viernes, diciembre 15, 2023

Desde la fe: No te quedes en el desierto

Una nueva etapa: cruza a la tierra prometida

Rafael Montalvo y Rocío Lora
Estamos llamados a abandonar el desierto y conquistar una tierra "que mana leche y miel". Llamados a alcanzar nuevos niveles. Llamados a entrar en la Ola de Dios en nuestra Iglesia (y diría, aunque más difícil: en nuestra sociedad). 
Llamados a salir de la mediocridad en todas las facetas de nuestras vidas. 
Les comparto estas palabras -no mías, sino fruto de una de las prédicas de nuestro pastor Rafael Montalvo-, pronunciadas hace un tiempo en Iglesia Cristiana (notas, por lo tanto, cualquier error en dichas notas es mío). Es un llamado fuerte: cruza el Jordán, conquista lo que Dios tiene para ti, no te quedes en el desierto.

Dios siempre quiere contar con nosotros en la historia. No hay historia sin nosotros.

Hoy te voy a hablar de Josué y el tiempo en que se disponían a conquistar la tierra prometida, el futuro, a entrar a nuevos niveles.

La pregunta que hoy comparto con ustedes es qué necesitamos para un nuevo futuro, qué necesitamos para alcanzar nuevos niveles, qué necesitamos para impulsar cambios en nuestro corazón, en nuestro hogar, en nuestra familia, qué necesitamos para montarnos en la ola del Espíritu Santo en nuestra Iglesia y en nuestra nación…

El pueblo de Israel estuvo cautivo en Egipto alrededor de 400 años. Dios lo sacó de la esclavitud, allí con brazo fuerte, con mano extendida, los llevó a la tierra de Canaán, la tierra que fluía leche y miel, la tierra en la que Dios les había prometido… un futuro mejor.

Para liberarlos, Dios hizo milagros, cosas extraordinarias, atravesaron el Mar Rojo, llegaron al Monte Sinaí en donde Moisés recibió las tablas de la Ley, y luego se encaminaron hacia la tierra prometida, hacia Canaán, llegando a un lugar llamado Cades-barnea.

Moisés, por mandato de Dios, envió doce espías (Números 13:17-30), doce hombres para que exploraran la tierra, lo cual hicieron durante cuarenta días.  

Diez de ellos trajeron un reporte negativo, un reporte de incredulidad, un reporte que contaminó a todo el pueblo a tal punto que el pueblo murmuró, gritó y lloró contra Moisés y Aarón, más bien contra Dios, diciendo: “¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto! ¡Más nos valdría morir en este desierto! ¿Para qué nos ha traído el Señor a esta tierra? ¿Para morir atravesados por la espada, y que nuestras esposas y nuestros niños se conviertan en botín de guerra?” (Números 14:2-3).

Incluso, pensaron en volver a la esclavitud: “¿No sería mejor que volviéramos a Egipto”, y armaron una rebelión exclamando: “¡Escojamos un cabecilla que nos lleve a Egipto!” (Número 14:4), y mostrando un corazón rebelde, soberbio, desobediente, negativo, incrédulo.

Sólo dos fueron hombres de fe, Josué y Caleb. Dijeron: “La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! (Números 14:7-8), y pidieron al pueblo que no se rebelaran contra Jehová porque el Señor estaba de parte del pueblo… pero ¡qué va! ¡Era un pueblo duro, desobediente, rebelde, sin confianza real en Dios!

¡Cuántas veces nos dejamos ganar por el miedo, cuántas veces somos rebeldes al mover de Dios en nuestras vidas, cuántas veces queremos volver a nuestra esclavitud y todo porque NO CONFIAMOS PLENAMENTE EN DIOS!


No reconocieron su oportunidad

El pueblo tuvo la oportunidad de entrar a la tierra prometida, estaban ya ahí, en el punto, casi-casi, y perdieron su oportunidad. ¡Qué terrible! Todo el mundo es capaz de reconocer una oportunidad cuando ya ha pasado. “¡Ah, esto sí que era algo bueno!”, “¡Oye … por aquí era que teníamos que transitar, era lo mejor camino!”. “¡Cierto, era el mover de Dios en la Congregación y no lo aprovechamos!”. Sin embargo, pocos reconocen una oportunidad cuando está frente a sus ojos. Israel, en ese momento, no pudo ver la oportunidad.

Este pueblo no reconoció el momento de Dios. ¡Qué terrible es esto, que uno viva la vida sin entender lo que está pasando, sin discernir sus momentos! ¡Sin darnos cuenta cuándo es el momento de Dios!

