Este
artículo surge de una necesidad personal: duermo mal y poco. Es decir: poco
tiempo y de baja calidad. Me propuse comprender esta dimensión básica de la
salud y de envejecer con calidad (junto a la actividad física, la nutrición y
la salud mental son cuatro patas del vivir en abundancia, es decir, de una
GRATA VIDA). Además, lo remito un día anticipado porque mañana estaré “fuera
del aire”.
Dormir
no es un lujo. Es un pilar de la salud tan esencial como la nutrición, la salud
mental y el ejercicio. Durante mucho tiempo se creyó que dormir era “perder el
tiempo”, pero hoy sabemos que cada hora de sueño reparador construye futuro:
más energía, más claridad mental, más salud y más años de vida
Sueño y calidad de vida
La
ciencia es clara: quienes duermen entre 7 y 9 horas cada noche no solo
disfrutan de mejor bienestar, sino que también viven más tiempo. Dormir poco
eleva el riesgo de hipertensión, diabetes, depresión y enfermedades
neurodegenerativas. En cambio, dormir demasiado suele ser reflejo de problemas
de salud subyacentes. En ambos casos, la longevidad se ve afectada.
El Dr.
Peter Attia (leí su libro sobre “La ciencia y el arte de la longevidad”)
lo aprendió a base de experiencia: durante años creyó que sacrificar el sueño
era señal de disciplina y productividad. Pero la privación crónica lo llevó al
límite: quedarse dormido en un quirófano fue la llamada de atención que le
mostró que el sueño no es un obstáculo al éxito, sino la condición
indispensable para alcanzarlo
Lo que el sueño hace por ti
Cada
noche de buen descanso tu cuerpo trabaja en silencio:
Repara tejidos y fortalece
músculos.
Protege el
corazón,
regulando presión e inflamación.
Limpia el cerebro, eliminando
toxinas como la beta-amiloide que favorece el Alzheimer
Fortalece el
sistema inmune,
preparándote para resistir infecciones.
Equilibra el
metabolismo,
ayudando a mantener un peso saludable y reduciendo el riesgo de diabetes.
Mejora el ánimo y
la claridad mental, haciéndote más resiliente frente al estrés.
Dormir
bien, en definitiva, es un seguro de vida accesible cada noche.
Punto de vista bíblico
Sí, la
Biblia también ofrece reflexiones sobre el sueño y su relación con el descanso,
la paz y la confianza en Dios. No habla en términos médicos modernos, pero
sí en principios espirituales que refuerzan la importancia de dormir bien. Aquí algunas citas (NVI):
El descanso como
regalo de Dios: “En
paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir
confiado.” (Salmo 4:8)
El sueño
reparador viene de la confianza: “Si el Señor no edifica la casa, en vano
se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen
guardia los vigilantes. En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde,
para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados.” (Salmo 127:1-2)
El sueño como
señal de paz interior: “Cuando te acuestes, no tendrás temor alguno; te
acostarás, y dormirás tranquilo.” (Proverbios 3:24)
La importancia
del equilibrio:
La Biblia advierte contra la pereza excesiva que también se asocia al
dormir demasiado: “Un poco de sueño, un poco de siesta, un poco de
cruzarse de brazos para descansar, y te asaltará la pobreza como un
bandido, y la escasez como un hombre armado.”(Proverbios 6:10-11)
En
resumen: la Biblia presenta el buen sueño como un don divino ligado a la
confianza en Dios y al equilibrio en la vida. Dormir bien no solo restaura
fuerzas, sino que refleja una vida puesta en las manos del Señor.
Cómo cultivar un sueño saludable
El sueño
de calidad no ocurre por casualidad: se construye con hábitos. Existen
especialista que pueden ayudarte, pero aquí algunas prácticas comprobadas:
Mantén horarios
regulares: acuéstate y despierta a la misma hora.
Prepara un ambiente
oscuro, fresco y silencioso en tu dormitorio.
Desconéctate de
pantallas al menos dos horas antes de dormir.
Evita cafeína,
alcohol y nicotina en la tarde.
Haz ejercicio con
frecuencia, pero no justo antes de acostarte.
Usa la cama solo
para dormir o para la intimidad.
Si necesitas una
siesta, que sea corta: 20-30 minutos máximo
Una
invitación personal
Dormir
no es un obstáculo al éxito, sino la base invisible que sostiene cada logro.
Como recuerda Attia, priorizar el sueño es priorizar tu futuro: tu
salud, tu familia, tu capacidad de disfrutar la vida plenamente.
