viernes, diciembre 08, 2023

Carta a Juan, sobrino de María, la cuidadora

Mi estimado Juan:

Diana, cuidadora y compañera de mi hijo Carlos Ariel.
En la foto, uno de los múltiples momentos en 
que se vio precisada a desempeñar ese papel, 
con amor y con eficiencia. ¡Gracias, nuerita!
La verdad es que admiro a tu tía María. Es su trabajo ser cuidadora de una anciana que tiene varios padecimientos, además de ser cascarrabias. La señora tiene un hijo, pero este vive fuera, y su contribución es llamar de vez en cuando a su madre y enviar dinero (no tanto, el suficiente para sus necesidades básicas). 
María está contratada como "empleada doméstica", pero en realidad es eso y más: es la cuidadora de Francisca, con 90 años, ciega y casi sorda. Lo hace con entrega, con pasión, con responsabilidad.
En María hay necesidad de su trabajo, pero también hay lealtad a Francisca a quien ha servido por más de 20 años. Tú, que vives en esta etapa de ser estudiante en casa de tu tía María, me preguntas: ¿QUÉ PUEDES HACER PARA CONTRIBUIR A QUE TU TÍA NO CARGUE TAN PESADO? 
O la pregunta que muchos se han hecho: ¿Cómo puedes contribuir a cuidar a la cuidadora? Aquí te doy algunos consejitos tomados de allí y de allá y te comparto algo de mi experiencia al cuidar a Ysabel, mi esposita:

Ofrece de tu tiempo para contribuir con el bienestar de María, la cuidadora. El tiempo puede ser para escucharle, puede ser para hacerte cargo un rato de Francisca para que su cuidadora pueda dedicarse a sí misma, hacer diligencias, descansar, es decir: autocuidarse. Es lo que hicieron los padres de Ysabel, mi esposa, cuando, hace casi tres años, al ser operada de un tumor en el cerebro tuvo una prolongada convalecencia de unos seis meses. Cuidaban de ella mientras yo trabajaba o hacía diligencias.

Interésate por María. Quizás este consejo es más para los familiares de Francisca que para ti. La tendencia de los familiares y amigos es a estar pendientes de la persona enferma y olvidamos al cuidador o a los cuidadores. Cuando llamen por teléfono, pregunten a María por su salud, su alimentación. Pregúntenle detalles que la haga sentir que está siendo tomada en cuenta y que están pendiente también de ella.

Dedica recursos a apoyarle o suplir alguna necesidad. En la operación de mi esposita Ysabel agradecí inmensamente el que hermanos en la fe, muy queridos, nos apoyaran con recursos monetarios (incluso amigos ubicados en el extranjero). Nos fueron muy útiles. Ella dejó de trabajar y nuestras finanzas se vieron mermadas. Fue su forma de apoyarnos y suplir algunas de nuestras necesidades. Como cuidador, me sentí bien y me sentí amado, querido.

Otra forma en que nos apoyaron, no monetaria, fue con alimentos (a veces me preguntaban qué necesitan y nos lo hacían llegar), detalles que sabían que agradarían a mi esposa (como, por ejemplo, flores, frutas, dulces). Cuando andes por ahí y puedas pararte en un súper, compra ese algo que María necesita en la casa o algo que, aunque parezca un antojo, ella agradecerá (en mi caso, recuerdo a Claribel, una amiga que nos llevó varias porciones de salmón, algo que yo jamás hubiese comprado, pero que agradecí).

Ora por María. Cuando estás a sola y oras por diversas situaciones, hazlo también por María, tu tía. En ese sentido, recuerdo el mensaje permanente de un grupo de hermanas de nuestra Iglesia: Milton, no solo oramos por tu esposa, oramos también por ti para que el Señor te sostenga. Y así ha sido, el Señor me sostuvo y me sostiene.

Muestra gratitud a María. No importa que esa enferma no sea de tu familia o tu amigo o conocido. Mostrar gratitud hacia el cuidador es una forma de valorizar su compromiso (incluso aunque sea por paga). 

Mensajes de ánimo, positivos para María. Son muy importantes. Durante la convalecencia de Ysabel, mi esposa, los recibí con frecuencia, y eso fue muy importante para mí, el saber que no estaba solo. Especialmente si ves a tu tía desanimada, una palabra de ánimo es un apoyo excelente en esas circunstancias.

Finalmente, si eres amigo, hermano, primo, familia, compañero de trabajo, de un cuidador o cuidadora, estas son cosas que puedes hacer para contribuir a "cuidar al cuidador", maneras de dar pequeños trozos de nuestra vida a favor de la vida de esa persona. Un granito de arena para que no se agoten en el proceso. Cuidar al cuidador es una forma de mostrar amor.

No dudes en responderme, Juan. Yo sé que Dios recompensará tu preocupación y el empeño en pones en cuidar a María, la cuidadora.

Milton T.
Grata Vida



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelentes consejos Pues también el cuidador también sufre, se estresa y muy poco lo tomamos en cuenta.

Anónimo dijo...

Milton gracias por esta reflexión basada en tu real experiencia, vivencia y proceso, que realmente es el proceso del ser humano y aveces no nos damos cuenta. Gracias y nos reta a vivir pensando en el que sufre y en los que cuidan a los que sufren, que también sufren.

Samuel Luna dijo...

Milton gracias por esta reflexión basada en tu real experiencia, vivencia y proceso, que realmente es el proceso del ser humano y aveces no nos damos cuenta. Gracias y nos reta a vivir pensando en el que sufre y en los que cuidan a los que sufren, que también sufren.

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Albania Mendoza dijo...

Este consejo es de mucha ayuda para aquellos que no han pasado por ese proceso. Gracias ☺️

Anónimo dijo...

Bendiciones Milton, muy buena reflexión y de gran ayuda para todas aquellas personas que están atravesando por este momento y los que ya la hemos vivido.

Anónimo dijo...

Lamentablemente, hay cuidadores que se enferman por el estrés continuo, por falta de apoyo de todo tipo, ya que todas las atenciones se enfocan en el paciente. El cuidador se enferma y tiene un nombre: síndrome del cuidador quemado. Gracias por este aporte Milton, hace falta crear conciencia. Dios le bendiga.

Yangeris Moreta dijo...

Tengo que admitir que mientras cuidaba de mi madre el año pasado, me quejé mucho de que nadie me preguntaba cómo me sentia Yo cuidando a alguien a quien tenía que cargar en brazos literalmente. Recuerdo que me lastime mi pierna derecha, llegaban, me veían cojeando y me decían eso es por montar tanta bicicleta. A veces reía y otras tantas lloraba de impotencia.
Gracias Don Milton por compartir.