MATRIMONIO: NUESTRA CUOTA DE MALENTENDIDOS
Una relación conyugal está formada por dos personas imperfectas
y todos tenemos nuestra cuota de topetazos y errores en la relación
Hace un par de años -no recuerdo con exactitud cuándo- leí un libro que organizó algunos de mis conocimientos sobre las heridas en un matrimonio y sobre la resolución de conflictos. Se llama “Sana las heridas en tu matrimonio”, de Gary y Bárbara Rosberg. Hoy les comparto algunas notas.
¿Alguna vez te has sentido herido por causa de tu cónyuge? Seguro que sí. ¿Alguna vez has sido la causa del dolor en la vida de tu pareja? Seguramente. En toda relación matrimonial el esposo y la esposa han sido -alguna vez- tanto el ofendido como el ofensor, la causa y el objeto del dolor conyugal.
¿Por qué nos herimos mutuamente si somos esposos? ¿Por
qué dos personas que se han comprometido a amarse el uno al otro durante toda
la vida, a veces se olvidan del otro, se ignoran o se ponen en contra?
Porque todo matrimonio está formado por dos personas
imperfectas, que a veces son desconsideradas, ásperas, o sencillamente
egoístas. Y dos personas imperfectas compartiendo el mismo espacio están
destinadas a tener desacuerdos. Todos tenemos estos "topetazos"
conyugales de vez en cuando, no importa cuánto deseemos evitarlos, ni cuán
tristes nos sintamos cuando suceden.
Cada matrimonio tiene su cuota de malentendidos y
errores en la relación, conflictos y desaires, palabras hirientes y peleas
a gritos que terminan en dolor. Y a veces es como una colisión de frente que
causa daños más severos (como traición, infidelidad o abuso).
Ciertos conflictos y heridas en determinados momentos son
inevitables ¿Qué haces cuando sucede? ¿Cómo respondes cuando tienen un
conflicto?
La resolución de conflictos y
heridas se encuentra a la misma altura que la comunicación, que es el
principal problema que encuentran las parejas.
Muchos estamos desorientados
a la hora de resolver los problemas conyugales. ¿Por qué? Porque nadie
nos enseñó cómo hacerlo. Entonces, en lugar de sanar nuestras heridas
y continuar con la vida, dejamos que nuestros problemas se acumulen,
pensando erróneamente (o deseando en secreto) que el tiempo en verdad sane
todas las heridas.
No es así. En cambio,
con el tiempo, los conflictos sin resolver y las heridas sin sanar endurecen
nuestros corazones y abren una brecha entre nosotros como esposos. Cuando
enterramos nuestros conflictos en lugar de enfrentarlos, cuando guardamos
nuestro dolor en lugar de ocuparnos de él se pone en marcha un proceso.
Evitarlo finalmente
te guiará a un lugar donde no quieres ir: al divorcio emocional. Es
posible que nunca te separes físicamente o inicies un divorcio legal por
determinadas razones, como las apariencias, los hijos o las conveniencias
religiosas. Pero la distancia entre ustedes se seguirá ensanchando.
Te sentirás atascado
e infeliz, viviendo en la misma casa y compartiendo el mismo apellido. El
matrimonio soñado que alguna vez compartieron morirá lenta y dolorosamente.
Todo lo que les falta es iniciar públicamente los trámites en los tribunales
locales.
Cuando tu cónyuge habla acerca de la importancia que tiene su matrimonio, escúchalo. Cuando dejan de hablar: cuidado, puede significar que han dejado de buscar la salida. Si este modelo de separación emocional continúa, este cónyuge puede terminar yéndose físicamente. Y queda la pregunta: ¿Qué debemos hacer? ¿Qué debemos saber?
Cuatro conclusiones: 1. En todo matrimonio hay heridas; 2. No nos enseñaron cómo solucionar conflictos conyugales; 3. El divorcio emocional ocurre mucho antes que el divorcio legal (a veces este no ocurre nunca); 4. Una pareja “divorciada” emocionalmente no es feliz). Nos vemos…
GRATAVIDA para todos.
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