domingo, diciembre 11, 2005

De pantalones largos a suelas de zapatos

De pantalones largos a suela de zapatos


Ríos de pantalones largos hoy son simples arroyos que no mojan la suela de los zapatos o, peor aún, de ellos apenas queda el lecho, la señal, la larga cicatriz que indica que una vez una rica vena de agua corría por esas tierras, soltando vida alegremente.
¿Qué ha pasado que hoy el rumor no se oye en campos y praderas? ¿Qué hemos hecho que estamos asesinando nuestras fuentes de agua y que nos parece que el Estado –el Gobierno, en todo caso- es el responsable de tal desgracia?
Hace unos meses viví una experiencia que ilustra el tamaño de nuestra desgracia.
En Semana Santa, San Cristóbal, hay una comunidad en la que una de las fuentes principales para sobrevivir lo constituye el asesinato. Así de simple. “Nos pareció que el río era de todos y que ese pedazo, el que pasa por aquí, era de nosotros, por eso hacemos lo que hicimos”, explicaba un líder comunitario de Semana Santa al tratar de justificar la extracción de agregados bajo el alegato no ya de “pobres padres de familia”, sino de una comunidad que necesita una escuela y una clínica rural y que la estaba diligenciando extrayendo material del lecho de los ríos.
No son los únicos, pero sirven de ejemplo.
Y digo “asesinato” porque se trata de la matanza de a poquito del Río Nizao, bajo la presión de empresas que se benefician de la labor de extracción de materiales del lecho de los ríos vía palas y volteos, así como por el trabajo de los llamados “hombres hormiga”.
Digo “asesinato” porque lo que pasó en Jimaní, cuando una avalancha de rocas, tierra y árboles terminó con la vida de cientos de personas, se quedará pequeño cuando una nueva catástrofe amenace la vida de los que habitan a la orilla del Nizao, de lo cual ya hay precedente.
Digo “asesinato” porque río abajo y río arriba, por diversos métodos y para beneficio de avaros y pobres, se está matando una de las principales fuentes de agua potable de la ciudad capital y llegará el momento en que muchos pedirán, con lágrimas en los ojos, un poco de agua para sus necesidades.
“Asesinato” porque sin agua la producción agropecuaria no es posible. Y estas tierras benditas de Dios, se convertirán en predios malditos por la acción depredadora de los hombres, capaces de producir sólo muerte, destrucción, calamidades.
El 10 de mayo de 1966, hace casi 40 años, el Profesor Juan Bosch, a través del programa Tribuna Democrática, dijo:

“Mientras unos cuantos dominicanos vivan talando los pinares de las lomas, otros vivan pensando en que no hay tierras buenas sin agua, así como no hay tierra mala si tiene agua, hasta en la arena cuando hay agua puede sembrase y cosecharse. En 36 años los dominicanos acabamos con nuestras lomas, las dejamos peladas y, al dejarlas peladas, empobrecimos los manantiales de los ríos. En todos los lugares del país hay cañadas que, en los meses de lluvia, bajan arrastrando lo que encuentran en su paso. El hombre no puede vivir sin agua, los animales no pueden vivir sin agua, las matas no prosperan sin agua. Hace sólo 35 años, los ríos eran ríos de pantalones largos y ahora muchos de ellos pueden pasarse a pie sin mojarse las suelas de los zapatos. Cuando sobraba el agua, nadie se daba cuenta de la falta que hacía, porque la gente sólo conoce el bien cuando lo pierde, y ahora tenemos entre todos que ponernos a trabajar como burros para no perder el agua que nos queda”.

Parece duro tener que reconocer que ahora hay que trabajar como burros si queremos preservar el agua que nos queda.
Alguien afirmó que la ciudad más limpia no es la que más se limpia, sino la que menos se ensucia… estoy convencido de que los recursos naturales tienen más garantía con su preservación que con su reposición y de que cada dominicano y dominicana anhela volver a ver ríos de “pantalones largos”, como expresaba ese dominicano del siglo pasado, el profesor Juan Bosch. En la próxima, expondré una propuesta para preservar este “oro” que permitió a los conquistadores llamar a Quisqueya “la tierra de los mil ríos”.

Milton Tejada C.
tejadamilton@yahoo.com

2 comentarios:

Milton Tejada C. dijo...

A quienes extraen agregados cerca de los ríos se les debe obligar a pagar un alto pasivo ambiental, porque están usufructuando algo que no es del Estado dominicano, sino de la nación dominicana.

Anónimo dijo...

Las guerras hoy son por petróleo, que queda poco. Mañana serán por agua, sobre todo si se trata de agua de calidad.