sábado, septiembre 22, 2012

Desde mi estudio / ¿Castigar la blasfemia?


Equívoco del expresidente Fernández
A mi modo de ver -y “Desde mi estudio” y pensando en teología y filosofía- se presta a equívocos la sugerencia del expresidente Leonel Fernández a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que considere la posibilidad de elaborar un marco jurídico internacional que pueda prohibir y castigar la blasfemia y falta de respeto a algo que se considere sagrado (Ver: Listín Diario).
El Diccionario de la Real Academia Española tiene un sesgo pro-occidental –y más bien, pro-monoteísta, con tendencia católica- al definirla como “palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos”. Además, esta definición no contempla la posibilidad de que haya “actos” blasfemos (como consideran los musulmanes el quemar un Corán o algunos grupos cristianos el quemar una Biblia).
Para otros, la blasfemia, en sentido amplio, es una irreverencia hacia lo venerado por una religión. Nos quedamos con esta acepción.
Si Fernández sugiere un marco jurídico internacional contra la blasfemia como pronunciamiento, manifestación de arte o expresión contra algo que venera una determinada religión, entonces genera equívocos.
Esto no obvia que lo que se considere “blasfemia” pueda ser juzgado atendiendo a otras leyes que tienen que ver con el respeto a la convivencia pacífica, la no denigración de las personas que adoptan una determinada creencia –o que no adoptan ninguna- o que se condenen actos que buscan dañar a determinados grupos sociales, generar violencia y romper los canales institucionales que establece una determinada sociedad (Pakistán, por ejemplo, mueren policías musulmanes a manos de una población musulmán, simplemente porque desean preservar el orden ante manifestaciones irracionales de fundamentalistas).
Algunas teocracias castigan lo que consideran blasfemia, adquiriendo la cosa categoría de ley. La mayor parte de las sociedades se niegan a castigar lo que un determinado grupo religioso considera blasfemia porque – de un modo u otro- abre las puertas a prohibir la libertad de creencia y suele ser un escalón para reprimir la libertad de expresión del pensamiento.
El pronunciamiento de Fernández se hace en el marco de las tensiones que generó un video que ridiculiza al Profeta Mahoma y que encendió manifestaciones en parte del mundo árabe (curioso que el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, criticó el video considerado blasfemo y que denigra la figura del profeta fundador del Islam, que ha despertado una ola de protestas en el mundo árabe, pero defiende la libertad de expresión contenida en la primera enmienda de la Constitución de EEUU). Pasó muy poco con el hecho de que un líder religioso musulmán –en Egipto- provocó que manifestante pisotearan una Biblia cristiana e incluso señalara que la próxima vez “se orinaría en ella”. Originó tensión, pero no más.
El tema, como ya indicó un autor, no puede aislarse del papel de la religión como fuente de poder político y control en muchas sociedades. En realidad, el castigo a la blasfemia como tal es una expresión de fundamentalismo. Y no creemos que Fernández sea defensor del fundamentalismo. Es el fundamentalismo el que ha atizado las protestas públicas, ha costado la vida de policías en Pakistán, ha implicado la muerte de miles de mujeres y ha estado a la raíz de muchos actos considerados de terrorismo. Claro, como decía una persona entrevistada por El País esta semana, “porque me veas con barba y sea musulmán, no quiere decir que sea terrorista).
De otra parte, el hecho de que se castigue la blasfemia significa –en sentido estricto- que la ley está reconociendo como verdades lo que plantea una determinada religión o creencia. Esto niega la necesaria libertad que tiene el ser humano para aceptar o no aceptar estas “verdades”, estos sistemas religiosos, sus planteamientos. O, quizás pretenden afirmar quienes quieren que se regule jurídicamente el tema de la blasfemia, que tú tienes derecho a disentir, pero tienes que atenerte a las consecuencias… “mortales” de tu decisión.
¿Hay blasfemia? Claro, que sí, pero esta es una apreciación de los adeptos a una religión o creencia, de quienes dicen sí al Dios de los cristianos y buscan hacerlo con integridad total, o al de los musulmanes… pero para quien usa una expresión blasfema, se trata de disensión.
Finalmente, un marco jurídico internacional como el sugerido por expresidente Fernández simplemente refuerza lo que tanto nos hemos temido desde el 11 de Septiembre: que la cultura del miedo dominará la tierra.

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