martes, enero 23, 2007

Desde mi fe / Yo y mi casa serviremos al Señor...

“Yo y mi casa serviremos al Señor…”

Estadística fúnebre. Según los resultados de una encuesta aplicada por el Consejo Nacional de Drogas (CND), el 67% de los estudiantes secundarios de este país consume bebidas alcohólicas. No necesariamente, pero la mayor parte de ellos menores de edad.

Un editorial del periódico Hoy afirma que una de las causas principales es la quiebra que ha experimentado la unidad de la familia dominicana, lo cual empeora con los vicios y los problemas socio-económicos. Habla, además, de pérdida de valores culturales tradicionales y de la carencia de disciplina en las escuelas.

Síntomas sobre síntomas.

Generalidades que nos dicen muy poco o que no nos dicen nada y que, además, no apuntan a ningún camino.

Recuperar los valores culturales tradicionales, pero ¿Cómo? ¿De qué valores se habla? ¿Entendemos realmente lo que es un valor, sea este de carácter cultural, moral o espiritual?

Soy padre de cuatro hijos. Vivo en tiempos difíciles. También soy cristiano. Alguien que ha creído en las promesas del Dios de Jacob. Y me he preguntado ¿Qué pasa? ¿En qué puedo sustentar la educación de mis hijos?

Quisiera hacer algunas observaciones a partir de mi experiencia. Limitada, a veces con equivocaciones, por lo tanto, un pequeño aporte en este buscar caminos en que nos encontramos tantos padres sinceros.

1º. El ser humano apuesta por la libertad sin límites. Una apuesta que ha de conducirnos al desastre. El carecer de ellos provoca una sensación de vértigo, de búsqueda sin fronteras, de experimentarlo todo… Esta búsqueda se ha apoderado de nuestros adolescentes y jóvenes, también de muchos hombres y mujeres adultos.

La respuesta que mi esposa y yo hemos encontrado es establecer límites. Es cierto que el reconocimiento de límites crea tensiones, pero hace posible una vida familiar con mayor armonía. Los límites significan reglas. Los límites apuntan a conductas aceptadas en el grupo. Los límites otorgan al adolescente y al joven un territorio en el cual se mueve sin temor.

2º. Los hijos constituyen “barro en nuestras manos”. Es decir, vamos formándoles, influyéndoles, marcándolos, como un caminar que es intenso en los primeros años, pero que parece no terminar nunca. ¿Qué queremos hacer con este barro? ¿Qué nos hace el barro a nosotros mismos, cómo nos marca e influye? Sin embargo, asumir también que ese barro recibe las marcas e influencias de múltiples espátulas: el grupo, la sociedad que le rodea, la escuela, los medios, las instituciones… los otros fuera del hogar.

3º. Hemos hablado de establecer límites. Sin embargo ¿cuáles parámetros nos guían en este establecer límites? Le hemos creído a Dios. Y su Palabra es nuestro parámetro. A veces, sin embargo, no es fácil aceptar lo que creemos que Dios nos dice por su Palabra y no siempre es fácil entender, a la luz de las diversas situaciones que vivimos como familia, la voluntad de Dios.

4º. La unidad familiar se construye con pequeños actos cotidianos, con festividades comunes, con el hogar como espacio donde descansar es posible y donde crecer es posible. No se decreta. Los padres, por lo tanto, debemos propiciar encuentros, mejorar el ambiente hogareño, favorecer el desarrollo del compromiso con la familia…

Se trata de criterios, la forma en que estos criterios se hacen vida es un desafío diario. En este responder el Señor nos acompaña, es nuestra roca. No lo olvidemos. Y entonces podremos proclamar como Josué: “Yo y mi casa serviremos al Señor…” (Jos 24,15).

Milton Tejada C.

tejadamilton@yahoo.com

No hay comentarios: