domingo, abril 27, 2025

Dile NO a la preocupación

 Sábados de fe y vida

El antídoto de Dios para la preocupación


Rostros graves. Siempre prisa. Surcos en la frente, y no de vejez. Y una situación en donde la marcha de cada aspecto de la vida nos preocupa. Resultado: estrés excesivo. Tensos, estresados.

Hay muchas causas de estrés en este mundo. Una de ellas es la preocupación. No todos se preocupan por los mismos elementos. Algunos lo hacen por el dinero, otros por la familia, el trabajo, los estudios, etc.

Sin embargo: no fuimos hechos para preocuparnos. Es algo que aprendemos a hacer, nos comentó hace muchos años el Pastor Rafael Montalvo en una de sus prédicas.

La preocupación es inútil. Nunca logra nada, nunca resuelve nada. Si es en relación al pasado, no podemos cambiarlo. El futuro, no depende de nosotros.

La preocupación es irracional. Exagera el problema. De un puñito de tierra hace una gran montaña.

La preocupación no es saludable. El cuerpo no fue hecho para preocuparse. Enferma. El preocuparse se aprende. No nacemos con temores, con miedos. Se adquieren.

 Para este veneno que es la preocupación, el Salmo 23 nos ofrece un antídoto tremendo compuesto por varios elementos:

  • ·         Creer que Dios es tu pastor.
  • ·         Aceptar a Jesús como mi Señor;
  • ·         Confiar y orar por todo, y
  • ·         Considerar un día a la vez.

Bueno, Pastor, explíqueme un poquito más esos cuatro puntos. He aquí elementos de su respuesta:

1.      “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. Es simple, Milton: si crees que Dios te va a cuidar, no tienes de qué a preocuparte. ¿Qué hace un pastor? Un pastor provee: alimento, abrigo, las necesidades básicas de sus ovejas. Un pastor protege. Si Dios es tu pastor, no estás solo. Hay alguien que te defiende. Un pastor guía y nos aclara el camino a tomar cuando estamos confundidos. Un pastor corrige. Cuatro elementos: provee, protege, guía y corrige. Dios nos promete estas cuatro cosas si le aceptamos como nuestro pastor (Is 40,11; Filp 4,19).

Al decir provee, no significa que suplirá todos nuestros deseos y codicias. Suple nuestras necesidades. ¿Cuál es tu necesidad hoy en día? ¿Qué nos queda para preocuparnos? ¡Nada!

2.      ¿Cómo puedo dejar que Dios sea mi pastor? Aceptando a Jesús como tu Señor. Señor significa que Él tiene el control de mi vida. Jesucristo es el Señor de tu vida si El da las órdenes en tu vida. Si El no da las órdenes, no es tu Señor, no es tu pastor. En Juan 10, 14.27. Las ovejas conocen a su Señor, escuchan su voz y le siguen.

Es una relación personal con Jesús. Le escuchas, escucha su voz. Es un vínculo. Y le sigues, le obedeces, camina detrás de Jesús.

3.      Confiar y orar por todo ¿Quién está en el control de tu vida? Dos posibilidades: O Dios dirige tu vida, o la vida la diriges tú. Si estas controlando tu vida, estas jugando a ser Dios y esta es la raíz de la preocupación. Tienes razón para estar preocupado. Pero si Dios tiene el control, entonces sabes que puedes descansar en Él. Experimentarás paz, descanso… Confía plenamente, totalmente, en Él.

Cuando nos agitamos, significa que no estamos confiando en que Él es nuestro pastor. Él es pastor de aquellos que le permiten ser su pastor.

Además, Ora por todas las cosas que, al parecer, pueden preocuparte. Preséntaselas al Señor. Dios quiere ocuparse de tus cosas (Fil 4,6-7; 1 Pedro 5,7). Descarga todas tus ansiedades sobre Dios. Cuando sabes que Él tiene cuidado de ti, su paz viene sobre tu corazón.

