miércoles, diciembre 28, 2011

Desde mi fe / José y la Junta Militar egipcia


El “honor” de un macho egipcio y José, el de la Biblia

Hoy, 28 de diciembre, leo una noticia que, aunque no me sorprende, me llama fuertemente la atención: un tribunal egipcio prohibió a la Junta Militar que gobierna ese país el realizar pruebas de virginidad a mujeres detenidas.
Empiezo leyendo por el final (a veces tengo esa manía): un general –fuente anónima de una parte de la información suministrada por una agencia internacional y una cadena televisiva- reconoce que dichas pruebas se hacían y las consideró justificadas.
Esas mujeres "no son como su hija o la mía, sino muchachas que han compartido tiendas de campaña con manifestantes varones", señaló el general. Agregó que se les hicieron las pruebas para que más tarde no pudieran acusar a los militares de haberlas violado.
En la balanza: el honor militar versus el honor de cada una de estas mujeres.
Mujeres de honor, Samira Ibrahim y Maha Mohamed Maamoun, presentaron la denuncia al tribunal que emitió el fallo. Estas dos jóvenes fueron detenidas en marzo pasado por participar en manifestaciones y, durante su arresto, su virginidad fue examinada por médicos militares.
Según Amnistía Internacional, el 9 de marzo, un día después del Día Internacional de la Mujer, tras el desalojo de los manifestantes de la plaza Tahir, 18 mujeres fueron detenidas, golpeadas y sometidas a descargas eléctricas, y 17 fueron obligadas a someterse a pruebas de virginidad y amenazadas con cargos de prostitución.
Es verdad que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define prostituir como “hacer que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero”, pero en su segunda acepción define prostituir como “deshonrar, vender su empleo, autoridad, etc., abusando bajamente de ella por interés o por adulación”. En ese sentido, es probable que este verbo se aplique adecuadamente a las autoridades militares egipcias, quienes han deshonrado su misión al proceder a realizar esta acción por su interés y en contra del honor de estas mujeres.
Y aquí viene el caso de José, uno de esos inmigrantes que también estuvo dándose la vuelta por Egipto, pero hace ya unos dos mil años. José, el de María, el papá de Jesús, pensó en repudiar a su esposa porque, sin haber tenido relaciones, quedó embarazada. José, hombre de honor, pensó hacerlo en secreto, pero su amor y su deseo de obedecer la voluntad de Dios fueron más fuertes. Su decisión de honrar –y rendir honor- a su esposa, su obediencia a Dios, se impuso. No su interés o sus manías de macho.
Si José hubiese dirigido la junta militar egipcia, probablemente le hubiese importado más el honor de estas mujeres que el “quedar bien” como macho o que el buscar una razón para condenarlas… O no?

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