lunes, octubre 24, 2022

Necedad y consejeros

LA NECEDAD NOS CIERRA A RECIBIR CONSEJOS

"El hombre torpe no tiene conocimiento, y el necio no entiende esto" (Salmo 92:6).

Dice la Palabra de Dios que “en la multitud de consejeros, reside la sabiduría”. Pero cuidado al elegir uno o varios consejeros. Asegúrate de que conocen la Palabra de Dios, de que conocen al ser humano, de que son compasivos y, a la vez, capaces de confrontarte. Que sean capaces de escucharte sin juzgarte (y si hay algún juicio que sea el que procede de la Palabra de Dios).

Renunciemos a la necedad de creer que lo sabemos todo, que no necesitamos consejos y consejeros y de que no necesitamos de reconocer a Dios como el Consejero por excelencia.

Quiero hoy compartirte unas enseñanzas de una lectura (de Paúl David Tripp) sobre algo que nos impide acudir al Consejero y a consejeros que se sostienen en su Palabra.

¿Por qué algunas personas nos cerramos a recibir un consejo y sobre todo a recibir el consejo de la Palabra de Dios? Por necios.

La necedad nos hace creer que no hay ninguna perspectiva, visión, teoría, o “verdad” más fiable que la nuestra. Nos hace creer la mentira de que sabemos más. Esto nos lleva a distorsionar la realidad y vivir en mundos creados por nosotros mismos. Es como si mirásemos la vida a través de un espejo curvo que distorsiona la imagen, pero estamos convencidos de que podemos ver con claridad.

La necedad controla al ser humano que está cerrado al consejo de los demás y a la persona que ve poca necesidad de estudiar la Palabra de Dios. Esta necedad distorsiona nuestro sentido de identidad, destruye relaciones, retrasa el crecimiento y descarrila el cambio.

La necedad nos convence de que estamos bien, y que nuestras decisiones rebeldes e irracionales son correctas y son mejor. No fuimos creados para ser nuestra propia fuente de sabiduría. Fuimos diseñados para ser receptores de la revelación, dependientes de las verdades que Dios nos enseña y para aplicar esas verdades en nuestras vidas.

Cuando David dice en el salmo 14:1: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios”, llega al fundamento de la necedad. Nuestra necedad es un rechazo a Dios, un deseo innato para reemplazar la sabiduría de Dios por la nuestra. Detrás de todo esto, queremos ser nuestros propios dioses y revelarnos a nosotros mismos toda la “verdad” que necesitamos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayúdanos Dios a entregarte toda necedad en el nombre de Jesús..

Anónimo dijo...

Dios los bendiga

Anónimo dijo...

La necedad es una característica de no permitir que Dios esté sentado en el trono de nuestro corazón sino nuestro propio ego. Sale de un corazón orgulloso, que ni siquiera considera la posibilidad de equivocarse.