EL
PAPEL DEL CONSEJERO
Como
Iglesia estamos llamados a ministrar a los heridos y quebrantados, no a ignorarlos,
silenciarlos, decirles que se mejoren y que sigan adelante.
.Como Consejeros esta debe ser la motivación de nuestro corazón:
“…para anunciar buenas nuevas a los pobres… a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos… a consolar a todos los que están en duelo… a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento” (Isaías 61:1-3).
.Como Consejeros esta debe ser la motivación de nuestro corazón:
“…para anunciar buenas nuevas a los pobres… a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos… a consolar a todos los que están en duelo… a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento” (Isaías 61:1-3).
Ni
tú ni yo podemos cambiar a las personas. Los consejeros no tenemos la facultad
de transformar sus mentes ni de sanar sus corazones heridos. Sin embargo,
conocemos a Aquel que tiene el poder de hacerlo, y Dios nos da el privilegio
y la responsabilidad de recibir a esas personas en su dolor, llorar con ellas,
escucharlas y, finalmente, conducirlas a Jesús, quien conoce en profundidad a
cada uno de nosotros y anhela sanarnos.
Como
Consejeros estamos llamados a cuidar, consolar, infundir esperanza a las
personas, recordando que ”el Señor está cerca de los que tienen quebrantado el
corazón; Él rescata a los de espíritu destrozado” (Salm 34:18).
Jesús
dedicó su tiempo y se detuvo con las personas, les prestó atención tanto a
ellas como a sus necesidades. Le extendió su amor, sin ninguna duda, en cada
oportunidad.
El
propósito de Jesús es ir más allá de transformar la situación, de erradicar el
dolor del pasado: El quiere transformarlo para bien.
Los
consejeros somos simplemente instrumentos en sus manos, nada somos sin EL. Nada
podemos hacer, lo hace EL.
Bendiciones.
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