Dormir
bien es un acto de autocuidado, una declaración de amor a la vida. Y mucho
mejor si tu dormir es colocado en las manos de nuestro Dios.
La Biblia enseña que la salvación
es un regalo de Dios, fruto de su gracia y no de nuestras obras. No la
hemos recibido por mérito propio, sino por un favor inmerecido de parte del
Señor. Esta verdad es el punto de partida para entender la vida cristiana: no
vivimos para ganarnos la salvación, sino que vivimos de acuerdo a pautas dadas
por el mismo Dios y lo hacemos como respuesta agradecida a lo que ya hemos
recibido en Cristo.
La conducta de los hijos de Dios
Así como alguien que pertenece a la
realeza debe mostrar con su manera de vivir su posición privilegiada, de igual
forma los creyentes debemos reflejar en nuestro comportamiento que somos hijos
del Rey. El cristianismo no se demuestra con discursos elocuentes ni con un
conocimiento meramente intelectual de la doctrina, sino con una vida
transformada. Si alguien dice conocer a Cristo pero su vida desmiente sus
palabras, vive en engaño. El llamado del Evangelio es a mostrar una vida digna,
no perfecta, pero sí coherente con la fe que profesamos.
Humildad, mansedumbre y unidad
Efesios 4 nos exhorta a vivir
“siempre humildes y amables, pacientes y tolerantes unos con otros en amor”. La
humildad nos libra del orgullo y la arrogancia, que no son de Dios. La
mansedumbre es serenidad y dominio propio, la capacidad de responder con bondad
incluso frente a la ofensa. La paciencia, por su parte, nos ayuda a soportarnos
en amor, reconociendo nuestras diferencias y limitaciones. Estas virtudes hacen
posible que seamos pacificadores y que luchemos por mantener la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz.
Renovación de la mente y abandono del
viejo hombre
Cuando venimos a Cristo, el Espíritu
Santo produce un cambio profundo. Ya no podemos vivir entregados a los deseos
engañosos que antes nos dominaban. El apóstol nos llama a despojarnos del
viejo hombre y ser “renovados en la actitud de la mente”, lo cual se logra
leyendo la Palabra, buscando la comunión con otros hijos de Dios y permitiendo
la obra del Espíritu. Vestirnos de la “nueva naturaleza” significa vivir en
justicia y santidad, hablando la verdad en lugar de la mentira, trabajando con
honestidad en lugar de robar, y usando nuestras palabras para edificar en lugar
de destruir.
El control del enojo y las palabras
La Escritura reconoce que podemos
airarnos, pero advierte: “no pequen”. El enojo no debe prolongarse, pues abre
la puerta al enemigo. Por eso se nos pide resolver los conflictos con rapidez.
Asimismo, debemos cuidar nuestro lenguaje: evitar la conversación obscena y
elegir palabras que edifiquen y bendigan a quienes escuchan. El cristiano está
llamado a abandonar la amargura, los gritos y las calumnias, reemplazándolos
con bondad, compasión y perdón, tal como Dios nos perdonó en Cristo.
Andar en amor como hijos de luz
En Efesios 5, Pablo nos invita a
imitar a Dios como hijos amados y a andar en amor, siguiendo el ejemplo de
Cristo, que se entregó como ofrenda y sacrificio. Esto implica vivir alejados
de la inmoralidad, la avaricia y las palabras groseras, cultivando en su lugar
la gratitud. Antes vivíamos en oscuridad, pero ahora somos luz en el Señor; por
eso debemos caminar en bondad, justicia y verdad, comprobando lo que agrada a
Dios y denunciando las obras infructuosas de las tinieblas.
Relaciones transformadas por el
Evangelio
El apóstol también muestra cómo la fe
impacta nuestras relaciones cotidianas:
·En el matrimonio, se llama a las esposas a respetar a sus esposos y a los esposos a amar
a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia, con entrega y cuidado.
·En la familia,
se exhorta a los hijos a honrar a sus padres y a los padres a criar a sus hijos
en la disciplina del Señor, sin provocar resentimiento.
·En el trabajo,
tanto empleados como empleadores deben servir y tratar con justicia, sabiendo
que todos tenemos un mismo Señor en los cielos.
Estas enseñanzas muestran que el
cristianismo no es solo teoría, sino una forma de vida que toca todas nuestras
áreas: hogar, relaciones y labor diaria.
La armadura de Dios
Finalmente, en Efesios 6, Pablo
recuerda que la vida cristiana es una batalla espiritual. Nuestra lucha
no es contra personas, sino contra fuerzas de maldad. Por eso necesitamos la
armadura de Dios:
·El
cinturón de la verdad.