¡Hermanos, abramos bien los ojos, dispongamos nuestro corazón!


Dios los devolvió al desierto.

Complació su miedo. Dios dijo: “Así que diles de parte mía: Juro por mí mismo, que haré que se les cumplan sus deseos. Los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto…” (Números 14:28). ¡Wao! ¡Qué terrible! ¡Dejarnos dominar por el miedo, por la incredulidad, es quedar tirados como cadáveres, aunque estemos vivos!

Toda una generación perdió una oportunidad (con excepción de Caleb y Josué). Toda una generación murió en el desierto. Los niños, ya hechos hombres y mujeres, fueron preparados para entrar a la tierra prometida.

Josué 1:1-2, cuarenta años después de salir de Egipto, nos describe un momento de transición:

“Aconteció después de la muerte de Moisés, siervo de Jehová, que Jehová hablo a Josué, hijo de Num, servidor de Moisés, diciendo: “Mi siervo Moisés ha muerto, ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel, yo os he entregado, como le dije a Moisés, todo lugar que pisare la planta de nuestros pies”.


Conquistando un futuro mejor

Hoy, leyendo estos pasajes, y sabiendo que estamos en una ola, quiero preguntarme ¿Qué quiere Dios que hagamos para conquistar un futuro mejor, para montarnos en la ola, para llevar mi vida, mi familia, mi iglesia y mi nación a nuevos niveles, para aprovechar la oportunidad que EL nos está ofreciendo?

El pasaje inicia diciendo “Mi siervo Moisés ha muerto…”, es decir… Hermanos, no nos quedemos en el desierto, no nos quedemos anhelando el pasado. Con Moisés se vivieron momentos de éxitos, también de fracasos, de victorias, de derrotas, de bendiciones, de pecados, muchas experiencias quedaron en el pasado.

Quiero decir a esta iglesia y quiero decir a tu vida que Dios hará cosas mayores que las que ha hecho hasta ahora. ¿Por qué? Porque la senda de los justos es como la luz de la aurora: va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4:18).

Esta nueva etapa en nuestra iglesia y en nuestras vidas está preñada de bendiciones de parte de Dios para nosotros, un futuro de más y mayores bendiciones.

No olviden esta expresión: “Mi siervo Moisés ha muerto…”. 

Claro que sí, que hay muchas cosas positivas en nuestras raíces, en nuestro pasado, pero NO podemos vivir aferrados a lo que fue. NO PODEMOS. 

Hay personas que dicen: “Cuando yo estaba chiquito, mi mamá abusó de mí, un tío me maltrató, una persona me marcó, una persona dijo algo de mí, alguien abusó, y por eso yo soy así.” Viven atados a su pasado. Como ese Israel rebelde, atado a las cebollas, a la esclavitud de Egipto. Hermano… ¡Ya! ¡El pasado, pasó, amado hermano! Da pasos hacia una nueva etapa, hacia cosas nuevas que te esperan, y si quieres conquistar un futuro mejor, no puedes mantenerte encadenado al pasado, tienes que mirar hacia el frente. Tienes que escalar a nuevos niveles.

Y no solo lo negativo del pasado, hay también personas que se quedan encadenadas al pasado con cosas positivas, los éxitos del pasado, las bendiciones del pasado, “¡Ah, Dios hizo en el pasado!... ¡Qué lindo cuando éramos novios!”.   “Y cuando mis hijos eran pequeños, ¡Nosotros salíamos!”

Hermano… ¡Ya! Ya los hijos son grandes, ya las cosas son diferentes. No nos mantengamos atados al pasado -positivo o negativo. Pasado que nunca más volverá.

Hay nuevas etapas, nuevos desafíos, no podemos quedarnos encadenados ni a lo bueno, ni a lo malo. Si tú quieres escalar nuevos niveles y conquistar un futuro mejor, tienes que olvidarte del pasado, Dios le dijo a Josué: “Mi siervo Moisés ha muerto…”. Murió Moisés, tremendo líder, tremendo caudillo ¡pero ya!

Lo que Dios tiene para ti, no sé si puedes verlo, no sé si puedes sentirlo, pero lo que Dios tiene para ti son cosas grandes. Es una promesa y está escrita en la Palabra de Dios.

 

Dios cuenta con nosotros

Es Dios quien dice: “A la tierra que yo les doy a los hijos de Israel…”.

