martes, diciembre 27, 2011

Desde mi fe/ Leyendo a Efesios (9): Gracia y paz

Llamados a ser pacificadores

Gracia y paz... dos palabras claves en toda la Carta a los Efesios. Se habla del evangelio de la paz (6:15), también se dice que Cristo es nuestra paz (2:14). La gracia es el modo de salvación (2:8-9). Por ahora, hablemos de la paz. Se trata de una bendición  
 Jesús, mediante su obra, "hizo la paz" (2:15), anunciando las "buenas nuevas de paz" para todos (2:17). Se demanda al creyente que se esfuerce por "guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (4:3).
La paz es un regalo que Jesús nos dejó en la última cena (Jn 14:27). Tiene dos dimensiones importantes:
  • Paz en la relación con Dios. El estado de enemistad propio del pecado quedó cancelado por la obra de reconciliación llevada a cabo por Jesús;
  • Paz como una experiencia en medio del conflicto de la última noche.
Vemos estas dos vertientes a lo largo de todo el Nuevo Testamento:
  • La paz inunda el corazón del cristiano mediante la acción del Espíritu Santo (Gal 5:22);
  • La salvación nos hace pacificadores y, por lo tanto, bienaventurados e hijos de Dios: Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5:9);
  • El pacificador no es, como piensa el mundo, quien huye del conflicto, sino el que vive la paz, el que la procura, la promueve. Tiene que ver con una correcta relación con Dios.
Jesús vino al mundo con el propósito de matar las enemistades y anunciar las buenas nuevas de paz (Ef 2:16-17). Por lo tanto, el creyente es algo más que un pacífico, es un pacificador en la medida en que se identifica con Jesús. No se trata de religión, sino de una experiencia en que anhelamos la paz para todos los hombres.
En cuanto pacificadores, nuestras características son:
  •  Anhelamos predicar el Evangelio de la paz a todos (Ef 6:15);
  • Modelamos nuestras vidas conforme al Príncipe de Paz que busca a los perdidos (Lc 19:10);
  • Buscamos la restauración de los que han caído (Jn 13:12).
  • Somos hijos de Dios y la consecuencia es que el mundo nos reconoce como pacificadores;
  • No hay dificultad ni problema que logre inquietarnos.
Si no procuras la paz, la restauración de la relación con Dios, el construir vínculos de amor y armonía, entonces debes preguntarte si realmente has tenido alguna experiencia personal con el Dios de la paz. La diferencia entre un cristiano normal y un pacificador es que el primero suele hablar de Dios y su obra de paz, el segundo vive al Dios de paz de tal modo que no necesita palabras para hablar de su paz, aunque a veces las utilice.

Concluyo citando de nuevo las palabras de Jesús: 

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5:9).

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