abrahám) no deben escandalizarse por ello".

Ciertamente la parábola nos permite hacer una mirada introspectiva y confrontarnos sobre el momento de la vida en que nos encontramos y especialmente el momento de la vida en que Dios nos encuentra y darnos cuenta que -antes o después, al inicio, al medio o al final de la vida- Dios siempre nos ha dado lo que no merecemos y eso no es injusticia, sino generosidad. Nosotros merecíamos y merecemos castigo y maldición, pero la bondad de Dios y su misericordia hacia nosotros es tan grande que Dios, en su amor, perdona todo nuestro pecado, limpia toda nuestra imperfección y nos da lo que no merecemos: la vida, la salvación, la fuerza, su bendición.

La parábola de los jornaleros de la viña nos es dada para que comprendamos que seguimos a un Dios generoso que nos invita a nosotros también a la generosidad.

 Si reconocemos que todo lo que hemos recibido no lo merecemos y reconocemos que todo lo que tenemos nos viene de la generosidad de Dios que trasciende todos los parámetros imaginables  ¿Podemos nosotros administrar la vida y las posesiones, con tacañería y sin generosidad?

Muchas veces y de diversas maneras actuamos como si aún no hubiéramos entendido el mensaje. Actuamos con reservas,  con avaricias,  sintiéndonos dueños y señores de la vida y de las cosas. Y hasta discriminamos quienes merecen y quienes no, la bendición de la bondad y la generosidad como muestras de la bendición de Dios. Este la merece aquel no.

Las relaciones con Dios que establecía el legalismo en la época de Jesús eran de paga, en razón de los méritos que se tenían. La enseñanza incansable de Jesús era, por el contrario, que las relaciones con Dios que es Padre se establecían por amor y no por meritos frente a la Ley. Con Jesús queda bien definido el comportamiento de Dios con el Ser humano: Dios no se fija en méritos sino en necesidad. Quien necesitara de su amor lo obtendría, no quien lo “mereciera”.

Como el dueño de la viña, y por libre iniciativa de su gracia, Dios regala a sus hijos e hijas una recompensa que no guarda  proporción con la duración de su trabajo. Tal es la respuesta de Jesús a los espíritus legalistas que veían con malos ojos su trato amistoso con recaudadores de impuestos y pecadores (cfr. 9:11) .

Según la Parábola de Mateo, Dios no procede con la lógica de empresa, ni de negocios, ni con la lógica del rendimiento, ni de eficacias o eficiencias. Él sólo procede con la lógica de un amor que lo trastoca todo. Por eso mismo es el Padre de todos, y lo es en todo momento.

Así pues, el cristiano, ha de alegrarse y convertir su vida en una colaboración permanente con el Dios que busca a todos y en especial a los últimos. Porque cuando una vida se convierte asemejándose al Dios Bueno, es poseída por la esperanza, puede sonreír al mundo y puede comunicar la amistad de Dios.

Sean Generosos así como vuestro Dios que está en los cielos ha sido, es y será generoso con ustedes.

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