martes, diciembre 13, 2011

Desde mi fe / Leyendo a Efesios - Eso de "Apóstol" (5).

Los doce, Matías y Pablo...

El hermano Danilo Gómez nos escribe un comentario con el cual queremos comenzar hoy esta reflexión. Nos dice: “A través de toda mi lectura y estudio de la Biblia, jamás encontré a ninguna persona que la Escritura mencione que haya tenido un "encuentro real con Dios" y luego se haya "apartado" y revelado contra él. Una vez que usted ha experimentado al Señor en su gloría, no puedes darle la espalda, ni olvidarse de su toque Divino. Ya no es un argumento o una doctrina sino una experiencia. Por eso el Apóstol Pablo decía: "Yo sé en quien es creído (2da Timoteo 1:12)”.

¡Qué buena síntesis de la vida en Cristo de la que hablaremos profundamente en este recorrer la carta a los Efesios: ya no es un argumento o una doctrina, sino una experiencia! ¡Gracias, Danilo!

Ahora bien, simplemente creo que nos aclara el orden en que procedemos. Primero la experiencia, y luego los argumentos y doctrinas, sabiendo que la relación con Dios es más grande que la racionalidad humana.

Retorno a un tema del cual conversé con el Pastor Montalvo hace unos meses. ¿Por qué algunos pastores se empeñan en asumir el título de “apóstol”? En mi ignorancia argumenté que eso no era bíblico y que en la Sagrada Escritura, específicamente en el Nuevo Testamento, se le llamaba apóstol a aquellos que tuvieron la experiencia de encontrarse con el Jesús de la historia, vivito y coleando, diría mi abuela.

Más aún: muchos de los que pretenden ser apóstoles hoy en día lo asumen como una jerarquía, como una posición y hasta como un orgullo. Si apóstol es aquel que ha sembrado iglesias, entonces Montalvo es apóstol en ese sentido de la palabra.

¡Alto! No tan aprisa.

La mayor parte de los autores que he consultado no se complica la vida (no se mete en las patas de los caballos diría alguien que conozco). Por ejemplo, para Snodgrass a quien he citado anteriormente, “en la Iglesia Primitiva, el término apóstol tenía varias connotaciones, todas de las cuales se aplicaban con propiedad a Pablo… aludía a alguien que había visto al Cristo resucitado (1 Cor 9:1), a aquellos que habían sido enviados por la iglesia con una comisión misionera o, de un modo más amplio, a cualquiera que funcionara como agente o representante”.

¡Todas podían aplicarse a Pablo!

Pablo, en este saludo reclama para sí el mismo título que Jesús le había dado a los doce. Sus escogidos mientras caminaba por Galilea. (Luc 6:12-13). El trasfondo del término utilizado apela al judaísmo rabínico y designa a alguien elegido especialmente, llamado y enviado a predicar con autoridad. Alguien que no se ha ofrecido voluntariamente ni la Iglesia le había designado. Su apostolado derivaba de la voluntad de Dios y de la elección y comisión de Jesucristo. De Pablo, no tengo dudas y lo afirmo, de los pastores que se llaman apóstoles o se hacen llamar, no lo afirmo.

Es que el ser apóstol de Pablo significa que es un maestro cuya autoridad es precisamente la autoridad de Jesucristo mismo.

En los casos de hoy en día no siempre tenemos clara la frontera entre cuándo un hombre está hablando con la autoridad de Jesucristo y cuándo está ventilando sus opiniones personales ¡Hace falta mucha humildad –y en eso tenemos un ejemplo en nuestro pastor- para asumirse como lo que somos: simple servidores y más que servidores, siervos!

Es decir, en sentido específico sólo pueden considerarse como apóstoles los doce del Colegio Apostólico, incluido Matías (Hech 1:26) y Pablo, el apóstol de los gentiles. Pérez Millos (en un comentario en que apela al uso de los términos en los originales) señala que “sólo ellos recibieron el don y sólo ellos fueron acreditados con señales específicas de apóstol (2 Cor 12:12). Ese don se dio, entre otras razones, para establecer la base doctrinal sobre la que se sustenta la Iglesia (Ef 2:20), apoyada sobre el único fundamento que es Cristo… el apóstol es un mensajero personal de Cristo Jesús, legitimado por Él y autorizado para hablar en su nombre”.

Si alguien tiene una interpretación distinta –de lo general a lo específico- la respeto. Al fin y al cabo: todo punto de vista es la vista desde un punto…

¡Que Dios nos bendiga!

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