·La
coraza de justicia.
·El
calzado del evangelio de la paz.
·El
escudo de la fe.
·El
casco de la salvación.
·La
espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
Solo revestidos con estas armas
podremos resistir en el día malo y mantenernos firmes en el Señor. Además, se
nos manda a orar en todo momento, intercediendo por todos los creyentes y
manteniéndonos alertas en la fe.
En conclusión
La vida cristiana no se sostiene en
nuestras propias fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo. Dios nos
llama a ser pacificadores, a vivir en amor, a reflejar la santidad de Aquel que
nos llamó. No se trata solo de evitar lo malo, sino de cultivar una vida de
bondad, justicia, verdad y gratitud. Ser cristiano significa caminar como hijos
de luz, imitadores de Dios, y estar preparados para la lucha espiritual con la
armadura del Señor. En todo, el propósito es que nuestras vidas glorifiquen a
Cristo y sean testimonio de su gracia transformadora.
Publicado el pasado lunes
en el periódico Hoy por Nisaly Brito, resume mucho de lo que quisiera explicarte
y que hoy te comparto por Whatsapp.
Hoy se habla mucho de “salud
mental”. Claro, como muchas otras cosas, la tomamos en cuenta cuando falta y creemos
que es algo “natural”. Puede tener mucho de biológico, pero es sobre todo una
construcción en el sentido de que las bases para la misma se establecen en la
infancia, pero es un edificio al que hay que dar mantenimiento continuo,
especialmente sabiendo que vivimos en “un mundo de locos”, que a lo malo llama
bueno y a lo bueno llama malo.
Mis queridos lectores: léanlo
y déjenme sus comentarios sobre este delicado tema. Aunque compartimos este
artículo, nuestra perspectiva va más lejos, porque queremos niños que crezcan
en un ambiente sano, pero sobre todo queremos amar a nuestros hijos como Dios
los ama, tanto que Jesús llega a decir que el Reino de los Cielos es de
aquellos que son como niños.
He aquí el artículo de Brito
y, al final, una nota mía.
Si queremos personas adultas
mentalmente sanas, necesitamos empezar por el principio: una infancia cuidada,
amorosa y respetada. La salud mental no aparece de la nada en la adultez; se va
construyendo, o debilitando, desde los primeros vínculos, desde la forma en que
los niños son acompañados por su entorno en su crecimiento emocional y esa
construcción es, ante todo, una responsabilidad adulta.
Adultos regulados, niños y
niñas seguros
Criar no es solo alimentar,
vestir y educar, Es también sostener emocionalmente, contener, acompañar en los
momentos difíciles. Pero para poder hacerlo, las personas adultas necesitamos
aprender primero a regular nuestras propias emociones. No se puede enseñar
calma desde el grito, ni consuelo desde la desconexión. Un adulto que pierde el
control o reacciona desde su propia herida, puede provocar más daño que
protección.
La autorregulación emocional
en adultos no significa reprimir lo que se siente, sino ser capaz de manejarlo
con conciencia y responsabilidad, especialmente frente a las personas más
pequeñas. Solo así podremos ayudar a niñas y niños a reconocer sus emociones,
nombrarlas y gestionarlas sin miedo ni vergüenza.
Herramientas de
contención: lo que sí podemos hacer
No nacemos sabiendo, pero sí
podemos aprender. Uno de los aprendizajes más poderosos es conocer y aplicar
los comandos de contención, son recursos sencillos, afectivos y seguros que
ayudan tanto al adulto como al niño o la niña a calmarse en momentos de crisis.
Algunos de estos comandos son:
Tomar distancia física por unos segundos para evitar
una reacción impulsiva.
Guardar silencio consciente en lugar de responder con gritos
o amenazas.
Ofrecer contacto físico seguro como un abrazo, si el niño lo
acepta.
Nombrar lo que está pasando con palabras simples: «Estás
enojado, yo también me siento frustrado, vamos a calmarnos juntos/as».
Estos comandos no solo sirven
para momentos difíciles, también son una oportunidad para educar
emocionalmente. Enseñarles a nuestros hijos e hijas que existen formas de
calmarse, de pedir ayuda, de no quedarse atrapados en la molestia o la
tristeza, es uno de los mayores regalos que podemos darles.
La violencia deja huellas
profundas
A veces se dice “yo crecí con
gritos y golpes y no me pasó nada”. Pero esa frase, más que una defensa, es una
señal de que sí pasó algo: normalizamos lo que nunca debió ser normal, la
violencia.
