Sábados de fe y vida – 14 de junio, 2025
AYUDEMOS
A NUESTROS HIJOS A ENFRENTAR SUS SENTIMIENTOS
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Junto a mi hijo Juan Roberto, en las montañas de Monterrey, México. |
Muchos me han escuchado decir que uno de los legados mejores que podemos dar a nuestros hijos es seguridad emocional.
Muchas veces, con la mejor intención, reaccionamos diciendo “no llores por eso”, “no es para tanto” o “no estés triste” cuando nuestros hijos expresan emociones difíciles. Pensamos que así los tranquilizamos, pero en realidad podríamos estar negando lo que sienten.
Según el libro Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen, de Adele Faber y Elaine Mazlish, uno de los mayores regalos que podemos darles a nuestros hijos es permitirles sentir y acompañarlos mientras aprenden a gestionar sus emociones. Para esto, las autoras nos ofrecen seis valiosas pautas que podemos aplicar en la formación de nuestros hijos.
1. No minimicemos lo que sienten
Es fácil decir “Eso
no tiene importancia” o “No deberías ponerte así”. Pero, aunque algo
parezca pequeño para nosotros, puede ser inmenso para ellos. Perder un lápiz
especial, discutir con un amigo o no recibir la merienda que querían puede ser
muy frustrante desde su mundo.
¿Qué podemos hacer? En
lugar de restar valor, reconozcamos su emoción:
– “Veo que estás muy
triste por eso.”
– “Debe ser muy
molesto que eso haya pasado.”
Cuando ellos sienten que los entendemos, es más fácil que se calmen y confíen en nosotros.
2. Escuchemos con atención
No hace falta tener
una gran respuesta. A veces solo necesitan saber que los estamos escuchando de
verdad. Eso significa detener lo que estamos haciendo, mirar a los ojos,
asentir o simplemente decir un “Ajá” o “Entiendo”.
¿Por qué funciona?
Porque cuando no tienen que luchar para ser escuchados, se sienten seguros y se
abren con más facilidad.
Evitemos interrumpir,
corregir o dar consejos de inmediato. Escuchemos primero y respondamos
después.
3. Pongámosles nombre a sus emociones
Muchos niños no saben
decir “Estoy frustrado” o “Estoy decepcionado”, y solo expresan sus emociones
con gritos, berrinches o silencios. Ayudarlos a identificar lo que sienten les
da herramientas para comprenderse y expresarse mejor.
Podemos decir cosas
como:
– “Parece que estás
muy enojado.”
– “Eso debe darte
mucha vergüenza.”
– “Entiendo que estés
celoso.”
Cuando les damos palabras para lo que sienten, comienzan a no necesitar gritarlo con su conducta.
4. Usemos la imaginación para conectar
Cuando no podamos
cumplir un deseo, en lugar de simplemente decir “No”, probemos imaginar con
ellos lo que quisieran. Así mostramos que estamos de su lado, aunque la
respuesta no sea afirmativa.
Por ejemplo:
– Si quieren otro
helado, podemos decir: “¡Imagínate si pudieras comer 10 helados seguidos, de
todos los sabores del mundo!”
Este tipo de juego
satisface el deseo emocional, incluso si la acción no ocurre. Se sienten
acompañados, no rechazados.
5. Evitemos corregir demasiado rápido
Cuando un hijo dice “¡Odio
a mi hermana!” o “¡Quiero romper todo!”, podríamos reaccionar enseguida
para corregir. Pero si lo hacemos s
in escuchar primero, el mensaje que damos
es: “No puedes decir lo que sientes”.
Mejor digamos algo
como:
– “Veo que estás muy
enojado con ella. ¿Qué pasó?”
– “Eso te hizo sentir
muy mal, cuéntame.”
Cuando se sienten escuchados, podemos hablar de cómo expresar ese enojo sin herir. Pero primero necesitan comprender qué están sintiendo y por qué.
6. Seamos pacientes con nosotros mismos
No siempre sabremos
qué decir, y habrá días en los que estemos cansados o reaccionemos con
impaciencia. Lo importante es recordar que estamos aprendiendo junto a nuestros
hijos. La crianza no se trata de perfección, sino de presencia y conexión.
Podemos decir también:
– “Perdón, hoy estaba
agotado. ¿Quieres contarme de nuevo cómo te sentiste?”
Esto vale más que
cualquier discurso. Muestra humanidad, empatía y humildad.
En conclusión, escuchar con empatía y validar emociones no es permitir todo, sino enseñar que lo que sienten importa y que siempre pueden contar con nosotros. Así construimos seguridad emocional, una relación de confianza y un ambiente familiar más sano y amoroso.
GRATA VIDA… Vida abundante para todos.
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