domingo, diciembre 25, 2005

Desde mi estudio / Minoría de edad ciudadana

Un no a la minoría de edad de los ciudadanos
Milton Tejada C.
En 1996 Don Emilio Lapallese, quien ya no está con nosotros en esta empresa cotidiana de hacernos conscientes, afirmó que “mientras el pueblo no deje su minoriedad, estará buscando un salvador”. Y tenía y tiene razón. Somos un pueblo “menor de edad” en muchos y diversos aspectos. Voy más lejos: mientras seamos menores de edad, como pueblo, no estamos en condiciones de vivir en una auténtica democracia.
  • Cuando las calles de nuestros barrios, las orillas de los ríos, los solares baldíos, parecen auténticas pocilgas por la irresponsabilidad de sus moradores, hay minoría de edad.
  • Cuando el agua se desperdicia por fugas remediables, hay minoría de edad.
  • Cuando la música de mi casa o del club que nos queda al lado es para que tenga que oírla todo el vecindario, hay minoría de edad.
  • Cuando los que dicen desear un cambio social, una transformación profunda, proceden como si se tratara de cambiar jefes y discursos, pero con el mismo modo excluyente de ejercer el poder, hay minoría de edad.
  • Cuando el silencio se hace cómplice del delito y la corrupción es un hecho aceptado como “normal”, hay minoría de edad.
  • Cuando los bienes del Estado se reparten como si fueran patrimonio particular de quienes detentan el gobierno en un determinado momento, hay minoría de edad.
  • Cuando al país se le quiere hacer creer que lo negro no es parte de nuestra identidad y de nuestra historia, hay minoría de edad.
  • Cuando la política es el arte de la promesa por parte de líderes y la ingenua creencia en las mismas por parte de la población, hay minoría de edad.
  • Cuando en los militantes políticos existe la certeza de que, porque “se fajaron como locos” en la campaña, merecen y deben ser nombrados, aunque no sepan dónde, hay minoría de edad.
  • Cuando esos militantes políticos, sobre todo sus cuadros dirigentes, al analizar las posibilidades de empleo, lo hacen como nuestros niños al ir a un restaurante: viendo los precios de la derecha y no el plato que sirven, hay minoría de edad.
  • Cuando ser ciudadano se limita a unas cuantas horas en los procesos electorales, hay minoría de edad.
  • Cuando la fe cristiana no es un don que nos compromete, sino un refugio ante temores, dudas, incertidumbres, y la incapacidad de confiar en que el bien tiene la última palabra, hay minoría de edad.
  • Cuando lo “fuerte” es lo masculino y la ternura es lo femenino, hay minoría de edad.
Auténticos ciudadanos
Un anuncio publicitario indica que “unos envejecen, otros maduran”. Para que las cosas cambien, necesitamos madurar. Los dominicanos, si queremos un país fundamentando en una mayor justicia y con más equidad social, debemos madurar como ciudadanos y eso supone ser responsables.
Asumimos, falsamente, que ciudadano es todo aquel habitante de una ciudad o del país que tiene más de 18 años y está en el pleno ejercicio de sus derechos fundamentales. Olvidamos el otro lado de la balanza, la otra cara de la realidad: la de los deberes.
Qué fácil exigimos nuestros derechos y somos intransigentes y duros a la hora de juzgar cuando se violan los mismos. Sin embargo, que condescendientes y permisivos somos con nosotros mismos a la hora de explicar porqué no cumplimos con nuestros deberes.
  • Un mayor de 18 años es ciudadano cuando es capaz de mantener limpia su ciudad, el espacio en que se mueve.
  • Es ciudadano cuando se opone a todo tipo de abuso que se cometa en su presencia, incluso cuando el abuso no sea contra él o uno de los suyos.
  • Es ciudadano cuando no le basta participar en la fiesta electoral cada dos años, sino que requiere de las autoridades electas transparencia, honestidad, uso adecuado de los recursos que son de todos.
  • Es ciudadano cuando es capaz de indignación ante la violación de las leyes hechas para defender el bienestar de todos.
    Es ciudadano cuando no protesta la multa de tránsito que le fue impuesta porque violó las reglamentaciones existentes.
  • Es ciudadano cuando el hecho de que otros se conviertan en delincuentes no lo utiliza como excusa para cruzarse de brazos o, peor aún, para justificar sus propias faltas, las que considera “menores”.
Los dominicanos somos capaces de tal ciudadanía.
Yo apuesto por este tipo de madurez, no simplemente por envejecer, tener más edad, pasar de un siglo a otro, de un año a otro, de un mes a otro, y cada día más viejos, pero menos cerca de nuestros sueños.
Westcott afirmaba que sólo quien tiene cerebro puede cambiar de ideas. Necesitamos hombres y mujeres de cerebro, hombres y mujeres capaces de pensar y abandonar la costumbre, el mal hábito de la conformidad, del silencio…Ojalá que cada dirigente, cada líder de nuestra sociedad, asuma el bienestar de todos como norte y entonces se proponga, como Unamuno, “mover y agitar a la gente”, con la convicción de que “no vende pan, sino fermento”.Porque entonces, sólo entonces, podremos declamar juntos los versos de Julio Fausto Aguilera:
“Porque la patria, hermana, / es una casa: / amplia, cómoda, limpia, bien pintada, / blanca por dentro, / y habitada toda / por gentes muy amables, / que sonríen; / gentes desayunadas, satisfechas; / gentes hermanas, sin pleitos ni castigos; / todos trabajadores, madrugadores todos; / cantarinos a cual más; / cantando en el trabajo, / cantando en el crepúsculo, / dialogando con las estrellas, / tratándose de tú con los luceros…/ (En fin, ¡qué inmensas gentes!”.
tejadamilton@yahoo.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

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