La violencia física,
emocional o verbal hacia niñas y niños no corrige: lastima. Daña su autoestima,
su capacidad de confiar en los demás, su seguridad emocional y su estilo de
apego y esto marca el tipo de relaciones que sostendrá en el futuro con sus amigos,
parejas, compañeros de trabajo. Diversos estudios neurocientíficos han
descubierto que el cerebro infantil, especialmente en sus primeros años, es
altamente sensible al entorno. Situaciones de maltrato, gritos, amenazas o
abandono emocional activan constantemente su sistema de defensa, elevando el
cortisol (la hormona del estrés) y afectando el desarrollo del sistema
nervioso.
Esto puede tener
consecuencias a largo plazo: dificultades para regular emociones, problemas de
aprendizaje, ansiedad, depresión o incluso enfermedades físicas. Las heridas
emocionales de la infancia no desaparecen solas: se transforman en luchas
internas que, a veces, se cargan toda la vida.
Criar con cuidado: un
compromiso familiar y comunitario
Tener una infancia linda y
buena no significa que todo sea perfecto. Significa priorizar el bienestar
emocional, ofrecerles seguridad, respeto y amor incondicional. Comparto tres
acciones concretas que las familias pueden implementar:
Establecer rutinas seguras y predecibles, que les den a los niños una
sensación de estabilidad y contención diaria.
Abrir espacios de conversación emocional, donde puedan expresar lo que sienten
sin miedo a ser juzgados, castigados o silenciados.
Modelar con formas sanas de resolver conflictos, mostrando con el ejemplo cómo
manejar la frustración, pedir disculpas o buscar soluciones sin violencia.
¡La salud mental comienza
en la infancia!
No empieza en la adultez ni
se arregla solo en los consultorios. Comienza en los primeros años de vida, y
se instala a partir de la forma en cómo cuidamos y contenemos en la primera
infancia (0 a 5 años), por eso, cuidar la salud mental en esa edad es una tarea
urgente y colectiva. Si queremos un futuro lleno de personas sanas, empáticas,
pacíficas y equilibradas, tenemos que empezar desde ahora, desde la raíz, desde
la infancia.
COMENTARIO FINAL DE MILTON T.
La
autora señala que los adultos tenemos que aprender a autorregular nuestras
propias emociones. Es verdad, pero vamos más lejos: los adultos tenemos que
sanar viejas heridas, y no podemos vivir con los ojos puestos en el pasado,
mirando hacia atrás. Hagámonos responsable de nuestro hoy, sanemos y busquemos
del Señor que, en ese proceso, será base segura para una vida en abundancia.
Recuerden,
queridos padres, Dios no tiene nietos. Tus hijos también pueden ser hijos de
Dios. Tú los amas, pero puedes estar seguro de que EL los ama más que tú. Por
lo tanto, educarlos en Sus caminos es la mejor manera que tenemos de
conducirlos por el camino del amor, de la seguridad, del descanso y la
confianza en Alguien que no nos defrauda.
Este es el texto básico de una conferencia que ayer compartí con mis hermanos de Iglesia Cristiana. Generalmente hacemos énfasis en "cómo estudiar la Biblia" (y fue mi conferencia del año pasado). En esta ocasión quiero ponerme en otra perspectiva: la de quien busca enseñar. Aquí
te proporciono algunos tips que pueden ayudarte en tu interés por enseñar sobre la
Biblia y algunos elementos sobre la Biblia como arma de guerra del cristiano.
Parte del público asistente a la conferencia. Foto cortesía de Lorenzo Leonardo.
1. Define el propósito claro
Comienza
por preguntarte: ¿qué quiero que la audiencia aprenda y viva después de esta
enseñanza?
Enseñar
la Biblia no es solo transmitir datos históricos o doctrinales (que son
importantes), sino formar vidas. Jesús tenía muy claro su propósito: “Id y
haced discípulos” (Mateo 28:19).
Al
preparar una clase o conferencia o una simple conversación, o una reunión en
que enseñarás la Biblia, plantea objetivos específicos. Por ejemplo: que
comprendan una verdad, que sean confrontados en un área de su vida y que salgan
motivados a obedecer. Esto da dirección y evita que la enseñanza se diluya o
disperse.
2. Ora y prepara tu corazón
La
enseñanza bíblica requiere dependencia de Dios, no solo habilidad
pedagógica. La oración prepara al maestro para ser sensible al Espíritu Santo,
quien es el verdadero intérprete de la Escritura (Juan 14:26). Antes de
enseñar, pide humildemente que la Palabra toque primero tu vida. Esto no solo
afina tu espíritu, sino que también da autoridad espiritual, porque enseñas no
desde la teoría, sino desde la experiencia personal con Dios.
