Llamados a ser pacificadores
Gracia y paz... dos palabras claves en toda la Carta a los
Efesios. Se habla del evangelio de la paz (6:15), también se dice que
Cristo es nuestra paz (2:14). La gracia es el modo de salvación (2:8-9). Por
ahora, hablemos de la paz. Se trata de una bendición
Jesús, mediante su obra,
"hizo la paz" (2:15), anunciando las "buenas nuevas de paz" para todos (2:17). Se demanda al
creyente que se esfuerce por "guardar
la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (4:3).
La paz es un regalo que Jesús nos dejó en la última cena (Jn 14:27). Tiene dos dimensiones importantes:
- Paz en la relación con Dios. El estado de enemistad propio del pecado quedó cancelado por la obra de reconciliación llevada a cabo por Jesús;
- Paz como una experiencia en medio del conflicto de la última noche.
- La paz inunda el corazón del cristiano mediante la acción del Espíritu Santo (Gal 5:22);
- La salvación nos hace pacificadores y, por lo tanto, bienaventurados e hijos de Dios: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5:9);
- El pacificador no es, como piensa el mundo, quien huye del conflicto, sino el que vive la paz, el que la procura, la promueve. Tiene que ver con una correcta relación con Dios.
En cuanto pacificadores, nuestras características son:
- Anhelamos predicar el Evangelio de la paz a todos (Ef 6:15);
- Modelamos nuestras vidas conforme al Príncipe de Paz que busca a los perdidos (Lc 19:10);
- Buscamos la restauración de los que han caído (Jn 13:12).
- Somos hijos de Dios y la consecuencia es que el mundo nos reconoce como pacificadores;
- No hay dificultad ni problema que logre inquietarnos.
Concluyo citando de nuevo las palabras de Jesús:
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5:9).
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