lunes, marzo 26, 2012

Desde otra óptica / Un libro no convencional

“Sobrevive lo nuevo con lo viejo”

Palabras de Pável Isa Contreras, Profesor Investigador del INTEC, en la puesta en circulación del libro
“4 Décadas de Políticas Desarrollo Productivo en la República Dominicana”
Santo Domingo, 22 de marzo de 2012

Muy buenos días.
Quiero antes que todo agradecer al INTEC, al CNC y a la AIRD por permitirme el honor de comentar este libro el día de su puesta en circulación. Es para mí un gran placer pues tres de los cuatro co-autores, Magdalena, Rafael y Rolando son amigos, con quienes he tenido relaciones cotidianas de trabajo y en el marco de las cuales he podido cultivar respeto, admiración y afecto por ellos.  Por su parte, Manuel Agosín es un muy conocido académico latinoamericano de cuyos trabajos me he nutrido desde mis años de estudiante de economía.
Entrando en materia, creo que hay que darle la bienvenida al libro, rompe con un período relativamente estéril, poco fructífero intelectualmente en materia de investigación, análisis y reflexión sobre los problemas y las políticas del desarrollo productivo.
Ojalá no sea una excepción, un ave de paso, sino que inaugure un período de investigación y discusión sobre el desarrollo productivo en el país.
El vacio que el libro contribuye a llenar no es casual. El análisis y la investigación sobre las políticas de desarrollo productivo fueron abandonas, debo decir, tanto la discusión como las políticas mismas, a partir del predominio del llamado Consenso de Washington cuyas ideas ponían énfasis en la disciplina fiscal, la liberalización comercial, el fomento de la inversión extranjera en países en desarrollo, la privatización de activos productivos públicos y la desregulación para promover la competencia.
Es conocido que, en esa visión, la mejor política de desarrollo productivo es no tener política de ese tipo del todo bajo el entendido de que los mercados son los mejores asignadores de recursos y que no había que seleccionar sectores específicos  que fuesen objetivo particular de políticas públicas . Esta visión se opuso a la de un Estado activo en buscar corregir fallas de mercado, en apoyar el crecimiento continuo de la demanda agregada a través de una política fiscal activa, y en apostar por el desarrollo de sectores productivos específicos (lo que el libro denomina “políticas verticales”) los que, por sus características, tenían el potencial de transformarse y contribuir a transformar y modernizar el relieve económico.
Sin embargo, el momento intelectual ha cambiado. El consenso sobre el desarrollo ha claramente girado. Específicamente se ha alejado de la visión ortodoxa de confianza casi ciega en las virtudes de los mercados para impulsar, por sí solos, el desarrollo, y ha adoptado una postura en la que se requiere una participación más activa del Estado y las políticas públicas. Esto incluye, por ejemplo, políticas fiscales anticíclicas antes que  simple disciplina fiscal, la construcción de entornos institucionales y regulatorios que fomenten la producción y el empleo decente, el aprendizaje y la innovación en vez de la simple desregulación, y políticas comerciales que incorporen criterios como la equidad y el fomento de la transformación productiva antes que la liberalización a ultranza.
Esto no es sinónimo de una apuesta por déficits fiscales perennes, pesadas regulaciones o políticas proteccionistas.  Aunque todavía en formación, el nuevo consenso ha abierto el debate a alternativas de políticas que habían sido condenadas, sin necesariamente endosar prácticas con efectos contraproducentes. Es en ese ambiente intelectual en el que surge el aporte de Manuel Agosín, Magdalena, Rafael y Rolando.
Pero no sólo los consensos han cambiado, también el momento económico concreto para la República Dominicana es distinto al que prevaleció desde inicios de los noventa hasta mediados de la pasada década. En contraste con los momentos de clímax de los modelos de desarrollo dominantes en cada una de sus épocas específicas, en particular la ISI y la economía de servicios, cuando habían señales, si bien no siempre, inequívocas, de cambio productivo y tecnológico deseables, en la actualidad hay claras evidencias de un importante rezago productivo.
Esto se expresa en:
-          Un limitado y circunscrito dinamismo exportador. Exportaciones reales per cápita más bajas..
-          Inhabilidad para competir con las importaciones
o   Resultado: sostenida ampliación de la brecha externa
-          Contribuyendo a una crisis del modelo de inserción externa imperante desde 90s en el sentido de que el sector externo (B&S) muestra incapacidad para generar divisas que garanticen elevadas tasas de crecimiento. Esto es un elemento absolutamente crítico para eco pequeña
-          Precaria calidad de los empleos generados en los últimos años
Por eso, la contribución es sumamente muy oportuna. Hay un espacio intelectual adecuado y el país tiene urgencia de definiciones que den respuesta a las debilidades profundas productivas que parecen estar conduciendo al país a un estrecho callejón.