3. Conoce a tu audiencia
Un
buen maestro ajusta su mensaje según la edad, contexto cultural, nivel de
conocimiento y necesidades de sus oyentes. Jesús se dirigía de manera distinta
a los fariseos, a sus discípulos, a los niños o a la multitud. Proverbios 22:6
recalca la importancia de enseñar “según su camino”, es decir, de
acuerdo con la etapa de vida.
Esto
implica usar ejemplos actuales para los jóvenes, ilustraciones sencillas para
los niños y aplicaciones prácticas para los adultos. Enseñar bien es
escuchar primero a la audiencia.
Conocer
a tu audiencia significa saber quiénes son, qué necesitan y cómo piensan.
La misma verdad bíblica puede enseñarse de manera muy distinta según el
público.
Jesús
nos dio ejemplo: hablaba a pescadores con metáforas de redes, a campesinos con
parábolas de semillas, y a líderes religiosos con referencias a la Ley y los
Profetas.
Algunas
claves prácticas para conocer a tu audiencia:
Edad
y etapa de vida:
Los niños requieren ilustraciones visuales y actividades cortas. Los
jóvenes necesitan dinámicas interactivas y temas que conecten con sus
luchas (identidad, decisiones, relaciones). Los adultos valoran
aplicaciones prácticas para su familia, trabajo o servicio.
Nivel
de conocimiento bíblico: Un grupo de nuevos
creyentes requerirá explicaciones sencillas, evitando palabras técnicas.
Un grupo maduro puede profundizar más en teología, contexto histórico o
debates doctrinales.
Expectativas
y necesidades:
¿Qué esperan de tu enseñanza? ¿Consolación, formación, inspiración,
confrontación? Aquí aplica la actitud del apóstol Pablo: “Me he hecho a
los judíos como judío… a los que están sin ley, como si yo estuviera sin
ley… a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”
(1 Corintios 9:20-22).
Diagnóstico
previo:
Antes de enseñar, conversa con líderes, observa al grupo, haz preguntas
iniciales. Esto te permitirá conectar mejor. Incluso una breve encuesta,
un rompehielo o una charla previa ayudan a percibir el sentir del
auditorio.
Conocer
a la audiencia no es manipulación, es amor pastoral: demostrar que te
importa quiénes son y qué están viviendo, para que la Palabra llegue con mayor
relevancia.
4. Estudia con profundidad
No
se puede enseñar lo que no se conoce. Pablo aconseja a Timoteo: “Procura
presentarte a Dios aprobado… que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo
2:15). La preparación incluye: leer el pasaje varias veces, consultar
diferentes traducciones, investigar el trasfondo histórico y cultural, y usar
comentarios y diccionarios bíblicos. El maestro debe ir más allá de lo
superficial para transmitir la riqueza de la Escritura con claridad y
fidelidad.
5.
Usa ejemplos, anécdotas y parábolas
Jesús
es el mayor modelo de maestro porque utilizaba historias y comparaciones
que la gente entendía. La parábola del sembrador (Mateo 13) conecta la
enseñanza con la vida agrícola de su audiencia.
Hoy,
un ejemplo de la vida diaria, un testimonio personal o una historia breve puede
iluminar una verdad bíblica y hacerla memorable. Las ilustraciones son puentes
entre la verdad eterna y la realidad presente.
6. Organiza el contenido en tres partes
La
estructura es clave para mantener la atención. Un esquema clásico es:
Introducción:
captar interés con una pregunta, una anécdota o un versículo clave.
Desarrollo:
presentar la enseñanza con claridad, subdividida en puntos o pasos.
Conclusión:
cerrar con una aplicación práctica y un llamado a la acción.
Este orden ayuda al oyente a seguir el hilo de la enseñanza y facilita que
recuerde el mensaje central.
7. Aplica lo enseñado a la vida práctica
La
meta de la enseñanza bíblica no es solo informar, sino transformar.
Santiago 1:22 exhorta: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores”. Siempre pregunta: ¿qué significa este pasaje para la vida cotidiana
de mis oyentes? Por ejemplo, enseñar sobre el perdón no debe quedarse en
teoría, sino guiar a tomar pasos concretos hacia reconciliación. Sin aplicación
práctica, la enseñanza corre el riesgo de quedarse en lo abstracto.
8.
