miércoles, diciembre 21, 2005

Desde mi estudio / Debilidad masculina

Debilidad y desfachatez masculina

Entre la desfachatez del varón y la tentación femenina de “cosificarse”

Milton Tejada C.

Por un lado está la desfachatez masculina, evidencia diaria de una debilidad, de un dominio del animal sobre la cultura, de una imposición del instinto sobre la civilización. Es, por lo tanto, una esclavitud. El hombre dominado, ese macho que se asume superior, que es capaz de apreciar la estética del cuerpo femenino y que es incapaz de mirar la realidad como un todo integrado, cosificando, pero por el mismo acto de cosificar reduciendo las posiblidades que tiene de relacionarse con un ser igual a él, y al mismo tiempo diferente.
En la otra cara de la moneda se encuentra también la tentación femenina de “hacerse cosa” con tal de conquistar un espacio de dominio, de poner su valía en lo que es el “fenómeno”, la apariencia, muchas veces con la ilusión de que constituye un simple camino para que la reconozcan y que, al final, se impondrá lo que es. Y no es así. Cosificador y cosificada juegan a la muerte.
Yo propugno por otra perspectiva. Más radical, difícil, pero apuesto también a que es más satisfactoria. La otra –la mujer- es diferente de mi. Apuesto a que en mucho nos complementamos, pero también a que en diversos aspectos constituimos dos universos que no siempre podrán construir un conjunto común y que tendrán que aceptar que lo divergente es, existe.
Intento mirarte a los ojos. Intento descifrar tus palabras, tu sonrisa, tu forma de escribir y de existir. Y si eres de alguien no es por posesión, no es por complejo de “propietario de finquita” sino, todo lo contrario, por entrega, porque te da la gana, porque dispones de tu voluntad y la rindes y eres capaz de recuperarla (como todo lance, es posible el dolor). En el caso de las parejas, sólo así es posible enloquecer de amor y mantenerse cuerdo.
Recuerdo una enseñanza que indica la dimensión del respeto que aspiro a que se construya entre hombres y mujeres. “Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a la Iglesia…”. Claro, hemos reivindicado la mitad conveniente, aquella que llama a las mujeres a obedecer a sus maridos y ser sumisas, pués él es la cabeza… pero es imprescindible saber que Cristo amó a su comunidad de creyentes hasta dar la vida por ella (y en la cruz). Sólo es posible la sumisión ante quien es capaz de dar la vida por ti. Dialéctica del amor, de lo incondicional.
Y me alegro por las mujeres. Mabel Caballero afirma en una columna escrita en el periódico el Caribe, que es fácil ver a un tipo inteligente con una mujer mediocre, pero no lo contrario. Sencillo: porque los ojos de mujer inteligente no son simplemente sus ojos verdes o castaños o del color que unos lentes de contacto le faciliten. En ella hay lo que ahora suele llamarse “inteligencia emocional”, esa capacidad que es intuición y es corazón.
Los hombres, en cambio, solemos caer en la trampa del “fenómeno”, de lo que vemos, de lo que “nos allanta”, detrás de quien corremos presurosos. Permiteme concluir con unos versos cuyo autor ya he olvidado (y cuya exactitud tampoco recuerdo):
Cu cu cantaba la rana.
Cu cu debajo del agua.
En mi opinión… Monsieur le moi,
el “moi” francés, ese si que es grande…
solo los que aman saben decir “tú”.
MT

1 comentario:

Anónimo dijo...

Keep up the good work. thnx!
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