Paso ahora a hacer algunos comentarios del contenido mismo del libro.
En primer lugar, los autores ofrecen un muy útil marco teórico que (y me excusan la insistencia) refleja el momento intelectual que vivimos. A riesgo de extremar su argumento, el libro, de alguna manera, contrapone dos tipos de política de fomento productivo: políticas horizontales y políticas verticales, políticas neutrales entre sectores y políticas sesgadas o dirigidas hacia algunos sectores.
Hay que recordar que una de la críticas del pensamiento económico neoliberal (fuente del Consenso de Washington)  a las llamadas políticas desarrollistas fue su verticalidad y los costos y distorsiones que generaba. La contracrítica desarrollista es que la neutralidad exclusiva (horizontalidad) implicaba, de hecho, el abandono no sólo de las políticas productivas sino del esfuerzo mismo de desarrollo.
Como veremos, los autores proponen que ante el agotamiento del esfuerzo desarrollista que perduró hasta inicios de los ochenta, el país se enrumbó desde mediados de los noventa en la búsqueda de horizontalidad desmontando los esquemas verticales de promoción del desarrollo productivo, en especial los incentivos a la industria doméstica.
Sin embargo, como en otras transiciones, estos esquemas no se terminan de desmontar y sobrevive lo nuevo con lo viejo, en donde lo nuevo (el énfasis en la horizontalidad y en la neutralidad) cambia y busca, aunque parezca contradictorio, a qué sector beneficiar (que era la esencia de lo viejo), y también busca con qué de lo viejo (la verticalidad) sobrevivir en un contexto de pensamiento que recupera en parte las políticas desarrollistas de viejo cuño. Me parece que ese es el nudo fundamental que nos presenta el aporte que discutimos hoy, y que requiere de definiciones.  ¿Cuál es el balance que necesitamos entre políticas horizontales, generales para todos los sectores y que no discriminen, y políticas verticales que seleccionen y privilegien ciertos sectores? ¿Cuáles es el balance que necesitamos entre lo nuevo y lo viejo en un tiempo donde lo nuevo se está repensando y parte de lo viejo es rescatado?
La periodización de la economía dominicana que hacen los autores es una de amplio consenso aunque proveen una caracterización particular, atendiendo a la perspectiva temática particular.
·         El período que se inaugura a fines de los sesenta y termina a inicio de los ochenta, durante el cual predominó la estrategia de ISI es caracterizado por lo que fue en particular para la RD: uno de construcción de una nueva plataforma productiva, la cual terminó transformando el aparato económico dominicano por la vía de la diversificación y la modernización.
·         A su vez, casi toda la década de los ochenta y hasta inicio de los noventa, que los autores denominan como uno de economía dual fue tal porque, como ellos mismos discuten, fue uno de transición en el que convivieron la sustitución de importaciones con esquemas de promoción de exportaciones que procuraban contrarrestar algunos de los negativos efectos de la sustitución de importaciones, en particular el sesgo antiexportador. La unificación cambiaria de los últimos dos años del gobierno de Jorge Blanco fue evento de política más conspicuo de ese esfuerzo y sentó las bases para la emergencia de la economía de servicios de los noventa.  En corto, hizo rentables las zonas francas y el turismo.
·         Finalmente, de los noventa en adelante, cuando los ejes de inserción habían cambiado de forma definitiva hacia zonas francas, turismo y remesas, se inició un conjunto de reformas, que los autores caracterizan como un proceso de búsqueda de horizontalidad, pero hay que reconocer que en principio fue tal, es decir, fue de búsqueda de horizontalidad porque fue el inicio del fin de la verticalidad, el inicio del fin de las políticas de promoción de la industria. Ese proceso se inauguró con la reforma arancelaria de 1990 a 1993 que redujo la protección efectiva a la actividad manufacturera y fue complementada con otras reformas como la del régimen de inversión extranjera, la segunda reforma arancelaria de 2000, los acuerdos de libre comercio y las leyes e instituciones de protección a la propiedad intelectual.
Es este punto sobre el que quisiera enfocar la reflexión en lo que creo es la parte más provocativa del trabajo y creo debe motivar una discusión prospectiva y sobre el presente.
Un punto de partida necesario que hay que tener presente es el siguiente: las historias de desarrollo productivo exitosas de países de industrialización o desarrollo tardío son historias de políticas verticales. No creo que haya una sola experiencia de este tipo que no hayan descansado en esquemas de incentivo que hayan privilegiado, de antemano, sectores ganadores. Sin embargo, aunque todas ellas tuvieron un fuerte componente de verticalidad, para decirlo de alguna forma, simultáneamente, ninguna de ellas ha descansado exclusivamente en eso y se acompañaron de política horizontales, de provisión de bienes públicos y de apoyos de mercado.