Involucra a los oyentes. Enseñanza-aprendizaje activo
El
aprendizaje es más efectivo cuando hay participación. Haz preguntas, pide que
alguien lea un texto en voz alta, fomenta comentarios o ejercicios breves.
Jesús mismo interactuaba con sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”
(Lucas 9:18-20).
La
interacción rompe la pasividad, mantiene la atención y ayuda a que los
participantes se apropien del mensaje. Incluso en una conferencia, un momento
de diálogo puede enriquecer la experiencia.
La
enseñanza bíblica es más efectiva cuando los oyentes participan activamente.
No es un monólogo, sino un encuentro. Jesús no solo predicaba, sino que
preguntaba, escuchaba y provocaba respuestas: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?” (Lucas 9:20).
Algunas
formas de involucrar a la audiencia:
Preguntas
abiertas:
Invita a reflexionar: ¿Qué significa este pasaje para nosotros hoy?
Esto activa la mente y el corazón.
Lectura
participativa:
Pide que varios lean versículos en voz alta. La Palabra adquiere fuerza
cuando muchos la proclaman.
Dinámicas,
juegos, dramatizaciones y ejemplos: Usa dramatizaciones
breves, objetos, mapas o dibujos para que el grupo participe. Por ejemplo,
al hablar de la “armadura de Dios” (Efesios 6), puedes mostrar o pedir que
alguien represente las piezas.
Testimonios
y aportes:
Da espacio para que alguien comparta cómo aplica esa enseñanza en su vida.
Esto crea identificación y aprendizaje mutuo.
Aplicaciones
en grupo:
En clases o talleres, divide en pequeños grupos para discutir una pregunta
o responder un caso práctico. Luego cada grupo comparte brevemente.
Uso
de recursos digitales: En ambientes modernos,
herramientas como encuestas en vivo, pizarras digitales o aplicaciones de
preguntas pueden hacer más dinámico el aprendizaje.
Involucrar
a los oyentes hace que ellos mismos descubran la verdad bíblica, y eso
genera mayor impacto y recordación. Como dijo alguien (y que se aplica muy bien
a la enseñanza bíblica): “Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo
hice y lo aprendí” (Confucio).
9. Apóyate en recursos visuales y tecnológicos
En
la actualidad, los recursos audiovisuales potencian la enseñanza. Un versículo
proyectado, un mapa bíblico, una imagen o un breve video pueden captar la
atención y reforzar el mensaje.
La
tecnología no sustituye la Biblia, pero sí puede ser un aliado poderoso para
hacer más clara y atractiva la enseñanza.
10. Vive lo que enseñas
El
maestro no solo transmite conceptos, sino que modela el estilo de vida que
predica. Pablo decía: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1
Corintios 11:1). La coherencia entre mensaje y vida es la mayor credencial de
un maestro. La autenticidad inspira y da credibilidad. Un maestro que ora,
sirve y vive en integridad comunica con más fuerza que mil palabras.
LA BIBLIA, ARMA DE GUERRA
Enseñamos y aprendemos sobre la Biblia
porque ella es nuestra “espada”, nuestra “arma de guerra”. En ese sentido,
entendamos que la Biblia es ARMA DE GUERRA porque:
1. La Biblia es espada del Espíritu
Efesios
6:17 la llama claramente “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Entre
todas las armas de la armadura, es la única ofensiva. Esto significa que el
cristiano no solo se defiende, sino que avanza contra la mentira, el pecado y
las tinieblas usando la Palabra. Enseñar la Biblia es enseñar a manejar esta
espada.
2. La Palabra hiere y transforma
Hebreos
4:12 afirma: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda
espada de dos filos”. Esta imagen muestra que la Biblia penetra lo más profundo
del ser humano, confronta, sana y transforma. Cuando la usamos al enseñar,
permitimos que Dios mismo actúe con poder.
3. Jesús la usó contra el enemigo
En
el desierto, Jesús venció las tentaciones de Satanás con un simple “Escrito
está” (Mateo 4:1-11). No argumentó con lógica humana, sino con la Palabra. Esto
enseña que el creyente no necesita inventar armas nuevas, sino aprender a
citar, aplicar y enseñar la Escritura en cada circunstancia.
4. La Palabra desarma la mentira
Vivimos
en un mundo lleno de engaños ideológicos, relativismo y falsas doctrinas. La
Biblia es el estándar de verdad que desenmascara la mentira (Juan 17:17:
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”). Enseñar la Biblia es dar a
otros la capacidad de discernir y resistir. O como dice en nuestro
escudo nacional citando a Juan 8:32: “Y conocerán la verdad y la verdad les
hará libres”.
