lunes, julio 16, 2012

Desde otra óptica / Europa y sus asimetrías


Demasiado tarde, demasiado poco
Europa políticamente más integrada: esa sería la salida positiva
 Por Velia Govaere
Catedrática UNED

Nada se desinfla tan rápido como el entusiasmo bursátil después de una Cumbre de la Unión Europea, cuando una de sus tantas medidas de emergencia pareciera ser el tan anhelado rescate final del euro. Con la llegada de Hollande al poder ya son 11 cambios de gobierno, desde el 8 de diciembre del 2009, fecha emblemática del inicio de la pesadilla de la zona euro, cuando Fitch disminuyó la calificación de la deuda soberana griega. Siguieron hacia el abismo Portugal, Irlanda, España, Italia. Desde entonces, una medida de rescate tras otra tranquiliza al paciente, pero la fiebre no baja.
 En cada ocasión se abordan síntomas coyunturales, y crónica queda, como incurable, la camisa de fuerza de una unidad monetaria forzada por encima de las asimetrías. Quedan pendientes sin agenda dos caminos fuera de la trampa. Ni se avanza a una integración política más profunda que atienda como en un solo país las asimetrías regionales, ni se asume un sistema de transferencias fiscales que responda por las deudas de todos.
 La primera fase de los famosos “rescates” fue dominada por la línea Merkozy. Dramáticos programas de recortes presupuestarios, en vez de mejorar las finanzas, disminuyeron las perspectivas económicas, con alto costo social y peligro sistémico de la zona euro. Ahora ve la luz una nueva visión que pone el acento en el crecimiento económico. ¿O todavía no?
 Hasta ahora el nuevo acento no se ve por ningún lado. A lo más que llega es a la misma austeridad con mayores plazos. “Los políticos europeos siempre reaccionan un día demasiado tarde y prometen siempre un euro menos de lo que hace falta”, comentó Zoellick, presidente del Banco Mundial. La nueva orientación lleva el sello galo de Hollande. Sin embargo, con todas sus buenas intenciones, el nuevo adalid de la inversión pública y del giro hacia políticas de estímulo económico, una vez presidente de Francia y con la poesía de la campaña a sus espaldas, enfrenta, en su propio país, la árida prosa de una Hacienda Pública agobiada.


Dimensión del hueco. Hollande sabía que iba a enfrentar una fuerte brecha fiscal. Lo que no sabía era la dimensión y profundidad del hueco. El margen de maniobra de los socialistas franceses es, cuando mucho, mínimo. Las cifras son alarmantes. Ya este año, el presupuesto francés debería recortarse entre seis y diez mil millones de euros si Francia quiere cumplir el pacto fiscal con la UE. El año que viene debería recortar 33.000 millones de euros más para lograr el compromiso comunitario de un déficit que no sobrepase el 3% del PIB. Misión casi imposible, porque los ingresos fiscales anuncian una fuerte caída, ante aterrizados pronósticos de un crecimiento la mitad de lo esperado. Hollande había prometido incrementar 60.000 puestos de trabajo en Educación, Seguridad y Justicia, disminuir la edad de pensión, aumentar el salario mínimo y disminuir el impuesto al valor agregado. Con ese curso no quedaría excluida la candidatura de Francia al siguiente rescate.

Así ganó las elecciones. Pero Hollande “presidente” no habla igual que Hollande “candidato”. Ahora promete disminuir un 40% de gastos estatales, haciendo drásticos recortes en subvenciones agrícolas, culturales, supresión de exoneraciones fiscales y reducción anual de un 2,5% de la nómina estatal. Es decir, desempleo. ¿Dónde quedan las promesas? Amortiguadas. El aumento del salario mínimo fue… mínimo, apenas 2%, equivalente a solo 20 euros mensuales, que no dará ni un pellizco de incremento a la demanda interna. Sus salidas son las clásicas: austeridad e impuestos. Nada nuevo. Como dicen los gringos; solo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos.

El caso de Alemania. Mientras tanto, 172 prestigiosos economistas alemanes presentaron un llamado de atención a Merkel, advirtiendo que la propuesta de una unión bancaria, salida de la última cumbre, representa una grave amenaza. Previenen que la deuda bancaria de los países vulnerables es tres veces mayor que su deuda pública y “sería totalmente imposible que los contribuyentes, pensionados y ahorrantes de los países sólidos de Europa, tomen bajo su cargo el aseguramiento de esas deudas bancarias”.

Para ellos es la gota que derrama el vaso. Esta opinión no es unánime y no tardó en aparecer otro grupo de economistas que opina lo contrario. Lo cierto es que en la última encuesta, el 54% de los alemanes no le ven sentido a seguir gastando en el rescate del euro. Pero ya se plantea la espada de Damocles que podría echar por la borda todos los rescates: El tribunal constitucional alemán debe pronunciarse sobre la constitucionalidad del pacto fiscal europeo, que arrebata al Bundestag su plena soberanía en la aprobación de presupuestos, ya que los limita por acuerdo internacional a ser menores al 3% del PIB. La deuda de Europa llegó para quedarse. “Salir de esta coyuntura –dice Schäuble, Ministro de Finanzas alemán– solo sería sostenible con una Europa políticamente más integrada”. Esa sería la salida positiva. La otra, la debacle del euro, no puede excluirse y hasta estas costas llegaría ese sunami. Lastimosamente, demasiado poco, demasiado tarde, es el nombre del nadadito de perro europeo. Yo no envidio los goces de Europa…

(Publicado originalmente en La Nación / Costa Rica).

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