domingo, julio 12, 2009

Desde mi fe / Dios te habla por la oración

Buscando intimidad con Dios

El Pastor Rafael Montalvo lo señaló: es imprescindible, para crecer en la vida cristiana y para no morir de sed en el desierto de la vida, vivir en intimidad con nuestro Dios. La Biblia, su palabra, nos ayuda a conocerlo, nos anima. Necesitamos más. Momentos de intimidad, de cara a cara, de escucharle... Nos lo dijo Montalvo el domingo pasado, al asistir al culto.


“Cuan grande es nuestro Dios…”.

Dios nos habla de muchas maneras, pero el primer modo para un cristiano es conocer su Palabra. Dios también nos habla a través de la oración. Es un ponerse en su frecuencia. Un sintonizarse, un mirar desde su perspectiva.

Nos hacemos sensibles a la voz de Dios. Sentimos sus prioridades al sacar “ese momento” aparte y estamos en su presencia. En la oración, Dios habla a nuestro Espíritu, a nuestra mente, a nuestro corazón.

En la medida en que pasamos tiempo en Su presencia, nos hacemos sensibles a la voz de Dios.

Si no estamos acostumbrados, no discriminamos y nos pasa como a Samuel: no era capaz de reconocer la voz de Dios.

En la medida en que nos acostumbramos a escuchar su voz seremos más sensibles.

A veces estamos muy ocupados, guiados por nuestros razonamientos, nuestras lógicas, por una ritmo de vida que va rápido…

¿Qué se necesita para escuchar la voz de Dios?

Primero, hacer silencio. Fallamos en este punto. Hablamos demasiado. Al orar, llenamos todo el tiempo. Tenemos que escuchar lo que El tiene que decirnos.

Hay tantos estímulos, ruidos, competencias, preocupaciones e intereses que nos atraen y nos agobian y nos dificultan estar en su presencia.

Necesitamos apartarnos, estar en quietud para encontrarnos en la presencia de Dios. Es el “rincón” donde lo escuchaos.

Podemos orar en el día a día, pero eso no sustituye el tiempo aparte. Si te apartas, si buscas el silencio (empezando por unos minutos al día), tendrás nuevas revelaciones, palabras de tu Dios en la quietud.

En esos momentos el Señor me habla de modo nuevo en su Palabra.

Al principio, quizás no tengas muchos deseos de estar con Dios. La carne es fuerte, el afán diario nos atrae y nos impide estar en su presencia.

En la medida en que te esfuerces, se enciende la pasión y ya no es pesada carga o un deber… cuando comienzas a disfrutar, palpar la presencia de Dios, descubriremos que es el lugar del mayor gozo y plenitud en su presencia.

Nos sentimos a veces, cuando sacamos tiempo para orar, como si fuéramos improductivos (como el leñador que se negaba a detener su trabajo para limar su sierra, porque consideraba que era perder el tiempo).

Estamos tan agobiados que sentimos que no podemos detenernos porque la productividad va a caer… y es lo contrario: la energía, el encanto, la pasión te vuelven…

Si queremos conocer su voluntad, planes, deseos, su corazón, tenemos que pasar tiempo con Dios.

A veces queremos sustituir el tiempo con Dios por palabras proféticas o de líderes… eso está bien, pero ir a la fuente es fundamental.

Saca tiempo, escuchando su dulce pero potente voz, y habrá paz en tu corazón, paz que nadie podrá quitar.

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