lunes, enero 25, 2010

Desde mi estudio / Gracias, tía Fanny...


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¡Bendito el derecho de ser “arrimao”!
Uno de cada cinco hogares dominicanos tiene un “arrimao” (18%, exactamente). El dato es ofrecido por Odalis Mejía, del periódico Hoy, que suele ampliar nuestro conocimiento de lo que somos con la difusión de resultados de alguna investigación.
Unos 492,900 hogares: hijos no solteros, yernos, nueras, madres solteras con sus hijos, padres, suegros… y sobrinos.
Por dos ocasiones en mi vida fui el “arrimao” que le tocó a la tía Fanny –hermana de mi padre- y al tío Pedro, su esposo.
En la primera ocasión, ellos vivían –y yo también- en El Retiro, un sector de clase “media baja” de Santiago de los Caballeros. Ella, educadora de toda su vida, él, electricista que laboró hasta su muerte en la Falconbridge Dominicana. La tía Fanny fue, además, mi “madrina” de bautismo en la Iglesia Católica. No creo que yo haya hecho nada para ganarme su cariño y ser considerado como un hijo. Más bien la tía Fanny es de esas mujeres cuyo corazón no puede parar de dar y a sus más de 75 años sigue siendo “madre” de muchos niños, adolescentes y jóvenes con deficiencias físicas y mentales, dedicando mucho de su tiempo a una organización que se llama “Fe y Alegría” y que tiene difundida comunidades por casi toda la geografía nacional.
La segunda ocasión, más fresca en mi memoria, fue en el año 1976, cuando mis padres, ante la escasez de sus recursos y ante la convicción de que sólo en base a la educación podríamos “abrirnos paso”, decidieron enviarme a Santo Domingo (donde se habían mudado mis tíos), a concluir mis estudios de bachillerato. En esa época trabajé como asalariado en la tienda La Isla (ubicada en Plaza Naco) y en las noches estudiaba en el Liceo “El Millón”. Este fue un año memorable para mí pues ahí elegí lo que consideré que sería el curso de mi “estado de vida” al decidir ingresar al Seminario con los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).
Las anécdotas, los procesos, los hechos, son numerosos y diversos. Sin embargo, de esta relación y esta acogida en la casa de la tía Fanny y el tío Pedro, sólo me queda una síntesis: encontré un hogar de dos personas en donde el amor y la disciplina se distribuían con equilibrio, contribuyendo a mi crecimiento como ser humano.
Y para muestra del cariño que llegó a tomarme la tía Fanny y que todavía hoy me prodiga, una anécdota. Corría el año 1999 cuando fui invitado por el entonces director del INDRHI, Frank Rodríguez, a conocer como periodista la experiencia de riego de Utah, en Estados Unidos. En mi ausencia, el tío Pedro falleció y no fue posible mi regreso a su entierro. La tía Fanny, que sufre en grado grave lo que se suele llamar “ojos secos”, un mal caracterizado por la imposibilidad de derramar lágrimas, cuenta que cuando habló conmigo por teléfono, como un milagro, “las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos”.
Por la tía Fanny y el tío Pedro es que hoy digo: ¡Bendito el derecho a ser “arrimao”.

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