Esto nos habla de visión. Nos habla de nuevos niveles. Esto nos habla de un futuro mejor… ¿Tú anhelas, como Josué, llegar a decir “Yo y mi casa serviremos al Señor? En tu relación con Dios ¿Qué tú anhelas? En tu vida personal ¿Qué tú quieres? En tu ministerio, en tu trabajo, en tu familia, en tu negocio, en tu matrimonio ¿Qué esperas?

Porque si no soñamos nada, hermanos, nada vamos a alcanzar.

Ya el desierto es pasado. Incluso lo bueno que tenías hasta hoy, es pasado. Ahora estamos llamados a enfocarnos en una tierra nueva, en un nivel nuevo de nuestro ser cristiano, en un futuro más cercano y obedientes a Dios ¿Qué tú esperas de parte de Dios? ¿Qué sueñas? ¿Qué anhelas?

Dios dice: “la tierra que yo les voy a dar…” una tierra que Dios tenía preparada para ellos. El Señor te dice: “Ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel…” (Josué 1:2).

Es interesante que Dios quiera hacer las cosas, siempre, en coordinación con nosotros. Dios no hace las cosas El solo, ni deja que las hagamos nosotros solos. Tiene una tierra para el pueblo de Israel, dice “Hay una tierra que les tengo, yo les prometí, ahora, levántate y pasa”.

Hay una parte que es responsabilidad nuestra. El Señor dice: “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pise la plana de vuestros pies(Josué 1:3). Es decir, que en la medida que el pueblo fuera avanzando, caminando, pisando, cada pisada iba a ser territorio de ellos, pero ¡tenían que pisar, no lo iban a tomar manteniéndose a distancia!

Es decir, hay un trabajo que Dios está esperando de parte nuestra, hay un accionar, decisiones que tenemos que tomar, compromiso con el mover del Espíritu en nuestra Congregación. No podemos quedarnos del otro lado del Jordán viendo la tierra prometida. Tenemos que cruzar el Jordán, con la Presencia de Dios delante de nosotros. Pero accionar, comprometernos.

Hermanos, los planes de Dios en tu vida se van a realizar cuando tú camines por donde tienes que caminar, tú vas a recibir las bendiciones de Dios en la medida en que tú hagas las cosas que tú debes hacer, estaremos montados en una ola cuando entremos al mar del Espíritu de Dios y nos dejemos guiar por ese Espíritu, que nos lleva a cosas que hoy desconocemos.

Queridos hermanos, podemos estar seguros de que Dios va delante de nosotros (como iba el arca delante del pueblo de Israel). Dios mismo nos invita a nuevos niveles, a un futuro mejor en nuestras vidas, en nuestras familias, en la Congregación y nos dice que no estamos solos. El Señor nos dice: “A la tierra que yo les doy a los hijos de Israel, Yo les he entregado todo lugar que pise la planta de su pie, nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida, como estuve con Moisés, estaré contigo, no te dejaré ni te desampararé…”.

Todas las cosas que El tiene para ti, todas las cosas que El ha prometido para ti, tú las vas a recibir porque El está contigo donde quiera que tú vayas. El dice: “Yo les doy a los hijos de Israel…” es una obra de Dios, pero es también una obra de nosotros.

Dios está esperando la participación nuestra.

El pueblo, cuando iba a entrar en la tierra prometida, comenzó a caminar. Dios le dijo a Josué que pusiera a los sacerdotes delante, a los líderes delante, y cuando la planta de sus pies tocara la orilla del río Jordán, el río se iba a abrir. 

Lo que nosotros podemos hacer es caminar, avanzar, mojarnos, y el milagro de Dios va a venir, las cosas grandes que Dios va a hacer con nosotros, con nuestra familia, con nuestra congregación, en nuestra nación… ahora pueden parecernos imposibles.

Hay conquistas que son imposibles para nosotros, hermanos.

Vamos hacer nuestra parte, y Dios va a hacer la parte de Él. Es como aquel niño que puso esos 5 panes y 2 peces en las manos de Jesús, y Jesús los tomó y los multiplicó. Dios va a hacer milagros en esta congregación, cosas que no hemos visto, las vamos a ver.

El dice: “Yo les doy a los hijos de Israel…”. Es una promesa de Dios, veremos cosas imposibles para nosotros, realizadas con el poder de Dios, y esto nos habla de su presencia, como le dijo Moisés: Señor, no iré si tu presencia no va conmigo(Éxodo 33:15).

Dios nos llevará de triunfo en triunfo, y la gloria postrera será mayor que la primera, lo que veremos no lo hemos visto antes, pero necesitamos levantarnos y conquistar, comprometernos.

 


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