Por lo tanto, como sugerí antes, el problema al que nos estaríamos enfrentando en la República Dominicana no es cómo terminamos de abandonar las políticas sectoriales y las apuestas por sectores específicos sino cuales de estas políticas se pueden complementar, cómo lo pueden hacer y en qué contexto institucional. Eso implica repensar al menos tres cosas. Primero las políticas de apoyo sectorial que sobreviven, tanto las de sustitución de importaciones como la que compensan el sesgo anti-exportador como las de zonas franca, aunque de las primeras solo parece sobrevivir el Arancel de Aduanas. En pocas palabras, la economía dual. Ya esto se ha venido haciendo si bien no con suficiente rigor, cuando se ha discutido la unificación, la consolidación de los esquemas de incentivos (caso END). Segundo, si las políticas horizontales vigentes son suficientes y si son lo suficientemente intensas. Tercero, si ambas generan los suficientes incentivos para el aprendizaje, el escalamiento tecnológico y la transformación productiva.
Los autores, de alguna manera, se hacen la pregunta sobre la suficiencia cuando abordan el tema de los clusters productivos como nuevo modelo de política de desarrollo productivo y sugieren que es todavía temprano para sacar conclusiones.
Como telón de fondo en esta reflexión se podría argumentar que en el caso dominicano, uno de los problemas que han tenido las PDP es un exceso de verticalidad, de políticas dirigidas que privilegian ciertos sectores,  y un fuerte déficit de políticas horizontales, por ejemplo educativas y de fomento de un entorno para el aprendizaje tecnológico, o de un entorno institucional más propicio para el desarrollo de largo plazo de negocios, y no sólo uno rentable como el que se estructuró para favorecer actividades como la industria manufacturera local, de zonas francas o para el turismo. A esto se puede agregar los problemas propios de esos esquemas, de las formas concretas que adoptaron.
Pero entre lo provocativo, lo más provocativo es lo siguiente: los autores sugieren que el modelo de los clusters productivos es uno de autodescubrimiento en el que los sectores descubren sus propias potencialidades, se organizan ellos mismos y se hacen visible a las políticas públicas. Aunque lo inscriben dentro de un proceso de “búsqueda de la horizontalidad” me pregunto si esto no se trataría de una política vertical, por lo menos en algún sentido, solo que una distinta, una que no es “desde arriba” en la que los sectores son seleccionados por las instituciones, sino una “desde abajo” donde éstos se autoseleccionan demostrando interés y capacidades. Ese era el sentido de mi comentario del inicio cuando decía que parecían políticas horizontales pero buscando ganadores. Los sectores no son señalados sino que emergen diciendo algo como: “yo estoy aquí, tengo capacidades y potencialidades, necesito apoyo dirigido, más allá de las políticas generales”.  Parecería algo así como la horizontalidad buscando la verticalidad, la verticalidad en democracia. Pero esto no es contradictorio, como dije antes.
De tomar más cuerpo este modelo de clusters productivos que se autodescubren, se trataría de una experiencia muy innovadora para un país en desarrollo. No creo haber leído de alguna experiencia de este tipo como modelo de desarrollo productivo. Como práctica reciente, por supuesto, pero no como modelo consolidado y con resultados validados y de alcance amplio.
Sin embargo, hay que reconocer que la experiencia reciente de desarrollo (segunda mitad del S.XX) poco ayuda para pensar en una propuesta de este tipo pues muchos de los éxitos productivos (estoy pensando particularmente en el Sudeste de Asia), al menos en sus etapas iniciales, se hicieron en el marco de regímenes autoritarios que seleccionaron ganadores, en su mayoría la industria, y aunque su carácter autoritario no fue sostenible (ocurrieron transiciones democráticas), marcaron las primeras etapas de verticalidad. Por supuesto, no quiero sugerir que habría que replicar tal experiencia de autoritarismo.
En ese sentido, insisto, si toma cuerpo esta iniciativa  de política pública como modelo de desarrollo productivo de peso, si alcanza la categoría de la ISI por ejemplo, sería muy innovador, aunque todavía quedaría por definir el contenido de la  verticalidad que reclama. Hay que reconocer, sin embargo, que en la República Dominicana, como ha dicho la CEPAL, y como lo recogen los autores en el libro, no hemos sido muy innovadores sino adaptativos. Hemos sido buenos adaptando. Sin embargo no hemos innovado no porque no hayamos sido buenos o porque hayamos fracasado sino porque no lo hemos intentado. En ese sentido, estamos ante una oportunidad.
En síntesis, el libro
·         rompe un hielo,
·         lo hace de forma atrevida, no convencional, y
·         lanza el reto de ponernos a pensar, nueva vez, y en un momento de urgencia, que hacer para producir más y mejor y para crear las basas para una vida con más oportunidades para la gente.

Muchas gracias.


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