sábado, julio 30, 2016

A papá

Mañana es un gran día

Mañana es un gran día. Yo lo recuerdo dando su sabiduría durante todo el año, desde sus 24 años cuando lo conocí, hasta sus 59 años cuando murió dejando un vacío que no entendí durante muchos años y que entregué mucho tiempo después, llorando ante su tumba. Se trató de mi padre.

La semilla de ese sistema que me ha servido de sustento y que ha marcado de modo imborrable lo que soy, es decir, la familia, se plantó un 21 de septiembre de 1958, cuando mi padre, Cesáreo Apolinar Tejada Rodríguez, y mi madre, María del Carmen Cruz, decidieron casarse.

Papá tuvo el coraje y la valentía de enfrentar múltiples dificultades provenientes de su hogar. Tenía un sentido de responsabilidad familiar muy elevado –incluyendo el ser el sustento del hogar- que lo obligó a emigrar de un lugar a otro, buscando un dorado que nunca llegaba. Cerca de veinte “mudanzas”, algunas de las cuales ni recuerdo, son testimonio de este constante peregrinaje.

Sin embargo, papá tenía un territorio firme que le servía de referencia constante: el bienestar de sus hijos y su esposa y un pan del que disfrutó poco durante su juventud: la educación escolar.

“Lo recuerdo como un tipo honesto, tenía un gran sentido de amor a la justicia y a lo justo, muy por encima de lo legal. Era muy trabajador, quizás un poco desorganizado, pero era muy trabajador, como lo es ahora Ruth, Milton, Víctor… Lo que es la familia de Apolinar se debe al amor al trabajo al que se dedicó y que no tuvo fronteras”, explicó el tío Pucho en una entrevista que le realizamos en el 2007. “Ustedes son hijos del esfuerzo de Apolinar y Carmen. Él sin Carmen no existía y viceversa”, añadió tío Pucho.

La tía Fanny, una de sus hermanas que todavía vive, expresa que “Apolinar era de un carácter especial, extraordinario. Cuando su mamá  lo necesitaba, ahí estaba él y estuvo hasta el último momento”.

La parte jocosa de papá era ser muy expresivo en el amor a su esposa. En una ocasión recuerdo que, caminando junto a él hacia la Iglesia, mamá se fue delante, tendría ella unos 40 años y estaba en la flor de su juventud. Un hombre que le pasa por el lado le dice dos o tres “piropos” y mi padre, con orgullo, sólo comentó: “viste que buena elección hice, tu madre le gusta a cualquiera”.

¿Qué puedo testimoniar en mi vida de ese señor que conocí el 26 de Junio de 1959 y que fue durante tantos años mi padre? Su amor al trabajo, una escala de valores verticalmente vividos, un amor profundo por la justicia, una forma de vivir su fe cristiana en donde su Dios era más bien el Dios de la Biblia y no el de las tradiciones y esa rara mezcla de ternura y disciplina


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