5. Es un arma de ataque y defensa
El
escudo de la fe nos protege, pero la Palabra nos permite atacar. Cada
vez que enseñamos la Biblia, estamos levantando un contraataque contra la
ignorancia espiritual, el pecado y las estrategias del enemigo. No es un arma
simbólica, sino una fuerza real en la batalla espiritual.
6. Enseñar la Biblia es entrenar a soldados
Un
ejército no entrega armas sin entrenamiento. Del mismo modo, la Iglesia prepara
a los creyentes para usar la Escritura con eficacia. Enseñar la Biblia es
entrenar a los soldados de Cristo a usar su espada. Pablo le recuerda a
Timoteo: “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo
4:2).
7. La Palabra derrota al enemigo en la mente
Muchas
batallas espirituales ocurren en los pensamientos: ansiedad, condenación,
mentira, duda. La Palabra es el arma que renueva la mente y establece la
victoria. Por eso Pablo dice: “Derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Corintios 10:4-5).
En conclusión:
Cuando aprendemos a enseñar la Biblia, no
solo enseñamos sobre explicar un texto. Enseñamos a blandir la espada del
Espíritu. Cada versículo enseñado, cada verdad transmitida, cada aplicación
práctica, es un golpe contra las tinieblas y una victoria para la luz de
Cristo. Enseñar la Biblia es entrenar a un ejército que sabe luchar con el arma
más poderosa: la Palabra de Dios.
Los beneficios de
que niños y niñas hagan tareas del hogar y cómo puedes hacer esto posible
Quiero empezar
este sábado de fe y vida con una breve reflexión que escuché en las
redes y que motiva el título de esta entrega:
“Tu hijo no es un
invitado en tu casa, si vive allí también debe ayudar.
Hacer todo por él
no es amor, es malcriarlo. Si no recoge su plato hoy, mañana no va a saber cómo
mantener un hogar. Barrer, lavar, ordenar no es dureza, es prepararlos para la
vida.
Es enseñar
gratitud, empatía y sobre todo responsabilidad. Porque criar no es sólo amar,
es formar. Y el amor verdadero también enseña responsabilidad y Fortaleza”.
He escuchado a
algunos padres decir: “No les digo que hagan algo porque estudiar es su
trabajo, es lo que tienen que hacer”. Son los mismos padres y madres que salen
a trabajar y, sin embargo, no dicen al llegar a su casa: “No puedo hacer nada en
la casa, ya trabajé para generar ingresos”. La casa está llamada a ser el hogar
de todos. Y de un hogar, todos somos responsables.
Aquí te presento diez pautas de beneficios que trae consigo el que entiendas que los hijos no son invitados a la casa, son parte del hogar y parte responsable de las tareas del hogar y, además, algunas ideas de cómo puedes hacerlo. Beneficios:
1.Fomenta la responsabilidad desde temprana edad,
aprenden que todos los miembros contribuyen al bienestar familiar. Cómo
puedes hacerlo: asígnales tareas simples según la edad que tengan. Un
estudio de la Universidad de Minnesota señala que: “Los niños que participan
en responsabilidades familiares desarrollan mayor sentido de deber y
disciplina” (1).
2.Desarrolla autonomía y confianza en sí mismos. Es maravilloso
cuando un niño o niña se acerca a ti y clama gozoso: “mamá, mamá, mira, lo hice”.
El que hagan tareas en la casa les ayuda
a ver que pueden lograr cosas por sí mismos, fortalece su autoestima. Cómo
puedes hacerlo: permite que realicen tareas complejas, aunque tarden más al
inicio. Han escuchado del método Montesorri, esta señora, María Montesorri
enseñaba que “cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo
del niño” (2).
3.Estimula el trabajo en equipo y la cooperación. Llegan a
entender que tareas más grandes o complejas requieren esfuerzos compartidos. Cómo
puedes hacerlo: organiza actividades en grupo (cocinar juntos, limpiar un
espacio común, construir algo juntos). Un trabajo de la Academia Americana de
Pediatría señala que “las familias que trabajan unidas en el hogar
construyen vínculos más fuertes y resilientes” (3).
4.Enseña el valor del esfuerzo y la gratitud.
Al verse haciendo cosas por otros, también aprecian más lo que otros hacen por
ellos. Cómo puedes hacerlo: reconoce y agradece el esfuerzo de cada uno
de tus hijos y de tu pareja. Covey
señala que “la gratitud es la memoria del corazón y transforma las tareas en
aprendizajes de vida”. (4).
