Este artículo fue publicado por Yolanda Tamayo en Protestante
Digital.com. Una mujer que se deja sorprender, un Dios sorprendente para quien
no hay términos medios… apasionado y veraz.
Déjate sorprender
No quiero ver pasar tus milagros ante mis cansados
ojos y creer con torpeza humana que son parte del transcurso de la vida,
casualidad o tristemente un acontecimiento sin transcendencia.
No quiero verte desde lejos y dejar que pases sin que
se me conmueva el alma, sin que se me acelere el pulso, sin que el corazón
agitado parezca galopar en el pecho deseoso de expresar el amor que tiene
dentro.
Ansío dejarme
sorprender por el Dios sorprendente.
Abandonarme seducida por tu verdad y seguirte
fielmente sin dudar, ni por un solo instante, de que sigo al único, al
todopoderoso, al inefable.
Cuando la multitud agitada comienza a deambular sin
sentido buscando razones que carecen de razón . Mi mirada se centra aún más en
ti, fanal de luz que dirige mis pasos a lugares de delicados pastos, a remansos
de aguas donde reposar del cansado viaje.
No quiero Dios acostumbrarme a ti, contrariamente
anhelo que tus obras calen con su lluvia de bendición y que yo de forma agradecida
extienda mi sequedad y pueda ser rociada por ella. Cediendo mi manto para que
cada escena que tú dibujas en mi lienzo tenga el resultado que deseas, la
aceptación por tu parte de mi persona que, si pretensión alguna salvo la de ser
una sierva fiel, quiere dejarse moldear para que forjes en ella una mujer
virtuosa.
No quiero acostumbrarme a ti, porque cuando me
acostumbro a tus bondades, a tu misericordia, a tus favores, estoy cerrando una
hermosa puerta a través de la cual tú quieres mostrarme un camino hacia la
excelencia.
Cuando argucias, dobleces, pesimismo se exponen ante
mí con la intención de limitar lo que mis ojos han de ver con una claridad
irrevocable, me aferro a ti Dios, me agarro impidiendo que la muchedumbre me
arrastre. Te abrazo y siento que contigo estoy segura, alejada de los gestos
comunes, de las palabras manidas, de los faltos de fe que dicen de mí ser una
absurda que sólo acuna utopías.
Me resisto a caer en el monopolio de lo cotidiano, de
observarte como parte de mi vida y no darte mi vida por completo. Me resisto a
ceder ante quienes creen en la casualidad, las energías que nos condicionan,
ese aura que a cada cual cubre y protege sin darte credibilidad a ti.
No quiero acostumbrarme a ti Dios mío, quiero ser
sorprendida cada día por ti, un Dios sorprendente.
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