4.      Considerar un día a la vez. Concéntrate en el día a día (Mt 6,34; Mt 6,11; Mt 6, 32-33). Un día a la vez. La ansiedad nos hace menos efectivos, menos productivos. No quiere decir que no visualicemos o planifiquemos el futuro, pero no con la angustia que nos haga no vivir el hoy. Es una opción: ocuparte o preocuparte. Si Dios está al mando, este es Su problema, el manejará las diversas situaciones. El Padre celestial sabe lo que necesitas y Él te lo dará, si le das el control de tu vida.

GRATA VIDA para todos.

 

 

 

 

 

sábado, abril 19, 2025

Llaves de la comunicación de pareja

 Sábados de fe y vida

DIEZ LLAVES PARA CERRAR LA COMUNICACIÓN

Estamos finalizando la semana santa.

La vida de pareja continúa. Con frecuencia escucho a las parejas decir: nuestro problema principal es la comunicación. Ciertamente, hay mucho que comprender sobre ella, nuestros estilos, barreras, lo que sí hacer y lo que no hacer… hoy no escribo nada propio, sino que comparto contigo un resumen de un capítulo de un libro titulado “Sana tus heridas en pareja”, de una autora llamada Anamar Orihuela. El título es mío, y algunas de estas llaves también funcionan en otro tipo de relación.

Llave 1: Pensar que el otro debe pensar igual que tú. Mi hermano, mi hermana: el otro tiene una manera distinta de ver las cosas. Es necesario aprender a negociar, si escuchan aprenderán a entender la visión del otro. En una relación de pareja nunca hay una sola razón. Hay que tener ganas de escuchar al otro y encontrar juntos una solución.

Llave 2: Hablar sin escuchar o escuchar sin hablar. Es frustrante una discusión con una persona que no dice nada. Cualquier postura cerrada (el que solo habla, el que solo escucha) afecta la comunicación. La comunicación debe ser abierta, flexible. Saber escuchar es clave, saber hablar también. Hablar es la escoba que limpia los conflictos, aclara los malos entendidos. No podemos decir que amamos a una persona con la que no nos comunicamos. Equivocación: muchos aprendimos que hablar es pelear, lastimar, destruir, eso es incorrecto. Hablar es tener la oportunidad del reencuentro, de escuchar lo que el otro siente, de aclararlo.

Llave 3: Descalificar lo que siente el otro. No tienes que entender lo que el otro siente, si pare él o ella algo es importante, entonces lo respeta, lo escuchas y aunque no lo compartes, le da validez. Descalificar las emociones y sentimientos es violencia y lleva a la baja autoestima, lo cual convierte a las personas en tóxicas. Asegúrate de respetar los sentimientos del otro.

Llave 4: Hablar de lo importante en el peor momento. Para hablar determinados temas hay que buscar un espacio y tiempo adecuado. Hagan una cita para hablar, hagan citas de “novios”, para relajarse, disfrutar de lo que les gusta. La vida tiene disfrutes y dolores. Y recuerden, a veces tienen conflictos que resolver, pero ustedes no son un conflicto, son mucho más que eso. Si vemos al otro como el problema, probablemente nos amarguemos y hasta lleguemos al divorcio.

Llave 5: No verse a los ojos. Siempre que conversen cosas del corazón, mírense a los ojos. Cuando hables con ella o con él, mírale a los ojos (ejercicio: hablar con los ojos). Mirarse a los ojos muestra el corazón. Mírense al hablar, al hacer el amor, al disfrutar de una cena, al ser testigos de las travesuras de sus hijos, para coquetearle, para ser cómplices, para un contacto travieso de amo y compañerismo verdadero.

Llave 6: Sentir que si reconoces tu error pierdes. Una persona que sabe decir “lo siento” es una persona con buena autoestima. Reconocer tu error no quiere decir que te pondrás en el piso para que te pisoteen. Una persona capaz de reconocer su error no pierde, gana, porque esto le da la oportunidad de corregirlo y ser una mejor persona para su vida. Todos tenemos derecho a equivocarnos. No necesitas ser perfecto para ser amado, sólo necesitas ser responsable de tus errores, saber pedir disculpas, y hacerlo mejor la próxima vez. Cuando tu pareja reconozca que se ha equivocado, que ha cometido un error, dale las gracias y reconócele su capacidad de hacerlo.

