martes, enero 30, 2007

Desde mi fe / El Miserere

Desde mi fe / El Miserere

28 de Enero, 2007.


Me lo enseñó un sacerdote, Martín Luzón, en el año 1985. Meditábamos sobre el Salmo 51, el Miserere.

Me dijo que misericordia es tener corazón ante las miserias.

Que la misericordia es una actitud básica para el abandono. “Dios, nuestro Padre, tiene corazón ante nuestras miserias. ¿Por qué no tener corazón ante nuestras miserias y ante las miserias de nuestros hermanos? ¿Por qué pretender ser más duros que el Padre? Es una locura humana, no es la locura del amor”.

Dios es un Dios compasivo, que tiene compasión. “Compadecere” es “padecer con…”. Porque Tú padeces en mi puedes borrar mis culpas, puedes arrasar con el león rugiente que llevo en mi interior, con esa alimaña que es el pecado… Es un reconocerme pecador y un reconocerte todo, eres gratuito.

“Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría” (51,8). Quieres un corazón sincero. Quieres sabiduría, la sabiduría de luchar intensamente por cambiar aquellas cosas que aún pueden ser cambiadas, la sabiduría de aceptar y abandonarme en aquellas cosas que no puedo cambiar. La sabiduría de conocer la diferencia. Y, sobre todo, abandonarme a tu voluntad, Señor. Es la actitud de humildad y confianza porque “un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias”.

Por eso, alegre, feliz, gozoso… que las heridas del pasado son curadas, no sangran en mi, se alegran hasta mis huesos (v. 10).

Sin sentimientos de culpa, porque eres mi Padre (v. 11). Y hoy en día se empeñan muchos en colocar más cargas sobre la conciencia de la gente.

Una criatura nueva, caminando hacia la santidad (v. 12) y que, al experimentar tu misericordia, Señor, se convierte en misionero, en trompeta (v. 15).

Porque eres mi Padre, mi papá que me dices que me amas con un amor eterno, hasta la muerte. Sólo esta locura: la del amor.

El Miserere sea, quizás, el Salmo más evangélico que podemos leer.

¡Miserere! ¡Miserere!


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