sábado, noviembre 01, 2025

Relativismo y disolución de identidad cristiana

 Desafío a la fe cristiana:

El relativismo moral y la disolución de la identidad cristiana

 Milton Tejada C.

Terminó el mes octubre. Inicio este noviembre con una reflexión fundamental para nuestra vida cristiana: el NO que debemos dar al relativismo moral.

 En la sociedad contemporánea, donde las certezas se diluyen entre opiniones cambiantes y el concepto de verdad se relativiza según intereses personales, el fenómeno del relativismo moral ha adquirido una fuerza determinante.

 El relativismo moral se refiere a la creencia de que no existen principios morales universales, sino que cada individuo o grupo define lo correcto o lo incorrecto de acuerdo con su contexto o conveniencia. Aunque se presenta como una postura de tolerancia y libertad, en la práctica conduce a una profunda crisis de referencia ética, donde todo parece justificable y donde la verdad pierde su valor normativo. O, como dice Aleksandr Solzhenitsyn: “El relativismo moral ha destruido las raíces de la sociedad; cuando el hombre ya no distingue el bien del mal, el mal termina por dominarlo todo” (Solzhenitzyn fue premio Nobel de Literatura y una de sus ideas recurrentes es su crítica al relativismo moral que, según él, destruyen la conciencia del bien y el mal).

 Esta semana leí un trabajo académico de Carlos Alberto Quinteros Roque[1] titulado Identidad cristiana y valores morales. En él, Quintero Roque advierte que el relativismo moral representa uno de los desafíos más serios para la fe cristiana actual, pues disuelve los fundamentos sobre los que se construye la identidad cristiana.

 Esta identidad —más que una afiliación religiosa— constituye una forma de vida orientada por el Evangelio y la aceptación de Jesús como Señor y Salvador, donde el amor, la justicia, la compasión y la dignidad humana se convierten en ejes de conducta. Cuando la moral se vuelve relativa, esos valores se reducen a preferencias personales sin raíz trascendente, lo que debilita el compromiso con la verdad y el bien común.

 Este proceso genera un vacío moral que afecta no solo a las personas, sino también a las instituciones. Los jóvenes, educados en un ambiente donde “todo es válido”, enfrentan la tentación de desvincular su fe de su práctica diaria. El resultado es una existencia fragmentada: se profesa una creencia, pero se vive otra.

 El relativismo termina sustituyendo el amor y la solidaridad por el egoísmo y la utilidad, alimentando un individualismo que erosiona el sentido de comunidad. En palabras de Quinteros, la identidad cristiana deja de ser faro moral y se convierte en un recuerdo simbólico cuando se pierde la coherencia entre la fe y las conductas y actitudes cotidianas.

 El relativismo moral también distorsiona la noción cristiana de libertad. Mientras la fe enseña que la libertad auténtica consiste en elegir el bien y rechazar el mal, el relativismo la reduce a la simple autonomía de decidir sin referencia ética. Así, se confunde libertad con independencia absoluta y verdad con opinión.

 Para el cristiano, la verdad y el amor son inseparables, y toda auténtica libertad se construye en la búsqueda del bien común. Por ello, la identidad cristiana se reafirma solo cuando la fe se traduce en acción moral, cuando el creyente encarna los valores evangélicos en la vida cotidiana.

 Reflexión bíblica: verdad, libertad y testimonio

Desde la perspectiva bíblica, el relativismo moral contradice directamente las palabras de Jesús, escritas en nuestro escudo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). En esta afirmación, Cristo revela que la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en vivir conforme a la verdad divina que libera del error y del egoísmo. Cuando el hombre rechaza esa verdad y convierte su conciencia en medida absoluta, cae en la esclavitud de sus propios deseos. El relativismo, entonces, no libera; encadena al yo y debilita la capacidad de amar auténticamente. UN DOMINICANO NO DEBERÍA SER UN RELATIVISTA MORAL.

 El apóstol Pablo, consciente de este peligro, exhortaba a los cristianos de Roma: “No se conformen a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). El discípulo de Cristo está llamado a resistir la presión cultural que diluye los principios del Evangelio y a mantener una mente renovada que discierna la verdad moral frente a las modas o ideologías del momento. Esta renovación interior es el antídoto contra el relativismo, porque reorienta la vida hacia lo que agrada a Dios y edifica a la comunidad.

 Finalmente, Jesús mismo advierte en el Sermón del Monte: “Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:13-14). Cuando la identidad cristiana se debilita, la sal pierde su sabor y la luz se oculta bajo el relativismo. Recuperar esa identidad implica vivir la fe con coherencia, humildad y firmeza moral, de modo que los valores cristianos vuelvan a iluminar la sociedad. Solo así la verdad del Evangelio podrá seguir transformando corazones y reconstruyendo el tejido ético de un mundo que, aunque cambiante, sigue necesitando dirección, esperanza y amor verdadero.

 GRATAVIDA

 



[1] . Quinteros Roque, C. A. (2025). Identidad cristiana y valores morales. Universidad Católica Sedes Sapientiae, Lima, Perú.