miércoles, enero 25, 2006

Desde mi estudio / Carta a un amor - amistad

Carta a un amor que se ofrece sólo como amistad
(Marzo, 2001).


Hay un tiempo para cada cosa. Sabiduría de Dios que los hombres no siempre entendemos. El ritmo de las campanas divinas suele diferir mucho del ritmo de nuestras propias campanas, sobre todo si quien tañe es la campanilla de nuestro corazón.

Muchos no nos arriesgamos porque –como expresaba alguien en la película protagonizada por Sean Connery- nos da miedo de triunfar y otros por miedo al fracaso. A tu entender, uno “se da cuenta del tiempo de las cosas”. Dios, de algún modo, nos hace ver si es llegado el tiempo.

A veces me pregunto por mis miedos. Los tengo, pero no son fantasmas. Viven y los reconozco. Tengo, por ejemplo, miedo de no ser un padre que muestre a mis hijos el camino de la ternura, de la justicia, del amor, de la entereza. Miedo, por ejemplo, de ser un amigo a medias, mediocre. Miedo de aceptar la gracia de Dios como una camisa que puede ponerse y quitarse. Sin embargo, la fuente del valor para vivir la cotidianidad, la alegría, la paciencia, es el propio Jesús. Te decía una vez que, creo que sin proponértelo, me ayudaste a recordar de dónde surge la savia del árbol de mi vida (que no es la manzana, como dice tu “horóscopo” ecológico).

Lucas tiene razón: se trata de optar.

Jesús tiene razón: la mejor opción es el amor y la vida.

Yo tengo razón: en el inicio de un camino suele presentarse (a veces, no siempre), un período de tiempo en donde podemos sentirnos confundidos, pero al final, contando con la fortaleza de Dios, nos aclaramos.

A ti, Ysabel, no puedo pedirte más que aquello que me has dado desde tu corazón: tu amistad. Quiero un poquito más, pero parece que “no es tiempo”. Es por eso que me siento en esa etapa gris, donde sé que es posible la amistad y puedo optar por ella –porque, gracias a Dios, me la ofreces y, gracias a Dios, puedo ofrecerte la mía, aunque sea muy pobre-, y donde aspiro a tu amor. Me pregunto: puedo ser simplemente tu amigo? Mientras más te valoro como amiga, más se fortalece y se desarrolla esta semillita que nació no se sabe cómo y que no puede encontrar cuál de tus puertas está abierta a mi reclamo.

Mi querida Ysabel, incertidumbre es el motivo por el cual puede verme a veces aparentemente abatido. Como afirmas en tu última nota: no puedes hacer otra cosa que lo que dicta tu corazón. La paz se la estoy pidiendo al Señor. Mientras tanto, como también puede que me falte algo de prudencia y si te veo, de un modo u otro, insista en el mismo tema (mientras no sepa si las puertas están cerradas o abiertas), quiero pedirte mis excusas, pedirte perdón de antemano. Si en un momento te canso, dímelo, y si todas las puertas también están cerradas, dímelo.

Milton T.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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