Llave 7: Discutir para pelear y no saber negociar. Discutir no es pelear. Discutir es poner en la mesa un conflicto en que pensamos diferente, sentimos diferente, necesitamos diferente, pero debemos encontrar un punto de encuentro para caminar juntos. En las parejas, como en la vida, todo es una eterna negociación.

Llave 8: Sacar un expediente de conflictos y faltas. Los conflictos, como los expedientes, deben tener fecha de vencimiento. El armar expedientes es una forma de perderte en discusiones interminables. Aprende esto: problemas de hoy, soluciones de hoy, y si hay un viejo tema que no hablaste, pero que no puedes dejar o no puedes soltar, entonces habla específicamente de eso.

Llave 9: Interpretar lo que el otro dice. Ser objetivo y describir un comportamiento sin interpretarlo es difícil, complicado. Cuando interpretas el acto del otro estás poniendo algo que procede de ti, no de él, y que cerrará la comunicación. Hay que hacer un esfuerzo por describir más que por interpretar.

Llave 10: Decir que otros piensan como tú. Yo (MT) le llamo “apandillarse”. Atribuir a otros que piensan como tú para no hacerte responsable de lo que sientes, dices. Quieres meter a otros en la discusión (p.e.: “tu mamá piensa lo mismo”). Es un golpe bajo y solo logra que la otra persona se cierre.

Grata Vida…y una nueva semana llena de entusiasmo y de compromiso por un matrimonio en donde el gozo y la vida sean abundantes.

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sábado, abril 12, 2025

El conflicto en la vida conyugal

 Conflicto y vida conyugal

Milton Tejada C.

 

Rafael Montalvo, nuestro pastor, afirmó en una ocasión que aquellas parejas que, después de un tiempo de relación, afirman que en su vida no tienen ni un sí ni un no, o no se conocen o se engañan a sí mismas. 

Y es que todas las parejas tenemos diferencias, todas enfrentamos conflictos, es inevitable.  Sin embargo, lejos de ser un indicio de fracaso, el conflicto es parte del camino compartido, una señal de que ambos poseemos pensamientos, historias y necesidades distintas.

Un conflicto puede definirse como un choque entre ideas, visiones o necesidades. Aunque estas discrepancias no son necesariamente negativas, el verdadero desafío está en la manera en que se abordan. A menudo, un conflicto representa tanto un riesgo como una oportunidad. Mal gestionado, deja heridas; bien manejado, fortalece la relación.

Para entender el conflicto, es esencial reconocer nuestra diversidad. Somos de géneros distintos, con historias de vida diferentes, criados en familias únicas, formados en contextos particulares. Esta diversidad no solo es natural, sino que también es buena.

Ojo: como cristianos, es muy importante tener cuidado con el “yugo desigual”, es decir, uniones profundamente dispares en valores o propósitos y en declaraciones de fe. Además, el pecado —esa inclinación al egoísmo y al daño— ha generado áreas rotas en nosotros que necesitan reparación.

 ¿Cuáles son las principales áreas de conflicto en la relación conyugal?

  • El poder / Las decisiones
  • La intimidad 
  • La familia de procedencia.
  • La sexualidad
  • Patrones erróneos de comunicación (la coerción, p.e., intenta conseguir la sumisión o anulación del otro, quien cede para evitar la discusión y las amenazas)
  • Ocio/Tiempo libre (espacio para si/para la pareja).
  • Infidelidad
  • Celos (relación con la autoestima).
  • Carencias afectivas.
  • Las finanzas

 Ante estos -y otros conflictos-, se llega a un punto en que se busca solución. Pueden ser falsas soluciones:

  • El divorcio
  • Respuestas emocionales negativas (gritos, amenazas, sarcasmos, humillaciones).
  • Evitar el conflicto: mirar para otro lado.
  • Imposición y chantaje.

