Demasiado
tarde, demasiado poco
Europa
políticamente más integrada: esa sería la salida positiva
Por Velia Govaere
Catedrática UNED
Nada se desinfla tan rápido como el entusiasmo
bursátil después de una Cumbre de la Unión Europea, cuando una de sus tantas
medidas de emergencia pareciera ser el tan anhelado rescate final del euro. Con
la llegada de Hollande al poder ya son 11 cambios de gobierno, desde el 8 de
diciembre del 2009, fecha emblemática del inicio de la pesadilla de la zona
euro, cuando Fitch disminuyó la calificación de la deuda soberana griega.
Siguieron hacia el abismo Portugal, Irlanda, España, Italia. Desde entonces, una medida de rescate tras otra tranquiliza
al paciente, pero la fiebre no baja.
En cada ocasión se abordan síntomas coyunturales,
y crónica queda, como incurable, la
camisa de fuerza de una unidad monetaria forzada por encima de las asimetrías.
Quedan pendientes sin agenda dos caminos
fuera de la trampa. Ni se avanza a una integración política más profunda
que atienda como en un solo país las asimetrías regionales, ni se asume un
sistema de transferencias fiscales que responda por las deudas de todos.
La primera fase de los famosos “rescates” fue
dominada por la línea Merkozy. Dramáticos programas de recortes
presupuestarios, en vez de mejorar las finanzas, disminuyeron las perspectivas
económicas, con alto costo social y peligro sistémico de la zona euro. Ahora ve
la luz una nueva visión que pone el acento en el crecimiento económico. ¿O
todavía no?
Hasta ahora el nuevo acento no se ve por ningún
lado. A lo más que llega es a la misma austeridad con mayores plazos. “Los políticos europeos siempre reaccionan
un día demasiado tarde y prometen siempre un euro menos de lo que hace falta”,
comentó Zoellick, presidente del Banco Mundial. La nueva orientación lleva el
sello galo de Hollande. Sin embargo, con todas sus buenas intenciones, el nuevo
adalid de la inversión pública y del giro hacia políticas de estímulo
económico, una vez presidente de Francia y con la poesía de la campaña a sus
espaldas, enfrenta, en su propio país, la árida prosa de una Hacienda Pública
agobiada.
Dimensión
del hueco. Hollande sabía que iba a enfrentar
una fuerte brecha fiscal. Lo que no sabía era la dimensión y profundidad del
hueco. El margen de maniobra de los socialistas franceses es, cuando mucho,
mínimo. Las cifras son alarmantes. Ya este año, el presupuesto francés debería
recortarse entre seis y diez mil millones de euros si Francia quiere cumplir el
pacto fiscal con la UE. El año que viene debería recortar 33.000 millones de
euros más para lograr el compromiso comunitario de un déficit que no sobrepase
el 3% del PIB. Misión casi imposible, porque los ingresos fiscales anuncian una
fuerte caída, ante aterrizados pronósticos de un crecimiento la mitad de lo
esperado. Hollande había prometido incrementar 60.000 puestos de trabajo en
Educación, Seguridad y Justicia, disminuir la edad de pensión, aumentar el
salario mínimo y disminuir el impuesto al valor agregado. Con ese curso no
quedaría excluida la candidatura de Francia al siguiente rescate.
Así ganó las elecciones. Pero Hollande
“presidente” no habla igual que Hollande “candidato”. Ahora promete disminuir
un 40% de gastos estatales, haciendo drásticos recortes en subvenciones
agrícolas, culturales, supresión de exoneraciones fiscales y reducción anual de
un 2,5% de la nómina estatal. Es decir, desempleo. ¿Dónde quedan las promesas?
Amortiguadas. El aumento del salario mínimo fue… mínimo, apenas 2%, equivalente
a solo 20 euros mensuales, que no dará ni un pellizco de incremento a la
demanda interna. Sus salidas son las clásicas: austeridad e impuestos. Nada
nuevo. Como dicen los gringos; solo hay dos cosas seguras: la muerte y los
impuestos.
El
caso de Alemania. Mientras tanto, 172
prestigiosos economistas alemanes presentaron un llamado de atención a Merkel,
advirtiendo que la propuesta de una unión bancaria, salida de la última cumbre,
representa una grave amenaza. Previenen que la deuda bancaria de los países
vulnerables es tres veces mayor que su deuda pública y “sería totalmente
imposible que los contribuyentes, pensionados y ahorrantes de los países
sólidos de Europa, tomen bajo su cargo el aseguramiento de esas deudas
bancarias”.
Para ellos es la gota que derrama el vaso. Esta
opinión no es unánime y no tardó en aparecer otro grupo de economistas que
opina lo contrario. Lo cierto es que en la última encuesta, el 54% de los alemanes no le ven sentido a
seguir gastando en el rescate del euro. Pero ya se plantea la espada de
Damocles que podría echar por la borda todos los rescates: El tribunal
constitucional alemán debe pronunciarse sobre la constitucionalidad del pacto
fiscal europeo, que arrebata al Bundestag su plena soberanía en la aprobación
de presupuestos, ya que los limita por acuerdo internacional a ser menores al
3% del PIB. La deuda de Europa llegó para quedarse. “Salir de esta coyuntura –dice Schäuble, Ministro de Finanzas alemán–
solo sería sostenible con una Europa políticamente más integrada”. Esa
sería la salida positiva. La otra, la
debacle del euro, no puede excluirse y hasta estas costas llegaría ese sunami.
Lastimosamente, demasiado poco, demasiado tarde, es el nombre del nadadito de
perro europeo. Yo no envidio los goces de Europa…
(Publicado originalmente en La
Nación / Costa Rica).
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