Comunicado del Encuentro Regional Sobre el Tema de
Migración de Obispos de Estados Unidos, Centroamérica y del Caribe
Santo Domingo, República Dominicana
30 de Mayo, 2012
Nosotros, los obispos, sacerdotes, religiosas,
religiosos, laicos y laicas,
reunidos en nuestro V encuentro
regional de la pastoral de la movilidad humana para analizar la problemática
migratoria del Caribe, América Central,
México y los Estados Unidos y evaluar la respuesta de nuestras iglesias ante
esta situación, expresamos lo siguiente:
LA REALIDAD QUE NOS CUESTIONA E INTERPELA:
La pobreza, obliga a miles de personas a emigrar y
buscar fuera de su país el pan de cada día. Mientras esta causa estructural no
sea resuelta, aunque las leyes migratorias se endurezcan el flujo migratorio
continuará con las consecuencias que repetidamente han sido señaladas.
Las personas
migrantes que intentan el viaje a los EE UU desde los países de América
Central por el territorio mexicano enfrentan terribles sufrimientos no solo de
traficantes, polleros, enganchadores, falsos guías, sino también por los
crecientes abusos cometidos por los diferentes grupos del crimen organizado en
complicidad con policías y funcionarios públicos que ponen en riesgo la
seguridad y la vida. Desde Centro
América y en todo México los miembros del crimen organizado hacen presa a los
migrantes especialmente con el delito de secuestro para extorsionar a sus
familias. Cuando estas personas migrantes se niegan a colaborar o no
proporcionan la cantidad de la extorsión, son brutalmente torturados y
asesinados, como lo demuestran los acontecimientos de la masacre de los 72
migrantes asesinados en San Fernando Tamaulipas, el hallazgo de los cientos de
cadáveres en las fosas clandestinas y última masacre de 49 personas
sacrificadas en Cadereyta, Nuevo León.
A estos delitos se une también el aumento permanente
en la región de la trata de seres humanos tanto sexual como laboral, que
someten a esta esclavitud principalmente a niñas, niños y mujeres y con ello
obtienen criminales ganancias.
Nos preocupan la situación migratoria de niños y niñas
no acompañadas, separados de sus familias, expuestas a este recorrido con
innumerables riesgos y el drástico aumento en las deportaciones desde Estados
Unidos y México, que ha llevado a una mayor separación de las familias. El gobierno
de los Estados Unidos ha ampliado
el papel del Estado en la aplicación de las leyes de inmigración, que conduce a
abusos en los derechos fundamentales.
Leyes estatales injustas, como las de
Arizona y Alabama, producto del miedo a la presencia de los migrantes,
inducen a la xenofobia y atentan contra el derecho de la iglesia a servir a los migrantes.
Es urgente denunciar las amenazas, las agresiones y la
persecución contra los agentes de pastoral–defensores de Derechos Humanos de
las personas migrantes.
Seguimos profundamente preocupados por la situación de
la población haitiana. Después de dos años y medio del terremoto, la nación
lucha por recuperarse de la devastación y expandir su economía y su capacidad
para proporcionar una vida con dignidad para su pueblo.
La República Dominicana, aunque fue la primera en
responder a las víctimas del terremoto con mucha generosidad, cuenta con un gran número de migrantes haitianos que
sufre constante violación a sus derechos por motivo de indocumentación, trabas
para su regularización, deportaciones inhumanas y condiciones laborales
extremadamente degradables como es el caso de los trabajadores cañeros. Nos
preocupa la situación de los hijos de migrantes indocumentados que permanecen
en situación de limbo jurídico.
De igual forma nos preocupa el impedimento que coloca
el Estado Dominicano a cientos de dominicanos de ascendencia haitiana para la
adquisición y renovación de su documentación. Con esta práctica, el Estado
Dominicano viola a esta población el derecho de ejercer la nacionalidad ya
adquirida, estudiar, conseguir un trabajo digno, casarse, declarar a sus hijos,
cotizar en el Seguro de Salud y Fondo de Pensiones, abrir cuentas bancarias,
viajar, etc.
SIGNOS DE ESPERANZA
En medio de este panorama de dolor y sufrimiento,
agradecemos a Dios innumerables gestos y acciones de solidaridad expresados en
la atención dada a los migrantes en las
casas de acogida, en las iniciativas de apoyo, en el acompañamiento a las
personas migrantes, en los esfuerzos de incidir para lograr leyes migratorias
más justas, en la solidaridad con las familias de los desaparecidos y la
búsqueda de los mismos, así como el compromiso de agentes de pastoral que han
puesto en peligro su vida al proteger a las personas migrantes.
ILUMINACIÓN
Convencidos de que la Palabra de Dios nos pide amar y
proteger al forastero (Levítico 19, 33; Mateo 25, 35) y siguiendo el ejemplo de
Jesús que fue migrante perseguido en Egipto, reafirmamos los principios y
valores de nuestro compromiso pastoral: la dignidad de la persona humana, el
derecho a la vida digna, el derecho a un nombre a una nacionalidad, el derecho
intrínseco a la naturaleza humana a migrar libremente y sin violencia, a
permanecer en su propio país, la práctica de la caridad que nos mueve a acoger
al peregrino y al forastero.
COMPROMISOS
Al final de este encuentro nos comprometemos a:
a) Fortalecer
el acompañamiento de los migrantes y sus organizaciones promoviendo las leyes
que favorezcan su regularización y la promoción de sus derechos.
b) Continuar
en los esfuerzos de lograr una Reforma Migratoria integral en los EE UU que
respete los derechos de los migrantes, evite la separación de las familias y
reduzca las deportaciones.
c) Instar a
los gobiernos al reconocimiento del derecho humano a emigrar cuando así lo
requieren las circunstancias.
d) Lograr una
mayor articulación de todas las iniciativas y acciones a nivel de las
Conferencias Episcopales, de las diferentes pastorales, de Institutos y
congregaciones religiosas y
organizaciones de la Sociedad Civil.
e) Realizar
un trabajo de incidencia ante el Senado Mexicano para lograr una visa de
tránsito que les brinde protección y seguridad a los centroamericanos que se
dirigen a los EE UU.
f) Continuar
defendiendo el derecho a la nacionalidad dominicana de los dominicanos de
ascendencia haitiana nacidos en el territorio antes del 2010
g) Instar a
los estados a acoger los migrantes haitianos y facilitar su regularización.
h) Buscar los
mecanismos de sensibilización en las comunidades cristianas y la sociedad en
general para que se conviertan en comunidades de acogida.
i) Exigir a
las Autoridades de nuestros países, que tomen medidas para proteger a las
personas migrantes. La Iglesia Católica está
siempre dispuesta a trabajar con los gobiernos de la región para poner
fin a los abusos y la explotación de seres humanos.
Con esta declaración nos comprometemos a llevar a cabo
los retos mencionados, pidiendo a Nuestro Señor el don de su Espíritu, que nos
ilumine y nos fortalezca.
Invocamos con confianza la intercesión de Nuestra
Señora de Altagracia que ha estado presente en todas nuestras reflexiones.
Dado el 30 de mayo del 2012
Santo Domingo, Republica Dominicana
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