En esta entrega no pretendo darte una receta para solucionar tus conflictos conyugales, pero sí ofrecerte algunas pautas de por dónde sí caminar:

  • Presencia de Dios
  • Patrones correctos de comunicación (no es sólo hablar). Elemento clave: escuchar.
  • La flexibilidad
  • El Compromiso
  • La empatía.
  • Claridad en los límites.
  • Escuchar.

Al escuchar, es necesario que:

  • Te tomes un tiempo para pensar;
  • Habla en “frío”. A veces es necesario previamente “enfriar” la situación o “enfriarse” uno (p.e., yo camino). Expón con claridad tus necesidades e intereses, busca comprender los de él/ella. 
  • Respeta al otro
  • Práctica la empatía. Escucha activamente.
  • Mírate y reconoce tus defectos. Eres parte del problema.

En muchos casos, especialmente cuando la pareja aún está aprendiendo a resolver sus conflictos o cuando las emociones están fuera de control, la mediación de un tercero puede ser necesaria (un consejero, un terapeuta). Esta persona puede ofrecer retroalimentación útil sobre los estilos de relación y facilitar una salida al conflicto que, por sí solos, no logran manejar.

Por último, pero no menos importante, está el perdón. No un perdón superficial o automático, sino una decisión profunda. Existen falsos caminos para perdonar (como negar el dolor o minimizar la ofensa), pero el verdadero perdón libera, sana y permite comenzar de nuevo. La otra cara de la moneda del perdón es el arrepentimiento, pero sincero que, por lo tanto, en muchas ocasiones implica un proceso de cambio. 

En toda relación de amor, los conflictos son inevitables. Lo que marca la diferencia no es su ausencia, sino cómo se enfrentan. Que cada desacuerdo se convierta en una oportunidad para crecer, madurar y amar mejor.

GRATA VIDA

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viernes, abril 04, 2025

¿Epidemia de trastornos de salud mental?

 La salud mental… también es salud

Milton Tejada C.

Hace unos días, mi amiga y hermana en la fe Karina Cruz me invitó a participar en su podcast Inspirando, para conversar sobre un tema urgente y necesario: la salud mental y emocional. Aunque respondí algunas preguntas durante la grabación, el tiempo fue limitado y, siendo sincero, me expreso mejor por escrito que frente a un micrófono o una cámara. Por eso, me animo a compartir aquí, de manera más amplia y reflexiva, algunos de los planteamientos que creo esenciales sobre este tema.

 Y también te animo a suscribirse al canal de YouTube de Karina, @MisionInspirar, y estarán contribuyendo a difundir mensajes que contribuyen a que tengamos vida y vida en abundancia. Y puedes ver la entrevista que nos hiciera Karina de modo completo copiando el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=jGeH72wv0jI&t=851s

 Mucho se ha dicho que, a raíz del COVID-19, el mundo enfrenta una "epidemia" de trastornos mentales. Sin embargo, considero que la pandemia simplemente visibilizó una crisis que ya estaba en desarrollo. El aislamiento, la incertidumbre, las pérdidas y el colapso de rutinas cotidianas no hicieron más que sacar a la superficie el estado frágil en que se encontraba nuestra salud emocional.

 Un enfoque cristiano sobre la salud mental

Desde una perspectiva cristiana, la salud mental puede entenderse como un equilibrio interior que permite a la persona vivir en paz consigo misma, con los demás y con Dios. Es la capacidad de enfrentar las dificultades con fe, esperanza y amor, dejándose guiar por los principios de la Palabra de Dios. Por otro lado, la salud emocional implica reconocer, comprender y manejar nuestras emociones de forma adecuada, mantener relaciones sanas y afrontar los desafíos de la vida con una actitud positiva.

 Hablar de salud mental no es un tema ajeno a la fe. Muy al contrario, está profundamente conectado con nuestra relación con Dios, con nuestro sentido de propósito, y con nuestra forma de amar y de vivir. Negar esta dimensión sería desconocer que fuimos creados por un Dios que se interesa por todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu.

 ¿Qué está afectando nuestra salud emocional?

Existen múltiples factores que influyen en el deterioro de la salud emocional y mental, y es importante reconocerlos para poder responder con sabiduría y compasión.

