martes, mayo 02, 2006

Desde mi fe/El coqueteo

EL COQUETEO


Lo tratamos en el grupo de hombres de nuestra iglesia. Claro, se trata de crecer. El coqueteo...

Coquetear es divertido y casi siempre comienza de un modo “inocente”, pero es un hábito difícil de romper, incluso después del matrimonio. Causa celos, malentendidos y nos puede llevar a la infidelidad.
Es un juego preparatorio que no llega hasta el final, sino que hace que a uno le palpite el corazón, que se le sonroje el rostro, y nos trae una sensación de bienestar en el cuerpo, parece inofensivo, pero no lo es.
Si desea coquetear hágalo con su esposa. Quizás ella no se vea, ni se oiga como la primera vez que usted la coqueteó hace años, pero ella todavía quiere que usted lo haga.
Guíñele un ojo desde el otro extremo del apartamento, róbele un beso, tírele un beso cuando nadie los ve, jugueteé con ella con los pies debajo de la mesa, déle un apretón, un pellizco o unas rosquillitas. El coqueteo conyugal es divertido y seguro.

Sin embargo, con quién nos gusta coquetear…
-Con las buenas amigas del trabajo…
-Con las hermanas de la Iglesia…
-Con parientes…
-Con jovencitas…
-Con las esposas de nuestros amigos.

¿Por qué molesta tanto?

Porque el hombre que coquetea no tiene ningún derecho de acceso a las emociones, atención inapropiada ni a la vida sexual/recreativa de esas damas.
¿Cómo se siente nuestra compañera si nos viera coqueteando a otra mujer? Herida, avergonzada, maltratada…
El punto es que en lo más profundo de nuestro corazón sabemos que coquetear es básicamente incorrecto, es una infidelidad mental y emocional. Si coqueteo estoy usando parte de mi cerebro y de mi alma que está reservada para mi compañera.

Mt 5,21. 27-28

Aquí se compara el asesinato con el adultero, son motivos de juicio.
¿Cómo es posible que Jesucristo compare el asesinato con el adulterio?
Dios quiere que estemos atentos a nuestras actitudes, o sea, que estemos atento a la mayoría de las cosas que otras personas no pueden ver.
¿Por qué Jesús coloca el adulterio al mismo nivel del asesinato?

Necesitamos levantar vallas protectoras en torno a nuestro corazón, nuestros ojos, nuestras manos, nuestro cónyuge, nuestro matrimonio.
Algunas vallas protectoras: saludar a las damas con respeto; revisar dónde está nuestra mirada al momento de ver o saludar a una dama; tener sumo cuidado con los piropos; pensar en cómo se siente nuestra esposa cuando coqueteamos; cuidado con palabras fuera de orden; revisar nuestro corazón.

Y recuerde, por valientes que podamos ser, a veces es necesario huir para salvar la vida.


Milton Tejada C.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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