El “honor”
de un macho egipcio y José, el de la Biblia
Hoy, 28 de diciembre, leo una
noticia que, aunque no me sorprende, me llama fuertemente la atención: un tribunal egipcio prohibió a la Junta
Militar que gobierna ese país el realizar pruebas de virginidad a mujeres
detenidas.
Empiezo
leyendo por el final (a veces tengo esa manía): un general –fuente anónima de una parte de la información
suministrada por una agencia internacional y una cadena televisiva- reconoce que dichas pruebas se hacían y las
consideró justificadas.
Esas mujeres
"no son como su hija o la mía, sino muchachas que han compartido tiendas de campaña con manifestantes varones",
señaló el general. Agregó que se les hicieron las pruebas para que más tarde no
pudieran acusar a los militares de haberlas violado.
En la balanza: el honor militar versus el honor de
cada una de estas mujeres.
Mujeres de
honor, Samira Ibrahim y Maha Mohamed Maamoun, presentaron la denuncia al
tribunal que emitió el fallo. Estas dos jóvenes fueron detenidas en marzo
pasado por participar en manifestaciones y, durante su arresto, su virginidad
fue examinada por médicos militares.
Según Amnistía
Internacional, el 9 de marzo, un día después del Día Internacional de la Mujer,
tras el desalojo de los manifestantes de la plaza Tahir, 18 mujeres fueron detenidas, golpeadas y sometidas a descargas
eléctricas, y 17 fueron obligadas a someterse a pruebas de virginidad y
amenazadas con cargos de prostitución.
Es verdad que
el diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española define prostituir como “hacer que alguien se dedique a
mantener relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero”, pero en
su segunda acepción define prostituir como “deshonrar, vender su empleo, autoridad, etc., abusando bajamente de
ella por interés o por adulación”. En ese sentido, es probable que este
verbo se aplique adecuadamente a las autoridades militares egipcias, quienes
han deshonrado su misión al proceder a realizar esta acción por su interés y en
contra del honor de estas mujeres.
Y aquí viene el caso de José, uno de esos inmigrantes
que también estuvo dándose la vuelta por Egipto, pero hace ya unos dos mil años.
José, el de María, el papá de Jesús, pensó en repudiar a su esposa porque, sin
haber tenido relaciones, quedó embarazada. José, hombre de honor, pensó hacerlo
en secreto, pero su amor y su deseo de obedecer la voluntad de Dios fueron más
fuertes. Su decisión de honrar –y rendir
honor- a su esposa, su obediencia a Dios, se impuso. No su interés o sus
manías de macho.
Si José
hubiese dirigido la junta militar egipcia, probablemente le hubiese importado
más el honor de estas mujeres que el “quedar bien” como macho o que el buscar
una razón para condenarlas… O no?
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