5.Desarrolla habilidades prácticas para la vida
adulta. Me he encontrado con personas torpes para tareas mecánicas simples, en
ocasiones esto tiene origen en un hogar en el que no hacían nada manual. El que
tengan tareas manuales los prepara para la independencia y el futuro. Cómo
puedes hacerlo: Enséñales gradualmente a cocinar, organizar la ropa,
manejar pequeños presupuestos, hacer algunas reparaciones… Un artículo en una
revista de Harvard concluye lo siguiente: “los adolescentes que no adquieren
habilidades básicas de la vida diaria experimentan mayores dificultades al
independizarse” (5).
6.Fortalece la disciplina y la organización
personal. ¡Cuántos de nosotros nos quejamos de lo poco organizado que son
nuestros hijos! El hacer cosas, incluso en su espacio, tiene el beneficio de
que aprenden a seguir rutinas y a cumplir compromisos. Cómo puedes hacerlo:
diseña un calendario visible con turnos de tareas, horarios… como señala Covey:
“la disciplina es la clave de la libertad” (6).
7.Crea espacios de diálogo y convivencia. Al compartir
tarea, incluso al diferir en el cómo hacerlo, estamos creando momentos de
conversación natural. Requiere mucha apertura de los padres, pero vale la pena.
Cómo puedes hacerlo: aprovecha, mientras cocinan, lavan la ropa, lavan
el carro u otra tarea compartida, para hablar sobre el día o sobre la misma
tarea. Te pongo un ejemplo: mi hija Laura (vive en México) y yo, solemos hablar
mucho de cocina, de recetas, pero ahí también aprovechamos y hablamos de otras
cosas, de modo natural. Gary Chapman, autor de Los cinco lenguajes del amor,
afirma que “los momentos compartidos, por sencillos que parezcan, son
depósitos emocionales en la vida de los hijos” (7).
8.Reduce actitudes egoístas. Las tareas en el
hogar -solos o compartida con otros- ayuda a entender a los niños que no todo
gira en torno a ellos. Cómo puedes hacerlo: asigna tareas que beneficien
directamente a otros (preparar agua, ayudar con la mascota, cuidar un rato a la
abuelita… Recuerda: “Los hábitos de servicio reducen el egocentrismo y
favorecen la empatía” (8).
9.Conecta el hogar con valores espirituales y
culturales. Somos cristianos. Al hacer cosas en el hogar estamos sirviéndonos
mutuamente, transmitimos que el trabajo en casa es también una forma de servir
y amar. Cómo puedes hacerlo: enséñales que “hacer bien lo pequeño”
refleja respeto por la familia y por Dios. La Palabra de Dios dice: “El que es
fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel” (Lucas 16:10).
10.Prepara para
roles sociales y profesionales futuros. Es como un
entrenamiento. La disciplina y el esfuerzo adquiridos en casa se proyectan en
la escuela y en el trabajo. Ordenado en la casa, proyecta ser ordenado en el
trabajo, en los estudios. Cómo puedes hacerlo: establece metas
alcanzables, diseñen juntos pautas de organización, celebren logros, valoren
cómo se vincula lo que se hace en el hogar con lo que se hace fuera del hogar. Un
estudio de la Universidad de Harvard concluyó que los niños que hacen tareas en
el hogar tienden a ser adultos más exitosos profesionalmente (9).
Y recuerda, hacer
todo por los hijos, no es amor, es malcriarlos.
GRATA VIDA
Referencias
1.Rossmann, M. M. (2002). Chores teach children responsibility: Findings from a 20-year
study. University of Minnesota, Twin Cities, College of Education and
Human Development.
2.Montessori, M. (1967). The absorbent mind. New York, NY: Holt, Rinehart and Winston.
3.American Academy of Pediatrics. (2019). Building resilience in children and teens: Giving
kids roots and wings (4th ed.). Elk Grove Village, IL: American Academy of
Pediatrics.
4.Covey, S. R. (1989). The
7 habits of highly effective people: Powerful lessons in personal change.
New York, NY: Free Press.
6.Covey, S. R. (1989). The
7 habits of highly effective people: Powerful lessons in personal change.
New York, NY: Free Press.
7.Chapman, G. (1995). The
five love languages: How to express heartfelt commitment to your mate.
Chicago, IL: Northfield Publishing.
8.Goleman, D. (1995). Emotional
intelligence: Why it can matter more than IQ. New York, NY: Bantam Books.
9.Harvard Study of Adult Development. (2015). Chores and success: Findings from the Harvard
Grant Study. Harvard University. Retrieved from https://www.adultdevelopmentstudy.org