 En el plano cultural, vivimos inmersos en un individualismo extremo que valora la autosuficiencia y la desconexión del otro. Esto ha debilitado los lazos comunitarios y ha dejado a muchas personas solas y emocionalmente vulnerables. La presión por alcanzar el éxito, mantener una imagen impecable y ser siempre productivos, alimenta una ansiedad constante. Además, la falta de referencias morales claras ha contribuido a una sensación generalizada de desorientación y vacío.

 En cuanto a lo social, la desintegración de la familia, la violencia, la desigualdad y la pobreza afectan profundamente el bienestar emocional, especialmente desde edades tempranas. A esto se suma el exceso de estímulos que recibimos a través de la tecnología y las redes sociales, lo cual muchas veces impide la introspección, el silencio y el encuentro con nuestras emociones más profundas.

 También hay factores personales que no podemos ignorar. Muchas personas cargan con heridas no sanadas: rechazos, traumas, pérdidas o fracasos que nunca se procesaron adecuadamente. Otras carecen de herramientas para gestionar sus emociones, lo cual se traduce en relaciones dañinas o conductas autodestructivas. Y no son pocos los que arrastran una imagen distorsionada de sí mismos, producto de comparaciones constantes con ideales inalcanzables.

 Finalmente, desde el enfoque espiritual, la raíz más profunda de esta crisis es la separación de Dios. Cuando nos desconectamos de nuestro Creador, perdemos la fuente de paz, identidad y propósito. El resentimiento, la culpa no tratada, la falta de perdón y el vacío existencial son síntomas de una vida que necesita reconciliación con Dios y con uno mismo.

 Hacia una sanidad integral

La buena noticia es que sí hay caminos hacia la sanidad, y estos caminos son tanto personales como comunitarios y espirituales. El primer paso es reconocer nuestro estado emocional sin miedo ni vergüenza. La negación solo prolonga el dolor. Como dice Juan 8:32, “la verdad les hará libres”.

 Desde ahí, es fundamental practicar el autocuidado: conocer nuestras emociones, descansar, alimentarnos bien y cuidar de nuestra mente tanto como lo hacemos con nuestro cuerpo. Expresar lo que sentimos a través de la oración, la escritura o el diálogo con alguien de confianza nos libera de muchas cargas. Establecer límites saludables también es una forma de proteger nuestra paz.

 La sanidad también pasa por nuestras relaciones. Necesitamos rodearnos de personas que edifiquen nuestra vida, y aprender a perdonar para no cargar con resentimientos que envenenan el alma. El perdón, como enseña Colosenses 3:13, es una herramienta de sanación poderosa.

 En el plano espiritual, volver a Dios es clave. Su presencia es descanso para el alma cansada. Leer Su Palabra, orar y meditar en Sus promesas renueva nuestra mente. Además, servir a otros con amor nos saca del aislamiento y nos devuelve un sentido profundo de propósito. Como afirma Hechos 20:35, “más bienaventurado es dar que recibir”.

 ¿Y la terapia? ¿Debe un cristiano buscar ayuda profesional?

La respuesta es un rotundo sí. Dios nos hizo seres integrales: cuerpo, mente y espíritu. Ir al psicólogo no es falta de fe, es responsabilidad y sabiduría. Hay terapeutas formados y guiados por valores cristianos que pueden ayudarnos a sanar heridas, fortalecer relaciones y enfrentar traumas. Proverbios 20:5 nos recuerda que “los pensamientos humanos pueden ser profundos, pero el sabio los puede descubrir”.

 Buscar ayuda no debilita la fe, la fortalece. Reconocer que necesitamos apoyo no es señal de derrota, sino de humildad. La oración y la terapia no se contradicen, se complementan. La fe no nos niega el dolor, nos da la fuerza para enfrentarlo con esperanza.

Hablar de salud mental y emocional es hablar de vida, de amor, de restauración. Como cristianos, estamos llamados a ser testimonio de esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Y eso empieza por reconocer que la salud mental… también es salud.